Argentina y Venezuela, dos paraísos socialistas que galopan hacia el caos
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Argentina y Venezuela, dos paraísos socialistas que galopan hacia el caos
Ambos gobiernos agotan sus reservas de dólares para tratar de frenar el desplome de sus monedas en medio de una inflación desbocada.
HIPERINFLACIÓN Y DERRUMBE ECONÓMICO
Argentina y Venezuela han caído en la hiperinflación (subidas de precios de más del 50%) y, de mantener la actual senda, galopan directos hacia el caos económico y social. La fuerte devaluación que han sufrido sus respectivas monedas en los últimos días es tan sólo un reflejo de los profundos y graves problemas estructurales que padecen ambos países como consecuencia de las políticas populistas aplicadas en la última década.
En este sentido, el kirchnerismo y el chavismo son dos caras de una misma moneda, llamada "peronismo" en el caso argentino y "socialismo del siglo XXI" en el venezolano, cuyo denominador común es un estatismo exacerbado con la excusa de combatir el malvado capitalismo.
Sus economías, otrora ricas y desarrolladas, son hoy meras potencias emergentes en constante y creciente declive, cuyo posible colapso amenaza con golpear a sus principales socios comerciales en América Latina, pero también a las grandes empresas españolas con una elevada exposición a ambos países. El Ibex perdió más de un 3,6% este viernes debido, precisamente, a las fuertes turbulencias monetarias que ha registrado Argentina en los últimos días.
Entre el pasado miércoles y jueves, el peso argentino ha sufrido su mayor devaluación en el mercado oficial (regulado por el Estado) desde la quiebra soberana de 2002, tras abandonar la paridad cambiaria de 1 peso-1 dólar. El valor del peso se desplomó más de un 12%, hasta rondar el umbral de 8 pesos por 1 dólar, debido a que el Banco Central de Argentina decidió no intervenir el mercado durante algunas horas. Y si no bajó más fue porque la autoridad monetaria optó, finalmente, por estabilizar su valor, vendiendo unos 100 millones de dólares de sus reservas para comprar pesos.
Se trata de la mayor depreciación intradía que sufre su moneda desde los tenebrosos días del default, hace ahora 12 años. Pero si ésta no se ha producido antes es, simplemente, porque Argentina vive desde entonces bajo el yugo de una fuerte intervención monetaria que fija el tipo de cambio artificial muy por encima del valor real del peso (el que le otorga el mercado, no el Gobierno).
Prueba de ello es el siguiente gráfico, donde se observa el tipo de cambio oficial en la última década: el Estado ha ido devaluando el peso poco a poco, pero de forma creciente, en los últimos años, y ahora que durante apenas dos días ha dejado fluctuar su moneda libremente, se ha desplomado de golpe.
HIPERINFLACIÓN Y DERRUMBE ECONÓMICO
Argentina y Venezuela han caído en la hiperinflación (subidas de precios de más del 50%) y, de mantener la actual senda, galopan directos hacia el caos económico y social. La fuerte devaluación que han sufrido sus respectivas monedas en los últimos días es tan sólo un reflejo de los profundos y graves problemas estructurales que padecen ambos países como consecuencia de las políticas populistas aplicadas en la última década.
En este sentido, el kirchnerismo y el chavismo son dos caras de una misma moneda, llamada "peronismo" en el caso argentino y "socialismo del siglo XXI" en el venezolano, cuyo denominador común es un estatismo exacerbado con la excusa de combatir el malvado capitalismo.
Sus economías, otrora ricas y desarrolladas, son hoy meras potencias emergentes en constante y creciente declive, cuyo posible colapso amenaza con golpear a sus principales socios comerciales en América Latina, pero también a las grandes empresas españolas con una elevada exposición a ambos países. El Ibex perdió más de un 3,6% este viernes debido, precisamente, a las fuertes turbulencias monetarias que ha registrado Argentina en los últimos días.
Entre el pasado miércoles y jueves, el peso argentino ha sufrido su mayor devaluación en el mercado oficial (regulado por el Estado) desde la quiebra soberana de 2002, tras abandonar la paridad cambiaria de 1 peso-1 dólar. El valor del peso se desplomó más de un 12%, hasta rondar el umbral de 8 pesos por 1 dólar, debido a que el Banco Central de Argentina decidió no intervenir el mercado durante algunas horas. Y si no bajó más fue porque la autoridad monetaria optó, finalmente, por estabilizar su valor, vendiendo unos 100 millones de dólares de sus reservas para comprar pesos.
Se trata de la mayor depreciación intradía que sufre su moneda desde los tenebrosos días del default, hace ahora 12 años. Pero si ésta no se ha producido antes es, simplemente, porque Argentina vive desde entonces bajo el yugo de una fuerte intervención monetaria que fija el tipo de cambio artificial muy por encima del valor real del peso (el que le otorga el mercado, no el Gobierno).
Prueba de ello es el siguiente gráfico, donde se observa el tipo de cambio oficial en la última década: el Estado ha ido devaluando el peso poco a poco, pero de forma creciente, en los últimos años, y ahora que durante apenas dos días ha dejado fluctuar su moneda libremente, se ha desplomado de golpe.
