¿Por qué a nuestra izquierda le gustan los moros?
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¿Por qué a nuestra izquierda le gustan los moros?
En Europa hay 50 millones de musulmanes, y creciendo. Si los europeos de cepa siguen empeñados en no tener hijos, dentro de medio siglo los musulmanes serán mayoría en países como Holanda y Francia. En España no hay tantos: en torno a un millón; de ellos, unos 750.000 son marroquíes. Aquí, sin embargo, el problema se plantea en otros términos no menos inquietantes: los de una extraordinaria fragilidad cultural en el país de acogida, o sea, la propia España, que contrasta con la cohesión de la minoría musulmana. Así, en España, el poder parece obsesionado por favorecer lo musulmán en detrimento de los cristiano. ¿Por qué?
Repasemos el paisaje. Discotecas que cambian su nombre para no molestar a las minorías integristas. Recintos militares habilitados para la oración musulmana mientras se limita la liturgia cristiana en las Fuerzas Armadas. Discriminación positiva de los alumnos musulmanes en la escuela española y discriminación negativa de los católicos. Respeto reverencial a las costumbres traídas por los moros –aunque algunas de ellas no sean propiamente coránicas- y desdén infinito hacia las costumbres autóctonas.
Repasemos el paisaje. Discotecas que cambian su nombre para no molestar a las minorías integristas. Recintos militares habilitados para la oración musulmana mientras se limita la liturgia cristiana en las Fuerzas Armadas. Discriminación positiva de los alumnos musulmanes en la escuela española y discriminación negativa de los católicos. Respeto reverencial a las costumbres traídas por los moros –aunque algunas de ellas no sean propiamente coránicas- y desdén infinito hacia las costumbres autóctonas.
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Re: ¿Por qué a nuestra izquierda le gustan los moros?
La fascinación del moro
Andalucía está a la cabeza del fracaso escolar en España con un índice del 36,3%, pero lo que preocupa a la Junta es impulsar la enseñanza del árabe en la secundaria. Ian Gibson pide mezquitas y clases de árabe mientras Juan Goytisolo prosigue con su cansina cantinela del islam como faro de tolerancia y diálogo de culturas. La misma progresía que cubre de sarcasmo a la “España nacional-católica” y a la “insidiosa reconquista” de Juan Luis Cebrián se extasía ante la vaporosa fábula de un islam tolerante que sólo existe en su imaginación. Hace pocos años, una ministra de Cultura, Carmen Calvo, fundamentaba la amistad hispano-árabe en el hecho de que Cervantes residiera en Argel durante cinco años, pasando por alto el nada desdeñable matiz de que el Manco estuvo en Argel, sí, pero capturado como esclavo, cautivo de los piratas y pasando las de Caín. Todos estos son los mismos que devolverían Ceuta y Melilla a Marruecos, ignorando que esas dos ciudades jamás han sido marroquíes. E via dicendo.
Aquí hay dos cuestiones de fondo, y ambas, en nuestro caso, están muy relacionadas entre sí. Una es cómo gestionar la integración de los inmigrantes musulmanes, difícil problema que compartimos con el resto de los europeos. La otra es la pertinaz tendencia de una cierta parte de la opinión española, especialmente entre la progresía simiculta, a identificarse con el musulmán, y éste es un rasgo muy específicamente nuestro. La pregunta es: ¿por qué a nuestra izquierda le gustan tanto los moros?
Advertencia: contra lo que mucha gente cree, moro no es un término peyorativo. El término moro proviene directamente del griego mauros y del latín maurus, que quiere decir “moreno”. Aquellos morenos dieron nombre a la antigua provincia romana de Mauritania. Dicho quede-.
Andalucía está a la cabeza del fracaso escolar en España con un índice del 36,3%, pero lo que preocupa a la Junta es impulsar la enseñanza del árabe en la secundaria. Ian Gibson pide mezquitas y clases de árabe mientras Juan Goytisolo prosigue con su cansina cantinela del islam como faro de tolerancia y diálogo de culturas. La misma progresía que cubre de sarcasmo a la “España nacional-católica” y a la “insidiosa reconquista” de Juan Luis Cebrián se extasía ante la vaporosa fábula de un islam tolerante que sólo existe en su imaginación. Hace pocos años, una ministra de Cultura, Carmen Calvo, fundamentaba la amistad hispano-árabe en el hecho de que Cervantes residiera en Argel durante cinco años, pasando por alto el nada desdeñable matiz de que el Manco estuvo en Argel, sí, pero capturado como esclavo, cautivo de los piratas y pasando las de Caín. Todos estos son los mismos que devolverían Ceuta y Melilla a Marruecos, ignorando que esas dos ciudades jamás han sido marroquíes. E via dicendo.
Aquí hay dos cuestiones de fondo, y ambas, en nuestro caso, están muy relacionadas entre sí. Una es cómo gestionar la integración de los inmigrantes musulmanes, difícil problema que compartimos con el resto de los europeos. La otra es la pertinaz tendencia de una cierta parte de la opinión española, especialmente entre la progresía simiculta, a identificarse con el musulmán, y éste es un rasgo muy específicamente nuestro. La pregunta es: ¿por qué a nuestra izquierda le gustan tanto los moros?
Advertencia: contra lo que mucha gente cree, moro no es un término peyorativo. El término moro proviene directamente del griego mauros y del latín maurus, que quiere decir “moreno”. Aquellos morenos dieron nombre a la antigua provincia romana de Mauritania. Dicho quede-.
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Re: ¿Por qué a nuestra izquierda le gustan los moros?
Debate degradado
Hoy el debate se plantea en los términos urgentes de la política sobre inmigración, pero este asunto de la maurofilia y la maurofobia es muy viejo. Por decirlo en dos palabras, hay quien piensa que los españoles, por nuestra propia identidad histórica, debemos manifestar una especial solicitud y simpatía hacia lo musulmán, y hay quien, por el contrario, sostiene que España existe precisamente porque venció al islam, y que lo musulmán es algo del todo ajeno a nosotros. Y estas dos posiciones, de alguna manera, reproducen el esquema clásico de las dos Españas.
¿Cuándo empezó la izquierda española a ser maurófila? Señalemos un hito: el libro de Juan Goytisolo Reivindicación del conde don Julián, de 1970. Ahí, Goytisolo declaraba la guerra a la España nacionalcatólica de Franco y al occidente cristiano en general e invocaba la figura del conde godo don Julián, aquel que según la tradición abrió las puertas de España a los moros. Inauguraba así una línea de reflexión no muy original, pero sí muy provocadora: una oposición elemental entre la España católica y negra de la Contrarreforma y la España blanca y tolerante del califato moro. Y Goytisolo, para blasonar el linaje, buscaba un padrino indiscutible: Américo Castro.
