Bob Geldof & Bono

Bob Geldof es una estrella pop y un incansable activista a favor del tercer mundo. Las catilinarias que periódicamente dedica a los países occidentales por la explotación inmisericorde a que someten a las naciones pobres, nos sitúan frente a un modelo de integridad intelectual y moran, con derecho por tanto a decir al mundo desarrollado cómo debe conducirse. Cuando alguien pontifica con ese aplomo sobre la injusticia, la pobreza y el despilfarro continuo de los países ricos, lo normal es que observe un comportamiento intachable en su conducta pública. Sin embargo, el suplemento dominical del diario El Mundo, que infiltró a una de sus periodistas entre los asistentes del músico, informaba en el verano de 2006 de cómo se las gasta Míster Geldof cuando trabaja. Caviar beluga, suites presidenciales en hoteles de superlujo, y estrechas colaboradoras a tiempo completo, conforma la dieta vital de este defensor de los oprimidos. Los honorarios que cobra de sus actuaciones –cada vez con menos público- los ingresa de forma íntegra en sus cuentas bancarias, sin destinar nada a la ayuda de los pobres y cuando viaja a África, según relata él mismo, lo hace simplemente por negocios. David Gistay escribía sobre el mito del cantante británico en una de sus impagables columnas en el diario La Razón que: Geldof se nos cayó cuando supimos que salía a socorrer negritos (perdón Subsaharianos) con Dom Perignon en la cubierta, y que su vocación solidaria no era en realidad sino una industria que servia a su avaricia disfrazada de bohemia buhardillera. Desde el punto de vista del cantante, son los gobiernos (es decir, sus ciudadanos a través de los impuestos), los que deben destinar cantidades cada vez mayores de ayuda económica al tercer mundo, preferiblemente a través de su fundación, Live Aid. El ya tiene bastante con actuar de agitador de conciencias de los políticos y atender debidamente a sus asistentas. Full time.

De igual opinión es el cantante de U2, Bono, quien un año antes declaraba a la prensa ser una estrella del rock podrida de dinero, (podrida de dinero y socialista, al igual que Sting ¿Cómo es eso?) Y mimada que se ha beneficiado de todos los excesos de Occidente. Me gusta esta gran vida. Estoy en los mejores hoteles, tengo cosas en diversas ciudades del mundo y bebo vinos excelentes. Sin embargo, jamás he tenido ningún apego al dinero, aunque repartirlo no resolvería nada. Un compromiso del 0,7 por ciento del producto interior bruto de los países ricos cambiaría muchas vidas. Es decir, que repartir su dinero entre los pobres no sirve, pero hacerlo con el de la gente de a pie sí. Y mientras, él, desde su castillo provenzal, brindando con una copa del mejor château laffite por ser tan desprendido. ¿No es para llorar de emoción?

Unos meses más tarde saltó a las paginas de los periódicos la noticia de que el famoso grupo musical había trasladado la sede de sus empresas a los países bajos, en busca de un tratamiento fiscal más favorable que en su Irlanda natal. Nada que objetar pues, como decía el Príncipe Rainiero refiriéndose a su principado, no existen los paraísos fiscales, sino los infiernos fiscales. Los integrantes de esa y cualquier otra banda de rock tienen perfecto derecho a ordenar sus finanzas de la forma menos gravosa. Pero lo mínimo que cabe exigirles es que respeten a quienes tenemos también cierto apego a nuestros ahorros y en cambio nos vemos obligados a sufragar los caprichos impositivos de las estrellas del progresismo para que ellos puedan pasar por solidarios.