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Ilerda, la batalla con la que Julio César arrebató Hispania a Pompeyo

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Ilerda, la batalla con la que Julio César arrebató Hispania a Pompeyo Empty Ilerda, la batalla con la que Julio César arrebató Hispania a Pompeyo

Mensaje por ¿Sabías Que? Sáb Feb 24, 2024 5:21 pm

El siglo I a.C. no fue precisamente tranquilo para Roma, que aparte de las guerras que tuvo que librar contra enemigos exteriores se vio envuelta no en una sino en dos contiendas civiles. La primera fue un pulso por el poder entre Lucio Cornelio Sila y Cayo Mario, del 88 al 81 a.C.; la segunda llegó apenas treinta y dos años más tarde, cuando se reprodujo el duelo con Julio César y Pompeyo. Como sabemos, se impuso el primero y lo hizo después de obtener brillantes triunfos en uno de los principales escenarios bélicos, Hispania, donde la victoria en Munda frente al hijo de Pompeyo puso fin al conflicto. Pero antes había derrotado a su padre en otra batalla librada en suelo hispano: la batalla de Ilerda.

Ilerda, la batalla con la que Julio César arrebató Hispania a Pompeyo Ilerda-battle

Ilerda, la antigua Iltiŕta (o Ildiŕda) era una ciudad de los ilergetes, un pueblo ibero que vivía en la Tarraconense, provincia del noreste que abarcaba desde el Bajo Urgell hasta el río Ebro, en lo que hoy son las provincias de Huesca y Lérida. La capital original estaba en la ilocalizada Atanagrum, pero en época romana se trasladó a Ilerda, que estaba situada en la Roca Sobirana, un cerro que se eleva junto al río Sicoris (Segre) y ahora recibe el nombre de Turó de la Seu Vella (o Turó de Lleida).

Esa urbe ya había sido protagonista de un episodio de la Segunda Guerra Púnica, en el 215 a.C.: cuando Asdrúbal, el hermano de Aníbal Barca, cayó derrotado por los romanos en la batalla del Ebro y unos años después sufrieron el mismo destino los caudillos locales Indíbil y Mandonio. Se revelaba así como un punto estratégico de la geografía hispana por cuanto servía de paso hacia (o desde) la Galia Narbonense (el suroeste de la actual Francia), que se extendía entre los Pirineros y Massalia (Marsella), con capital en Colonia Narbo Martius (Narbona). Un territorio que, a causa de ello, sería muy disputado por César y Pompeyo.

Antaño amigos y familiares (el primero estaba casado con la hija del segundo), además de compañeros de triunvirato junto a Marco Licinio Craso, al fallecer éste en campaña contra los partos y desaparecer así el hombre que mantenía el precario equilibrio de gobierno, los otros dos se lanzaron más o menos abiertamente a por el poder. Dado que ambos tenían personalidades y carisma tan fuertes como su ambición, estaban abocados a chocar; máxime al encarnar respectivamente las dos posiciones políticas que en la anterior guerra civil habían representado Sila (los optimates, la aristocracia) y Mario (los populares, que en realidad no eran el pueblo sino una facción acomodada que trataba de aprovechar los comicios contra sus rivales).

Así, el popular Julio César tenía enfrente al tradicionalista Pompeyo. En la práctica, se trataba de un enfrentamiento entre la amenaza de una dictadura personalista y la legalidad republicana de la mayor parte del Senado. Algo que se ponía en práctica con el pulso soterrado de César por mantener su cargo de procónsul de la Galia y añadir el de cónsul, que era el que tenía Pompeyo, algo a lo que se negaba el Senado mientras no renunciara a su gobernación gala porque, de lo contrario, el candidato vería reforzado su ejército proconsular con el correspondiente consular y constituiría un serio peligro de convertirse en dictador de facto.

En el año 49 a.C., mientras César compraba el tribunado de la plebe para uno de sus hombres, Cayo Escribonio Curión, los senadores eligieron para el consulado a dos enemigos suyos, Cayo Claudio Marcelo y Lucio Cornelio Léntulo Crus. César hizo entonces una oferta: licenciar a sus tropas salvo un par de legiones a cambio de retener la Galia y ser candidato a cónsul al año siguiente. El Senado se dividió, incluso entre sus adversarios: de éstos, a Marco Tulio Cicerón le pareció aceptable mientras que Marco Porcio Catón el Joven lo consideró inadmisible.

Insistieron en exigirle la disolución del ejército y su regreso a Roma para someterse a juicio, algo que César no estaba dispuesto a hacer porque corría riesgo de ser declarado enemigo de la República e incapacitado, dejando el camino abierto y sin obstáculos a Pompeyo, al que Cicerón había solicitado ayuda. Pompeyo jugaba sus cartas y, como su compañero, tampoco había prescindido de sus legiones, con la ventaja de que el Senado no se lo reprochaba porque la mayoría de sus integrantes eran partidarios suyos.

Finalmente, César fue puesto fuera de la ley; ya no tenía marcha atrás y el paso del río Rubicón -la frontera italiana- con sus fuerzas para marchar sobre Roma -como había hecho Sila- constituyó todo un símbolo de ello. Pompeyo, mal informado sobre los efectivos de su rival, optó por retirarse, embarcando en su flota hacia Grecia y dejando así la península italiana en manos de los cesarianos. Al no disponer de barcos para perseguirlo, César orientó su estrategia hacia Hispania Citerior, donde los pompeyanos eran fuertes y podían amenazar la Galia. Emprendió la ruta por la costa, dejando a su fieles Marco Emilio Lépido y Marco Antonio al cuidado de Roma e Italia respectivamente.

Su primer obstáculo era Massilia (Marsella), donde una escuadra al mando del pompeyano Lucio Domicio Enobarbo había reforzado las defensas de la ciudad, abasteciéndola además para resistir un previsible asedio largo. César dejó las tareas de sitio a Décimo Junio Bruto Albino y Cayo Trebonio, prosiguiendo él su camino hasta Hispania. Allí le esperaban los ejércitos combinados del procónsul Lucio Afranio y el propretor Marco Petreyo, que sumaban cinco legiones más cinco mil jinetes y ochenta cohortes de auxiliares; en total, unos cuarenta mil hombres. Aparte, estaban las dos legiones de Marco Terencio Varrón, quien se mantuvo a la expectativa.
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Ilerda, la batalla con la que Julio César arrebató Hispania a Pompeyo Empty Re: Ilerda, la batalla con la que Julio César arrebató Hispania a Pompeyo

Mensaje por ¿Sabías Que? Sáb Feb 24, 2024 5:22 pm

Ilerda, la batalla con la que Julio César arrebató Hispania a Pompeyo DA_MASSALIA_A_ILERDA_49_aC

César llevaba seis legiones (unas proconsulares y otras reclutadas ad hoc en Italia), tres mil jinetes y cinco mil auxiliares, que engrosó con mercenarios galos hasta sumar un total similar al del enemigo. Pero además contaba con las tres legiones de Cayo Fabio, legado suyo en la Galia, que se había adelantado para abrirle paso por los Pirineos y reunir víveres. No habiendo podido bloquear la cordillera, Afranio y Petreyo acamparon en Ilerda, dificultando la posición de Fabio. Por suerte para éste, César se había percatado del riesgo y, avivando la marcha, se reunió con él en la segunda mitad de junio, tras una forzada carrera de veintisiete días.

