La España que desprecio
2 participantes
Página 1 de 1.
La España que desprecio
A. Robles. No perderé el tiempo tratando de convencer a un enfermo adoctrinado durante años en el odio a España, al que años de pedagogía nacionalista han hecho interiorizar el mantra de que España le roba, de que España le niega sus derechos, de que España encarna todos sus males. No voy a perder el tiempo con ellos. Yo no creo en la majadería de que hablando se entiende la gente. Yo no creo en el valor de la palabra cuando te enfrentas a un imbécil, a un talibán, a un político corrupto, a un batasuno o a un charnego resentido con su origen. Yo no creo que se pueda adelantar nada hablando con esta gente.
Yo no creo en quimeras secesionistas. Quiero a España y desprecio profundamente a quien quiera romperla, trocearla, vejarla… Quiero vivir con este sentimiento de desprecio hacia ellos. Nadie puede imponerme a quién tengo que despreciar ni a quien debo querer o respetar. Nadie puede obligarme a que calle ante el cúmulo de cosas que han alimentado mi desprecio y el de muchos.
Desprecio a los políticos españoles que pactaron una Constitución difusa y ambigua que está siendo la causa de todos nuestros males y la tea incendiaria que ha hecho arder un edificio que no es nuestro ni de ellos, sino de todos los españoles que nos precedieron y de todos los que nos sucederán.
Desprecio que el derecho a la vida, ni el derecho al honor, ni el derecho al trabajo, ingredientes del bien común, se encuentren protegidos por este sistema.
Desprecio a esos sindicatos parasitarios y a esos empresarios voraces que hablan de todo menos de la ética del trabajo y del interés social de la producción. Desprecio a este sistema que nos ha dado desencanto, pesimismo, inseguridad y desesperanza que antes, evidentemente, no existían.
Desprecio a toda la gente que no se pregunte si la causa de sus problemas es debido a la puesta en marcha de una filosofía política que la experiencia ya ha demostrado que se halla reñida con el bien común.
Desprecio la telebasura y a todos los que en nombre del arte exigen ser subvencionados cuando no hay espectáculo artístico, o el espectáculo artístico es detestable.
Desprecio a los que han permitido que con dinero de todos se fomente el odio a España en las escuelas vascas y catalanas, inculcando a los menores toda suerte de taras y de prejuicios que hoy ya son imposibles de erradicar.
Desprecio el conformismo de los españoles. Sentirse a gusto en un vagón, aún cuando no haya máquina que lo arrastre o cuando la máquina nos lleva al abismo, es señal inequívoca de cretinismo mental, de ligereza o de vocación de suicidio.
Desprecio a los que debiendo hacerlo no defienden el derecho a la vida. Desprecio a esos jueces españoles que dictan resoluciones que nadie sensatamente comprende. Desprecio a esos legisladores que dictan leyes pensando más en ellos que en nosotros. Desprecio el ambiente de corrección política que nos han impuesto; que no pueda hablarse del derecho al honor porque diariamente se difama; que no pueda hablarse del derecho de propiedad privada, cuando ésta se confisca a través de bandas organizadas de okupas, protegidos y amparados por las leyes. Desprecio a los políticos que justifican el asalto a los supermercados y en cambio mandarían encarcelar a quien asaltara sus sedes políticas y sindicales.
Desprecio a los periodistas que hablan del derecho a la libertad de expresión, cuando trabajan para medios comprados con fondos reptiles. Desprecio a quienes toleran manifestaciones en las que se exalta a los terroristas y a los sediciosos, y en cambio prohíben manifestarse a los que que se oponen a los ultrajes hechos a la patria por los separatistas y sus cómplices.
Desprecio a los que me llaman racista por oponerme a que mi país se llene de ilegales; a los que me llaman insolidario por reivindicar el bienestar de los españoles antes que el de los de fuera; a los que me llaman fascista por presumir de mis símbolos y reivindicar la memoria de quienes entregaron sus preciosa vidas por dejarnos una España mejor que la que ellos conocieron. Desprecio a los que me llaman alarmista por advertir del riesgo gravísimo de que se rompa la unidad histórica de España.
Desprecio a los que me piden ser tolerante con los que vejan, humillan y masacran a sus mujeres en nombre de un dios violento y sediento de sangre.