Situémonos después de nuestra última guerra civil. Dos grandes exiliados, Américo Castro y Claudio Sánchez Albornoz, polemizan violentamente sobre el ser de España. Castro sostiene que España se construyó después de la invasión islámica en el siglo VIII, no antes, como resultado de la presencia en nuestro suelo de tres grandes fuerzas –cristiana, musulmana y judía-, que a partir de ese momento interactuaron de manera ora conflictiva, ora armónica. Sánchez Albornoz, por su lado, mantiene que España se construye en el conflicto con el islam, sí, pero no de modo armónico, sino bélico, y como actualización de la herencia romana, cristiana y goda. Esto que decimos, naturalmente, es una simplificación. Quien quiera profundizar, debe leer las dos grandes obras de referencia sobre el asunto: de Sánchez Albornoz, España, un enigma histórico, y de Castro, La realidad histórica de España.
Ahora bien, el debate, en los últimos años, se ha encanallado. Entre otras cosas, por el concurso de historiadores proseparatistas, como Henry Kamen, que ha descubierto la extraordinaria novedad de que España no ha existido nunca. Pero de estas cosas, mejor apartarse, porque, como dijo Pérez-Reverte sobre este caballero, “empiezas dejando que un inglés te toque los huevos, y nunca se sabe”. Lo importante es que la endeblez del debate intelectual español ha hecho que todas aquellas viejas ideas, ahora deformadas, vayan degradándose hasta plantearse en términos burdos. La vieja negación de la España cristiana da en negación de España en general y, después, deriva en simpatía hacia el enemigo secular de esa España; es decir, el moro. Y como, además, el moro imaginario es pobre, una víctima explotada por el capitalismo occidental, la izquierda siente gran atracción hacia su causa. Así, de Castro se pasa a Goytisolo y de éste a Zapatero. Una decadencia.
Hoy el debate se plantea en los términos urgentes de la política sobre inmigración, pero este asunto de la maurofilia y la maurofobia es muy viejo. Por decirlo en dos palabras, hay quien piensa que los españoles, por nuestra propia identidad histórica, debemos manifestar una especial solicitud y simpatía hacia lo musulmán, y hay quien, por el contrario, sostiene que España existe precisamente porque venció al islam, y que lo musulmán es algo del todo ajeno a nosotros. Y estas dos posiciones, de alguna manera, reproducen el esquema clásico de las dos Españas.
¿Cuándo empezó la izquierda española a ser maurófila? Señalemos un hito: el libro de Juan Goytisolo Reivindicación del conde don Julián, de 1970. Ahí, Goytisolo declaraba la guerra a la España nacionalcatólica de Franco y al occidente cristiano en general e invocaba la figura del conde godo don Julián, aquel que según la tradición abrió las puertas de España a los moros. Inauguraba así una línea de reflexión no muy original, pero sí muy provocadora: una oposición elemental entre la España católica y negra de la Contrarreforma y la España blanca y tolerante del califato moro. Y Goytisolo, para blasonar el linaje, buscaba un padrino indiscutible: Américo Castro.
Situémonos después de nuestra última guerra civil. Dos grandes exiliados, Américo Castro y Claudio Sánchez Albornoz, polemizan violentamente sobre el ser de España. Castro sostiene que España se construyó después de la invasión islámica en el siglo VIII, no antes, como resultado de la presencia en nuestro suelo de tres grandes fuerzas –cristiana, musulmana y judía-, que a partir de ese momento interactuaron de manera ora conflictiva, ora armónica. Sánchez Albornoz, por su lado, mantiene que España se construye en el conflicto con el islam, sí, pero no de modo armónico, sino bélico, y como actualización de la herencia romana, cristiana y goda. Esto que decimos, naturalmente, es una simplificación. Quien quiera profundizar, debe leer las dos grandes obras de referencia sobre el asunto: de Sánchez Albornoz, España, un enigma histórico, y de Castro, La realidad histórica de España.
Ahora bien, el debate, en los últimos años, se ha encanallado. Entre otras cosas, por el concurso de historiadores proseparatistas, como Henry Kamen, que ha descubierto la extraordinaria novedad de que España no ha existido nunca. Pero de estas cosas, mejor apartarse, porque, como dijo Pérez-Reverte sobre este caballero, “empiezas dejando que un inglés te toque los huevos, y nunca se sabe”. Lo importante es que la endeblez del debate intelectual español ha hecho que todas aquellas viejas ideas, ahora deformadas, vayan degradándose hasta plantearse en términos burdos. La vieja negación de la España cristiana da en negación de España en general y, después, deriva en simpatía hacia el enemigo secular de esa España; es decir, el moro. Y como, además, el moro imaginario es pobre, una víctima explotada por el capitalismo occidental, la izquierda siente gran atracción hacia su causa. Así, de Castro se pasa a Goytisolo y de éste a Zapatero. Una decadencia.
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Re: ¿Por qué a nuestra izquierda le gustan los moros?
El “síndrome de Don Julián”
Sabiendo esto es más fácil entender por qué la izquierda ama el islam. Para empezar tenemos el síndrome de Don Julián, que es una afección típicamente española: aparece cuando uno, por intensa insatisfacción u odio hacia lo español en general, da en juzgar que ellos son los buenos, pues España es, esencialmente, lo malo. Así, se experimente simpatía hacia todo lo que nos erosiona, ya sea la leyenda negra, ya sea el Eterno Moro.
Además, hay que añadir otro elemento, que es de orden ideológico y extensible a toda la izquierda occidental: una mal digestión de la obra de Franz Fanon, el autor de Los condenados de la tierra, que aplicó al escenario colonial su fusión de socialismo con el nacionalismo revolucionario. Desde Fanon, la izquierda, que ya no podía ser soviética, encontró un nuevo mito redentor: había que liberar del yugo occidental a los condenados de la tierra: africanos, sudamericanos o musulmanes.
Eso no basta para explicar tanta maurofilia. Hay más: el instinto de rendición a los bárbaros, visible en toda situación histórica de decadencia. El instinto de rendición a los bárbaros afecta especialmente a sectores acomodados, y puede describirse como una inclinación a claudicar ante la amenaza exterior. Aquí pesan el miedo a perder lo que uno posee y una cierta mala conciencia de ser beneficiario de la injusticia. Por eso, con frecuencia, este instinto se envuelve en un discurso pacifista o panfilista del tipo “¿no seremos nosotros la verdadera amenaza?”. Ahí, sólo resta abrir las puertas.