Inmediatamente desplegó a sus soldados en una triple línea y avanzó hasta Ilerda, acampando muy cerca del campamento de Afranio, que estaba ante la ciudad, en una elevación y con el río detrás. Entre ambos había una llanura que César juzgó apropiada para librar la batalla campal que inevitablemente tendría lugar. Los dos ejércitos se observaron durante un par de días, sin intentar atacar, mientras los cesarianos construían defensas adecuadas para su campamento. La batalla empezó el 27 de junio del 49 a.C., cuando ambos contendientes maniobraron para intentar ocupar una loma que había en tierra de nadie. La ventaja inicial fue para los pompeyanos, que sorprendieron a sus enemigos al combatir inesperadamente a la manera hispana: con una sucesión de cargas y retiradas.

César lo compensó enviando a la Legio IX, que empujó a las tropas de Afranio hacia Ilerda, tras cuyas murallas rechazaron con facilidad a los cesarianos para después contratacar. Tras varias horas de combate, la loma quedó en poder pompeyano, que al día siguiente obtuvo una nueva ventaja cuando una inundación incomunicó los campamentos de César y Fabio, privándolos de la capacidad de forrajear. Enfrente, Afranio gozaba de nutridas reservas en la ciudad y agravó la situación del rival atacando un convoy de aprovisionamiento al que puso en fuga.

La situación de César se volvió desesperada, aislado y con el hambre en sus filas. No pudo solucionarlos hasta que unos días más tarde restableció el suministro por vía fluvial y por un golpe de suerte de su caballería, que enviada a forrajear se topó con su homóloga pompeyana y en la consiguiente escaramuza la aniquiló. Desde entonces, los soldados de Afranio ya no se alejaron de sus posiciones, evidenciando un temor que aumentó cuando llegó la noticia de que Massilia había caído, provocando que muchas tribus locales empezaran a cambiar de bando, pasándose al cesariano.

Con la dinámica ya a favor, César cambió el curso del río para permitir operar mejor a su caballería. Eso disuadió a Afranio y Petreyo del peligro que suponía seguir allí, por lo que optaron por una retirada hacia Celtiberia, donde se unirían a Varrón y obtendrían superioridad numérica. Iniciaron ese movimiento el 25 de julio, dejando algunas cohortes auxiliares para proteger Ilerda. Los jinetes cesarianos trataron de alcanzarlos, pero no lo consiguieron y todo parecía abocado a una batalla campal definitiva, que era lo que César deseaba.

Tras inspeccionar el camino los exploradores de ambos bandos informaron a sus mandos de la existencia de un desfiladero cercano que brindaría evidente ventaja al primero que lo ocupase. La caballería de César se adelantó y exterminó al contingente pompeyano enviado apresuradamente a intentar impedir la operación; otro golpe anímico que cayó sobre los cada vez más desmoralizados soldados de Afranio y Petreyo, que habían visto cambiar las tornas y ahora eran ellos los que estaban aislados en una colina, sin agua ni capacidad de suministro.

Tan grave se presentaba la cosa que el procónsul y el propretor de Hispania encabezaron personalmente una salida de aprovisionamiento sin imaginar que, en su ausencia, los oficiales de su ejército, viendo perdida la partida, iban a enviar emisarios a César para parlamentar. Él aceptó negociar y sus delegados fueron recibidos en el campamento, donde escucharon la oferta de los tribunos y centuriones pompeyanos: unirse a él si recibían la promesa de no sufrir represalias. Las conversaciones terminaron violentamente cuando Petreyo, que había regresado, irrumpió con su guardia y ejecutó a los cesarianos que atrapó.

Por contra, el astuto César respetó la vida de los negociadores adversarios, que eligieron quedarse con él. Aquello no hizo sino subrayar la precaria situación de los pompeyanos, que seguían rodeados y con las raciones justas para los legionarios pero sin ellas para los auxiliares, que por eso desertaban cada vez en mayor número. La única solución era retornar a la cercana Ilerda, pero la caballería cesariana se interponía y les causó una matanza cuando intentaron forzar la ruta. No parecía haber más salida que presentar batalla campal o rendirse.


Última edición por ¿Sabías Que? el Sáb Feb 24, 2024 5:23 pm, editado 1 vez
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Ilerda, la batalla con la que Julio César arrebató Hispania a Pompeyo Empty Re: Ilerda, la batalla con la que Julio César arrebató Hispania a Pompeyo

Mensaje por ¿Sabías Que? Sáb Feb 24, 2024 5:23 pm

Tras varios intentos fallidos de vadear el río y alcanzar la ciudad, Afranio y Petreyo tiraron la toalla y capitularon el 2 de agosto. César se mostró generoso e impuso su proverbial astucia sobre el deseo de vengar la muerte de los emisarios a los que Petreyo había matado, perdonando la vida a los mandos e incluso autorizándoles a reunirse con Pompeyo si lo deseaban. También alimentó a los soldados rendidos, licenció a los auxiliares hispanos y disolvió algunas de las legiones, incorporando otras a su ejército.

La batalla de Ilerda había terminado de forma menos cruenta de lo que se esperaba, pero faltaba un epílogo: Varrón había recibido noticias erróneas sobre una victoria de Afranio y Petreyo, por lo que abandonó su ambigüedad y reforzó con guarniciones todas las ciudades disponiéndose a partir en ayuda de sus compañeros pompeyanos. Cuando se enteró de la verdad, detuvo toda la parafernalia y emprendió el camino a Gades (Cádiz), donde pensaba atrincherarse con su flota y cuantos víveres pudo acumular.