Desprecio a las que se autoproclaman feministas cuando nunca antes había estado tan degradada la condición femenina. Desprecio a todas esas autonomías que se amparan en una Constitución que establece dos principios que son contradictorios; por una parte, habla de nación indivisible, y por otra parte, de nacionalidades que hoy públicamente se exaltan por quienes ejercen el poder en ellas como si fueran estados independientes.
Desprecio a los representantes del Estado que han abandonado a su suerte a quienes en Cataluña se sienten españoles y pretenden ejercer esa condición utilizando la lengua de todos.
Desprecio a los que me hablan de la dignidad humana cuando la dignidad humana está siendo pisoteada de manera sistemática por el sistema.
Desprecio a esa jerarquía católica que está más preocupada por no pagar el IBI que por la voracidad fiscal que está empobreciendo a sus fieles.
Desprecio a esa misma jerarquía católica española que ha abandonado a su suerte a sus fieles y navega por los mares del buenismo. Temerosa de los templos vacios, aspira a mantener clientela mediante inmigrantes, de forma que tiende a apostar por una inmigración descontrolada, que a través de un falso humanitarismo, genera y alimenta conflictos, empezando por los económicos, a través de las llamadas ayudas sociales, que son insostenibles.
Desprecio a quienes me piden dinero para alimentar a quienes no aceptan nuestras costumbres y pretenden reemplazarla por las de ellos. Desprecio a quienes me dicen que el islam predica la paz cuando miles de cristianos están siendo asesinados con gran crueldad por los musulmanes en Nigeria, en Egipto, en Pakistán, en Iraq. En Sudán han perpetrado un genocidio. En Arabia Saudí está prohibida toda simbología y práctica cristiana.
Desprecio a los católicos que callan ante estos terribles atropellos y que, lejos de la comunión de los santos, practican el silencio de los corderos.
Desprecio a quienes me cuentan que deje la solución a mis problemas en manos de unos partidos (incluidos los emergentes) cuyos dirigentes representan lo peor y más abyecto de la condición humana.
Desprecio a los que pretenden convertir el relativismo antropológico en certeza científica y que defienden que un soneto de Shubert tiene el mismo valor artístico que una danza masai.
Desprecio a los que han convertido la enseñanza en un instrumento para el adoctrinamiento ideológico de nuestros hijos, sirviéndose de ellos como animales de cobaya para poner en práctica todos sus proyectos de ingeniería social.
Desprecio a los políticos que no impidieron el exilio económico de nuestros mejores talentos, y que en cambio colman de atenciones, de dinero y de normas protectoras a los extranjeros que entraron ilegalmente en España .
Desprecio a los que mancillan a diario la memoria de las mil víctimas mortales de ETA excarcelando a sus verdugos y otorgándoles toda clase de beneficios penitenciarios y políticos.
Desprecio a esos militares que antepusieron sus intereses particulares al porvenir de la nación.
Desprecio a esos mismos militares y a los mandos políticos de esos mismos militares que han convertido el Ejército español en una institución más del Estado sin frío ni calor, al glorioso ‘Juan Sebastián Elcano’ en barco sin honra y los cuarteles españoles en casas de lubridio.
Desprecio a todos esos cabrones que han puesto nuestra defensa nacional en manos de narcotraficantes, pandilleros, maras, chonis, poligoneros y lo peor de cada esquina.
Desprecio a los representantes de esa casta política que nos ha arruinado y vaciado de miras trascendentes. Desprecio a esos hombres y mujeres que han puesto la cultura al servicio de la legitimación del sistema que ampara a esa misma casta dirigente.
Desprecio a esos lacayos de Bruselas que han avalado estos 37 años de ingeniería social, de lobotomización cultural, de hediondez política, de
basura moral. Desprecio a los que nos han impuesto un pensamiento único y un maniqueismo socialmente indiscutido.
Desprecio a esa guadaña nacionalista que canjea su adhesión a España por una transferencia, un pacto fiscal o una socaliña presupuestaria.
Desprecio el victimismo de esos nacionalistas. Desprecio a esos responsables televisivos que nos ofrecen a diario toneladas de basura social con tal de que no se hable del descuartizamiento moral y económico de la nación española.
Desprecio a los que expoliaron demográficamente las tierras del interior de España para dotar a la industria catalana de una mano de obra dócil y barata. Desprecio a los hijos de esa mano de obra que hoy se manifiestan codo con codo con los expoliadores de sus padres y abuelos.