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Re: Argentina y Venezuela, dos paraísos socialistas que galopan hacia el caos
Si en 2009 comprar un dólar costaba tres pesos, a principios de 2013 valía casi 5 y ahora ya ronda los 8 por cada billete verde. Y esto en cuanto al cambio oficial, ya que en el mercado extraoficial (en la calle) el denominado dólar blue cotiza por encima de los 13 pesos. Es decir, pese a la devaluación, el valor real del peso es todavía muy inferior al oficial.
Todo ello se traduce en una fuerte inflación, que el Gobierno sitúa en el 10%, mientras que otros economistas la elevan al 30% e incluso algunos expertos independientes la colocan por encima del 60% interanual, tasas propias de un proceso hiperinflacionario.
La razón de esta brusca depreciación monetaria estriba en la política económica seguida por el Gobierno de los Kirchner: nacionalización de industrias y empresas (la expropiación de la petrolera YPF es un claro ejemplo), fuerte e intenso intervencionismo estatal en todos los ámbitos de la economía, un aumento muy sustancial del gasto público y los impuestos y, sobre todo, un creciente proteccionismo comercial. Un particular cóctel, muy similar al venezolano, que ha tenido como resultado la caída de la producción nacional y una inflación cada vez más elevada, consecuencia de una suicida política monetaria para respaldar al Gobierno.
El PIB argentino se está frenando de forma brusca, mientras que su sector exterior lleva tiempo en números rojos. Su balanza por cuenta corriente registra el déficit más alto desde 2001, en tiempos de la convertibilidad con el dólar, como consecuencia del deterioro de sus exportaciones y el fuerte incremento de las importaciones. Esto significa que los argentinos consumen más de lo que producen y, por tanto, necesitan un mayor volumen de divisas para importar bienes y pagar su deuda externa, así como para defender artificialmente su tipo de cambio oficial con el objetivo de ocultar la inflación real a la opinión pública.
Y puesto que Argentina no ingresa el volumen de divisas suficiente mediante sus exportaciones o la producción de petróleo, su Gobierno intenta a toda costa restringir las importaciones a su población (proteccionismo) y atesorar la máxima cantidad de dólares posible, limitando su circulación (cepo cambiario) y evitando la salida de divisas del país (control de capitales).
Pero como es imposible corregir un error con otro mayor, su estrategia ha fracasado estrepitosamente. Prueba de ello, es que sus reservas internacionales se han desplomado hasta mínimos de 2006, por debajo de los 30.000 millones de dólares. En los últimos tiempos, su Banco Central se ha gastado una media de 1.000 millones de dólares al mes en la compra de pesos para evitar el derrumbe de su moneda nacional, pero ante el riesgo evidente de agotar sus reservas ha optado por no intervenir durante un par de días en el mercado oficial, propiciando así la devaluación observada desde el miércoles.
Con este cambio de política, el Gobierno pretende encarecer las importaciones y abaratar las exportaciones argentinas, a costa, eso sí, de empobrecer un poco más a su población. Pero el problema de fondo sigue siendo su decreciente competitividad económica y el excesivo peso de su Estado, con lo que la devaluación oficial servirá de poco. La creciente desconfianza de los argentinos hacia su moneda, el proteccionismo y la escasez de reservas acrecientan el riesgo hiperinflacionario e incluso un escenario de estanflación (recesión y elevada inflación).
Todo ello se traduce en una fuerte inflación, que el Gobierno sitúa en el 10%, mientras que otros economistas la elevan al 30% e incluso algunos expertos independientes la colocan por encima del 60% interanual, tasas propias de un proceso hiperinflacionario.
La razón de esta brusca depreciación monetaria estriba en la política económica seguida por el Gobierno de los Kirchner: nacionalización de industrias y empresas (la expropiación de la petrolera YPF es un claro ejemplo), fuerte e intenso intervencionismo estatal en todos los ámbitos de la economía, un aumento muy sustancial del gasto público y los impuestos y, sobre todo, un creciente proteccionismo comercial. Un particular cóctel, muy similar al venezolano, que ha tenido como resultado la caída de la producción nacional y una inflación cada vez más elevada, consecuencia de una suicida política monetaria para respaldar al Gobierno.
El PIB argentino se está frenando de forma brusca, mientras que su sector exterior lleva tiempo en números rojos. Su balanza por cuenta corriente registra el déficit más alto desde 2001, en tiempos de la convertibilidad con el dólar, como consecuencia del deterioro de sus exportaciones y el fuerte incremento de las importaciones. Esto significa que los argentinos consumen más de lo que producen y, por tanto, necesitan un mayor volumen de divisas para importar bienes y pagar su deuda externa, así como para defender artificialmente su tipo de cambio oficial con el objetivo de ocultar la inflación real a la opinión pública.
Y puesto que Argentina no ingresa el volumen de divisas suficiente mediante sus exportaciones o la producción de petróleo, su Gobierno intenta a toda costa restringir las importaciones a su población (proteccionismo) y atesorar la máxima cantidad de dólares posible, limitando su circulación (cepo cambiario) y evitando la salida de divisas del país (control de capitales).
