Islam a las puertas
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Islam a las puertas
Tropas visigodas llegan a la Península hacia el año 410 combatiendo para expulsar, por encargo de Roma, a las tribus germanas de vándalos, suevos y alanos. Con la caída del Imperio Romano de Occidente quedarán como únicos dueños y señores de la antigua y muy romanizada provincia de Hispania.
Empujados a su vez por los francos, que se han extendido por la Galia, acuden en masa para quedarse; naciendo así un reino con una mayoría de población hispanorromana, de religión católica, que controla la administración, y una minoría germánica, arriana, a la que corresponde el poder real y la fuerza militar. La distinción es tan grande que confluyen dos modos de vida y dos regulaciones diferentes: el derecho romano y el derecho germánico.
Además de las tensiones entre la población y los nuevos señores, nos encontramos con un paisaje extraordinariamente conflictivo: la guerra con los suevos, que asolan el noroeste peninsular; con los francos, que acaban de expulsarles de los Pirineos; con pueblos cantábricos, que escapan a su control; y con los bizantinos, que han tomado fuertes posiciones en el sureste.
Hasta Leovigildo, que instala la capital del reino en Toledo, pacifica la Península y promulga la primera ley sobre matrimonios mixtos entre godos e hispanorromanos, no comienza la fusión propiamente dicha. Aunque continuaba un elemento de separación entre católicos y arrianos, que incluso supone un conflicto, doméstico pero feroz entre Leovigildo, arriano, y uno de sus hijos, Hermenegildo, convertido al catolicismo; episodio que terminó mal para Hermenegildo, con su ejecución, y mal para Leovigildo porque otro hijo, Recaredo, el heredero del trono, se convierte al catolicismo en 589.
La unificación definitiva fue la jurídica, cuando el rey Chindasvinto decidió elaborar un solo código para todos: el Líber Iudiciorum, conocido como Código de Recesvinto, porque fue éste, hijo de Chindasvinto, quien culminó la tarea legislativa en el año de Nuestro Señor de 654.
Parecía que acabados los líos entre hispanorromanos y visigodos, conseguida la unidad territorial, cultural y religiosa, así como jurídica, 300 años después Hispania volvería a la estabilidad de la que antaño disfrutó como provincia romana. Pero no adelantemos acontecimientos y volvamos la cabeza hacia Oriente para ver lo que allí pasaba y que acabaría condicionando siglos de nuestra Historia.
Sucedió que en 622 en "la ciudad del profeta", que es lo que significa Medina, Mahoma funda su Teocracia, su Estado Islámico, que se irá expandiendo a costa de los imperios persa y bizantino. Nos encontramos con que un nuevo instrumento, la guerra santa se encarga de desalojar a Occidente de los inmensos territorios adquiridos por griegos, macedonios y romanos.
Su sometimiento es implacable: en veinte años los territorios que posee se extienden desde Persia y Pakistán hasta la actual Libia, igualando a los mayores imperios de la Antigüedad. En 638 cae Jerusalén. Le siguieron Alejandría, continuaron hacia Trípoli y de aquí a Cartago, que cayó en 698. Y los soldados de Alá llegaron a Ceuta. La antigua provincia romana de África y su floreciente comunidad cristiana quedó bajo el poder del Islam.
Mientras, en la Península (en 710), Witiza muere y deja en el trono a su hijo Agila, lo que contradecía la tradición electiva de la monarquía goda, de manera que una parte de la nobleza coronó rey a un aristócrata llamado Don Rodrigo, Duque de la Bética. El enfrentamiento entre facciones pasó a convertirse en una guerra civil.