Y no perdamos de vista la cuestión religiosa. La izquierda sólo ve la religión como una flaqueza que el progreso debe disolver. Así, busca negar legitimidad a la tradición religiosa propia, equipararla con las demás religiones y utilizar a unas contra otras en una estrategia de desespiritualización.
El imperativo de que “España deje de ser católica” nunca abandonó a la izquierda. Hoy vivimos otro asalto a la Cruz: por eso nuestra izquierda le gustan tanto los moros. Link
Sabiendo esto es más fácil entender por qué la izquierda ama el islam. Para empezar tenemos el síndrome de Don Julián, que es una afección típicamente española: aparece cuando uno, por intensa insatisfacción u odio hacia lo español en general, da en juzgar que ellos son los buenos, pues España es, esencialmente, lo malo. Así, se experimente simpatía hacia todo lo que nos erosiona, ya sea la leyenda negra, ya sea el Eterno Moro.
Además, hay que añadir otro elemento, que es de orden ideológico y extensible a toda la izquierda occidental: una mal digestión de la obra de Franz Fanon, el autor de Los condenados de la tierra, que aplicó al escenario colonial su fusión de socialismo con el nacionalismo revolucionario. Desde Fanon, la izquierda, que ya no podía ser soviética, encontró un nuevo mito redentor: había que liberar del yugo occidental a los condenados de la tierra: africanos, sudamericanos o musulmanes.
Eso no basta para explicar tanta maurofilia. Hay más: el instinto de rendición a los bárbaros, visible en toda situación histórica de decadencia. El instinto de rendición a los bárbaros afecta especialmente a sectores acomodados, y puede describirse como una inclinación a claudicar ante la amenaza exterior. Aquí pesan el miedo a perder lo que uno posee y una cierta mala conciencia de ser beneficiario de la injusticia. Por eso, con frecuencia, este instinto se envuelve en un discurso pacifista o panfilista del tipo “¿no seremos nosotros la verdadera amenaza?”. Ahí, sólo resta abrir las puertas.
Y no perdamos de vista la cuestión religiosa. La izquierda sólo ve la religión como una flaqueza que el progreso debe disolver. Así, busca negar legitimidad a la tradición religiosa propia, equipararla con las demás religiones y utilizar a unas contra otras en una estrategia de desespiritualización.
El imperativo de que “España deje de ser católica” nunca abandonó a la izquierda. Hoy vivimos otro asalto a la Cruz: por eso nuestra izquierda le gustan tanto los moros. Link
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El imperio del odio o por qué la izquierda y los totalitarios aman el Islam
A los políticos totalitarios siempre les ha fascinado el Islam. Hitler era uno de los admiradores del Islam, al que consideraba como la 'Männerreligion', la religión de los hombres verdaderos.
Hay dos aspectos del Islam que atrae a los que quieren sojuzgar y dominar el mundo: el primero es la sumisión de los creyentes al poder establecido, que procede de Dios, y el segundo es la utilización del odio como bandera para cambiar el mundo.
Algunos pensadores creen que el Islam se disfraza de religión, pero en realidad es una ideología totalitaria. El periodista Enrique de Diego define el Corán como "un manual de odio y asesinato", un criterio que, con diferentes matices, expresaron antes que él miles de pensadores y expertos.
El odio, además de crear un mundo de muros, barreras y prisiones mentales, impide el diálogo y el consenso y convierte la política en un oficio de rufianes y malvados. El odio es el que ha dejado a España sin gobierno durante casi un año y el que ha impedido que el país tenga gobernantes capaces de afrontar los problemas de la nación y anteponer el bien común a la mezquindad y el oprobio.
Durante más de dos siglos el poder mundial ha funcionado en base al odio, una fuerza capaz de someter a la gente. Es un recurso casi tan antiguo como el miedo, pero fue la Revolución Francesa la que hizo del odio la gran palanca política y el motor del cambio en la sociedad.
El reinado del odio utiliza el odio para mover las masas. Todo se sustenta en el odio: odio de clase, odio a las razas, odio a los que tienen más, odio a los que son diferentes, odio a los que no se integran, odio a los que militan en otros partidos, odio al extranjero, etc. Todas las revoluciones posteriores, entre ellas la rusa que abrió las puertas al comunismo, insisten en el odio como motor de la sociedad.
Pero la caída del comunismo demostró que el odio tiene escaso recorrido porque cuando has eliminado a los odiados capitalistas te quedas solo con tus contradicciones, que conducen al hundimiento.
Algo parecido ocurrió con las falsas democracia occidentales. Tenían más apariencia de libertad que libertades reales y ocultaban un férreo dominio de los ricos sobre masas empobrecidas, pero el sistema se sostenía en el odio a la tiranía comunista y a su mensaje de esclavitud a un Estado demasiado fuerte. Sin embargo, al desaparecer el comunismo, se hizo evidente que las libertades eran más un espejismo que una realidad, que el Estado democrático era también fuerte y demasiado opresor y que las contradicciones del sistema, dominado claramente por una élite arrogante y atiborrada de poder, eran muchas.
Se intentó sustituir el comunismo por el terrorismo como gran enemigo, pero las élites comprendieron que el discurso del odio no podía funcionar mucho tiempo y buscaron un repuesto.
El recambio era el Islam, una religión que permitía a sus dirigentes vivir en palacios, rodeados de lujo, sin que el pueblo se rebelara.
Desde entonces, el gran poder mundial, ese que se oculta pero que dicta normas, órdenes y sentencias inapelables, está promoviendo la expansión del Islam y la desaparición del cristianismo, una religión que ellos consideran peligrosa porque estimula la libertad individual, los derechos de un hombre que ha sido dignificado y tratado como "hijo" por el mismo Dios y que admite la insumisión a los gobiernos que carecen de valores y méritos.
El gran sueño del poder es constituir un único gobierno mundial que sea capaz de imponer leyes y costumbres a escala planetaría, un gobierno que liquidaría prácticamente todo atisbo de libertad personal y de democracia. Y ellos saben que ese gran gobierno único, controlador de todo y con autoridad suprema, solo es posible si el mundo ha sido previamente "islamizado".