Desprecio a los que dedican nuestro dinero a subvencionar a vagos y maleantes y a los que han permitido que los pervertidos gocen de más privilegios que los padres de familia. Desprecio a los que han aprobado leyes de género contra los hombres con el inconfesado objetivo de minar las bases de la organización familiar tradicional.
Desprecio al jefe del Estado que ha hecho dejación de su función primordial de mantener unida a la nación y permitiendo que lo que queda en el almacén del estado unitario sea un simple retal. Desprecio a los que nos han impuesto sus dogmas, sus anatemas, sus preferencias culturales, sus clichés ideológicos, sus recetas políticas; a los que nos lanzan a diario sus bombas de distracción y manipulación masivas.
Desprecio que se me pida comprensión con los que venden ilegalmente en nuestras calles; con los que nos devuelven la hospitalidad recibida con mil y un delitos, desde robos con violencia a ventas de drogas. Desprecio a los que me piden respetar a quienes hacen mofa y befa de todos los que pensamos de forma diferente.
Pero sobre todo, desprecio a los que quieren negarme ese derecho, acaso el único que aún no han podido arrebatarme.
Yo no creo en quimeras secesionistas. Quiero a España y desprecio profundamente a quien quiera romperla, trocearla, vejarla… Quiero vivir con este sentimiento de desprecio hacia ellos. Nadie puede imponerme a quién tengo que despreciar ni a quien debo querer o respetar. Nadie puede obligarme a que calle ante el cúmulo de cosas que han alimentado mi desprecio y el de muchos.
Desprecio a los políticos españoles que pactaron una Constitución difusa y ambigua que está siendo la causa de todos nuestros males y la tea incendiaria que ha hecho arder un edificio que no es nuestro ni de ellos, sino de todos los españoles que nos precedieron y de todos los que nos sucederán.
Desprecio que el derecho a la vida, ni el derecho al honor, ni el derecho al trabajo, ingredientes del bien común, se encuentren protegidos por este sistema.
Desprecio a esos sindicatos parasitarios y a esos empresarios voraces que hablan de todo menos de la ética del trabajo y del interés social de la producción. Desprecio a este sistema que nos ha dado desencanto, pesimismo, inseguridad y desesperanza que antes, evidentemente, no existían.
Desprecio a toda la gente que no se pregunte si la causa de sus problemas es debido a la puesta en marcha de una filosofía política que la experiencia ya ha demostrado que se halla reñida con el bien común.
Desprecio la telebasura y a todos los que en nombre del arte exigen ser subvencionados cuando no hay espectáculo artístico, o el espectáculo artístico es detestable.
Desprecio a los que han permitido que con dinero de todos se fomente el odio a España en las escuelas vascas y catalanas, inculcando a los menores toda suerte de taras y de prejuicios que hoy ya son imposibles de erradicar.
Desprecio el conformismo de los españoles. Sentirse a gusto en un vagón, aún cuando no haya máquina que lo arrastre o cuando la máquina nos lleva al abismo, es señal inequívoca de cretinismo mental, de ligereza o de vocación de suicidio.
Desprecio a los que debiendo hacerlo no defienden el derecho a la vida. Desprecio a esos jueces españoles que dictan resoluciones que nadie sensatamente comprende. Desprecio a esos legisladores que dictan leyes pensando más en ellos que en nosotros. Desprecio el ambiente de corrección política que nos han impuesto; que no pueda hablarse del derecho al honor porque diariamente se difama; que no pueda hablarse del derecho de propiedad privada, cuando ésta se confisca a través de bandas organizadas de okupas, protegidos y amparados por las leyes. Desprecio a los políticos que justifican el asalto a los supermercados y en cambio mandarían encarcelar a quien asaltara sus sedes políticas y sindicales.
Desprecio a los periodistas que hablan del derecho a la libertad de expresión, cuando trabajan para medios comprados con fondos reptiles. Desprecio a quienes toleran manifestaciones en las que se exalta a los terroristas y a los sediciosos, y en cambio prohíben manifestarse a los que que se oponen a los ultrajes hechos a la patria por los separatistas y sus cómplices.