Nunca llegó porque las autoridades de la ciudad le cerraban sus puertas, tomando partido por César, quien había convocado en Corduba (Córdoba) a todos los gobernantes romanos de Hispania. La alternativa era ir a Itálica, cerca de Híspalis (Sevilla), aunque tampoco allí encontró amparo, así que no le quedó más remedio que pactar con César. Fue el primo de éste, Sexto Julio César, el encargado de recibir la rendición de Varrón, que al igual que sus compañeros fue perdonado y, tiempo después, dejaría las armas para convertirse en una de las grandes figuras de la literatura latina.

Antes, al igual que Afranio y Petreyo, Varrón se reuniría con Pompeyo y los tres combatirían a su lado en la batalla de Farsalia, que puso fin efectivo a la guerra civil y a la que no sobrevivieron los dos primeros. Entretanto, gracias a la victoria en Ilerda, Hispania estaba ganada para la causa cesariana. Regresando a Massilia, César se enteró de que Lépido había logrado que el Senado de Roma le nombrase dictador por fin y encima por un inaudito plazo de diez años. No lo cumpliría, pues si bien aquello era la culminación exitosa de su ambición, también iba a ser una sentencia de muerte a medio plazo.

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Ilerda, la batalla con la que Julio César arrebató Hispania a Pompeyo Empty El Imperio Romano de Oriente. Un imperio de mil años

Mensaje por Infornauta Lun Feb 26, 2024 11:51 am

Continuamente se publican ensayos sobre cómo fue, qué consecuencias trajo y quiénes fueron los protagonistas que hicieron que se produjera la caída de Roma. Incluso en el ideario occidental se nota un cierto complejo por la desaparición de uno de los pilares fundamentales de Europa. Sin embargo, me da la impresión de que aquellos que a lo largo de la historia se han lamentado de la pérdida de una de nuestras señas de identidad se olvidan de que, al otro lado del Mediterráneo, durante más de mil años continuó existiendo el Imperio Romano formado por los territorios orientales, con Constantinopla como capital.

Constantino el Grande, en el año 324, ordenó fundar sobre la antigua colonia griega de Bizancio una espléndida ciudad para ser la capital de todo el Imperio Romano, ciudad sobre la que se asentó una población que llevó a las orillas del Bósforo arte, sabiduría, comercio, filosofía, convirtiéndose en un foro donde se discutía desde los nuevos dogmas de la iglesia Cristiana, algunos de ellos de características heréticas, hasta las nuevas corrientes filosóficas.

Algunos emperadores ordenaron, con el fin de dejar un legado para la posteridad, recopilatorios con todo el saber que había en el mundo mediterráneo. La recopilación más importante fue la efectuada en tiempos de Justiniano, conocida como Corpus Iuris Civiles, que consistió en la reunión de todas las normas y leyes procedentes del derecho romano en una enciclopedia jurídica que ha llegado hasta hoy en día.

No debemos olvidar que los habitantes de Constantinopla eran romanos que vivían en los confines orientales del Imperio, que comprendían, entre otras tierras, las de Illyria, Moesia, Dalmacia, Tracia, Macedonia, Grecia, Tesalia, Creta, Peloponeso, Opsicio, Bitinia, Bizancio, Licia, Pisidia, Chipre, Siria, Jordania, Judea, Egipto… Los habitantes de estas zonas orientales eran tan romanos como aquellos que habitaron en Occidente y que fueron capaces de evolucionar y desarrollarse, logrando que en esos mil años hubiera muchos periodos de esplendor.

El diplomático, escritor británico y especialista en la historia de los pueblos mediterráneos John Julius Norwich (Londres, 1929-2018), decidió abordar la tarea de relatar la historia del Imperio Romano de Oriente. Para ello diseñó una trilogía que inició con la recién publicada Bizancio: Los primeros siglos. Esta obra narra de manera rigurosa y entretenida el periodo que va desde el siglo IV hasta el día de Navidad del año 800, cuando Carlomagno es coronado por el papa León III como emperador del Imperio Romano, pretendiendo ser el heredero de los césares del Imperio Romano de Occidente.

El autor afirma, al narrar los hechos acaecidos en estos primeros siglos de Bizancio, que “la historia del Imperio es un monótono relato de intrigas, de sacerdotes, eunucos y mujeres, de envenenamientos, de conspiraciones, de ingratitudes uniformes, de perpetuos fratricidios”. Afirmación contundente que nos proporciona una idea de la complejidad de la vida de los gobernantes. Norwich subraya el hecho de que “Bizancio era una autocracia regida por un Emperador a medio camino del cielo (…). Algunos de estos emperadores fueron héroes, otros monstruos, pero en ningún momento fueron aburridos”, afirmación que el propio autor explica a lo largo de su relato de la historia del Imperio de Oriente.

Norwich demuestra que es un buen conocedor del mundo del Mare Nostrum, realizando reflexiones y análisis certeros sobre lo que fue aconteciendo en el rico y complejo mundo bizantino. Como ejemplo, citaré dos de las reflexiones, entre las muchas que podemos encontrar en su ensayo. La primera dice: “Tras las invasiones bárbaras y la caída del emperador en Roma, la luz de la erudición casi se extinguió en Europa occidental, aparte de algunos monasterios”. “Sin embargo, esta luz continuó brillando a orillas del Bósforo”. La segunda afirmación argumenta que Europa le debe mucho a Bizancio, de la misma manera que le debe mucho a los reyes cristianos de Spania. En ambos extremos del Mediterráneo, gracias a los emperadores bizantinos y a los monarcas involucrados en la Reconquista de la península Ibérica, se logró contener, durante siglos, los impulsos musulmanes de expansión y conquista mediante la guerra santa. Estos hechos permitieron que Europa se desarrollara cultural, política y religiosamente, llegando a ser lo que es hoy en día. Sin esos frenos, es probable que hoy adoráramos a otro dios, tendríamos otra cultura y no se hubieran desarrollado los derechos humanos, la justicia ni tampoco la democracia actual, fundamentada en las bases políticas y filosóficas greco-cristianas.

John Julius analiza y desmenuza los tiempos de importantes personajes bizantinos como Constantino el Grande, Juliano el Apóstata, Justiniano, Belisario y Teodora, Totila, Irene, etc. Además, explica de manera certera cómo y por qué se adoptó la fe cristiana, cuáles fueron las luchas teológicas que hicieron que prosperase la teoría herética de Arrio y que en Oriente fructificase el primer cisma de la religión cristiana con el nacimiento de la Iglesia Ortodoxa y las teorías iconoclastas.