Pero como es imposible corregir un error con otro mayor, su estrategia ha fracasado estrepitosamente. Prueba de ello, es que sus reservas internacionales se han desplomado hasta mínimos de 2006, por debajo de los 30.000 millones de dólares. En los últimos tiempos, su Banco Central se ha gastado una media de 1.000 millones de dólares al mes en la compra de pesos para evitar el derrumbe de su moneda nacional, pero ante el riesgo evidente de agotar sus reservas ha optado por no intervenir durante un par de días en el mercado oficial, propiciando así la devaluación observada desde el miércoles.
Con este cambio de política, el Gobierno pretende encarecer las importaciones y abaratar las exportaciones argentinas, a costa, eso sí, de empobrecer un poco más a su población. Pero el problema de fondo sigue siendo su decreciente competitividad económica y el excesivo peso de su Estado, con lo que la devaluación oficial servirá de poco. La creciente desconfianza de los argentinos hacia su moneda, el proteccionismo y la escasez de reservas acrecientan el riesgo hiperinflacionario e incluso un escenario de estanflación (recesión y elevada inflación).
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Desabastecimiento y escasez en Venezuela
Su aliado venezolano está incluso un paso por delante. El régimen bolivariano que ahora preside el sucesor de Hugo Chávez, Nicolás Maduro, ha empezado a sufrir graves problemas de desabastecimiento y escasez tras la imposición de rígidos controles de cambio y la fijación de precios por ley.
Primero fue el papel higiénico y otros productos básicos, después llegaron los asaltos a tiendas, la expropiación automática de comercios, la imposibilidad de vender billetes de avión y ahora la ausencia incluso de alimentos en las estanterías. El Grupo de Empresas Polar, principal empresa venezolana privada de elaboración de alimentos y bebidas, anunciaba que sus proveedores extranjeros de comida y equipos han dejado de suministrarle porque el Gobierno venezolano no le está facilitando dólares al tipo de cambio oficial con el que poder pagar a los proveedores.
Venezuela, cuya tasa de inflación oficial supera el 50% interanual (la extraoficial ronda ya el 300%), también se está quedando sin dólares, a pesar de disponer de abundante petróleo, ya que sus reservas internacionales se han desplomado a mínimos de 10 años.
La desconfianza hacia su moneda es total. Nadie quiere bolívares. Los venezolanos sólo buscan dólares, euros o bien oro. El valor del bolívar no encuentra suelo: el tipo de cambio oficial es de 6,3 bolívares por dólar y de 11,36 para los turistas extranjeros, pero su cambio real en el mercado negro es de casi 80 bolívares por dólar. Los analistas también prevén fuertes devaluaciones del cambio oficial a corto plazo en el vecino paraíso socialista.
Primero fue el papel higiénico y otros productos básicos, después llegaron los asaltos a tiendas, la expropiación automática de comercios, la imposibilidad de vender billetes de avión y ahora la ausencia incluso de alimentos en las estanterías. El Grupo de Empresas Polar, principal empresa venezolana privada de elaboración de alimentos y bebidas, anunciaba que sus proveedores extranjeros de comida y equipos han dejado de suministrarle porque el Gobierno venezolano no le está facilitando dólares al tipo de cambio oficial con el que poder pagar a los proveedores.
Venezuela, cuya tasa de inflación oficial supera el 50% interanual (la extraoficial ronda ya el 300%), también se está quedando sin dólares, a pesar de disponer de abundante petróleo, ya que sus reservas internacionales se han desplomado a mínimos de 10 años.
La desconfianza hacia su moneda es total. Nadie quiere bolívares. Los venezolanos sólo buscan dólares, euros o bien oro. El valor del bolívar no encuentra suelo: el tipo de cambio oficial es de 6,3 bolívares por dólar y de 11,36 para los turistas extranjeros, pero su cambio real en el mercado negro es de casi 80 bolívares por dólar. Los analistas también prevén fuertes devaluaciones del cambio oficial a corto plazo en el vecino paraíso socialista.
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Argentina, crónica de una devaluación anunciada
Como una crónica de su muerte anunciada, el peso argentino se vio envuelto, otra vez, en la misma encrucijada. Afrontó durante nueve de los últimos 12 años tasas de inflación real de dos dígitos, mientras su depreciación frente al dólar, la moneda fetiche de los argentinos, fue la cuarta parte de la subida de precios. ¿Qué pasa en Argentina tras las medidas del Gobierno?
La conclusión: salarios y costos de oro, el consecuente desajuste en la balanza comercial y la escasez creciente de divisas. La historia terminó la semana pasada con una devaluación del 11% en sólo dos días y del 36% en un año. Moody's prevé una devaluación del peso argentino del 50% hasta finales de 2014
¿Pero qué fue lo que sucedió? Casi un déjà vu de la crisis económica y social de 2002, cuando la convertibilidad, que por ley fijó la relación de que un dólar era igual a un peso, se agotó después de una década dejando un 25% de desocupación, la mitad de la población debajo de la línea de pobreza y las balanzas comercial y financiera en ruinas.
En ese contexto, aun cuando 71% de la población rechazaba la devaluación, en los primeros días de 2002 el Gobierno depreció la moneda a un tercio de su valor, y dio impulso al mayor periodo expansivo de la historia argentina con tasas de crecimiento del 8%, que duró hasta 2008 y llevó al fallecido ex presidente Néstor Kirchner y a su mujer, Cristina Fernández, a lo más alto en popularidad que pudieran imaginar.
