Carta de un ex militante de extrema izquierda
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Carta de un ex militante de extrema izquierda
“Vivo en un barrio obrero, el barrio más obrero de mi ciudad cuyo nombre no revelaré. Un barrio de esos en los que los edificios son casi todos iguales entre sí, donde las pintadas no se borran porque al día siguiente van a volver a aparecer y donde hay que tener mucho cuidado con salir a la calle a determinadas horas. Un barrio donde la policía pasa con mucha menos frecuencia que en los barrios de clase media del centro, un barrio donde tienes que tener cuidado al dejar el coche aparcado en la calle pero donde tampoco tienes más remedio porque los edificios no tienen garaje. Un barrio donde por pura estadística te van a atracar de vez en cuando, y donde la crisis ha golpeado con más fuerza que en ningún otro sitio porque aquí no ha habido mucha gente con la oportunidad de estudiar. Un barrio donde la inmensa mayoría, donde me incluyo, eramos votantes de Izquierda Unida. Yo mismo he perdido la cuenta de las veces que les he votado, incluyendo las locales de 2015. En las Generales de 2015 voté a Podemos, y en las últimas ni siquiera voté. Vamos: un barrio donde la gente sale en pijama a comprar el pan y donde todos nos conocemos y nos llamamos por el nombre.
Y, por supuesto, un barrio donde el porcentaje de inmigrantes ronda el 40% aproximadamente, en función de lo que veo cada día. Quizá si eliminamos la inmigración europea, pues hay italianos y portugueses, y a los chinos; nos pongamos en un 30 o 35% de moros, negros y sudamericanos.
¿Y sabeis que? Mi barrio no ha sido siempre así. Cuando yo era pequeño nos pasábamos horas en la calle sin temer absolutamente nada, más allá de los dos o tres yonkis pasados por la heroína a los que los propios adultos metían una hostia si se acercaban más de la cuenta a algún niño, aunque el adulto y el niño no se conocieran. Aquí había gente que dejaba las llaves puestas en el coche por la noche (sí, como lo escucháis) para asegurarse de no perderlas, y no se lo robaban. El dueño de la panadería la dejaba abierta todo el día aunque el no estuviera dentro, y tu cogías la barra que querías y dejabas el dinero en un cesto. Cuando se jodía algo y el Ayuntamiento tardaba en repararlo, eramos nosotros los que lo solventábamos. Eramos una familia. Y hoy en día, pasar por esas calles es desolador. Y claro, por entonces, los españoles eramos más del 99% del barrio.
De vez en cuando vienen partidos como Podemos a dar discursos. Partidos hechos para la gente de clase media que vive en los barrios del centro. Y todos nos vamos dando cuenta, poco a poco, de que no para nosotros. Están alejados de la realidad de los obreros, sin mencionan la lucha de clases en ninguna parte de su discurso.
Esos supuestos revolucionarios de izquierda giran su discurso alrededor de gilipolleces que a los cabezas de familia sin trabajo les suda tres cojones. Vienen hablando de la construcción de un carril bici, del ecologismo, de los autobuses eléctricos, de meter (aunque sea con calzador) a mujeres en puestos de responsabilidad para que sean el 50%. Vienen hablando del ecologismo, de visibilizar al colectivo LGTBI, de financiar los cambios de sexo. Vienen hablando de la importancia de integrar a los musulmanes en nuestra sociedad, de construir mezquitas; a la par que atacan a la Iglesia Católica, de la que la mayor parte del barrio es seguidora (yo no lo soy). Vienen a hablarnos de acoger refugiados, como si esos refugiados fueran a vivir a los barrios del centro donde viven el grueso de votantes de Podemos. ¡No, van a venir a nuestro puto barrio, y que nadie lo dude, joder!.