Desde el aspecto estratégico y comercial, hay que tener en cuenta que la puerta europea de la Ruta de la Seda siempre fue Constantinopla. A través de Bizancio pasaban no solo los productos de lujo del Extremo Oriente, sino también las corrientes culturales e ideas innovadoras. Además, el Imperio se enriquecía con los enormes impuestos recaudados por la aduana bizantina.

La prueba palpable de la importancia de esa “puerta” es que, cuando Constantinopla cayó en manos otomanas en 1453, junto con lo que quedaba del Imperio Romano de Oriente, las naciones ibéricas tomaron la decisión, pocos años después, de buscar rutas alternativas a la tradicional ruta terrestre de las especias, optando por viajar por mar tanto hacia Oriente como hacia Poniente.

Este primer libro de John Julius Norwich, referido a los primeros siglos de Bizancio, presenta una erudición narrada de manera didáctica y entretenida. Es una obra distinta, en la que el autor enfoca su atención en la personalidad de los protagonistas y resalta la importancia de unos hechos que, en muchos casos, son desconocidos por el gran público. Al cerrar el libro, el lector experimentará la sensación de que ha descubierto un mundo con una riqueza histórica inmensa.

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Ilerda, la batalla con la que Julio César arrebató Hispania a Pompeyo Empty Un fabuloso escudo romano, protagonista de una exposición en el Museo Británico

Mensaje por Infornauta Vie Mar 01, 2024 11:44 am

Las legiones fueron la columna vertebral del Imperio romano, al que llevaron a su máxima expansión. El territorio dominado por Roma llegó a abarcar un millón de kilómetros cuadrados gracias al poderío militar de sus ejércitos.

Ilerda, la batalla con la que Julio César arrebató Hispania a Pompeyo Imagen-del-escudo-romano-restaurado-que-fue-encontrado-en-la-antigua-ciudad-siria-de-dura-europos_0975b99d_240225113338_550x733

La promesa de conseguir la ciudadanía romana, la perspectiva de una vida mejor, además de un merecido retiro (honesta missio) con un lote de tierras cultivables para aquellos que sobrevivían a los veinte años de servicio obligatorio convirtió al ejército romano en un motor para la creación de nuevos ciudadanos, y a la profesión de legionario en algo muy atrayente.

La historia militar romana quizá se remonta al siglo VI a.C., pero sería sobre todo en época de Augusto (27 a.C. a 14 d.C.) cuando el servicio militar se convirtió en una elección profesional para muchos hombres. Aunque si bien las recompensas de la vida en el ejército eran tentadoras, los peligros también eran muy reales.

Pero ¿cómo era la vida en el ejército romano? ¿Cómo vivían los hombres en los campamentos? ¿Cómo reaccionaron a su presencia en el territorio los pueblos recién conquistados?

Una pieza única

Estas preguntas y muchas más tienen respuesta en una exposición que organiza el Museo Británico de Londres y que lleva por titulo Legion: life in the Roman army (Legión: la vida en el ejército romano). En ella, hasta el 23 de junio podrán admirarse más de 200 objetos arqueológicos procedentes de museos y colecciones privadas. Algunas de estas piezas son únicas, como un scutum, un escudo largo utilizado por los legionarios romanos, y que es el único ejemplar que se conserva en todo el mundo.

Ilerda, la batalla con la que Julio César arrebató Hispania a Pompeyo Detalle-de-la-columna-trajana-en-el-que-puede-verse-un-grupo-de-legionarios-portando-un-scutum_b89eff4c_240225114152_800x516
Detalle de la columna trajana en el que puede verse a un grupo de legionarios portando cada uno su scutum.


Ofrecido en préstamo a la institución londinense por la Universidad de Yale, el escudo fue descubierto en la antigua ciudad de Dura Europos, en la actual Siria, en la década de 1930. La ciudad, que albergaba una guarnición romana, fue asediada y destruida por los persas sasánidas en una fecha que aún no está clara (posiblemente en el año 256). Durante los trabajos de excavación, los arqueólogos de la época hallaron una cantidad especialmente significativa de armas, entre ellas el famoso escudo.

A pesar de que el scutum, que mide 105,5 centímetros de alto por 41 centímetros de ancho, fue descubierto fragmentado en trece trozos, ha podido ser restaurado (hasta en 13 ocasiones) y se ha conservado en excelentes condiciones gracias al clima seco de la región. Esta arma defensiva (cuya forma actual es más redondeada que la original debido a las sucesivas restauraciones) fue elaborada principalmente con listones de madera de 30 a 80 milímetros de ancho y de 1,5 a 2 milímetros de espesor, uniendo tres capas de madera.

El escudo está prácticamente completo. De hecho, la única parte que no logró localizarse fue el umbo, una pieza de metal que se colocaba en la parte central externa de los escudos para dar un carácter ofensivo a la estructura.

En cuanto a su parte posterior, estaba provista de tiras de madera de refuerzo, aunque desafortunadamente no se han conservado. Asimismo, la superficie frontal del scutum estaba recubierta de cuero, que fue adherido con pegamento animal y pintado, normalmente de un brillante color rojo. La pieza está decorada también con diversos elementos pintados, entre los que destacan motivos romanos y del regimiento, un águila con una corona de laurel, varias victorias aladas y un león.

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Ilerda, la batalla con la que Julio César arrebató Hispania a Pompeyo Empty Contra el Imperio Romano: la revolución del militar de Sertorio, que no quería gobernar

Mensaje por Artenauta Sáb Mar 02, 2024 7:37 am

La Guerra Civil Romana se trasladó a la Península Ibérica a partir del 82 a. C. porque Hispania era un territorio fundamental para el equilibrio económico de Roma. En ese momento apareció en escena el militar romano Quinto Sertorio, quien aprovechó la ocasión para hacer frente al Imperio Romano. El programa 'Arqueomanía' explica por qué el líder revolucionario, sin querer obtener el poder, inició la Guerra Sertoriana que duró siete años.

¿Quién era Sertorio?


Sertorio no pertenecía a una familia noble, pero se pudo formar en el mundo militar. Según Francisco Romeo, arqueólogo de la Universidad de Zaragoza, el revolucionario llegó a ser jefe de una ala de exploradores con el general Caio Mario. Juntos investigaban el terreno para que el ejército avanzara. El bagaje que adquirió como rastreador y comandante lo puso en práctica en la guerra que lleva su nombre.