Agila y sus partidarios, los denominados "witizianos", controlaban el norte y el este de España; Rodrigo y los suyos, el sur y el oeste. El resultado de la lucha era incierto y la facción de Agila tomó una decisión que terminaría siendo de catastrófica desdicha: solicitar ayuda a los musulmanes del otro lado del Estrecho, para que sus armas inclinaran la balanza del lado witiziano. Esta tarea recayó en Don Julián, hombre de confianza de Witiza, el viejo rey y por ello partidario de Agila, el hijo de Witiza, y que además estaba en buenas relaciones con los musulmanes, en especial con los jefes político y militar del área de Tánger, que eran Muza y Tarik respectivamente. Al parecer, Don Julián costeó el traslado de las tropas musulmanas a la Península.
Esta es la Historia oficial, que podemos engalanar con lo que para unos es leyenda y para otros no. Se trata del espinoso asunto entre Don Rodrigo y la bella Florinda (la Cava) que resume así el Romancero:
"Florinda perdió su flor,
el rey quedó arrepentido
y obligada toda España
por el gusto de Rodrigo.
Si dicen quién de los dos
la mayor culpa ha tenido
digan los hombres: la Cava,
y las mujeres: Rodrigo."
Desde el siglo X circulaban textos cristianos, con un relato de origen incierto, que apuntan como desencadenante de la invasión musulmana la violación de la hija del Conde Olián, gobernador de Tánger y Ceuta. Al parecer, este misterioso noble, al que posteriormente se le denominó "Don Julián", habría pactado con los musulmanes tras el estupro de su hija Florinda, y la negativa al matrimonio de Rodrigo, para derrocar al rey y vengar la ofensa recibida. Esta versión es la que manejan también historiadores árabes como Al-Razi (ss. IX-X). Difundida en las crónicas cristianas del norte de la Península (Chronicón Silense, Crónica Najerense, Crónica Tudense, Crónica del Toledano) en los siglos XII y XIII y posiblemente también a través de otras versiones más populares hasta nuestro días.
Fuera como fuere, culpa de la falta de pudor de Florinda o de la falta de dominio de Rodrigo; o, simplemente, culpa de las luchas por el poder entre los de Agila y los de Rodrigo . . . el caso es que disputas domésticas, de régimen interno, atraen a los seguidores del Profeta al desembarco en las tierras de España.
Hubo, según parece, una primera tentativa que las huestes de Rodrigo aplastaron en Algeciras. Pero el 30 de abril de 711 Tarik, al frente de unos 7.000 hombres, desembarcaba en Gibraltar.
Don Rodrigo combatía un levantamiento vascón y tuvo que acudir precipitadamente a intentar contener la invasión árabe, que se hizo efectiva tras la batalla de Guadalete, cerca de Jerez, y gracias en parte a la traición del sector witiziano de las tropas godas, que, volvieron grupas, al inicio de la batalla, abandonando las alas que protegían el centro del campo en el que combatía Don Rodrigo con sus huestes. La ruina comenzó ahí. Las tropas reales no se repusieron y encadenaron una derrota tras otra hasta la pérdida de Toledo. De Don Rodrigo no se tiene noticia cierta. Al parecer, Agila fue reconocido como rey por la nobleza visigoda. Pero Agila sería rey si a los moros les parecía bien, y no les pareció.
En apenas tres años, el sur del reino visigodo con los territorios más prósperos y mejor organizados, cayeron bajo el dominio musulmán. Posteriormente caerán Talavera, Zaragoza, Lérida
Agila viajó a Toledo para obtener de Tarik, el victorioso caudillo musulmán, el reconocimiento como rey. Pero Tarik remitió el problema a su jefe político, Muza y este envió a Agila a Damasco para que fuera el califa quien decidiera sobre el asunto. Parece que el califa le trató bien, pero la respuesta se demoraba en demasía. Y como tardaba en volver, sus partidarios nombraron un nuevo rey: un tal Ardón, que desde Narbona resistirá a los musulmanes hasta 720.
Esta división entre los que tenían el deber, y la encomienda, de defender el territorio que a sus anchas mangoneaban nos costó algo más que "sangre, sudor y lágrimas".