Dos errores
Dos errores arrastrarían desde entonces por años el kirchnerismo, que lo han llevado al abismo en 2014: la expansión descomunal del gasto público y el desconocimiento de la inflación, expresado en sus indicadores tergiversados. Este olvido justificó el estancamiento del dólar durante gran parte de la década, tiempo en el que el salario mínimo se elevó 1.700 por ciento, la inflación fue del 1.300 por ciento y el dólar apenas pasó de 3,40 dólares en 2002 a 6,53 dólares, al cierre de 2013.
Como un espejismo de la fiesta de los 90, la ilusión de altos salarios en dólares fue bendecida por los consumidores, que comenzaron a viajar como nunca en la historia. Para 2010, el Indec registraba en los aeropuertos un total de 5,2 millones de pasajeros saliendo del país. El dólar, como cualquier otra mercancía considerada barata, comenzó a ser cada vez más requerida y por eso, entre 2008 y 2011, las familias y empresas compraron la friolera de 80.000 millones de dólares, es decir, casi tres veces las reservas actuales del Banco Central.
Hasta que un buen día, en 2011, la fiesta se quedó sin música. Los gastos sin control del Estado comenzaron a ser financiados por el Banco Central, el dinero de los jubilados (gracias a que sus fondos habían sido estatizados durante la crisis financiera global de 2008) y por las empresas, a través de una creciente suba impositiva, que en 2012 llevó la presión tributaria al 37,3%, la cifra más alta en América Latina según Cepal.
Entonces, las aventureras políticas del matrimonio Kirchner empezaron a caer mal en el mercado y en la población. La fuga de divisas seguía en ascenso y, mientras se escapaban al exterior o al colchón, la Fed informó que cada argentino poseía en billetes más dólares que los mismos norteamericanos (150.000 millones de dólares entre 44 millones).
Parecía el fin del kirchnerismo, hasta que llegó el 27 de octubre de 2010. Ese día Néstor Kirchner murió y su esposa, en medio de un shock emocional del país, consiguió la reelección un año después con 54% de los votos. Con la balanza comercial deteriorada por la falta de competitividad y las cuentas fiscales en desorden por excesivo gasto público, una semana después de las elecciones, en octubre de 2011, se anunció el cepo al dólar, una serie de medidas restrictivas que terminaron en la prohibición lisa y llana del atesoramiento de dólares.
Así, apareció la cotización libre, el dólar blue, porque azul es el color del lápiz que usan los cambistas ilegales para comprobar que los billetes son verdaderos. El dólar blue escaló al ritmo de la inflación, de la altísima emisión monetaria del Banco Central para financiar el gasto público y de la fuerte demanda del público, que veía deteriorar sus pesos rápidamente con tasas negativas del 10 por ciento en los plazos fijos.
Cuando al dólar blue superó los 10 dólares y luego llegó hasta los 12 dólares, el mercado inmobiliario se había derrumbado más de un 60%, el déficit fiscal acumulaba hasta 4 puntos del PBI, las fábricas ya suspendían a su personal por el cierre de mercados externos y el Banco Central seguía perdiendo reservas, hasta quebrar el piso psicológico de 30.000 millones de dólares, todo para sostener un precio que parecía irreal de la moneda nacional.
El 20 de noviembre de 2013, Cristina tomó juramento como ministro de Economía a Axel Kicillof. Con él, también llegaría el ajuste: mientras el transporte urbano se encarecía un 66%, los pasajes aéreos un 16% y el combustible un acumulado de 45% en el año, el dólar oficial comenzó una aceleración sin precedentes en 12 años, al pasar, en menos de 90 días, de 6 dólares a 8 dólares. El salto más pronunciado, la semana pasada, parecía ser sólo un recuerdo.
Pedro Ylarri, delegado en Argentina de elEconomistaAmérica.com
La conclusión: salarios y costos de oro, el consecuente desajuste en la balanza comercial y la escasez creciente de divisas. La historia terminó la semana pasada con una devaluación del 11% en sólo dos días y del 36% en un año. Moody's prevé una devaluación del peso argentino del 50% hasta finales de 2014
¿Pero qué fue lo que sucedió? Casi un déjà vu de la crisis económica y social de 2002, cuando la convertibilidad, que por ley fijó la relación de que un dólar era igual a un peso, se agotó después de una década dejando un 25% de desocupación, la mitad de la población debajo de la línea de pobreza y las balanzas comercial y financiera en ruinas.
En ese contexto, aun cuando 71% de la población rechazaba la devaluación, en los primeros días de 2002 el Gobierno depreció la moneda a un tercio de su valor, y dio impulso al mayor periodo expansivo de la historia argentina con tasas de crecimiento del 8%, que duró hasta 2008 y llevó al fallecido ex presidente Néstor Kirchner y a su mujer, Cristina Fernández, a lo más alto en popularidad que pudieran imaginar.
Dos errores
Dos errores arrastrarían desde entonces por años el kirchnerismo, que lo han llevado al abismo en 2014: la expansión descomunal del gasto público y el desconocimiento de la inflación, expresado en sus indicadores tergiversados. Este olvido justificó el estancamiento del dólar durante gran parte de la década, tiempo en el que el salario mínimo se elevó 1.700 por ciento, la inflación fue del 1.300 por ciento y el dólar apenas pasó de 3,40 dólares en 2002 a 6,53 dólares, al cierre de 2013.