Francisco Rubiales
Hay dos aspectos del Islam que atrae a los que quieren sojuzgar y dominar el mundo: el primero es la sumisión de los creyentes al poder establecido, que procede de Dios, y el segundo es la utilización del odio como bandera para cambiar el mundo.
Algunos pensadores creen que el Islam se disfraza de religión, pero en realidad es una ideología totalitaria. El periodista Enrique de Diego define el Corán como "un manual de odio y asesinato", un criterio que, con diferentes matices, expresaron antes que él miles de pensadores y expertos.
El odio, además de crear un mundo de muros, barreras y prisiones mentales, impide el diálogo y el consenso y convierte la política en un oficio de rufianes y malvados. El odio es el que ha dejado a España sin gobierno durante casi un año y el que ha impedido que el país tenga gobernantes capaces de afrontar los problemas de la nación y anteponer el bien común a la mezquindad y el oprobio.
Durante más de dos siglos el poder mundial ha funcionado en base al odio, una fuerza capaz de someter a la gente. Es un recurso casi tan antiguo como el miedo, pero fue la Revolución Francesa la que hizo del odio la gran palanca política y el motor del cambio en la sociedad.
El reinado del odio utiliza el odio para mover las masas. Todo se sustenta en el odio: odio de clase, odio a las razas, odio a los que tienen más, odio a los que son diferentes, odio a los que no se integran, odio a los que militan en otros partidos, odio al extranjero, etc. Todas las revoluciones posteriores, entre ellas la rusa que abrió las puertas al comunismo, insisten en el odio como motor de la sociedad.
Pero la caída del comunismo demostró que el odio tiene escaso recorrido porque cuando has eliminado a los odiados capitalistas te quedas solo con tus contradicciones, que conducen al hundimiento.
Algo parecido ocurrió con las falsas democracia occidentales. Tenían más apariencia de libertad que libertades reales y ocultaban un férreo dominio de los ricos sobre masas empobrecidas, pero el sistema se sostenía en el odio a la tiranía comunista y a su mensaje de esclavitud a un Estado demasiado fuerte. Sin embargo, al desaparecer el comunismo, se hizo evidente que las libertades eran más un espejismo que una realidad, que el Estado democrático era también fuerte y demasiado opresor y que las contradicciones del sistema, dominado claramente por una élite arrogante y atiborrada de poder, eran muchas.
Se intentó sustituir el comunismo por el terrorismo como gran enemigo, pero las élites comprendieron que el discurso del odio no podía funcionar mucho tiempo y buscaron un repuesto.
El recambio era el Islam, una religión que permitía a sus dirigentes vivir en palacios, rodeados de lujo, sin que el pueblo se rebelara.
Desde entonces, el gran poder mundial, ese que se oculta pero que dicta normas, órdenes y sentencias inapelables, está promoviendo la expansión del Islam y la desaparición del cristianismo, una religión que ellos consideran peligrosa porque estimula la libertad individual, los derechos de un hombre que ha sido dignificado y tratado como "hijo" por el mismo Dios y que admite la insumisión a los gobiernos que carecen de valores y méritos.
El gran sueño del poder es constituir un único gobierno mundial que sea capaz de imponer leyes y costumbres a escala planetaría, un gobierno que liquidaría prácticamente todo atisbo de libertad personal y de democracia. Y ellos saben que ese gran gobierno único, controlador de todo y con autoridad suprema, solo es posible si el mundo ha sido previamente "islamizado".
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La izquierda y el islam
Es una extraña relación que se da hace muy poco tiempo. Nadie lo entiende pero ahí está. La izquierda política, sobre todo en nuestro país, guarda una cierta simpatía y cercanía con esta religión y solo con esta religión, precisamente la que está en boca de todo el planeta por el grupo terrorista ISIS. ¿A qué se debe esta combinación imposible? Es lo que vamos a intentar explicar en este post, aunque no es fácil, de hecho son todo especulaciones porque nadie podría averiguar que es lo que pasa a un progre por la cabeza para defender una religión y machacar a otra.
Nuestra izquierda es bien conocida por ser repugnantemente sectaria y especialista en odiar a todo el que no comulgue con sus ideas implantadas y cerradas a cal y canto, eso lo sabemos. Pero la relación que tienen con la religión desconcierta y mucho. Conocemos su anticlericalismo, su antimilitarismo (excepto para defender dictaduras militares) pero su defensa del islam es cuando menos impactante.
Europa sufre desde hace unos años una oleada de atentados por parte del Daesh. Es la islamización de occidente que pretenden y están consiguiendo para destruir nuestra cultura y nuestra convivencia. Daesh conoce el buenismo de Europa, conoce a nuestra izquierda y, lo más importante, saben que con esto pueden contar con ellos pues persiguen un objetivo común: la destrucción de Europa, de occidente y del capitalismo. Cuando ya lo consigan se terminará esa relación idílica pues cada uno tiene un fin para esa Europa derruida: uno fundar el Califato Islámico y el otro desestabilizarla e instaurar el ansiado socialismo que ha fracasado a lo largo de la historia.
Como todos sabemos, el líder de Podemos tiene un programa en la televisión iraní HispanTV. Un canal financiado por el Gobierno de Irán, ese que manda ahorcar homosexuales en las grúas. Para Iglesias no supone ningún problema trabajar en esta televisión mientras baila la conga el día del Orgullo Gay porque “persiguen fines comunes”, es decir, que a Irán le interesa difundir el mensaje de la izquierda por Europa para desestabilizarla y Pablo se aprovecha porque persigue el mismo objetivo. Lo ha dicho él, no yo. Aquí queda constatada la relación de viaje entre la izquierda y el islam y esto se traduce en un continuo peloteo hacia esta confesión a la vez que profesan un profundo odio contra todo lo que huela a Iglesia católica, es decir, son evidentemente cristianófobos mientras acusan de islamofobia a todo aquel que se atreve a llamar hijo de puta a un terrorista islamista.