Los advenedizos de la media luna vinieron y se quedaron. Quizá no fuese su intención, pero vieron la oportunidad y supieron aprovecharla. El moro Muza no iba a soltar la pieza que con tanta facilidad había tomado. Su cimitarra(1) se clavó en la piel de toro como en la mantequilla, sin apenas resistencia.
Los visigodos del bando witiziano no veían a los musulmanes como enemigos, sino como aliados, no tenían razón alguna para hacerles la guerra. Hasta que ya fue demasiado tarde.
Los terratenientes hispanorromanos y la población judía consideraban a los recién llegados como a unos salvadores frente a la opresión de la monarquía visigoda. Hasta que sufrieron en sus carnes la nueva opresión y aprendieron dos nuevos conceptos: "yihad" (guerra santa) e "islam" (sometimiento). Las dos medicinas probaron, bajo receta facultativa, durante unos cuantos siglos.
Algunos historiadores consideran la reconquista de España como la primera cruzada. Desde Covadonga, año 722, hasta la conquista de Granada, en 1492, pasan casi 800 . . . Pero esa es otra Historia.
Los invasores, pensando que todo el monte es orégano, llegaron hasta Poitiers, en 732, donde son derrotados por los francos. Y asientan sus reales, sus jaimas, sus harenes, sus mezquitas y sus sandalias llenas de arena del desierto en lo que les debió de parecer el paraíso en la tierra: Al-Ándalus, no escaso de agua y de mujeres rubias.
Casi trece siglos después, el denominado Estado Islámico, del mismo nombre que el fundado por Mahoma, añora y reivindica Al-Ándalus. Y casi trece siglos después en España seguimos discutiendo si son galgos o podencos, si firmamos el pacto anti yihadista, si lo firmamos con tinta invisible o con tinta borrable, o no lo firmamos sin más.
¿A quién culparemos esta vez a Florinda o a Rodrigo?
Tú dirás amable lector.
(1) El origen cronológico y geográfico de la espada denominada "cimitarra" suscita todavía dudas y controversias. Hay teorías que la sitúan en la Antiguedad (Egipto) y otras que aseguran que hasta el sXII no aparece.
Empujados a su vez por los francos, que se han extendido por la Galia, acuden en masa para quedarse; naciendo así un reino con una mayoría de población hispanorromana, de religión católica, que controla la administración, y una minoría germánica, arriana, a la que corresponde el poder real y la fuerza militar. La distinción es tan grande que confluyen dos modos de vida y dos regulaciones diferentes: el derecho romano y el derecho germánico.
Además de las tensiones entre la población y los nuevos señores, nos encontramos con un paisaje extraordinariamente conflictivo: la guerra con los suevos, que asolan el noroeste peninsular; con los francos, que acaban de expulsarles de los Pirineos; con pueblos cantábricos, que escapan a su control; y con los bizantinos, que han tomado fuertes posiciones en el sureste.
Hasta Leovigildo, que instala la capital del reino en Toledo, pacifica la Península y promulga la primera ley sobre matrimonios mixtos entre godos e hispanorromanos, no comienza la fusión propiamente dicha. Aunque continuaba un elemento de separación entre católicos y arrianos, que incluso supone un conflicto, doméstico pero feroz entre Leovigildo, arriano, y uno de sus hijos, Hermenegildo, convertido al catolicismo; episodio que terminó mal para Hermenegildo, con su ejecución, y mal para Leovigildo porque otro hijo, Recaredo, el heredero del trono, se convierte al catolicismo en 589.
La unificación definitiva fue la jurídica, cuando el rey Chindasvinto decidió elaborar un solo código para todos: el Líber Iudiciorum, conocido como Código de Recesvinto, porque fue éste, hijo de Chindasvinto, quien culminó la tarea legislativa en el año de Nuestro Señor de 654.