No es casualidad que en Francia mismamente, los socialistas arrasen en los barrios de clase media y alta, los conservadores anden en todos, y que Le Pen domine abrumadoramente en los barrios obreros. La gente de aquí quiere Paz, Trabajo y Pan. Quiere comer todos los días, un techo bajo el que dormir, y un nivel de vida digno para sus hijos. Los transexuales y los carriles bici nos sudan los huevos. Esos problemas son para vosotros, los de los barrios buenos, que podeis votar a Podemos para ser los más guays del grupo. Habría que ver que pasaría si fueran vuestros barrios lo que están así.
Los únicos que hablan por el pueblo son los partidos de extrema derecha. Son los únicos que están entendiendo lo que sucede y que atacan al daño moral que supone ver tu cultura invadida, poco a poco, por terceros que no hacen siquiera ademán de integrarse y que han hecho del barrio la escoria que es hoy en día. No es un asunto de pobreza. Hace 30 años eramos pobres, mucho más que ahora, y el barrio era otra cosa bien distinta. Cuando mis padres vivían aquí antes de que yo naciera eran aún más pobres, y seguía siendo otra cosa.
Al final, incluso yo, un ex-militante del PCPE (Partido Comunista de los Pueblos de España) estoy desencantado con esta izquierda pro-LGTBI, pro-inmigración y que ataca constantemente al hombre blanco. Parece ser que si un hombre blanco entre un millón viola a una mujer todos son iguales; pero si 600 musulmanes entre 2000 se dedican a delinquir y a vivir de la puta paga, “eh, no generalices tío”. (Paga que no dan ni a un pobre hombre que haya empezado a currar con 16 y que se haya quedado en paro a los 46, después de 30 años, teniendo mujer e hijos).
Y declaro: en cuanto aparezca en España un partido de extrema derecha serio, voy a votarlo. Y muchos en mi barrio pensamos igual. Ahora solo haya agrupaciones de rapados mononeuronales como España 2000 o casposos como los de Vox, pero tarde o temprano aparecerá uno. Vaya que si lo hará, igual que en toda Europa ha sucedido y solo faltamos nosotros.
¿Y sabeis qué? A los que vivimos aquí nos la suda que venga un pijo gafapasta a llamarnos racistas, xenófobos e intolerantes. Nos la va a sudar completamente. Y por lo que se habla en las calles, ese utópico partido no va a tener pocos votos precisamente. Estamos hartos” http://www.despiertainfo.com/2016/12/24/carta-de-un-ex-militante-de-extrema-izquierda/
Y, por supuesto, un barrio donde el porcentaje de inmigrantes ronda el 40% aproximadamente, en función de lo que veo cada día. Quizá si eliminamos la inmigración europea, pues hay italianos y portugueses, y a los chinos; nos pongamos en un 30 o 35% de moros, negros y sudamericanos.
¿Y sabeis que? Mi barrio no ha sido siempre así. Cuando yo era pequeño nos pasábamos horas en la calle sin temer absolutamente nada, más allá de los dos o tres yonkis pasados por la heroína a los que los propios adultos metían una hostia si se acercaban más de la cuenta a algún niño, aunque el adulto y el niño no se conocieran. Aquí había gente que dejaba las llaves puestas en el coche por la noche (sí, como lo escucháis) para asegurarse de no perderlas, y no se lo robaban. El dueño de la panadería la dejaba abierta todo el día aunque el no estuviera dentro, y tu cogías la barra que querías y dejabas el dinero en un cesto. Cuando se jodía algo y el Ayuntamiento tardaba en repararlo, eramos nosotros los que lo solventábamos. Eramos una familia. Y hoy en día, pasar por esas calles es desolador. Y claro, por entonces, los españoles eramos más del 99% del barrio.
De vez en cuando vienen partidos como Podemos a dar discursos. Partidos hechos para la gente de clase media que vive en los barrios del centro. Y todos nos vamos dando cuenta, poco a poco, de que no para nosotros. Están alejados de la realidad de los obreros, sin mencionan la lucha de clases en ninguna parte de su discurso.