Como un espejismo de la fiesta de los 90, la ilusión de altos salarios en dólares fue bendecida por los consumidores, que comenzaron a viajar como nunca en la historia. Para 2010, el Indec registraba en los aeropuertos un total de 5,2 millones de pasajeros saliendo del país. El dólar, como cualquier otra mercancía considerada barata, comenzó a ser cada vez más requerida y por eso, entre 2008 y 2011, las familias y empresas compraron la friolera de 80.000 millones de dólares, es decir, casi tres veces las reservas actuales del Banco Central.
Hasta que un buen día, en 2011, la fiesta se quedó sin música. Los gastos sin control del Estado comenzaron a ser financiados por el Banco Central, el dinero de los jubilados (gracias a que sus fondos habían sido estatizados durante la crisis financiera global de 2008) y por las empresas, a través de una creciente suba impositiva, que en 2012 llevó la presión tributaria al 37,3%, la cifra más alta en América Latina según Cepal.
Entonces, las aventureras políticas del matrimonio Kirchner empezaron a caer mal en el mercado y en la población. La fuga de divisas seguía en ascenso y, mientras se escapaban al exterior o al colchón, la Fed informó que cada argentino poseía en billetes más dólares que los mismos norteamericanos (150.000 millones de dólares entre 44 millones).
Parecía el fin del kirchnerismo, hasta que llegó el 27 de octubre de 2010. Ese día Néstor Kirchner murió y su esposa, en medio de un shock emocional del país, consiguió la reelección un año después con 54% de los votos. Con la balanza comercial deteriorada por la falta de competitividad y las cuentas fiscales en desorden por excesivo gasto público, una semana después de las elecciones, en octubre de 2011, se anunció el cepo al dólar, una serie de medidas restrictivas que terminaron en la prohibición lisa y llana del atesoramiento de dólares.
Así, apareció la cotización libre, el dólar blue, porque azul es el color del lápiz que usan los cambistas ilegales para comprobar que los billetes son verdaderos. El dólar blue escaló al ritmo de la inflación, de la altísima emisión monetaria del Banco Central para financiar el gasto público y de la fuerte demanda del público, que veía deteriorar sus pesos rápidamente con tasas negativas del 10 por ciento en los plazos fijos.
Cuando al dólar blue superó los 10 dólares y luego llegó hasta los 12 dólares, el mercado inmobiliario se había derrumbado más de un 60%, el déficit fiscal acumulaba hasta 4 puntos del PBI, las fábricas ya suspendían a su personal por el cierre de mercados externos y el Banco Central seguía perdiendo reservas, hasta quebrar el piso psicológico de 30.000 millones de dólares, todo para sostener un precio que parecía irreal de la moneda nacional.
El 20 de noviembre de 2013, Cristina tomó juramento como ministro de Economía a Axel Kicillof. Con él, también llegaría el ajuste: mientras el transporte urbano se encarecía un 66%, los pasajes aéreos un 16% y el combustible un acumulado de 45% en el año, el dólar oficial comenzó una aceleración sin precedentes en 12 años, al pasar, en menos de 90 días, de 6 dólares a 8 dólares. El salto más pronunciado, la semana pasada, parecía ser sólo un recuerdo.
Pedro Ylarri, delegado en Argentina de elEconomistaAmérica.com
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Venezuela se asoma a la quiebra
Vamos a pagar la deuda que se vence en las próximas semanas, tenemos la fortaleza y la capacidad para seguir cumpliendo plenamente con nuestros compromisos internacionales este año", dijo el presidente venezolano, Nicolás Maduro, durante una reunión con su equipo económico la semana pasada en Caracas. Sin embargo, aunque el anuncio arrancó aplausos, hay dudas razonables acerca de si Venezuela tiene recursos para pagar.
El próximo octubre vencen bonos de la deuda de la República y de la petrolera estatal Pdvsa por casi 6.000 millones de dólares. Desde que asumió el poder, en febrero de 1999, la Revolución Bolivariana ha desembolsado con puntualidad los pagos de deuda soberana. Sin embargo, en la coyuntura actual en la que las cuentas del Estado no cuadran, por primera vez hay dudas razonables acerca de si Venezuela —el país con las mayores reservas de crudo del planeta, con exportaciones petroleras por 100.000 millones de dólares en promedio anual— dispone de los recursos para pagar.
"Yo creo que ahora no los tiene, pero también creo que sí va a pagar. Por eso es el apuro por vender Citgo", afirma José Guerra, un reconocido economista que fue Jefe de Investigaciones del Banco Central de Venezuela (BCV) durante muchos años. Guerra hace referencia a la filial en Estados Unidos de Pdvsa, Citgo, un gigante con tres refinerías y 6.000 gasolineras que, según confirman agencias internacionales de noticias, ha sido puesta en el mercado en busca de un mejor postor. "Están dispuestos a cualquier sacrificio para cumplir".