Parecía que acabados los líos entre hispanorromanos y visigodos, conseguida la unidad territorial, cultural y religiosa, así como jurídica, 300 años después Hispania volvería a la estabilidad de la que antaño disfrutó como provincia romana. Pero no adelantemos acontecimientos y volvamos la cabeza hacia Oriente para ver lo que allí pasaba y que acabaría condicionando siglos de nuestra Historia.
Sucedió que en 622 en "la ciudad del profeta", que es lo que significa Medina, Mahoma funda su Teocracia, su Estado Islámico, que se irá expandiendo a costa de los imperios persa y bizantino. Nos encontramos con que un nuevo instrumento, la guerra santa se encarga de desalojar a Occidente de los inmensos territorios adquiridos por griegos, macedonios y romanos.
Su sometimiento es implacable: en veinte años los territorios que posee se extienden desde Persia y Pakistán hasta la actual Libia, igualando a los mayores imperios de la Antigüedad. En 638 cae Jerusalén. Le siguieron Alejandría, continuaron hacia Trípoli y de aquí a Cartago, que cayó en 698. Y los soldados de Alá llegaron a Ceuta. La antigua provincia romana de África y su floreciente comunidad cristiana quedó bajo el poder del Islam.
Mientras, en la Península (en 710), Witiza muere y deja en el trono a su hijo Agila, lo que contradecía la tradición electiva de la monarquía goda, de manera que una parte de la nobleza coronó rey a un aristócrata llamado Don Rodrigo, Duque de la Bética. El enfrentamiento entre facciones pasó a convertirse en una guerra civil.
Agila y sus partidarios, los denominados "witizianos", controlaban el norte y el este de España; Rodrigo y los suyos, el sur y el oeste. El resultado de la lucha era incierto y la facción de Agila tomó una decisión que terminaría siendo de catastrófica desdicha: solicitar ayuda a los musulmanes del otro lado del Estrecho, para que sus armas inclinaran la balanza del lado witiziano. Esta tarea recayó en Don Julián, hombre de confianza de Witiza, el viejo rey y por ello partidario de Agila, el hijo de Witiza, y que además estaba en buenas relaciones con los musulmanes, en especial con los jefes político y militar del área de Tánger, que eran Muza y Tarik respectivamente. Al parecer, Don Julián costeó el traslado de las tropas musulmanas a la Península.
Esta es la Historia oficial, que podemos engalanar con lo que para unos es leyenda y para otros no. Se trata del espinoso asunto entre Don Rodrigo y la bella Florinda (la Cava) que resume así el Romancero:
"Florinda perdió su flor,
el rey quedó arrepentido
y obligada toda España
por el gusto de Rodrigo.
Si dicen quién de los dos
la mayor culpa ha tenido
digan los hombres: la Cava,
y las mujeres: Rodrigo."
Desde el siglo X circulaban textos cristianos, con un relato de origen incierto, que apuntan como desencadenante de la invasión musulmana la violación de la hija del Conde Olián, gobernador de Tánger y Ceuta. Al parecer, este misterioso noble, al que posteriormente se le denominó "Don Julián", habría pactado con los musulmanes tras el estupro de su hija Florinda, y la negativa al matrimonio de Rodrigo, para derrocar al rey y vengar la ofensa recibida. Esta versión es la que manejan también historiadores árabes como Al-Razi (ss. IX-X). Difundida en las crónicas cristianas del norte de la Península (Chronicón Silense, Crónica Najerense, Crónica Tudense, Crónica del Toledano) en los siglos XII y XIII y posiblemente también a través de otras versiones más populares hasta nuestro días.
Fuera como fuere, culpa de la falta de pudor de Florinda o de la falta de dominio de Rodrigo; o, simplemente, culpa de las luchas por el poder entre los de Agila y los de Rodrigo . . . el caso es que disputas domésticas, de régimen interno, atraen a los seguidores del Profeta al desembarco en las tierras de España.