Desprecio a los que me llaman racista por oponerme a que mi país se llene de ilegales; a los que me llaman insolidario por reivindicar el bienestar de los españoles antes que el de los de fuera; a los que me llaman fascista por presumir de mis símbolos y reivindicar la memoria de quienes entregaron sus preciosa vidas por dejarnos una España mejor que la que ellos conocieron. Desprecio a los que me llaman alarmista por advertir del riesgo gravísimo de que se rompa la unidad histórica de España.
Desprecio a los que me piden ser tolerante con los que vejan, humillan y masacran a sus mujeres en nombre de un dios violento y sediento de sangre.
Desprecio a las que se autoproclaman feministas cuando nunca antes había estado tan degradada la condición femenina. Desprecio a todas esas autonomías que se amparan en una Constitución que establece dos principios que son contradictorios; por una parte, habla de nación indivisible, y por otra parte, de nacionalidades que hoy públicamente se exaltan por quienes ejercen el poder en ellas como si fueran estados independientes.
Desprecio a los representantes del Estado que han abandonado a su suerte a quienes en Cataluña se sienten españoles y pretenden ejercer esa condición utilizando la lengua de todos.
Desprecio a los que me hablan de la dignidad humana cuando la dignidad humana está siendo pisoteada de manera sistemática por el sistema.
Desprecio a esa jerarquía católica que está más preocupada por no pagar el IBI que por la voracidad fiscal que está empobreciendo a sus fieles.
Desprecio a esa misma jerarquía católica española que ha abandonado a su suerte a sus fieles y navega por los mares del buenismo. Temerosa de los templos vacios, aspira a mantener clientela mediante inmigrantes, de forma que tiende a apostar por una inmigración descontrolada, que a través de un falso humanitarismo, genera y alimenta conflictos, empezando por los económicos, a través de las llamadas ayudas sociales, que son insostenibles.
Desprecio a quienes me piden dinero para alimentar a quienes no aceptan nuestras costumbres y pretenden reemplazarla por las de ellos. Desprecio a quienes me dicen que el islam predica la paz cuando miles de cristianos están siendo asesinados con gran crueldad por los musulmanes en Nigeria, en Egipto, en Pakistán, en Iraq. En Sudán han perpetrado un genocidio. En Arabia Saudí está prohibida toda simbología y práctica cristiana.
Desprecio a los católicos que callan ante estos terribles atropellos y que, lejos de la comunión de los santos, practican el silencio de los corderos.
Desprecio a quienes me cuentan que deje la solución a mis problemas en manos de unos partidos (incluidos los emergentes) cuyos dirigentes representan lo peor y más abyecto de la condición humana.
Desprecio a los que pretenden convertir el relativismo antropológico en certeza científica y que defienden que un soneto de Shubert tiene el mismo valor artístico que una danza masai.
Desprecio a los que han convertido la enseñanza en un instrumento para el adoctrinamiento ideológico de nuestros hijos, sirviéndose de ellos como animales de cobaya para poner en práctica todos sus proyectos de ingeniería social.
Desprecio a los políticos que no impidieron el exilio económico de nuestros mejores talentos, y que en cambio colman de atenciones, de dinero y de normas protectoras a los extranjeros que entraron ilegalmente en España .
Desprecio a los que mancillan a diario la memoria de las mil víctimas mortales de ETA excarcelando a sus verdugos y otorgándoles toda clase de beneficios penitenciarios y políticos.
Desprecio a esos militares que antepusieron sus intereses particulares al porvenir de la nación.
Desprecio a esos mismos militares y a los mandos políticos de esos mismos militares que han convertido el Ejército español en una institución más del Estado sin frío ni calor, al glorioso ‘Juan Sebastián Elcano’ en barco sin honra y los cuarteles españoles en casas de lubridio.
Desprecio a todos esos cabrones que han puesto nuestra defensa nacional en manos de narcotraficantes, pandilleros, maras, chonis, poligoneros y lo peor de cada esquina.
Desprecio a los representantes de esa casta política que nos ha arruinado y vaciado de miras trascendentes. Desprecio a esos hombres y mujeres que han puesto la cultura al servicio de la legitimación del sistema que ampara a esa misma casta dirigente.
Desprecio a esos lacayos de Bruselas que han avalado estos 37 años de ingeniería social, de lobotomización cultural, de hediondez política, de
basura moral. Desprecio a los que nos han impuesto un pensamiento único y un maniqueismo socialmente indiscutido.
