Multiculturalismo: Ingeniería social
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Multiculturalismo: Ingeniería social
En dos décadas escasas, el paisaje humano de España ha cambiado de manera visible y radical. Se ha pasado de una sociedad homogénea, con valores comunes, a otra multicultural, o de comunidades yuxtapuestas.
Diferentes dirigentes europeos como David Cameron y Angela Merkel han diagnosticado con rotundidad el fracaso del multiculturalismo. Han hecho, sin embargo, bien poco para revertir la situación. Los políticos actuales se han tornado retóricos. No cumplen sus compromisos. Emiten palabras que se lleva el viento.
Las sociedades europeas no han mejorado con el multiculturalismo, sino que han empeorado. Se han tornado conflictivas. Y se percibe que esa situación puede agravarse en el futuro, cuando se produzcan o se manifiesten evoluciones demográficas dispares. Es decir, se han puesto las bases de fracturas sociales importantes, incluso de conflictos, algunas predecibles y otras impredecibles.
El multiculturalismo ha sido una imposición, un proceso de ingeniería social, al que se han dedicado y se dedican ingentes cantidades de dinero público. En España se propició la llegada de mano de obra barata a la construcción en época de Aznar, pero también se psusieron en marcha entramados burocráticos llamados de “servicios sociales” dedicados a subvencionar la inmigración. En España, la ley de extranjería establece que cualquier ilegal tiene derecho a sanidad y educación gratuitas. No hay sociedad que pueda sostener un compromiso tan absurdo que representa un tremendo efecto llamada.
Este proceso de ingeniería social, perpetrado a costa del contribuyente, se ha llevado y se lleva a cabo bajo los dictados de lo políticamente correcto y de un buenismo insustancial y bobalicón.
¿A quién beneficia? Aparentemente a casi nadie, ni a los propios inmigrantes, atrapados en las redes de ayudas estatales. Unas redes que ya no se pueden sostener y ese es uno de los conflictos previsibles. Pera los políticos se han especializado en crear problemas; ellos generan el conflicto y luego lo administran; los ciudadanos corren el riesgo de verse desbordados por el conflicto en sí.
En realidad, los principales y mayores culpables son los políticos. La gente se aprovecha de lo que los políticos manirrotos ofrecen con el dinero del contribuyente. Han roto toda ligazón entre inmigración y trabajo. Eso es un desastre sin paliativos.
Comunidades yuxtapuestas están llamadas a chocar y enfrentarse. Son los políticos –del PP y del PSOE, tanto monta- los que han actuado con enorme irresponsabilidad. No basta con diagnosticar y denunciar la situación. Es preciso revertir el proceso. Se debe y se puede afrontar antes de que sea demasiado tarde. La inmigración no debe ser subvencionada. Las formas burocráticas de apoyo han de ser desmanteladas. No podemos permitírnoslas y nunca han sido convenientes ni positivas.
No necesitamos políticos retóricos. De nada sirven. Necesitamos políticos que crean en los valores de nuestras sociedades abiertas y las defiendan en la práctica. Ha llegado el momento de dar ese paso.
Por Enrique de Diego.
Diferentes dirigentes europeos como David Cameron y Angela Merkel han diagnosticado con rotundidad el fracaso del multiculturalismo. Han hecho, sin embargo, bien poco para revertir la situación. Los políticos actuales se han tornado retóricos. No cumplen sus compromisos. Emiten palabras que se lleva el viento.
Las sociedades europeas no han mejorado con el multiculturalismo, sino que han empeorado. Se han tornado conflictivas. Y se percibe que esa situación puede agravarse en el futuro, cuando se produzcan o se manifiesten evoluciones demográficas dispares. Es decir, se han puesto las bases de fracturas sociales importantes, incluso de conflictos, algunas predecibles y otras impredecibles.
El multiculturalismo ha sido una imposición, un proceso de ingeniería social, al que se han dedicado y se dedican ingentes cantidades de dinero público. En España se propició la llegada de mano de obra barata a la construcción en época de Aznar, pero también se psusieron en marcha entramados burocráticos llamados de “servicios sociales” dedicados a subvencionar la inmigración. En España, la ley de extranjería establece que cualquier ilegal tiene derecho a sanidad y educación gratuitas. No hay sociedad que pueda sostener un compromiso tan absurdo que representa un tremendo efecto llamada.
Este proceso de ingeniería social, perpetrado a costa del contribuyente, se ha llevado y se lleva a cabo bajo los dictados de lo políticamente correcto y de un buenismo insustancial y bobalicón.
¿A quién beneficia? Aparentemente a casi nadie, ni a los propios inmigrantes, atrapados en las redes de ayudas estatales. Unas redes que ya no se pueden sostener y ese es uno de los conflictos previsibles. Pera los políticos se han especializado en crear problemas; ellos generan el conflicto y luego lo administran; los ciudadanos corren el riesgo de verse desbordados por el conflicto en sí.
En realidad, los principales y mayores culpables son los políticos. La gente se aprovecha de lo que los políticos manirrotos ofrecen con el dinero del contribuyente. Han roto toda ligazón entre inmigración y trabajo. Eso es un desastre sin paliativos.
Comunidades yuxtapuestas están llamadas a chocar y enfrentarse. Son los políticos –del PP y del PSOE, tanto monta- los que han actuado con enorme irresponsabilidad. No basta con diagnosticar y denunciar la situación. Es preciso revertir el proceso. Se debe y se puede afrontar antes de que sea demasiado tarde. La inmigración no debe ser subvencionada. Las formas burocráticas de apoyo han de ser desmanteladas. No podemos permitírnoslas y nunca han sido convenientes ni positivas.
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