Quieren inculcar el mensaje de que la cristianofobia es guay mientras que la islamofobia es mala. Suena tan absurdo como es. Si ponemos en una balanza los valores del cristianismo y los del islam, a pesar de ser religiones, es evidente cuál de las dos se identifica más con la tolerancia y el respeto al prójimo. Dentro de los cristianos podremos encontrar a gente más o menos radical, pero en el islam no existe moderación, hay que decirlo así, basta de la dictadura de lo políticamente correcto. Habrá cristianos homófobos y habrá cristianos homosexuales y tolerantes con la homosexualidad, por ejemplo, pero no encontrarás un solo musulmán que no considere a la homosexualidad un pecado mortal o que no considere a la mujer inferior al hombre. Pero entre defender el cristianismo, el islam o la laicidad, esta izquierda sectaria se decanta por la laicidad con una evidente simpatía hacia el islam, la religión que va en contra de supuestamente todos los valores sociales y de igualdad que defienden. Recientemente, el recién elegido Secretario General del PSOE, el mediocre Pedro Sánchez también se ha apuntado a la moda de besarle el culo al islam y denostar al cristianismo con este tuit que escribió felicitando el Ramadán. Un señor que hasta hace dos días quería denunciar el Concordato con la Santa Sede y que protestaba por las banderas a media asta que lucían en algunas instuciones el Jueves Santo.
Hay algo que impulsa a esta izquierda casposa y llena de odio a no condenar, o al menos a hacerlo con la boca muy pequeña, la barbarie islamista (o cualquier barbarie en general que sea de su signo político o persiga sus mismos fines), como demuestra ese pacto antiyihadista al que Unidos Podemos se negó a adherirse.
También es posible que todos recordemos ese comentario del eurodiputado Miguel Urbán, en el que afirmaba que los pobres terroristas a veces no les quedaba más remedio que inmolarse. O las continuas justificaciones de los atentados yihadistas. Pongamos ejemplos.
Cada vez que ocurre un ataque terrorista, la izquierda saca a relucir la venta de armas de occidente a los asesinos. Esta es una de las muchas mentiras que llevan años expandiendo como troleros profesionales que son – leer “7 mentiras de la izquierda que crees que son verdad”-. Y como los medios de comunicación les dan coba y no les corrigen, siguen con el embuste hasta que cala totalmente en la sociedad como una verdad irrefutable.
El objetivo consiste en culpar a la sociedad occidental de los ataques que sufrimos y para ello usan varios motivos:
La islamofobia: estamos empeñados en que nos dé miedo el islam, a pesar de que sus valores choquen directamente contra los valores de libertad e igualdad en Europa, (y no quiere decir que no puedan convivir en Europa, ojo, se puede convivir con ese pensamiento, respetando al que no los tiene). Es cierto que hay muchísimos musulmanes totalmente integrados en nuestra sociedad y que, a pesar de seguir teniendo sus valores y su tradición, no intentan imponértela, pero no son la mayoría.
La venta de armas a los países que albergan terroristas: a pesar de que absolutamente todos los atentados cometidos en Europa se han perpetrado con armas compradas en Europa en el mercado negro. Es por eso que también el discurso de gente como Marine Le Pen cae por su propio peso al querer cerrar las fronteras para evitar la entrada de terroristas cuando ya los tiene en casa desde que nacieron.
La guerra de Irak: la mayoría de la izquierda, acusa al famoso trío de las Azores de ser el causante de los atentados yihadistas que sufrimos hoy en día. Es otro de esos embustes que ya se han tornado verdad. A pesar de que el primer atentado islamista en Europa fuera en los 80 o a pesar de que el ataque del 11M fuera ideado tres años antes de su ejecución. La guerra de Irak fue en 2003. Todo eso da igual, el ciclón de mentiras de la izquierda es imparable y demasiado abultado para poder desmontarlas. Ya es demasiado tarde.
Volviendo al 11M no hay que olvidar la reacción española ante la masacre porque dice mucho de lo que estamos viviendo hoy en día. Se tomó como algo normal que se acusara de la matanza al Gobierno antes que a los terroristas, es decir, se justificó el legítimo derecho que tenían los terroristas a asesinarnos por haber participado en la guerra de Irak. Se compró ese discurso y gracias a eso el PSOE volvió al poder.
En definitiva, el islam o cualquier religión siempre tiene o ha tenido sus puntos extremistas. Mientras que el cristianismo vivió su particular “yihad” durante la época de la inquisición, el Islam parece haberse quedado anclado sin evolucionar y son más fuertes las voces radicales que aquellas que dicen ser moderadas. Quizás el problema es que no salen a condenarlo con la suficiente contundencia. Si lo hicieran (y no dudo que muchos lo condenen), quizás no existiría esa islamofobia que hace a muchos relacionar al terrorismo con el islam. Y no, los que conocemos el islam sabemos que es absurdo relacionarlo, pero no todo el mundo tiene ni debe conocer esta religión y es injusto acusarlos de islamófobos cuando, en realidad, es un miedo totalmente comprensible y racional.
Por/By Isaac Parejo
Nuestra izquierda es bien conocida por ser repugnantemente sectaria y especialista en odiar a todo el que no comulgue con sus ideas implantadas y cerradas a cal y canto, eso lo sabemos. Pero la relación que tienen con la religión desconcierta y mucho. Conocemos su anticlericalismo, su antimilitarismo (excepto para defender dictaduras militares) pero su defensa del islam es cuando menos impactante.
Europa sufre desde hace unos años una oleada de atentados por parte del Daesh. Es la islamización de occidente que pretenden y están consiguiendo para destruir nuestra cultura y nuestra convivencia. Daesh conoce el buenismo de Europa, conoce a nuestra izquierda y, lo más importante, saben que con esto pueden contar con ellos pues persiguen un objetivo común: la destrucción de Europa, de occidente y del capitalismo. Cuando ya lo consigan se terminará esa relación idílica pues cada uno tiene un fin para esa Europa derruida: uno fundar el Califato Islámico y el otro desestabilizarla e instaurar el ansiado socialismo que ha fracasado a lo largo de la historia.
Como todos sabemos, el líder de Podemos tiene un programa en la televisión iraní HispanTV. Un canal financiado por el Gobierno de Irán, ese que manda ahorcar homosexuales en las grúas. Para Iglesias no supone ningún problema trabajar en esta televisión mientras baila la conga el día del Orgullo Gay porque “persiguen fines comunes”, es decir, que a Irán le interesa difundir el mensaje de la izquierda por Europa para desestabilizarla y Pablo se aprovecha porque persigue el mismo objetivo. Lo ha dicho él, no yo. Aquí queda constatada la relación de viaje entre la izquierda y el islam y esto se traduce en un continuo peloteo hacia esta confesión a la vez que profesan un profundo odio contra todo lo que huela a Iglesia católica, es decir, son evidentemente cristianófobos mientras acusan de islamofobia a todo aquel que se atreve a llamar hijo de puta a un terrorista islamista.