El líder que no buscaba serlo


Tal y como explica Antonio Pizzo, arqueólogo y director de la Escuela Española de Historia y Arqueología en Roma (EEHAR), Sertorio se convirtió en un militar revolucionario que desafió al pontífice máximo Cecilio Metelo y, posteriormente, al líder militar Cneo Pompeyo. Quinto Sertorio condujo la Guerra Sertoriana en Hispania durante una década, hasta el 72 a. C. Sin embargo, la finalidad del golpista tras generar el conflicto bélico no era gobernar. Según el director de EEHAR, lo que quería era recuperar los valores republicanos.

¿Cuál era su plan?


Romeo afirma que el plan del revolucionario era volver a la Península Itálica por vía marítima para restaurar el sistema de gobierno que consideraba legítimo: la República. Para ello, el militar estableció contactos diplomáticos con el rey del Estado helenístico Ponto, Mitrídates VI, con el propósito de usar su flota y con los piratas cilicios para plantarse en suelo itálico.

La previsión era de dos días de travesía partiendo de Dianium, la actual ciudad de Denia, uno de los puertos sertorianos más importantes. Los romanos controlaron los mares en todo momento y a Sertorio no le quedó otra que acceder por vía terrestre, por la Galia, la actual Francia.

¿Cómo acabó la revolución?


Finalmente, Pompeyo derrotó al ejército sertoriano en el 75 a. C. En el 74 a. C. Metelo y Pompeyo unieron sus ejércitos y poco a poco recuperaron los territorios de la Península Ibérica que los republicanos habían conquistado. En el 72 a. C., Sertorio fue asesinado y cayeron las últimas ciudades. La revolución fracasó, pero su líder pasó a la historia como alguien que sacrificó su vida por la causa republicana.
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Ilerda, la batalla con la que Julio César arrebató Hispania a Pompeyo Empty "Pila fossata", el arma que usó la legión romana para defenderse de los bárbaros

Mensaje por ¿Sabías Que? Dom Mar 10, 2024 6:26 pm

Un grupo de investigadores ha sacado a la luz un hallazgo excepcional: 23 afiladas estacas de madera que habrían sido empleadas por las legiones como una letal arma defensiva contra las tribus bárbaras.

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En los sombríos bosques de la frontera del Rin, los encarnizados combates entre las legiones romanas y las tribus bárbaras se saldaban con centenares, e incluso miles, de muertos que quedaban abandonados en las húmedas zonas pantanosas.

En el siglo I d.C., para defender el limes (frontera) germánico, los romanos construyeron fortificaciones a orillas del río Lahn, sobre la colina de Blöskopf, cerca de la actual ciudad de Bad Ems, en el estado de Renania-Palatinado, cuyo descubrimiento tuvo lugar en 2019.

Que el lugar tuvo una gran actividad militar en época romana lo atestigua la presencia en Bad Ems de dos campamentos romanos donde un equipo de arqueólogos llevó a cabo un extraordinario hallazgo: 23 estacas de madera afiladas colocadas en zanjas en forma de V.

Este descubrimiento es la primera evidencia arqueológica de lo que se conoce como pila fossata, un tipo de defensa que emplearon los romanos para repeler a las hordas bárbaras que amenazaban la frontera norte de Germania.

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Unas defensas letales

Hasta hoy solo se conocía la presencia de este tipo de defensa en los campamentos romanos a través de las fuentes escritas. Una de las más célebres se encuentra en la Guerra de las Galias, una obra escrita por Julio César y que describe en tercera persona.

Hasta hoy solo se conocía la presencia de este tipo de defensa a través de las fuentes escritas.


Ilerda, la batalla con la que Julio César arrebató Hispania a Pompeyo Algunas-de-las-estacas-de-madera-recuperadas-por-los-arqueologos-en-un-campamento-romano_8dab8d7d_240229161408_800x1067

César lo describe así: "Detrás de estos levantó un baluarte y un muro de doce pies de altura. A esto añadió un parapeto y almenas, con grandes estacas cortadas como cuernos de ciervo, que sobresalían de la unión del parapeto y las almenas, para impedir que el enemigo las escalara, y rodeó toda la obra con torreones, que estaban a ochenta pies de distancia unos y otros".

Tras años de estudio, los conservadores de la Universidad Goethe, en la ciudad de Fráncfort, han dado a conocer ahora por primera vez estas afiladas estacas. En un comunicado conjunto del Centro Leibniz de Arqueología (LEIZA) y la Dirección General del Patrimonio Cultural Renania-Palatinado (GDKE), el experto en conservación de madera húmeda, Markus Wittköpper, ha explicado que "estas estacas están excepcionalmente bien conservadas debido a la gran humedad del suelo y al escaso oxígeno que había al estar cubiertas por densas capas de sedimentos. En mis 35 años de actividad profesional nunca me había topado con capas de sedimentos tan firmemente adheridas", añade con asombro.

Un descubrimiento sensacional y único

Por su parte, Alexandra W. Busch, directora General de LEIZA, ha señalado que "estas estacas de madera encontradas en Bad Ems, y que a primera vista pasan desapercibidas, son en realidad un gran y sensacional descubrimiento para el mundo de la arqueología". Según los investigadores (y como también informa el historiador romano Tácito), el castrum donde fueron encontradas estas estacas formaba parte de una misión dirigida por el gobernador romano Quinto Curcio Rufo que tenía como objetivo la búsqueda de vetas de plata en esta región minera.

"Estas estacas de madera encontradas en Bad Ems, y que a primera vista pasan desapercibidas, son en realidad un gran y sensacional descubrimiento", según los arqueólogos.


Ilerda, la batalla con la que Julio César arrebató Hispania a Pompeyo Las-estacas-de-madera-antes-de-ser-extraidas-del-foso-en-las-que-fueron-encontradas_f02855b6_240229161606_800x599

El mayor de los dos campamentos, con una superficie de unas 8 hectáreas, ofrecía espacio para unos 3.000 hombres, estaba perfectamente fortificado y rodeado por una poderosa muralla de tierra y adobe, jalonada por torres defensivas de madera.

Asimismo, las excavaciones realizadas en el campamento más pequeño, de 0,1 hectáreas, donde salieron a la luz las 23 estacas, habría sido el centro desde donde se controlaba una importante zona minera en torno al año 50 d.C. En el interior de este pequeño fuerte se encuentra uno de los edificios de piedra más antiguos documentados en la orilla derecha del Rin, que ha sido identificado por los arqueólogos como la estructura defensiva central de este complejo construido por Roma en las lejanas fronteras del Imperio.