Esos supuestos revolucionarios de izquierda giran su discurso alrededor de gilipolleces que a los cabezas de familia sin trabajo les suda tres cojones. Vienen hablando de la construcción de un carril bici, del ecologismo, de los autobuses eléctricos, de meter (aunque sea con calzador) a mujeres en puestos de responsabilidad para que sean el 50%. Vienen hablando del ecologismo, de visibilizar al colectivo LGTBI, de financiar los cambios de sexo. Vienen hablando de la importancia de integrar a los musulmanes en nuestra sociedad, de construir mezquitas; a la par que atacan a la Iglesia Católica, de la que la mayor parte del barrio es seguidora (yo no lo soy). Vienen a hablarnos de acoger refugiados, como si esos refugiados fueran a vivir a los barrios del centro donde viven el grueso de votantes de Podemos. ¡No, van a venir a nuestro puto barrio, y que nadie lo dude, joder!.
No es casualidad que en Francia mismamente, los socialistas arrasen en los barrios de clase media y alta, los conservadores anden en todos, y que Le Pen domine abrumadoramente en los barrios obreros. La gente de aquí quiere Paz, Trabajo y Pan. Quiere comer todos los días, un techo bajo el que dormir, y un nivel de vida digno para sus hijos. Los transexuales y los carriles bici nos sudan los huevos. Esos problemas son para vosotros, los de los barrios buenos, que podeis votar a Podemos para ser los más guays del grupo. Habría que ver que pasaría si fueran vuestros barrios lo que están así.
Los únicos que hablan por el pueblo son los partidos de extrema derecha. Son los únicos que están entendiendo lo que sucede y que atacan al daño moral que supone ver tu cultura invadida, poco a poco, por terceros que no hacen siquiera ademán de integrarse y que han hecho del barrio la escoria que es hoy en día. No es un asunto de pobreza. Hace 30 años eramos pobres, mucho más que ahora, y el barrio era otra cosa bien distinta. Cuando mis padres vivían aquí antes de que yo naciera eran aún más pobres, y seguía siendo otra cosa.
Al final, incluso yo, un ex-militante del PCPE (Partido Comunista de los Pueblos de España) estoy desencantado con esta izquierda pro-LGTBI, pro-inmigración y que ataca constantemente al hombre blanco. Parece ser que si un hombre blanco entre un millón viola a una mujer todos son iguales; pero si 600 musulmanes entre 2000 se dedican a delinquir y a vivir de la puta paga, “eh, no generalices tío”. (Paga que no dan ni a un pobre hombre que haya empezado a currar con 16 y que se haya quedado en paro a los 46, después de 30 años, teniendo mujer e hijos).
Y declaro: en cuanto aparezca en España un partido de extrema derecha serio, voy a votarlo. Y muchos en mi barrio pensamos igual. Ahora solo haya agrupaciones de rapados mononeuronales como España 2000 o casposos como los de Vox, pero tarde o temprano aparecerá uno. Vaya que si lo hará, igual que en toda Europa ha sucedido y solo faltamos nosotros.
¿Y sabeis qué? A los que vivimos aquí nos la suda que venga un pijo gafapasta a llamarnos racistas, xenófobos e intolerantes. Nos la va a sudar completamente. Y por lo que se habla en las calles, ese utópico partido no va a tener pocos votos precisamente. Estamos hartos” http://www.despiertainfo.com/2016/12/24/carta-de-un-ex-militante-de-extrema-izquierda/
Memento- Cybernauta-Master
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Re: Carta de un ex militante de extrema izquierda
Uno que ha abierto los ojos menos mal, si todos fuesen así otro gallo nos cantáría en este país....pero la gran mayoría prefieren permanecer con los ojos cerrados y mirando hacia otro lado
Briseida- Cybernauta-Premium
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Re: Carta de un ex militante de extrema izquierda
No abrirán jamás los ojos están demasiados idiotizados por se propio sectarimo radical y fascista de extrema izquierda.