Quieren inculcar el mensaje de que la cristianofobia es guay mientras que la islamofobia es mala. Suena tan absurdo como es. Si ponemos en una balanza los valores del cristianismo y los del islam, a pesar de ser religiones, es evidente cuál de las dos se identifica más con la tolerancia y el respeto al prójimo. Dentro de los cristianos podremos encontrar a gente más o menos radical, pero en el islam no existe moderación, hay que decirlo así, basta de la dictadura de lo políticamente correcto. Habrá cristianos homófobos y habrá cristianos homosexuales y tolerantes con la homosexualidad, por ejemplo, pero no encontrarás un solo musulmán que no considere a la homosexualidad un pecado mortal o que no considere a la mujer inferior al hombre. Pero entre defender el cristianismo, el islam o la laicidad, esta izquierda sectaria se decanta por la laicidad con una evidente simpatía hacia el islam, la religión que va en contra de supuestamente todos los valores sociales y de igualdad que defienden. Recientemente, el recién elegido Secretario General del PSOE, el mediocre Pedro Sánchez también se ha apuntado a la moda de besarle el culo al islam y denostar al cristianismo con este tuit que escribió felicitando el Ramadán. Un señor que hasta hace dos días quería denunciar el Concordato con la Santa Sede y que protestaba por las banderas a media asta que lucían en algunas instuciones el Jueves Santo.
Hay algo que impulsa a esta izquierda casposa y llena de odio a no condenar, o al menos a hacerlo con la boca muy pequeña, la barbarie islamista (o cualquier barbarie en general que sea de su signo político o persiga sus mismos fines), como demuestra ese pacto antiyihadista al que Unidos Podemos se negó a adherirse.
También es posible que todos recordemos ese comentario del eurodiputado Miguel Urbán, en el que afirmaba que los pobres terroristas a veces no les quedaba más remedio que inmolarse. O las continuas justificaciones de los atentados yihadistas. Pongamos ejemplos.
Cada vez que ocurre un ataque terrorista, la izquierda saca a relucir la venta de armas de occidente a los asesinos. Esta es una de las muchas mentiras que llevan años expandiendo como troleros profesionales que son – leer “7 mentiras de la izquierda que crees que son verdad”-. Y como los medios de comunicación les dan coba y no les corrigen, siguen con el embuste hasta que cala totalmente en la sociedad como una verdad irrefutable.
El objetivo consiste en culpar a la sociedad occidental de los ataques que sufrimos y para ello usan varios motivos:
La islamofobia: estamos empeñados en que nos dé miedo el islam, a pesar de que sus valores choquen directamente contra los valores de libertad e igualdad en Europa, (y no quiere decir que no puedan convivir en Europa, ojo, se puede convivir con ese pensamiento, respetando al que no los tiene). Es cierto que hay muchísimos musulmanes totalmente integrados en nuestra sociedad y que, a pesar de seguir teniendo sus valores y su tradición, no intentan imponértela, pero no son la mayoría.
La venta de armas a los países que albergan terroristas: a pesar de que absolutamente todos los atentados cometidos en Europa se han perpetrado con armas compradas en Europa en el mercado negro. Es por eso que también el discurso de gente como Marine Le Pen cae por su propio peso al querer cerrar las fronteras para evitar la entrada de terroristas cuando ya los tiene en casa desde que nacieron.
La guerra de Irak: la mayoría de la izquierda, acusa al famoso trío de las Azores de ser el causante de los atentados yihadistas que sufrimos hoy en día. Es otro de esos embustes que ya se han tornado verdad. A pesar de que el primer atentado islamista en Europa fuera en los 80 o a pesar de que el ataque del 11M fuera ideado tres años antes de su ejecución. La guerra de Irak fue en 2003. Todo eso da igual, el ciclón de mentiras de la izquierda es imparable y demasiado abultado para poder desmontarlas. Ya es demasiado tarde.
Volviendo al 11M no hay que olvidar la reacción española ante la masacre porque dice mucho de lo que estamos viviendo hoy en día. Se tomó como algo normal que se acusara de la matanza al Gobierno antes que a los terroristas, es decir, se justificó el legítimo derecho que tenían los terroristas a asesinarnos por haber participado en la guerra de Irak. Se compró ese discurso y gracias a eso el PSOE volvió al poder.
En definitiva, el islam o cualquier religión siempre tiene o ha tenido sus puntos extremistas. Mientras que el cristianismo vivió su particular “yihad” durante la época de la inquisición, el Islam parece haberse quedado anclado sin evolucionar y son más fuertes las voces radicales que aquellas que dicen ser moderadas. Quizás el problema es que no salen a condenarlo con la suficiente contundencia. Si lo hicieran (y no dudo que muchos lo condenen), quizás no existiría esa islamofobia que hace a muchos relacionar al terrorismo con el islam. Y no, los que conocemos el islam sabemos que es absurdo relacionarlo, pero no todo el mundo tiene ni debe conocer esta religión y es injusto acusarlos de islamófobos cuando, en realidad, es un miedo totalmente comprensible y racional.
Por/By Isaac Parejo
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El motivo por el que ciertos políticos felicitan el ramadán pero no la cuaresma o la pascua
EL TRASFONDO CONTRACULTURAL QUE ESCONDE LA ALIANZA ENTRE IZQUIERDA E ISLAM
El pasado miércoles empezó la celebración cristiana de la cuaresma, pero como habréis observado, no han dicho nada ciertos políticos que sí felicitaron a los musulmanes en la fiesta del ramadán.
¿Por qué el materialismo izquierdista hace una excepción con el Islam?
Casi todos esos políticos, significativamente, son de izquierdas, es decir, que se identifican con un laicismo que teóricamente busca excluir a la religión de la vida pública. ¿Por qué hacen esa excepción con el Islam, y sin embargo desprecian a la religión mayoritaria de Occidente? Electoralmente hablando es una colosal torpeza, así que tiene que haber poderosas razones que les lleven a actuar así. Hay una que es pública y notoria: tenemos una izquierda cristianofóbica hasta la médula. Su odio hacia el Cristianismo se sale ya del terreno de la ideología para adentrarse en los parámetros del odio en grado patológico. Ese odio podría explicarse en el materialismo marxista, pero ¿y cómo es que ese materialismo muestra simpatía por la religión de Mahoma?