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Ilerda, la batalla con la que Julio César arrebató Hispania a Pompeyo Empty Curiosidades de los legionarios del Imperio Romano: de su férrea preparación a las deserciones masivas de los reclutas

Mensaje por Cybernauta Lun Mar 11, 2024 11:23 am

Es complicado que el Imperio Romano no se haya colado entre tus conversaciones durante los últimos meses. Viral como ninguno, aquella época se convirtió en furor entre los jóvenes al confesar que muchos de ellos, la mayoría hombres, pensaban en ese momento de nuestra historia al menos una vez al día. Verdad o no, lo cierto es que su mantenimiento durante siglos no se entiende sin un ejército bien equipado, entrenado y alimentado: las legiones romanas.

Las legiones no solo fueron instrumento de conquista, sino también de civilización, promoción social, integración y urbanismo. De hecho, un modo de conseguir la ciudadanía romana era servir durante 25 años en un cuerpo del ejército. Unas tropas que defendieron territorios y que fueron las que levantaron los primeros puentes, vías y ciudades que a día de hoy son las bases de nuestras grandes infraestructuras.

¿Qué sabemos de la vida de los legionarios?

Organizados, abastecidos y equipados, así podría resumirse cómo era el día a día de los legionarios romanos. Cuidados con el más mínimo detalle, los soldados tenían la sensación de formar parte de una máquina bien engrasada y perfectamente entrenada. Además, poseían un fuerte sentimiento de pertenencia al grupo, lo que fomentaba el correcto desempeño de sus labores como parte del ejército.

Su férrea disciplina incrementaba la conciencia de inclusión en un equipo que luchaba por un mismo objetivo: la defensa de sus fronteras y la conquista de nuevos territorios. Su vida profesional no superaba los 25 años, así que la gran mayoría perdían el derecho a casarse y a tener pocos o prácticamente ningún entretenimiento. Sus días transcurrían entre largas marchas bajo el peso de una armadura que, en muchas ocasiones, superaban los 40 kg. El legionario pasaba media vida empuñando el arma, repitiendo incansablemente cada una de las maniobras y acabando por interiorizar ciertas habilidades que convertían a la legión en el cuerpo más disciplinado de la antigüedad.

A mediados de 1973, los arqueólogos hallaron una fortificación en terrenos holandeses. En ellos encontraron un importante hallazgo: unas tablillas de madera de las que se pudieron extraer multitud de informaciones referentes a la vida cotidiana del ejército entre los años 85 y 105 d.C. Las primeras conclusiones de los grafistas fueron claras, ya que dieron con informes administrativos, quejas de algunos comerciantes y lo más llamativo: casos de deserción masiva.

Educación férrea, pero deserciones masivas


No debemos olvidar que el poder de Roma se basaba en que sus militares no eran solo guerreros, sino que también adoptaban profesiones tan dispares como obreros, leñadores, constructores o ingenieros. Era tal su trabajo en equipo, que una legión de unos 6.000 hombres tan solo necesitaba un par de horas para levantar una fortificación y excavar un foso de dos metros de profundidad.

Muchos de los asentamientos del ejército debían contar con su propio médico, pero también con productos que ellos mismos fabricaban para poder venderlos en los territorios conquistados y lograr sobrevivir al avance de las tropas. En ocasiones, contaban incluso con talleres de cerámica o con zapateros, unas figuras tremendamente apreciadas porque eran quienes se encargaban de fabricar y reparar las sandalias de cuero de los soldados.

A lo largo de los años, los arqueólogos descubrieron que en los recintos fortificados no solo se encontraban estructuras de madera -temporales y de menor calidad-, sino que también había multitud de edificios construidos con piedra. Esto implicaba que las legiones dejaron de ser tan nómadas y poco a poco se fueron instalando permanentemente en las fronteras. En estos pueblos, las legiones convivían junto a comerciantes, familiares de los soldados y zonas de ocio. Una de ellas se convertiría en uno de los símbolos más emblemáticos del mundo romano: los baños. Con todo ello, los reclutas de las tropas formaron sus propias familias dentro de estos asentamientos. Factor que explica el porqué de las deserciones de tantos hombres tras la creación de estos enclaves.
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Ilerda, la batalla con la que Julio César arrebató Hispania a Pompeyo Empty 5 curiosidades de Trajano, el emperador que nació en Sevilla: Llegó a ser "dios" del Imperio Romano

Mensaje por ¿Sabías Que? Dom Mar 17, 2024 5:57 pm

A principios del siglo II d.C, el Imperio Romano vivirá los años de máximo esplendor. Este periodo coincidirá con el inicio del reinado del primer emperador nacido fuera de Italia: se trata de Marco Ulpio Trajano, un monarca emblemático cuyo Gobierno pasó a la historia tras ser elevado a la categoría de "dios". Ahora bien, ¿cómo fue su vida en Itálica, actual Andalucía? ¿Cómo consiguió alzarse con el poder? ¿Quiénes fueron sus sucesores?

1. Importancia política y económica: así fue la familia de Trajano

Augusto, también emperador romano, organizó un imperio que atribuyó a cada provincia un papel específico en relación con Roma y al Ejército. La Bética fue, precisamente, la región productora y abastecedora de aceite de Roma y de todo el ejército situado en lo que hoy en día son los territorios de Inglaterra, Alemania y Suiza.

En aquella provincia nació Trajano en el año 53 d.C. bajo una familia cuyas informaciones apuntan a lo importante política y económicamente que fueron en la ciudad. Aunque su origen figura en esta zona, lo cierto es que no hay datos sobre su infancia en esta tierra. El ascenso social de su familia, además, coincide con el apoyo a Vespasiano, proclamado emperador en el año 69 de nuestra era. Bajo su mandato, el padre de Trajano fue enviado a la provincia de Siria como gobernador y su hijo le siguió asumiendo el mando de una legión con solo 24 años.

2. Grandes dotes de mando, clave en su ascenso político

Siria fue una región fundamental en el territorio romano. Abarcaba el Mediterráneo oriental, así que esa posición estratégica convertía a las ciudades de esa zona en centros de ebullición cultural y económica. Además de sus exóticos mercados, las capitales sirias levantaron edificios públicos y una red viaria que facilitaba el tránsito comercial entre ellas. En esos años, un joven Trajano comprendió que Roma podría lograr su eterna aspiración de abrir la puerta al comercio del Lejano Oriente. En cada sitio donde era destinado, el futuro emperador demostraba sus dotes de mando. De hecho, tenía la fama de conocer a todos por su nombre y luchaba al frente como uno más, así que rápidamente consiguió ascender en la Corte.