Desprecio a esa guadaña nacionalista que canjea su adhesión a España por una transferencia, un pacto fiscal o una socaliña presupuestaria.
Desprecio el victimismo de esos nacionalistas. Desprecio a esos responsables televisivos que nos ofrecen a diario toneladas de basura social con tal de que no se hable del descuartizamiento moral y económico de la nación española.
Desprecio a los que expoliaron demográficamente las tierras del interior de España para dotar a la industria catalana de una mano de obra dócil y barata. Desprecio a los hijos de esa mano de obra que hoy se manifiestan codo con codo con los expoliadores de sus padres y abuelos.
Desprecio a los que dedican nuestro dinero a subvencionar a vagos y maleantes y a los que han permitido que los pervertidos gocen de más privilegios que los padres de familia. Desprecio a los que han aprobado leyes de género contra los hombres con el inconfesado objetivo de minar las bases de la organización familiar tradicional.
Desprecio al jefe del Estado que ha hecho dejación de su función primordial de mantener unida a la nación y permitiendo que lo que queda en el almacén del estado unitario sea un simple retal. Desprecio a los que nos han impuesto sus dogmas, sus anatemas, sus preferencias culturales, sus clichés ideológicos, sus recetas políticas; a los que nos lanzan a diario sus bombas de distracción y manipulación masivas.
Desprecio que se me pida comprensión con los que venden ilegalmente en nuestras calles; con los que nos devuelven la hospitalidad recibida con mil y un delitos, desde robos con violencia a ventas de drogas. Desprecio a los que me piden respetar a quienes hacen mofa y befa de todos los que pensamos de forma diferente.
Pero sobre todo, desprecio a los que quieren negarme ese derecho, acaso el único que aún no han podido arrebatarme.
Extranauta- Cybernauta VIP
- Mensajes : 1115
Popularidad : 1944
Reputación : 265
Fecha de inscripción : 25/11/2012
España es un país de 34 millones de cadáveres y monstruos, según las últimas elecciones
Hace ya bastante tiempo que me siento extranjero en España, Patria mía traicionada, vejada, humillada, mancillada, vendida a los jerarcas satánicos del NOM por una ralea de felones como no ha habido otra en la historia del mundo.
Voy por las calles sintiendo que no son mías, que la gente que veo deambulando robóticamente de aquí para allá no es mi gente; voy como un sonámbulo, como si un extraño poltergeist me hubiera succionado hacia otra dimensión, como si una nave alienígena me hubiera abducido hacia un mundo cavernario, oscuro, feo a rabiar, inmoral, de fosforescencia luciferina.
Yo crecí y viví en otro mundo, en otra tierra, en otra época, en otra España… no, en España, porque esto que me rodea y me acosa con su hedor baboso no es mi Patria, sino una ramera de labios pintarrajeados que ha convertido en mancebía hedionda los luminosos territorios de mi España.
¿Qué hacer? ¿Adónde ir, para escapar de este horror progre, feminista, animalista, LGTBI, antifranquista, socialista, anticristiano, antiespañolista…? ¿Dónde encontrar una puerta al hiperespacio que me lleve fuera de este infierno dantesco, de este armageddón globalista, de esta pavorosa degradación de un país que hasta hace poco era nacionalcatólico, y hoy es una bola de estiércol, una cochambre cósmica, un pecio bamboleado por el Mal, una chatarra pestilente lista para el desguace?
Todas estas sensaciones trágicas se han incrementado hasta límites casi insoportables, después del alevoso y vergonzoso pucherazo del 28-A, escamoteado a la conciencia popular por los medios vendidos al NOM, ejecutado con un descaro que causa verdadera estupefacción al comprobar que casi nadie se interroga por los anómalos resultados electorales, sin que ni siquiera los partidos perjudicados pongan real interés en sacar toda esta porquería golpista a la luz pública.
¿Cómo explicar mi desasosiego, mi infinita desazón? Parafraseando los famosos versos de Dámaso Alonso en su poemario Hijos de la ira, puedo decir que «España es un país de más de 34 millones de cadáveres (según las últimas elecciones)… y paso largas horas oyendo gemir al huracán, o ladrar los perros, o fluir blandamente la luz de la luna.