Aitor Anticanallas- Cybernauta-Master
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Dejad de dar miedo con la ultraderecha: la ultraizquierda es una amenaza mucho peor
Una de las peores cosas que te pueden llamar en España es “fascista”. Esa sentencia, lanzada a la ligera contra cualquiera que contradiga a la izquierda, implica la muerte civil del señalado.
Están trivializando el auténtico fascismo
El abuso de esa acusación ha tenido un efecto doblemente perverso. Por una marte, al llamar “fascista” a cualquiera aunque no lo sea, la izquierda ha contribuido a trivializar el auténtico fascismo, una ideología totalitaria que en el siglo pasado sembró el terror en buena parte de Europa. Sin embargo, con frecuencia la izquierda lanza esa acusación contra personas que rechazamos abiertamente esa ideología totalitaria: católicos, liberales, conservadores, democristianos… Es un descarado intento de amedrentar al que discrepa acusándole falsamente de algo que no es, pero que la izquierda sabe que provoca mucho rechazo. Igualito a lo que hacían muchos franquistas, por ejemplo, señalando como “masón” a cualquiera que criticase a la dictadura de Franco.
Una forma de blanquear el totalitarismo de ultraizquierda
Por otra parte, esa insistencia en identificar exclusivamente el mal con el fascismo ha servido para blanquear otra ideología totalitaria tan perversa como aquella: el comunismo, que se lleva la palma en la clasificación de ideologías genocidas, al ser el responsable de sembrar el mundo con 100 millones de muertos en menos de un siglo. Este sistemático blanqueamiento, alcanzado mediante un esfuerzo propagandístico sin precedentes, ha acabado siendo interiorizado incluso por muchos que se consideran hostiles a esa ideología. Por poner un ejemplo, innumerables veces hemos podido ver a políticos y ciudadanos de a pie llamando “fascista” a ETA, una banda de ideología marxista-leninista. El hecho de que las dictaduras comunistas haya cometido crímenes masivos incluso es interpretado por muchos no como una prueba de que esa ideología es esencialmente vil, sino de que su puesta en práctica no fue la correcta, de modo que todo eso podría haberse evitado si se hubiese establecido un régimen auténticamente comunista. Cabe preguntarse lo obvio: ¿cuántos millones de muertos más se necesitan para darse cuenta de intrínseca maldad del totalitarismo rojo? Nunca he oído a nadie decir que si el nazismo asesinó a millones de personas se debió a que el régimen de Hitler no fue auténticamente nacional-socialista. Sin embargo, mensajes igual de absurdos que ése se leen a menudo para justificar al comunismo.
¿Existe hoy un auge de la auténtica ultraderecha en Europa?
Por supuesto, soy de la opinión de que el nazismo es equivalente al comunismo en términos de maldad. Moralmente son dos ideologías que me producen la misma repugnancia. Sin embargo, y como adelanto en el título, a día de hoy la ultraizquierda demuestra ser una amenaza mucho peor que la ultraderecha, ante todo porque hoy en día la ultraderecha es un fenómeno político marginal. En España no llega ni al 1% del electorado. Hace décadas que los partidos de ultraderecha no tienen representación en el Parlamento español. En otros países, según los medios de comunicación, hay partidos de ultraderecha que están en auge, pero un atento repaso poner en entredicho esa catalogación. En algunos casos esos medios tachan como ultraderechistas a partidos que -propiamente hablando- son más bien conservadores, como Alternativa por Alemania, el FPÖ austriaco o la Unión Cívica Húngara. En otros casos son partidos más bien liberales, como el holandés Partido de la Libertad de Geert Wilders. En Francia un partido que sí fue propiamente de ultraderecha hace muchos años, el Frente Nacional, ha acabado apoyando el aborto y el laicismo. Si algo tienen en común estos partidos es que no tienen nada que ver con el fascismo clásico ni con el nazismo. El que sí se aproxima a las tesis filonazis es Amanecer Dorado, en Grecia. Sin embargo, no mantiene relaciones con los partidos antes citados, y su filiación europea es el Frente Nacional Europeo, que agrupan partidos de ultraderecha sin representación o muy minoritarios.