El emperador Domiciano, gobernante en aquellos años, estaba cada vez más aislado a causa de su tiranía. Un factor que terminó desembocando en su asesinato y posterior destrucción de retratos y todo tipo de utensilios relacionados con su Gobierno. Y las luchas, como no podía ser de otra manera, no tardaron en llegar.

3. La adopción que le dio plenos poderes


El plan inicial fue convertir a Trajano en el gobernador de Germania y ponerlo al mando de un potente ejército. Maguncia era la capital de la Germania superior, y en ella estuvo viviendo durante gran parte de su mandato. Precisamente, la forma más eficaz de controlar los límites del Imperio era a través de estas embarcaciones, en las que un número reducido de soldados podía alcanzar rápidamente cualquier fortificación romana. Fue desde Maguncia donde el emperador Nerva obtuvo el título de gobernador germánico. Años más tarde y gracias a la presión del grupo de hispanos del Senado, el anciano Nerva adoptó a Trajano convirtiéndolo en su hijo y heredero.

Tras el fallecimiento de Nerva, su sucesor no marchó a Roma de inmediatamente, sino que permaneció en Germania asegurando sus fronteras. Desde que recibió el anuncio, Trajano permaneció allí durante dos años. Solo cuando supo que la frontera del Rin era segura, regresó a Roma para hacer su entrada triunfal convertido en emperador y con el título honorífico de germánico que lo acompañaría toda su vida. La vieja aspiración hispana se había hecho realidad.

4. Legionarios, claves en el desarrollo de infraestructuras


Pasaron más de 2.000 años desde que Roma comenzase a convertirse en la capital del mundo. Sin embargo, aquella ciudad estaba en pleno apogeo en el año 99. Según varias fuentes, Trajano contaba con un ejército de 100.000 hombres, cuyo éxito radicaba en una sólida técnica militar.

El tiempo entre la primera y la segunda Guerra de África, Trajano lo dedicó a mejorar las vías de comunicación en las zonas que ya tenía conquistadas. La obra más monumental se llevó a cabo en una pequeña ciudad en la frontera con Serbia. Se trata de un puente de más de un kilómetro de largo que cruzaba todo el Danubio para que las tropas cruzaran el río con rapidez. Los mismos legionarios, de hecho, fueron su mano de obra durante los años 103 y 105. A partir de ese momento, las empresas militares pasaron a formar parte de la iconografía de los principales edificios públicos y Roma se preparó para unas fiestas que duraron más de 100 días.

5. La enfermedad que precipitó su retirada


Durante su carrera política, Trajano conoció la primera gran victoria militar sobre una zona que a día de hoy conocemos como Rumanía. En el mar Adriático, el emperador aplicó su política portuaria a la ciudad de Antona y construyó un nuevo puerto que hacía más segura la navegación, pero también una travesía que evidenciaba la rapidez en los desplazamientos.

Para agilizar aún más las rutas comerciales, Trajano inició la construcción de una gran carretera que comunicaba el Mar Rojo con la ciudad de Vostra, bautizada como "Vía Trajana Nova". En el año 113 d.C, cuando acaba de cumplir 60 años, el emperador parte de Roma para conquistar las provincias de Armenia y Mesopotamia llegando hasta el Golfo Pérsico.

Al final de estos acontecimientos se produjo un momento de crisis, cuya revuelta se inicia en Alejandría y se extiende por todo el oriente del Mediterráneo. Y aunque Trajano consiguió eliminar los focos de resistencia, una enfermedad le obligó a retirarse del conflicto. Cuando atravesaba la zona de Siria, su salud empeoró de forma que en su lecho de muerte, ante su esposa, decidió adoptar a Adriano, hijo de uno de sus primos.
Trajano, emperador

Tras la muerte de Trajano, Adriano se convirtió en gobernador de Siria y quedó al mando del ejército en su ausencia. Su primera gran decisión fue poner fin a la guerra, devolviendo la mayoría de los territorios conquistados y estableciendo el Éufrates como frontera. Adriano concibió una forma de gobierno radicalmente opuesto a la de su antecesor.

Aunque cada uno tuvo su propia forma de mostrarse al pueblo, lo cierto es que los retratos de Trajano destacaron por la sencillez, seriedad y modestia con la que fue representado. En el transcurso de su reinado, los artistas también se preocuparon por transmitir su lado más amable. Fue tras su muerte cuando comenzó a representarse como figura de culto. Murió el hombre, pero había nacido su leyenda.

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Ilerda, la batalla con la que Julio César arrebató Hispania a Pompeyo Empty ¿Cuánto tardaron los romanos en conquistar Hispania?

Mensaje por Infornauta Mar Mar 26, 2024 7:23 am

Más de 200 años pasaron los romanos luchando contra los distintos pueblos de la península ibérica.


En la historia de la antigua Roma, la conquista de Hispania se destaca como una lucha titánica que se prolongó durante dos siglos. ¿Qué tenía esta tierra en el fin del mundo conocido para desafiar al poderío romano con tal ferocidad? Más allá de su riqueza en minerales y su valiosa posición estratégica, Hispania era un crisol de culturas que prometía enriquecer el legado romano. Este relato es una odisea de ambición y resistencia, un choque de civilizaciones donde el dominio y la determinación forjaron una era definida por el encuentro entre el implacable avance de Roma y la inquebrantable voluntad de los pueblos de Hispania.

Hispania a la llegada de Roma


Antes de la llegada de las águilas de Roma, la península ibérica era un mosaico de culturas y pueblos tan diverso como complejo. Desde las costas donde fenicios y griegos establecieron colonias comerciales hasta las inaccesibles montañas habitadas por tribus guerreras, Hispania no conocía la uniformidad. Cada valle, cada río, marcaba los límites de reinos y ciudades-estado que gobernaban con costumbres y leyes propias. Los íberos en el este, los celtíberos en el interior, los lusitanos en el oeste y otros tantos pueblos componían un paisaje humano rico y fragmentado. Esta estructura política y social, tan diferente a la centralización de otros territorios conquistados por Roma, presentaba un desafío singular: no había un poder único a derrotar, sino una amalgama de resistencias, alianzas fugaces y orgullos locales. La península se revelaba así, no solo como un territorio a conquistar sino como un enigma a descifrar.