Y paso largas horas gimiendo como el huracán, ladrando como un perro enfurecido, fluyendo como la leche de la ubre caliente de una gran vaca amarilla».
34 millones de españoles ―incluyendo la abstención― han votado que el Gobierno puede desenterrar los muertos sin permiso de la familia, y luego enterrarlos donde le plazca… Sí, españolitos que habéis votado a partidos que quieren exhumar a Franco, dando vuestra aprobación a la profanación, cuidado: miradme a los ojos y decidme que no os importaría que mañana desenterraran a vuestros familiares, profanando sus restos… Decídmelo a la cara, y cuidado, porque quien a hierro mata a hierro muere.
Os veo por las calles, os sigo con la mirada, haciendo esfuerzos por no maldeciros, por no desear que también vuestros muertos sufran el ataque despiadado de la piqueta, de la pala, de las excavadoras… os miro, mientras me acuerdo de otros versos de Dámaso Alonso, que os dedico, hijos de la ira, de un dios menor: «Dime qué significan estos espantos que me rodean. Cercado estoy de monstruos».
Monstruos que aprueban con su voto el holocausto de casi 100.000 nonatos al año, carniceros insaciables, a quienes les da igual que la sangre inocente salpique sus rostros aborregados donde se advierte sin esfuerzo el rictus del Señor e las Moscas a quien se ofrecen en horrendo sacrificio tantas víctimas inocentes: miradme a los ojos y decidme que aprobáis esa horrible matanza, que os da igual votar a los destripadores.
Y luego irán a por vuestros hijos, y les hablarán de princesitos y principitas, les darán muñecas del pomponé a vuestros varones, y coches a vuestras hembras, y les enseñarán cómo usar pomadas anales, y les recrearán con juegos eróticos, y les mostrarán cómo masturbarse… Y eso es lo que habéis votado, y también eso os da igual, lo mismo que les cuenten mentiras nauseabundas sobre nuestra historia… y os callaréis, y no denunciaréis un sistema adoctrinador que corrompe a vuestros hijos. ¿Hay algo más monstruoso que escandalizar a los niños? Acordaros de las piedras de molino con que amenazó el ser más misericordioso a los que osen llevar a cabo este horror.
Españolito que has votado toda esta mugre partidista, seguro que, entretenido como estás en tus terrazas cerveceras o disfrutando de tu NETFLIX, no te habrás enterado de que España está en bancarrota, que hay una crisis gigantesca a la vuelta de la esquina, que te robará la bolsa y la vida, que dilapidará tus ahorros, que te mandará al paro, a mear pilas por muros grafiteados, a las cloacas de un apocalíptico crack que ya está anunciado. Pero eso es lo que has votado: que te suban los impuestos, que te penalicen el diésel, que te suban el IVA y el IRPF, porque ellos necesitan 26.000 millones más para conceder generosas ayudas sociales a vagos, a maleantes, a ilegales; para mantener a 440.000 políticos y la mamandurria de 17 Taifas… Monstruoso ―¿verdad?― que alguien vote para que le machaquen con sablazos fiscales a espuertas.
También has votado carriles bici que no van a ninguna parte, tetorras femens que profanan iglesias, tiorras impresentables que van de ministras, el desarme de la población con la excusa de la caza con el fin de que no podamos defendernos de las hordas milicianas que están ya ahí, la eliminación de la presunción de inocencia en el varón por el totalitarismo feminista, la legalización de la blasfemia, la institucionalización de la eutanasia, la enseñanza del islam en las escuelas mientras se posterga la del catolicismo; que es lícito plagiar tesis doctorales, que no pasa nada si se amañan elecciones, que los golpistas son presos políticos, que se pueden quemar banderas patrias sin problema, que hay que indultar a los monstruosos golpistas, que el castellano se margine en algunas autonomías, que la Patria se ponga en almoneda…
Tremendo cúmulo de monstruosidades, que usted ―españolito que votó a socialistas, podemitas, separatistas, y a partidos socialdemócratas con apariencia centrista― va a padecer como quien contrae la sífilis, por aprobar con su voto las burdelías de un país cochambroso; monstruosidades que caerán sobre usted como una plaga de langosta, como una avasalladora marabunta que le devorará en carne viva… Y entonces será el llanto y el crujir de dientes…
Míreme a los ojos, y dígame que nada de esto le importa, que nada de esto va con usted, que toda esta avalancha de monstruosidades que le va a caer encima le importa una higa…
Todas estas cosas reflexiono con tristeza, acordándome de las palabras de Dámaso Alonso, «Bajo la penumbra de las estrellas y bajo la terrible tiniebla de la luz solar, me acechan ojos enemigos, formas grotescas que me vigilan, colores hirientes lazos me están tendiendo: ¡son monstruos, estoy cercado de monstruos! […] Oh Dios, no me atormentes más, dime qué significan estos monstruos que me rodean y este espanto íntimo que hacia ti gime en la noche». AD.