La presencia de la ultraizquierda clásica y sus nuevas tapaderas
Por el contrario, la ultraizquierda europea tiene una fuerza parlamentaria muy superior a la de la ultraderecha. A modo de ejemplo, Syriza (que es una coalición de partidos comunistas) gobierna en Grecia con 144 de los 300 escaños del Parlamento de ese país. La extrema izquierda alemana, Die Linke, heredera política de la RDA, tiene actualmente 64 escaños en el Bundestag y 7 en el Parlamento Europeo. En Portugal los comunistas del Bloco de Esquerda (con 19 diputados) y el Partido Comunista Portugués (uno de los más rancios partidos de su tipo de Europa, con 17 escaños) son los sostenedores del actual gobierno socialista de António Costa. En Francia el Front de Gauche tiene 10 diputados en la Asamblea Nacional (el FN sólo tiene dos). La Sinistra Italiana de Nicola Fratoianni, que intenta imitar a Podemos y a Syriza, tiene 31 escaños en la Cámara de los Diputados de ese país. Finalmente, en España Podemos y sus socios electorales suman 67 escaños, a los que hay que añadir los 9 de Esquerra (separatistas catalanes) y los 2 de EH Bildu (separatistas vascos).
Podemos: un ejemplo de comunismo con nuevo disfraz
El caso español demuestra el peligro que supone el auge de la ultraizquierda actual, a menudo personajes y grupos de ideología comunista que se sirven de nuevos disfraces “transversales” para provocar menos rechazo entre el electorado. Ésa fue la táctica usada por Podemos, un partido creado por ciertas personas que hasta hace algunos años militaban en las Juventudes Comunistas, como Pablo Iglesias, y que en cuanto ha tenido ocasión se ha aliado con Izquierda Unida, la tapadera electoral que viene usando el Partido Comunista de España desde los años 80. A todo el que conozca la dinámica de estas organizaciones no le puede haber sorprendido la deriva cada vez más radical de Podemos. Ayer mismo Pablo Iglesias apoyaba a un rapero condenado por amenazas de muerte y apología del terrorismo. El año pasado apoyó a un concejal de Podemos condenado por agredir a puñetazos a un concejal socialista. Por otra parte, y demostrando sus perversas relaciones internacionales, Podemos ha se ha negado a condenar la represión del régimen chavista en Venezuela en tres votaciones parlamentarias. En la misma línea de simpatía con la ultraizquierda hispanoamericana, en noviembre Podemos homenajeó al dictador comunista Fidel Castro, presentándole como “un referente de la dignidad latinoamericana” y un “referente del socialismo”. En 2014 uno de los fundadores de Podemos defendió su ideología como “leninismo amable”. De hecho, uno de los diputados de su grupo parlamentario, el comunista Alberto Garzón, ensalzó el año pasado la Revolución bolchevique.
Contra el fascismo ya estamos vacunados: contra el comunismo no
Como vemos, mientras que en Europa el fascismo clásico y el nazismo son puramente marginales, partidos comunistas con representación parlamentaria no tienen reparos en hacer gala de su ideología antidemocrática, sin manifestar ni el más leve arrepentimiento por los crímenes perpetrados por las dictaduras inspiradas por el marxismo. El apoyo de Podemos a ataques contra la libertad de expresión, como el ocurrido la semana pasada en la Universidad de Sevilla, demuestra que lejos de haber asumido sinceramente los planteamientos democráticos, la ultraizquierda clásica no ha hecho más que disfrazarse para entrar en las instituciones y defender desde ellas los mismos planteamientos autoritarios de antaño. Eso es lo que demuestra que, como amenaza para nuestra democracia, la ultraizquierda es mucho peor que la ultraderecha, porque si del virus fascista estamos ya vacunados -lo cual es de agredecer-, del virus comunista no lo estamos, al menos en España y a diferencia de lo que ocurre en países como Polonia, Hungría y la República Checa, que sufrieron de lleno la opresión comunista. elentir
Están trivializando el auténtico fascismo
El abuso de esa acusación ha tenido un efecto doblemente perverso. Por una marte, al llamar “fascista” a cualquiera aunque no lo sea, la izquierda ha contribuido a trivializar el auténtico fascismo, una ideología totalitaria que en el siglo pasado sembró el terror en buena parte de Europa. Sin embargo, con frecuencia la izquierda lanza esa acusación contra personas que rechazamos abiertamente esa ideología totalitaria: católicos, liberales, conservadores, democristianos… Es un descarado intento de amedrentar al que discrepa acusándole falsamente de algo que no es, pero que la izquierda sabe que provoca mucho rechazo. Igualito a lo que hacían muchos franquistas, por ejemplo, señalando como “masón” a cualquiera que criticase a la dictadura de Franco.