El anuncio presidencial de siete días atrás no disipó las dudas. De hecho, los mercados financieros castigaron desde entonces los bonos venezolanos, que en el parqué de Nueva York experimentaron la mayor caída en un año, con una ligera recuperación el martes. Los inversionistas no están seguros de que Venezuela vaya a pagar. Los 16 meses de Gobierno de Maduro han representado una pérdida de 10% para los tenedores de papeles venezolanos.
Casi al mismo tiempo, dos economistas venezolanos de la Universidad de Harvard, Ricardo Hausmann —que fue ministro durante el Gobierno del socialdemócrata Carlos Andrés Pérez, entre 1989 y 1992— y Miguel Ángel Santos, se atrevieron a mencionar lo innombrable. En una columna distribuida el viernes pasado por un servicio sindicado de opinión, bajo el título de ¿Debería Venezuela dejar de pagar?, los dos expertos no sólo dieron sustento a las sospechas sobre la capacidad de pago del país, sino que, además, imprimeron un cariz ético al dilema que enfrenta el régimen chavista. "El hecho de que esta Administración haya escogido fallarle a 30 millones de venezolanos, en vez de a Wall Street, no es una señal de su rectitud moral, sino de su bancarrota moral", escribieron.
Si Venezuela incurre en impagos la situación sería peor que la argentina, porque Argentina tiene capacidad para abastecerse de alimentos, pero Venezuela no
En efecto, Venezuela vive una aguda situación de escasez de bienes de consumo. El Gobierno mantiene una deuda de 4.000 millones de dólares con las aerolíneas internacionales, un diferendo que amenaza con dejar aislado por vía aérea al país. Desembolsos incumplidos de divisas por 150 millones de dólares impiden la importación de papel prensa y obligan a los periódicos a cerrar o reducir sus ediciones. Pendientes milmillonarios con las industrias de los medicamentos, de autopartes y de alimentos, entre muchas otras, provocaron la desaparición de los productos en los mercados nacionales. Ante este default selectivo en el comercio exterior, que afecta al venezolano de a pie, se preguntan Hausmann y Santos: "¿Por qué priorizar los pagos de papeles?"
La reacción de los sectores financieros no se hizo esperar. Un analista del Bank of America, el venezolano Francisco Rodríguez, se apresuró en aclarar que "Venezuela tiene ingresos foráneos para asegurar un adecuado suministro de importaciones y para cumplir con sus obligaciones extranjeras".
"Hablar de default financiero ya representa palabras mayores", dice José Guerra, por su parte. "Si Venezuela incurre en impagos la situación sería peor que la argentina, porque Argentina tiene capacidad para abastecerse de alimentos, pero Venezuela no". Lo razonable sería negociar una reestructuración de la deuda, una opción a la que el Gobierno de Maduro se niega, para evitar tratos con los demonizados organismos multilaterales y protegerse de los altos intereses que los mercados impondrían a la nueva deuda.
El próximo octubre vencen bonos de la deuda de la República y de la petrolera estatal Pdvsa por casi 6.000 millones de dólares. Desde que asumió el poder, en febrero de 1999, la Revolución Bolivariana ha desembolsado con puntualidad los pagos de deuda soberana. Sin embargo, en la coyuntura actual en la que las cuentas del Estado no cuadran, por primera vez hay dudas razonables acerca de si Venezuela —el país con las mayores reservas de crudo del planeta, con exportaciones petroleras por 100.000 millones de dólares en promedio anual— dispone de los recursos para pagar.
"Yo creo que ahora no los tiene, pero también creo que sí va a pagar. Por eso es el apuro por vender Citgo", afirma José Guerra, un reconocido economista que fue Jefe de Investigaciones del Banco Central de Venezuela (BCV) durante muchos años. Guerra hace referencia a la filial en Estados Unidos de Pdvsa, Citgo, un gigante con tres refinerías y 6.000 gasolineras que, según confirman agencias internacionales de noticias, ha sido puesta en el mercado en busca de un mejor postor. "Están dispuestos a cualquier sacrificio para cumplir".
El anuncio presidencial de siete días atrás no disipó las dudas. De hecho, los mercados financieros castigaron desde entonces los bonos venezolanos, que en el parqué de Nueva York experimentaron la mayor caída en un año, con una ligera recuperación el martes. Los inversionistas no están seguros de que Venezuela vaya a pagar. Los 16 meses de Gobierno de Maduro han representado una pérdida de 10% para los tenedores de papeles venezolanos.
Casi al mismo tiempo, dos economistas venezolanos de la Universidad de Harvard, Ricardo Hausmann —que fue ministro durante el Gobierno del socialdemócrata Carlos Andrés Pérez, entre 1989 y 1992— y Miguel Ángel Santos, se atrevieron a mencionar lo innombrable. En una columna distribuida el viernes pasado por un servicio sindicado de opinión, bajo el título de ¿Debería Venezuela dejar de pagar?, los dos expertos no sólo dieron sustento a las sospechas sobre la capacidad de pago del país, sino que, además, imprimeron un cariz ético al dilema que enfrenta el régimen chavista. "El hecho de que esta Administración haya escogido fallarle a 30 millones de venezolanos, en vez de a Wall Street, no es una señal de su rectitud moral, sino de su bancarrota moral", escribieron.