Hubo, según parece, una primera tentativa que las huestes de Rodrigo aplastaron en Algeciras. Pero el 30 de abril de 711 Tarik, al frente de unos 7.000 hombres, desembarcaba en Gibraltar.
Don Rodrigo combatía un levantamiento vascón y tuvo que acudir precipitadamente a intentar contener la invasión árabe, que se hizo efectiva tras la batalla de Guadalete, cerca de Jerez, y gracias en parte a la traición del sector witiziano de las tropas godas, que, volvieron grupas, al inicio de la batalla, abandonando las alas que protegían el centro del campo en el que combatía Don Rodrigo con sus huestes. La ruina comenzó ahí. Las tropas reales no se repusieron y encadenaron una derrota tras otra hasta la pérdida de Toledo. De Don Rodrigo no se tiene noticia cierta. Al parecer, Agila fue reconocido como rey por la nobleza visigoda. Pero Agila sería rey si a los moros les parecía bien, y no les pareció.
En apenas tres años, el sur del reino visigodo con los territorios más prósperos y mejor organizados, cayeron bajo el dominio musulmán. Posteriormente caerán Talavera, Zaragoza, Lérida
Agila viajó a Toledo para obtener de Tarik, el victorioso caudillo musulmán, el reconocimiento como rey. Pero Tarik remitió el problema a su jefe político, Muza y este envió a Agila a Damasco para que fuera el califa quien decidiera sobre el asunto. Parece que el califa le trató bien, pero la respuesta se demoraba en demasía. Y como tardaba en volver, sus partidarios nombraron un nuevo rey: un tal Ardón, que desde Narbona resistirá a los musulmanes hasta 720.
Esta división entre los que tenían el deber, y la encomienda, de defender el territorio que a sus anchas mangoneaban nos costó algo más que "sangre, sudor y lágrimas".
Los advenedizos de la media luna vinieron y se quedaron. Quizá no fuese su intención, pero vieron la oportunidad y supieron aprovecharla. El moro Muza no iba a soltar la pieza que con tanta facilidad había tomado. Su cimitarra(1) se clavó en la piel de toro como en la mantequilla, sin apenas resistencia.
Los visigodos del bando witiziano no veían a los musulmanes como enemigos, sino como aliados, no tenían razón alguna para hacerles la guerra. Hasta que ya fue demasiado tarde.
Los terratenientes hispanorromanos y la población judía consideraban a los recién llegados como a unos salvadores frente a la opresión de la monarquía visigoda. Hasta que sufrieron en sus carnes la nueva opresión y aprendieron dos nuevos conceptos: "yihad" (guerra santa) e "islam" (sometimiento). Las dos medicinas probaron, bajo receta facultativa, durante unos cuantos siglos.
Algunos historiadores consideran la reconquista de España como la primera cruzada. Desde Covadonga, año 722, hasta la conquista de Granada, en 1492, pasan casi 800 . . . Pero esa es otra Historia.
Los invasores, pensando que todo el monte es orégano, llegaron hasta Poitiers, en 732, donde son derrotados por los francos. Y asientan sus reales, sus jaimas, sus harenes, sus mezquitas y sus sandalias llenas de arena del desierto en lo que les debió de parecer el paraíso en la tierra: Al-Ándalus, no escaso de agua y de mujeres rubias.
Casi trece siglos después, el denominado Estado Islámico, del mismo nombre que el fundado por Mahoma, añora y reivindica Al-Ándalus. Y casi trece siglos después en España seguimos discutiendo si son galgos o podencos, si firmamos el pacto anti yihadista, si lo firmamos con tinta invisible o con tinta borrable, o no lo firmamos sin más.
¿A quién culparemos esta vez a Florinda o a Rodrigo?
Tú dirás amable lector.
(1) El origen cronológico y geográfico de la espada denominada "cimitarra" suscita todavía dudas y controversias. Hay teorías que la sitúan en la Antiguedad (Egipto) y otras que aseguran que hasta el sXII no aparece.
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