El origen de la paradoja: el marxismo cultural
La explicación a esta doble vara de medir de la izquierda en lo que respecta a las religiones hay que buscarla en la historia. Después de la Segunda Guerra Mundial, los comunistas no consiguieron implantar ningún gobierno afín en la Europa occidental. A pesar de que los grupos de ultraizquierda aprovecharon toda clase de conflictos sociales y laborales para extenderse, la prosperidad alcanzada mediante el libre mercado y las raíces culturales cristianas europeas se convirtieron en unos sólidos diques contra la amenaza comunista. Fue entonces cuando ciertos intelectuales marxistas, siguiendo las propuestas elaboradas por el dirigente comunista Antonio Gramsci en la década de 1930, pusieron en marcha el llamado marxismo cultural para infiltrarse en la sociedad occidental mediante movimientos afines, en distintas esferas: la revolución sexual, el feminismo (con la irrupción de la ideología de género), el movimiento LGTB, el ecologismo (y más adelante el animalismo) y el multiculturalismo. Este último surgió del traslado del esquema marxista clásico de la lucha de clases a la relación entre Occidente y el resto del mundo, un nuevo esquema en el que la cultura Occidental, la que consiguió resistir al marxismo, es presentada como una cultura opresora y colonizadora, frente a las demás culturas, presentadas como víctimas de esa opresión y colonización occidentales. Pero para que este esquema fuese convincente, los marxistas tenían que negar la capacidad civilizadora de Occidente, equiparando su cultura con las demás, como si todas fuesen equivalentes, aunque sólo en el Occidente de raíces judeocristianas floreciese la democracia, precisamente gracias a ese sustrato religioso y cultural.
Haciendo creer a los occidentales que son los malos de la historia
Para que este esquema tuviese éxito en Occidente, la izquierda tenía que convencer a los ciudadanos occidentales de que eran culpables del hambre, del atraso y del subdesarrollo del resto del mundo, aunque en muchos casos esos fenómenos tuviesen su origen, precisamente, en la resistencia de muchos países del llamado Tercer Mundo a aceptar el libre mercado y la democracia. Particularmente, los países islámicos encontraban una seria barrera en sus raíces culturales para asumir la democracia. Si en el Cristianismo el precepto evangélico de “dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios” ya apuntaba las bases de la independencia entre el poder político y el eclesiástico, en el Islam ambos poderes son inseparables y hay una constante tendencia a imponer la ley islámica como la norma fundamental del Estado. Este hecho ha sido obviado por la izquierda porque vio en el mundo musulmán a un poderoso aliado frente al dominio de la cultura occidental. Precisamente por esta causa, la inmigración desde el mundo islámico y Europa y la idea de las fronteras abiertas han sido promovidas abiertamente en Occidente por la misma izquierda cuyas dictaduras comunistas convirtieron a países enteros en enormes prisiones. Esa inmigración era mucho más interesante y conveniente para la izquierda que la procedente de Hispanoamérica, pues ésta última es, en una amplia medida, una inmigración culturalmente cristiana. La izquierda contracultural no quería más cristianos en Europa, sino una cuña demográfica que acabase con la hegemonía cultural del Cristianismo en Europa.
Una tolerancia nada recíproca
En esa inmigración musulmana, la izquierda europea ha visto la oportunidad de desplazar las tradiciones y minar las raíces culturales cristianas de Europa invocando la necesidad de ser tolerantes y de no ofender a los musulmanes, incluso a costa de renunciar a nuestra propia seguridad y a nuestras libertades. Todos hemos visto ejemplos estos últimos años en varios países europeos: colegios en los que se prohíbe celebrar la Navidad para no incomodar a los musulmanes, acusaciones de “islamofobia” contra todo el que se atreve a cuestionar las creencias islámicas, tolerancia con los matrimonios infantiles, e incluso silencio oficial ante olas de agresiones por parte de inmigrantes. Al mismo tiempo que en la Europa cristiana se hacen crecientes esfuerzos para renunciar a lo propio para agradar a los recién llegados, en la amplia mayoría de los países islámicos, los cristianos son tratados como ciudadanos de segunda categoría, y en algunos de ellos -como ocurre en Arabia Saudí, país que financia la construcción de mezquitas en Europa- la mera posesión de una Biblia puede ser castigada con la muerte.
Cuando todo vale para hacerse con el control de la sociedad
Y así nos encontramos en la situación actual. Políticos de izquierda que justifican todo tipo de ofensas y ataques contra los cristianos, a la vez nos piden ser respetuosos y tolerantes con los musulmanes. Esos políticos dedican felicitaciones a los musulmanes en sus fiestas, mientras ridiculizan y desprecian a los cristianos, presentando a sus creencias como culpables de toda clase de males. Finalmente, esos políticos de izquierdas esperan de los occidentales que pidamos perdón por haber conseguido el entorno cultural, económico y político más avanzado del mundo, simplemente porque hemos conseguido todo eso, precisamente, dando la espalda al comunismo. Y al mismo tiempo quieren que asumamos que nuestras raíces culturales no son mejores que las de aquellos que lapidan a mujeres, ahorcan a homosexuales o castigan la apostasía con la pena de muerte en el mundo islámico. Es ese discurso el que explica tanta condescendencia de algunos políticos hacia el Islam mientras dirigen su odio contra el Cristianismo. Es un discurso muy cínico, por supuesto, ya que ha sido en el Occidente cristiano donde se han alcanzado una serie de cosas que elogia la izquierda -igualdad de derechos para la mujer, tolerancia hacia la homosexualidad, separación entre Iglesia y Estado- y que en la amplia mayoría de los países islámicos siguen siendo impensables. Pero esto para la izquierda parece ser algo irrelevante. Al fin y al cabo, el marxismo es una ideología que busca hacerse con el control del Estado, para ejercer un poder absoluto al margen de cualquier control democrático. Nunca han tenido reparos en recurrir al “todo vale” para hacerse con el poder. Es lo que un famoso comunista español, el líder de Podemos, Pablo Iglesias, define como “cabalgar contradicciones”, una forma muy cínica de disfrazar el oportunismo, la hipocresía y la doble moral de la izquierda.
El pasado miércoles empezó la celebración cristiana de la cuaresma, pero como habréis observado, no han dicho nada ciertos políticos que sí felicitaron a los musulmanes en la fiesta del ramadán.
¿Por qué el materialismo izquierdista hace una excepción con el Islam?
Casi todos esos políticos, significativamente, son de izquierdas, es decir, que se identifican con un laicismo que teóricamente busca excluir a la religión de la vida pública. ¿Por qué hacen esa excepción con el Islam, y sin embargo desprecian a la religión mayoritaria de Occidente? Electoralmente hablando es una colosal torpeza, así que tiene que haber poderosas razones que les lleven a actuar así. Hay una que es pública y notoria: tenemos una izquierda cristianofóbica hasta la médula. Su odio hacia el Cristianismo se sale ya del terreno de la ideología para adentrarse en los parámetros del odio en grado patológico. Ese odio podría explicarse en el materialismo marxista, pero ¿y cómo es que ese materialismo muestra simpatía por la religión de Mahoma?