Si Venezuela incurre en impagos la situación sería peor que la argentina, porque Argentina tiene capacidad para abastecerse de alimentos, pero Venezuela no
En efecto, Venezuela vive una aguda situación de escasez de bienes de consumo. El Gobierno mantiene una deuda de 4.000 millones de dólares con las aerolíneas internacionales, un diferendo que amenaza con dejar aislado por vía aérea al país. Desembolsos incumplidos de divisas por 150 millones de dólares impiden la importación de papel prensa y obligan a los periódicos a cerrar o reducir sus ediciones. Pendientes milmillonarios con las industrias de los medicamentos, de autopartes y de alimentos, entre muchas otras, provocaron la desaparición de los productos en los mercados nacionales. Ante este default selectivo en el comercio exterior, que afecta al venezolano de a pie, se preguntan Hausmann y Santos: "¿Por qué priorizar los pagos de papeles?"
La reacción de los sectores financieros no se hizo esperar. Un analista del Bank of America, el venezolano Francisco Rodríguez, se apresuró en aclarar que "Venezuela tiene ingresos foráneos para asegurar un adecuado suministro de importaciones y para cumplir con sus obligaciones extranjeras".
"Hablar de default financiero ya representa palabras mayores", dice José Guerra, por su parte. "Si Venezuela incurre en impagos la situación sería peor que la argentina, porque Argentina tiene capacidad para abastecerse de alimentos, pero Venezuela no". Lo razonable sería negociar una reestructuración de la deuda, una opción a la que el Gobierno de Maduro se niega, para evitar tratos con los demonizados organismos multilaterales y protegerse de los altos intereses que los mercados impondrían a la nueva deuda.
La inflación más alta del mundo
Las tribulaciones económicas siguieron el martes cuando el Banco Central de Venezuela (BCV) dio a conocer las cifras oficiales de inflación. Aunque las estadísticas fueron cuestionadas por diversos economistas en las redes sociales, el organismo anunció que de agosto de 2013 a agosto de 2014 el Índice de Precios al Consumidor (IPC) registró un alza de 63,4%, lo que la convierte en la mayor tasa del mundo, ya cercana a cotas de hiperinflación. Durante los 12 meses anteriores, esa cifra fue de 45,4%. La inflación acumulada en 2014 alcanzó un 39%. Aunque el BCV señaló que el incremento en agosto, que se situó en un 3,9%, muestra una tendencia a la baja por tercer mes consecutivo —el alza en los meses de junio y julio fue de 4,4% y 4,1%, respectivamente—, la tasa ha subido en los últimos seis años.
Los expertos han pronosticado para fines de año una tasa cercana al 70% y están convencidos de que de no haberse cambiado la metodología para realizar el IPC, los precios hubieran superado el 75%.
De acuerdo con el boletín oficial del BCV, controlado por el Gobierno, las turbulencias inflacionarias se deben a “la conflictividad política inducida por la guerra económica que obstaculizó el normal desempeño de las actividades productivas y la distribución de los bienes esenciales que demanda la población venezolana”.
Maduro ha responsabilizado a las protestas de comienzos de año del aumento de la inflación. Según el presidente, las barricadas levantadas por los manifestantes en las carreteras afectaron al comercio, y los choques violentos entre la policía y los opositores obligaron a que las tiendas cerraran más temprano.
Sin embargo, los expertos coinciden en que el gasto público excesivo y el control de precios y de las tasas de cambio por el Gobierno son los verdaderos factores responsables del incremento del IPC.
El Ejecutivo ha aplicado medidas para intentar frenar, sin éxito, la inflación, como el cierre de la frontera con Colombia por las noches para combatir el contrabando de bienes de consumo venezolanos como combustible y alimentos.
La cifra más alarmante que muestra el BCV es el alza en los precios de los alimentos que para el cierre de agosto llegó al 91%, una tasa solo vista durante la crisis del sistema financiero en los años 1994 y 1996.
Pablito Coletas debería ir tomando buena nota
Aitor Anticanallas- Cybernauta-Master
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Grandes fortunas del Chavismo
Son llamados los "boliburgueses" de la revolución por haber amasado fortunas -que fácilmente superan las de muchos personajes conocidos como "magnates"- a la sombra de un gobierno que se ha caracterizado por hacerse de la vista gorda ante los "guisos" económicos manejados en el país.
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Callahan- Cybernauta-Premium
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¿Por qué Argentina pasó de país rico a país pobre?
La Argentina de hace cien años era un país notablemente próspero, pero la evolución desde entonces ha sido decadente.
Argentina era un país emergente a mediados del siglo XIX y reconvirtió sus instituciones siguiendo el recetario liberal. El resultado fue muy notable, porque la Argentina de hace cien años era un país notablemente próspero. Sin embargo, la evolución desde entonces ha sido chocante. Mientras el resto del mundo ha experimentado un salto adelante muy importante en términos de desarrollo, multiplicando por diez su PIB per cápita, Argentina se ha quedado atrás, con un aumento apenas tres veces menor.