Una forma de blanquear el totalitarismo de ultraizquierda
Por otra parte, esa insistencia en identificar exclusivamente el mal con el fascismo ha servido para blanquear otra ideología totalitaria tan perversa como aquella: el comunismo, que se lleva la palma en la clasificación de ideologías genocidas, al ser el responsable de sembrar el mundo con 100 millones de muertos en menos de un siglo. Este sistemático blanqueamiento, alcanzado mediante un esfuerzo propagandístico sin precedentes, ha acabado siendo interiorizado incluso por muchos que se consideran hostiles a esa ideología. Por poner un ejemplo, innumerables veces hemos podido ver a políticos y ciudadanos de a pie llamando “fascista” a ETA, una banda de ideología marxista-leninista. El hecho de que las dictaduras comunistas haya cometido crímenes masivos incluso es interpretado por muchos no como una prueba de que esa ideología es esencialmente vil, sino de que su puesta en práctica no fue la correcta, de modo que todo eso podría haberse evitado si se hubiese establecido un régimen auténticamente comunista. Cabe preguntarse lo obvio: ¿cuántos millones de muertos más se necesitan para darse cuenta de intrínseca maldad del totalitarismo rojo? Nunca he oído a nadie decir que si el nazismo asesinó a millones de personas se debió a que el régimen de Hitler no fue auténticamente nacional-socialista. Sin embargo, mensajes igual de absurdos que ése se leen a menudo para justificar al comunismo.
¿Existe hoy un auge de la auténtica ultraderecha en Europa?
Por supuesto, soy de la opinión de que el nazismo es equivalente al comunismo en términos de maldad. Moralmente son dos ideologías que me producen la misma repugnancia. Sin embargo, y como adelanto en el título, a día de hoy la ultraizquierda demuestra ser una amenaza mucho peor que la ultraderecha, ante todo porque hoy en día la ultraderecha es un fenómeno político marginal. En España no llega ni al 1% del electorado. Hace décadas que los partidos de ultraderecha no tienen representación en el Parlamento español. En otros países, según los medios de comunicación, hay partidos de ultraderecha que están en auge, pero un atento repaso poner en entredicho esa catalogación. En algunos casos esos medios tachan como ultraderechistas a partidos que -propiamente hablando- son más bien conservadores, como Alternativa por Alemania, el FPÖ austriaco o la Unión Cívica Húngara. En otros casos son partidos más bien liberales, como el holandés Partido de la Libertad de Geert Wilders. En Francia un partido que sí fue propiamente de ultraderecha hace muchos años, el Frente Nacional, ha acabado apoyando el aborto y el laicismo. Si algo tienen en común estos partidos es que no tienen nada que ver con el fascismo clásico ni con el nazismo. El que sí se aproxima a las tesis filonazis es Amanecer Dorado, en Grecia. Sin embargo, no mantiene relaciones con los partidos antes citados, y su filiación europea es el Frente Nacional Europeo, que agrupan partidos de ultraderecha sin representación o muy minoritarios.