El origen de la paradoja: el marxismo cultural
La explicación a esta doble vara de medir de la izquierda en lo que respecta a las religiones hay que buscarla en la historia. Después de la Segunda Guerra Mundial, los comunistas no consiguieron implantar ningún gobierno afín en la Europa occidental. A pesar de que los grupos de ultraizquierda aprovecharon toda clase de conflictos sociales y laborales para extenderse, la prosperidad alcanzada mediante el libre mercado y las raíces culturales cristianas europeas se convirtieron en unos sólidos diques contra la amenaza comunista. Fue entonces cuando ciertos intelectuales marxistas, siguiendo las propuestas elaboradas por el dirigente comunista Antonio Gramsci en la década de 1930, pusieron en marcha el llamado marxismo cultural para infiltrarse en la sociedad occidental mediante movimientos afines, en distintas esferas: la revolución sexual, el feminismo (con la irrupción de la ideología de género), el movimiento LGTB, el ecologismo (y más adelante el animalismo) y el multiculturalismo. Este último surgió del traslado del esquema marxista clásico de la lucha de clases a la relación entre Occidente y el resto del mundo, un nuevo esquema en el que la cultura Occidental, la que consiguió resistir al marxismo, es presentada como una cultura opresora y colonizadora, frente a las demás culturas, presentadas como víctimas de esa opresión y colonización occidentales. Pero para que este esquema fuese convincente, los marxistas tenían que negar la capacidad civilizadora de Occidente, equiparando su cultura con las demás, como si todas fuesen equivalentes, aunque sólo en el Occidente de raíces judeocristianas floreciese la democracia, precisamente gracias a ese sustrato religioso y cultural.
Haciendo creer a los occidentales que son los malos de la historia
Para que este esquema tuviese éxito en Occidente, la izquierda tenía que convencer a los ciudadanos occidentales de que eran culpables del hambre, del atraso y del subdesarrollo del resto del mundo, aunque en muchos casos esos fenómenos tuviesen su origen, precisamente, en la resistencia de muchos países del llamado Tercer Mundo a aceptar el libre mercado y la democracia. Particularmente, los países islámicos encontraban una seria barrera en sus raíces culturales para asumir la democracia. Si en el Cristianismo el precepto evangélico de “dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios” ya apuntaba las bases de la independencia entre el poder político y el eclesiástico, en el Islam ambos poderes son inseparables y hay una constante tendencia a imponer la ley islámica como la norma fundamental del Estado. Este hecho ha sido obviado por la izquierda porque vio en el mundo musulmán a un poderoso aliado frente al dominio de la cultura occidental. Precisamente por esta causa, la inmigración desde el mundo islámico y Europa y la idea de las fronteras abiertas han sido promovidas abiertamente en Occidente por la misma izquierda cuyas dictaduras comunistas convirtieron a países enteros en enormes prisiones. Esa inmigración era mucho más interesante y conveniente para la izquierda que la procedente de Hispanoamérica, pues ésta última es, en una amplia medida, una inmigración culturalmente cristiana. La izquierda contracultural no quería más cristianos en Europa, sino una cuña demográfica que acabase con la hegemonía cultural del Cristianismo en Europa.
Una tolerancia nada recíproca
En esa inmigración musulmana, la izquierda europea ha visto la oportunidad de desplazar las tradiciones y minar las raíces culturales cristianas de Europa invocando la necesidad de ser tolerantes y de no ofender a los musulmanes, incluso a costa de renunciar a nuestra propia seguridad y a nuestras libertades. Todos hemos visto ejemplos estos últimos años en varios países europeos: colegios en los que se prohíbe celebrar la Navidad para no incomodar a los musulmanes, acusaciones de “islamofobia” contra todo el que se atreve a cuestionar las creencias islámicas, tolerancia con los matrimonios infantiles, e incluso silencio oficial ante olas de agresiones por parte de inmigrantes. Al mismo tiempo que en la Europa cristiana se hacen crecientes esfuerzos para renunciar a lo propio para agradar a los recién llegados, en la amplia mayoría de los países islámicos, los cristianos son tratados como ciudadanos de segunda categoría, y en algunos de ellos -como ocurre en Arabia Saudí, país que financia la construcción de mezquitas en Europa- la mera posesión de una Biblia puede ser castigada con la muerte.
Cuando todo vale para hacerse con el control de la sociedad
Y así nos encontramos en la situación actual. Políticos de izquierda que justifican todo tipo de ofensas y ataques contra los cristianos, a la vez nos piden ser respetuosos y tolerantes con los musulmanes. Esos políticos dedican felicitaciones a los musulmanes en sus fiestas, mientras ridiculizan y desprecian a los cristianos, presentando a sus creencias como culpables de toda clase de males. Finalmente, esos políticos de izquierdas esperan de los occidentales que pidamos perdón por haber conseguido el entorno cultural, económico y político más avanzado del mundo, simplemente porque hemos conseguido todo eso, precisamente, dando la espalda al comunismo. Y al mismo tiempo quieren que asumamos que nuestras raíces culturales no son mejores que las de aquellos que lapidan a mujeres, ahorcan a homosexuales o castigan la apostasía con la pena de muerte en el mundo islámico. Es ese discurso el que explica tanta condescendencia de algunos políticos hacia el Islam mientras dirigen su odio contra el Cristianismo. Es un discurso muy cínico, por supuesto, ya que ha sido en el Occidente cristiano donde se han alcanzado una serie de cosas que elogia la izquierda -igualdad de derechos para la mujer, tolerancia hacia la homosexualidad, separación entre Iglesia y Estado- y que en la amplia mayoría de los países islámicos siguen siendo impensables. Pero esto para la izquierda parece ser algo irrelevante. Al fin y al cabo, el marxismo es una ideología que busca hacerse con el control del Estado, para ejercer un poder absoluto al margen de cualquier control democrático. Nunca han tenido reparos en recurrir al “todo vale” para hacerse con el poder. Es lo que un famoso comunista español, el líder de Podemos, Pablo Iglesias, define como “cabalgar contradicciones”, una forma muy cínica de disfrazar el oportunismo, la hipocresía y la doble moral de la izquierda.
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