Voy por las calles sintiendo que no son mías, que la gente que veo deambulando robóticamente de aquí para allá no es mi gente; voy como un sonámbulo, como si un extraño poltergeist me hubiera succionado hacia otra dimensión, como si una nave alienígena me hubiera abducido hacia un mundo cavernario, oscuro, feo a rabiar, inmoral, de fosforescencia luciferina.
Yo crecí y viví en otro mundo, en otra tierra, en otra época, en otra España… no, en España, porque esto que me rodea y me acosa con su hedor baboso no es mi Patria, sino una ramera de labios pintarrajeados que ha convertido en mancebía hedionda los luminosos territorios de mi España.
¿Qué hacer? ¿Adónde ir, para escapar de este horror progre, feminista, animalista, LGTBI, antifranquista, socialista, anticristiano, antiespañolista…? ¿Dónde encontrar una puerta al hiperespacio que me lleve fuera de este infierno dantesco, de este armageddón globalista, de esta pavorosa degradación de un país que hasta hace poco era nacionalcatólico, y hoy es una bola de estiércol, una cochambre cósmica, un pecio bamboleado por el Mal, una chatarra pestilente lista para el desguace?
Todas estas sensaciones trágicas se han incrementado hasta límites casi insoportables, después del alevoso y vergonzoso pucherazo del 28-A, escamoteado a la conciencia popular por los medios vendidos al NOM, ejecutado con un descaro que causa verdadera estupefacción al comprobar que casi nadie se interroga por los anómalos resultados electorales, sin que ni siquiera los partidos perjudicados pongan real interés en sacar toda esta porquería golpista a la luz pública.
¿Cómo explicar mi desasosiego, mi infinita desazón? Parafraseando los famosos versos de Dámaso Alonso en su poemario Hijos de la ira, puedo decir que «España es un país de más de 34 millones de cadáveres (según las últimas elecciones)… y paso largas horas oyendo gemir al huracán, o ladrar los perros, o fluir blandamente la luz de la luna.
Y paso largas horas gimiendo como el huracán, ladrando como un perro enfurecido, fluyendo como la leche de la ubre caliente de una gran vaca amarilla».
34 millones de españoles ―incluyendo la abstención― han votado que el Gobierno puede desenterrar los muertos sin permiso de la familia, y luego enterrarlos donde le plazca… Sí, españolitos que habéis votado a partidos que quieren exhumar a Franco, dando vuestra aprobación a la profanación, cuidado: miradme a los ojos y decidme que no os importaría que mañana desenterraran a vuestros familiares, profanando sus restos… Decídmelo a la cara, y cuidado, porque quien a hierro mata a hierro muere.
Os veo por las calles, os sigo con la mirada, haciendo esfuerzos por no maldeciros, por no desear que también vuestros muertos sufran el ataque despiadado de la piqueta, de la pala, de las excavadoras… os miro, mientras me acuerdo de otros versos de Dámaso Alonso, que os dedico, hijos de la ira, de un dios menor: «Dime qué significan estos espantos que me rodean. Cercado estoy de monstruos».
Monstruos que aprueban con su voto el holocausto de casi 100.000 nonatos al año, carniceros insaciables, a quienes les da igual que la sangre inocente salpique sus rostros aborregados donde se advierte sin esfuerzo el rictus del Señor e las Moscas a quien se ofrecen en horrendo sacrificio tantas víctimas inocentes: miradme a los ojos y decidme que aprobáis esa horrible matanza, que os da igual votar a los destripadores.
