Ataque racista en Mijas (Málaga): Un hombre de raza negra asesta diez martillazos en la cabeza a una mujer sin mediar palabra
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Ataque racista en Mijas (Málaga): Un hombre de raza negra asesta diez martillazos en la cabeza a una mujer sin mediar palabra
«¿Es que me quieres matar?». Fueron las únicas palabras que le dio tiempo a articular a Rebeca mientras intentaba zafarse de un desconocido que, sin mediar discusión alguna, se abalanzó sobre ella y le asestó 10 martillazos en la cabeza que le han ocasionado un traumatismo craneal del que ya se recupera en su casa, pero que pudo costarle la vida, informa el diario Sur.
Rebeca no es el nombre real de la víctima, que tiene «algo más» de 50 años y pide mantenerse en el anonimato. Aunque al principio es reacia a hablar, finalmente accede a hacerlo para evitar que el «siniestro suceso» que le tocó vivir «pueda ocurrirle a otra mujer». De hecho, pide que se advierta a las cuadrillas que realizan trabajos por la playa.
Sucedió el martes, a plena luz del día, en la urbanización El Faro, en Mijas. Rebeca salió a dar un paseo con su perro y, sobre las 9.10 horas, se adentró en un túnel «angosto» que va hacia la costa. Mientras caminaba por él, la silueta de un hombre de raza negra apoyado en la pared se iba agrandando. Apenas pudo retener rasgos de su indumentaria –camiseta de manga corta y pantalón oscuros– pero asegura que nunca olvidará su rostro. «Tengo su cara grabada. Vi que tenía un martillo en la mano y pensé que era un mantero. Yo iba a mi bola y al principio tampoco presté más atención. Jamás imaginé que podía hacerme algo así», relata.
«Veía que me mataba»
Su perro llegó antes a su altura, ya que llevaba una correa extensible. Cuando Rebeca pasó junto a él, lo escuchó gritar «¡pero, pero!» –entiende que se refería al can y que lo pronunció mal– antes de abalanzarse sobre ella. «Levantó el martillo y comenzó a golpearme en la cabeza», describe la mujer, que aún no da crédito a lo que le sucedió: «Si me lo cuenta alguien, no me lo creo».
«Le tiré una piedra para defenderme, pero no sé si le di; la sangre me corría por la cara y no veía nada»
Uno de esos martillazos le hizo caer al suelo. Fue entonces cuando, dice, empezó a defenderse. «Ahí reaccioné porque veía que me mataba. Le di un par de patadas, lo agarré por una pierna, cogí una piedra del suelo y se la lancé. Ni siquiera sé si le di porque la sangre me corría por la cara y no veía nada. Si el tipo hubiera querido, me termina de liquidar allí en el suelo», cuenta la víctima. No lo hizo. Se marchó del lugar del mismo modo que se había presentado, sin mediar palabra. Rebeca calcula que le asestó una decena de golpes, «aparte de los que no me dieron». También alcanzó al perro y, aunque le dio en el hocico, no lo hirió gravemente.
Ingresada en el hospital
No había nadie a quien pedir auxilio alrededor, así que la mujer se incorporó como pudo y caminó hasta su casa. Una persona que se encarga del cuidado de su madre la ayudó a lavarse a escondidas. «No quería que ella –en referencia a su progenitora– me viera ensangrentada». Acudió al centro de salud de Las Lagunas, desde donde la derivaron al Hospital Costa del Sol, donde la tuvieron un día ingresada para descartar lesiones internas. «Tengo siete agujeros en la cabeza y 19 puntos de sutura, además de hematomas en las manos y los antebrazos», afirma.
Días después de lo ocurrido, y ya fuera del hospital, Rebeca sigue sin encontrar explicación al violento ataque. Descarta el móvil del robo y también el sexual. «Yo creo que es una persona muy enferma, trastornada», apunta. La Guardia Civil, a la que quiere agradecer su dedicación al caso, mantiene abierta una investigación para identificar plenamente al autor de la agresión.
Rebeca no es el nombre real de la víctima, que tiene «algo más» de 50 años y pide mantenerse en el anonimato. Aunque al principio es reacia a hablar, finalmente accede a hacerlo para evitar que el «siniestro suceso» que le tocó vivir «pueda ocurrirle a otra mujer». De hecho, pide que se advierta a las cuadrillas que realizan trabajos por la playa.
Sucedió el martes, a plena luz del día, en la urbanización El Faro, en Mijas. Rebeca salió a dar un paseo con su perro y, sobre las 9.10 horas, se adentró en un túnel «angosto» que va hacia la costa. Mientras caminaba por él, la silueta de un hombre de raza negra apoyado en la pared se iba agrandando. Apenas pudo retener rasgos de su indumentaria –camiseta de manga corta y pantalón oscuros– pero asegura que nunca olvidará su rostro. «Tengo su cara grabada. Vi que tenía un martillo en la mano y pensé que era un mantero. Yo iba a mi bola y al principio tampoco presté más atención. Jamás imaginé que podía hacerme algo así», relata.
«Veía que me mataba»
Su perro llegó antes a su altura, ya que llevaba una correa extensible. Cuando Rebeca pasó junto a él, lo escuchó gritar «¡pero, pero!» –entiende que se refería al can y que lo pronunció mal– antes de abalanzarse sobre ella. «Levantó el martillo y comenzó a golpearme en la cabeza», describe la mujer, que aún no da crédito a lo que le sucedió: «Si me lo cuenta alguien, no me lo creo».
«Le tiré una piedra para defenderme, pero no sé si le di; la sangre me corría por la cara y no veía nada»
Uno de esos martillazos le hizo caer al suelo. Fue entonces cuando, dice, empezó a defenderse. «Ahí reaccioné porque veía que me mataba. Le di un par de patadas, lo agarré por una pierna, cogí una piedra del suelo y se la lancé. Ni siquiera sé si le di porque la sangre me corría por la cara y no veía nada. Si el tipo hubiera querido, me termina de liquidar allí en el suelo», cuenta la víctima. No lo hizo. Se marchó del lugar del mismo modo que se había presentado, sin mediar palabra. Rebeca calcula que le asestó una decena de golpes, «aparte de los que no me dieron». También alcanzó al perro y, aunque le dio en el hocico, no lo hirió gravemente.
Ingresada en el hospital
No había nadie a quien pedir auxilio alrededor, así que la mujer se incorporó como pudo y caminó hasta su casa. Una persona que se encarga del cuidado de su madre la ayudó a lavarse a escondidas. «No quería que ella –en referencia a su progenitora– me viera ensangrentada». Acudió al centro de salud de Las Lagunas, desde donde la derivaron al Hospital Costa del Sol, donde la tuvieron un día ingresada para descartar lesiones internas. «Tengo siete agujeros en la cabeza y 19 puntos de sutura, además de hematomas en las manos y los antebrazos», afirma.
Días después de lo ocurrido, y ya fuera del hospital, Rebeca sigue sin encontrar explicación al violento ataque. Descarta el móvil del robo y también el sexual. «Yo creo que es una persona muy enferma, trastornada», apunta. La Guardia Civil, a la que quiere agradecer su dedicación al caso, mantiene abierta una investigación para identificar plenamente al autor de la agresión.
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