Ilerda, la batalla con la que Julio César arrebató Hispania a Pompeyo 660148f876a78

El inicio de la conquista


La conquista de Hispania por Roma comenzó con el desembarco en Ampurias en el año 218 a.C. Este primer contacto no fue un mero acto de expansión territorial; formaba parte de una estrategia mayor en el contexto de la Segunda Guerra Púnica contra Cartago. Los romanos, sin embargo, no encontrarían en Hispania un enemigo centralizado, sino una constelación de pueblos dispuestos a luchar ferozmente por su tierra y libertad. Las primeras campañas revelaron tanto el valor de los pueblos ibéricos como los inmensos desafíos logísticos y militares para los invasores. Montañas escarpadas, ríos caudalosos y un conocimiento del terreno que los nativos supieron utilizar a su favor complicaron la avanzada romana. Aunque las primeras victorias otorgaron a Roma un precario pie de apoyo en la península, cada paso adelante se veía contrarrestado por la resistencia de las tribus locales, marcando el comienzo de una larga saga de conquista, llena de conflictos sin resolver.


Fran Navarro
Publicado por Fran NavarroHistoriador y experto en documentación

Creado:
25.03.2024 | 17:00

Actualizado:
25.03.2024 | 17:00

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En la historia de la antigua Roma, la conquista de Hispania se destaca como una lucha titánica que se prolongó durante dos siglos. ¿Qué tenía esta tierra en el fin del mundo conocido para desafiar al poderío romano con tal ferocidad? Más allá de su riqueza en minerales y su valiosa posición estratégica, Hispania era un crisol de culturas que prometía enriquecer el legado romano. Este relato es una odisea de ambición y resistencia, un choque de civilizaciones donde el dominio y la determinación forjaron una era definida por el encuentro entre el implacable avance de Roma y la inquebrantable voluntad de los pueblos de Hispania.
Numancia

La destrucción de Numancia. Juan Antonio Ribera / Wikimedia
Hispania a la llegada de Roma

Antes de la llegada de las águilas de Roma, la península ibérica era un mosaico de culturas y pueblos tan diverso como complejo. Desde las costas donde fenicios y griegos establecieron colonias comerciales hasta las inaccesibles montañas habitadas por tribus guerreras, Hispania no conocía la uniformidad. Cada valle, cada río, marcaba los límites de reinos y ciudades-estado que gobernaban con costumbres y leyes propias. Los íberos en el este, los celtíberos en el interior, los lusitanos en el oeste y otros tantos pueblos componían un paisaje humano rico y fragmentado. Esta estructura política y social, tan diferente a la centralización de otros territorios conquistados por Roma, presentaba un desafío singular: no había un poder único a derrotar, sino una amalgama de resistencias, alianzas fugaces y orgullos locales. La península se revelaba así, no solo como un territorio a conquistar sino como un enigma a descifrar.
Hispania prerromana

La destrucción de Numancia. Juan Antonio Ribera / Wikimedia
El inicio de la conquista

La conquista de Hispania por Roma comenzó con el desembarco en Ampurias en el año 218 a.C. Este primer contacto no fue un mero acto de expansión territorial; formaba parte de una estrategia mayor en el contexto de la Segunda Guerra Púnica contra Cartago. Los romanos, sin embargo, no encontrarían en Hispania un enemigo centralizado, sino una constelación de pueblos dispuestos a luchar ferozmente por su tierra y libertad. Las primeras campañas revelaron tanto el valor de los pueblos ibéricos como los inmensos desafíos logísticos y militares para los invasores. Montañas escarpadas, ríos caudalosos y un conocimiento del terreno que los nativos supieron utilizar a su favor complicaron la avanzada romana. Aunque las primeras victorias otorgaron a Roma un precario pie de apoyo en la península, cada paso adelante se veía contrarrestado por la resistencia de las tribus locales, marcando el comienzo de una larga saga de conquista, llena de conflictos sin resolver.
La muerte de Viriato

La muerte de Viriato. José de Madrazo / Wikimedia

La resistencia de Numancia y otros obstáculos


El asedio de Numancia se erige como un símbolo de la inquebrantable resistencia ibérica, una ciudad que, cercada por Roma, eligió el suicidio antes que rendirse. Al menos eso cuenta la leyenda más extendida sobre este conflicto, no exento de cierto nacionalismo. Esta batalla no solo demostró la determinación de los pueblos ibéricos, sino que también forzó a Roma a replantear sus estrategias militares. Paralelamente, la figura de Viriato emerge, un líder lusitano cuyas tácticas de guerrilla desafiaron repetidamente el dominio romano, convirtiéndose en leyenda. Fue contra estos telones de fondo donde generales como Escipión mostraron su genio estratégico, no solo en el campo de batalla sino en la elaboración de alianzas, a veces selladas con oro y otras veces rotas por el acero. La victoria final de Roma no se debió únicamente a su superioridad militar, sino a la capacidad de adaptar y superar las tácticas de sus enemigos, un proceso que irrevocablemente transformó tanto al imperio como a la tierra que buscaba conquistar.

La conquista de Hispania alcanzó su culminación bajo el mandato de Augusto, quien, en el año 19 a.C., logró lo que muchos antes que él no pudieron: la completa pacificación de la península (o al menos eso pretendió afirmar el primer emperador de roma). Las guerras cántabras representaron el último bastión de la resistencia indígena, una serie de conflictos feroces en las montañas del norte que pusieron a prueba el ingenio militar romano. La victoria de Augusto fue un triunfo en el campo de batalla, pero también simbolizó la consolidación definitiva del control romano sobre Hispania. Esta conquista final abrió la puerta a una era de profunda transformación. La paz de Roma, la Pax Romana, permitió el florecimiento de la infraestructura, el comercio, y la cultura romanas en la península. Las ciudades crecieron, las carreteras unieron distantes provincias, y el latín se arraigó en el lenguaje y la administración. Hispania, finalmente sometida, iniciaba un nuevo capítulo en su historia, marcado por la prosperidad y la integración en el vasto mundo romano.

De Roma a España


La conquista romana dejó en Hispania un legado imborrable, cimentando las bases de la cultura hispánica moderna. La introducción de infraestructuras como acueductos y carreteras, junto con la adopción del latín, transformó profundamente la península, conectando sus pueblos y facilitando una integración que perduraría a través de los siglos. Sin embargo, más allá de los impresionantes logros arquitectónicos y lingüísticos, el espíritu indomable de los pueblos ibéricos permaneció, entrelazándose con la herencia romana en un tapiz rico y complejo de historia compartida. La conquista, aunque transformadora, no borró las identidades preexistentes, sino que las amalgamó, dando lugar a una Hispania que, aún bajo el dominio romano, conservó el carácter único y la herencia de sus antiguos habitantes.

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