Y luego irán a por vuestros hijos, y les hablarán de princesitos y principitas, les darán muñecas del pomponé a vuestros varones, y coches a vuestras hembras, y les enseñarán cómo usar pomadas anales, y les recrearán con juegos eróticos, y les mostrarán cómo masturbarse… Y eso es lo que habéis votado, y también eso os da igual, lo mismo que les cuenten mentiras nauseabundas sobre nuestra historia… y os callaréis, y no denunciaréis un sistema adoctrinador que corrompe a vuestros hijos. ¿Hay algo más monstruoso que escandalizar a los niños? Acordaros de las piedras de molino con que amenazó el ser más misericordioso a los que osen llevar a cabo este horror.
Españolito que has votado toda esta mugre partidista, seguro que, entretenido como estás en tus terrazas cerveceras o disfrutando de tu NETFLIX, no te habrás enterado de que España está en bancarrota, que hay una crisis gigantesca a la vuelta de la esquina, que te robará la bolsa y la vida, que dilapidará tus ahorros, que te mandará al paro, a mear pilas por muros grafiteados, a las cloacas de un apocalíptico crack que ya está anunciado. Pero eso es lo que has votado: que te suban los impuestos, que te penalicen el diésel, que te suban el IVA y el IRPF, porque ellos necesitan 26.000 millones más para conceder generosas ayudas sociales a vagos, a maleantes, a ilegales; para mantener a 440.000 políticos y la mamandurria de 17 Taifas… Monstruoso ―¿verdad?― que alguien vote para que le machaquen con sablazos fiscales a espuertas.
También has votado carriles bici que no van a ninguna parte, tetorras femens que profanan iglesias, tiorras impresentables que van de ministras, el desarme de la población con la excusa de la caza con el fin de que no podamos defendernos de las hordas milicianas que están ya ahí, la eliminación de la presunción de inocencia en el varón por el totalitarismo feminista, la legalización de la blasfemia, la institucionalización de la eutanasia, la enseñanza del islam en las escuelas mientras se posterga la del catolicismo; que es lícito plagiar tesis doctorales, que no pasa nada si se amañan elecciones, que los golpistas son presos políticos, que se pueden quemar banderas patrias sin problema, que hay que indultar a los monstruosos golpistas, que el castellano se margine en algunas autonomías, que la Patria se ponga en almoneda…
Tremendo cúmulo de monstruosidades, que usted ―españolito que votó a socialistas, podemitas, separatistas, y a partidos socialdemócratas con apariencia centrista― va a padecer como quien contrae la sífilis, por aprobar con su voto las burdelías de un país cochambroso; monstruosidades que caerán sobre usted como una plaga de langosta, como una avasalladora marabunta que le devorará en carne viva… Y entonces será el llanto y el crujir de dientes…
Míreme a los ojos, y dígame que nada de esto le importa, que nada de esto va con usted, que toda esta avalancha de monstruosidades que le va a caer encima le importa una higa…
Todas estas cosas reflexiono con tristeza, acordándome de las palabras de Dámaso Alonso, «Bajo la penumbra de las estrellas y bajo la terrible tiniebla de la luz solar, me acechan ojos enemigos, formas grotescas que me vigilan, colores hirientes lazos me están tendiendo: ¡son monstruos, estoy cercado de monstruos! […] Oh Dios, no me atormentes más, dime qué significan estos monstruos que me rodean y este espanto íntimo que hacia ti gime en la noche». AD.
Callahan- Cybernauta-Premium
- Mensajes : 599
Popularidad : 1122
Reputación : 373
Fecha de inscripción : 23/09/2013
Temas similares
» En Andalucía crecen la frustración política y el desprecio a la casta
» España como heredera de Roma: los diez elementos con los que España civilizó América
» Aterrador. Robles anuncia que el nuevo Gobierno de Pedro Sánchez seguirá «el modelo de Zapatero»
» ¿Dónde se ha ido nuestro dinero, nuestra prosperidad?
» Aquellos recuerdos: Olimpiadas Barcelona 92. Fútbol, final España vs. Polonia
» España como heredera de Roma: los diez elementos con los que España civilizó América
» Aterrador. Robles anuncia que el nuevo Gobierno de Pedro Sánchez seguirá «el modelo de Zapatero»
» ¿Dónde se ha ido nuestro dinero, nuestra prosperidad?
» Aquellos recuerdos: Olimpiadas Barcelona 92. Fútbol, final España vs. Polonia
Página 1 de 1.
Permisos de este foro:
No puedes responder a temas en este foro.