La presencia de la ultraizquierda clásica y sus nuevas tapaderas
Por el contrario, la ultraizquierda europea tiene una fuerza parlamentaria muy superior a la de la ultraderecha. A modo de ejemplo, Syriza (que es una coalición de partidos comunistas) gobierna en Grecia con 144 de los 300 escaños del Parlamento de ese país. La extrema izquierda alemana, Die Linke, heredera política de la RDA, tiene actualmente 64 escaños en el Bundestag y 7 en el Parlamento Europeo. En Portugal los comunistas del Bloco de Esquerda (con 19 diputados) y el Partido Comunista Portugués (uno de los más rancios partidos de su tipo de Europa, con 17 escaños) son los sostenedores del actual gobierno socialista de António Costa. En Francia el Front de Gauche tiene 10 diputados en la Asamblea Nacional (el FN sólo tiene dos). La Sinistra Italiana de Nicola Fratoianni, que intenta imitar a Podemos y a Syriza, tiene 31 escaños en la Cámara de los Diputados de ese país. Finalmente, en España Podemos y sus socios electorales suman 67 escaños, a los que hay que añadir los 9 de Esquerra (separatistas catalanes) y los 2 de EH Bildu (separatistas vascos).
Podemos: un ejemplo de comunismo con nuevo disfraz
El caso español demuestra el peligro que supone el auge de la ultraizquierda actual, a menudo personajes y grupos de ideología comunista que se sirven de nuevos disfraces “transversales” para provocar menos rechazo entre el electorado. Ésa fue la táctica usada por Podemos, un partido creado por ciertas personas que hasta hace algunos años militaban en las Juventudes Comunistas, como Pablo Iglesias, y que en cuanto ha tenido ocasión se ha aliado con Izquierda Unida, la tapadera electoral que viene usando el Partido Comunista de España desde los años 80. A todo el que conozca la dinámica de estas organizaciones no le puede haber sorprendido la deriva cada vez más radical de Podemos. Ayer mismo Pablo Iglesias apoyaba a un rapero condenado por amenazas de muerte y apología del terrorismo. El año pasado apoyó a un concejal de Podemos condenado por agredir a puñetazos a un concejal socialista. Por otra parte, y demostrando sus perversas relaciones internacionales, Podemos ha se ha negado a condenar la represión del régimen chavista en Venezuela en tres votaciones parlamentarias. En la misma línea de simpatía con la ultraizquierda hispanoamericana, en noviembre Podemos homenajeó al dictador comunista Fidel Castro, presentándole como “un referente de la dignidad latinoamericana” y un “referente del socialismo”. En 2014 uno de los fundadores de Podemos defendió su ideología como “leninismo amable”. De hecho, uno de los diputados de su grupo parlamentario, el comunista Alberto Garzón, ensalzó el año pasado la Revolución bolchevique.
Contra el fascismo ya estamos vacunados: contra el comunismo no
Como vemos, mientras que en Europa el fascismo clásico y el nazismo son puramente marginales, partidos comunistas con representación parlamentaria no tienen reparos en hacer gala de su ideología antidemocrática, sin manifestar ni el más leve arrepentimiento por los crímenes perpetrados por las dictaduras inspiradas por el marxismo. El apoyo de Podemos a ataques contra la libertad de expresión, como el ocurrido la semana pasada en la Universidad de Sevilla, demuestra que lejos de haber asumido sinceramente los planteamientos democráticos, la ultraizquierda clásica no ha hecho más que disfrazarse para entrar en las instituciones y defender desde ellas los mismos planteamientos autoritarios de antaño. Eso es lo que demuestra que, como amenaza para nuestra democracia, la ultraizquierda es mucho peor que la ultraderecha, porque si del virus fascista estamos ya vacunados -lo cual es de agredecer-, del virus comunista no lo estamos, al menos en España y a diferencia de lo que ocurre en países como Polonia, Hungría y la República Checa, que sufrieron de lleno la opresión comunista. elentir
Tristan- Cybernauta-Master
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