De este declive habló recientemente el destacado economista Ricardo López Murphy en una charla impartida en la Universidad para el Progreso de Chile. "La consecuencia de haber frenado nuestro ritmo de desarrollo ha sido un empobrecimiento relativo notable. No hablamos de un colapso económico como el venezolano o el cubano, pero sí de una marcada decadencia, de un declive que rompe con la tendencia económica mundial, que ha sido abrumadoramente más favorable. Cuando yo era joven, nadie habría salido de Argentina para poner rumbo a España o Italia. Hoy ocurre todo lo contrario", señaló.
Quien fuera ministro del presidente Fernando De la Rúa apuntó que "a comienzos del siglo XX, el PIB per cápita argentino era tres veces mayor que el del resto de países de la región. El nivel de vida del país en aquella época era comparable al de Canadá. Sin embargo, esa ventaja relativa se fue esfumando con el paso del tiempo, conforme el país se iba alejando de las ideas liberales y se dejaba seducir por las teorías económicas del fascismo italiano, de marcada raíz intervencionista".
"El golpe a la economía argentina se explica, principalmente por factores domésticos: inflación excesiva, desorden crónico del gasto público, prevalencia de las ideas proteccionistas y excesos regulatorios. Hay factores internacionales complementarios, pero la decadencia ha sido, ante todo, el producto de una política económica equivocada. Por encima de cualquier otro elemento, el daño a la economía ha sido especialmente grave por el problema reiterado de inflación y por la incapacidad crónica de ajustar las cuentas publicas", denunció el ponente.
López Murphy recordó que, de 1900 a 1945, el crecimiento medio de Argentina rozó el 3,7% mientras que el PIB global avanzaba al 2,3%. Entonces, el nivel de inflación medio era del 1,6%, frente al 1,9% de Estados Unidos. "Sin embargo, la tónica en la segunda mitad del siglo XX ha sido muy diferente. El crecimiento ha sido mucho menor. Los precios se han descontrolado hasta el punto de que hemos llegado a niveles de inflación del 40% durante la última década. Y el déficit, que se mantuvo más o menos controlado hasta la II Guerra Mundial, se disparó desde entonces, hasta llevarnos a escenarios reiterados de incumplimientos fiscales muy importantes".
En opinión del presidente de la Fundación Cívico Republicana, "el tamaño del Estado en la economía argentina es enorme, ronda el 40% del PIB. Son niveles que se pueden financiar, no sin coste, en países europeos que son dos, tres o cuatro veces más ricos, pero hablamos de niveles insostenibles para la riqueza de nuestra economía".
"El stock de capital en Chile se multiplicó por dieciocho durante el último medio siglo. Para ese mismo periodo, Argentina solo triplicó su capitalización. La caída de la inversión privada, doméstica o internacional, ha frenado nuestras perspectivas de desarrollo de forma devastadora. Por eso nosotros nos hemos empobrecido mientras nuestros vecinos se han enriquecido", explicó López Murphy. "Este paradigma socioeconómico nos deja en situaciones muy preocupantes. Hay provincias donde ni siquiera el 10% de los ciudadanos paga impuestos. La tasa de empleo informal ronda el 30%. Los niveles de pobreza y rural han subido mientras el resto del mundo experimentaba la tendencia inversa y reducía estos niveles", recalcó.
¿Y qué hay del futuro, ahora que se acercan las elecciones presidenciales? "El gobierno argentino ha incurrido en distintos errores. De entrada, no ha corregido los déficits fiscales tan pronunciados que había heredado del régimen kirchnerista. En segundo lugar, sus proyecciones de crecimiento fueron ridículamente elevadas, generando una falsa expectativa de recuperación que ha aumentado la decepción y el malestar. Otro problema es la aplicación de una política gradualista, que no adopta medidas más profundas y deja las reformas a medio camino. Pero volver al kirchnerismo no puede ser, en absoluto, la solución a estos problemas, puesto que buena parte de ellos se generaron o multiplicaron bajo los gobiernos de Néstor y Cristina". LD.
Argentina era un país emergente a mediados del siglo XIX y reconvirtió sus instituciones siguiendo el recetario liberal. El resultado fue muy notable, porque la Argentina de hace cien años era un país notablemente próspero. Sin embargo, la evolución desde entonces ha sido chocante. Mientras el resto del mundo ha experimentado un salto adelante muy importante en términos de desarrollo, multiplicando por diez su PIB per cápita, Argentina se ha quedado atrás, con un aumento apenas tres veces menor.
De este declive habló recientemente el destacado economista Ricardo López Murphy en una charla impartida en la Universidad para el Progreso de Chile. "La consecuencia de haber frenado nuestro ritmo de desarrollo ha sido un empobrecimiento relativo notable. No hablamos de un colapso económico como el venezolano o el cubano, pero sí de una marcada decadencia, de un declive que rompe con la tendencia económica mundial, que ha sido abrumadoramente más favorable. Cuando yo era joven, nadie habría salido de Argentina para poner rumbo a España o Italia. Hoy ocurre todo lo contrario", señaló.
Quien fuera ministro del presidente Fernando De la Rúa apuntó que "a comienzos del siglo XX, el PIB per cápita argentino era tres veces mayor que el del resto de países de la región. El nivel de vida del país en aquella época era comparable al de Canadá. Sin embargo, esa ventaja relativa se fue esfumando con el paso del tiempo, conforme el país se iba alejando de las ideas liberales y se dejaba seducir por las teorías económicas del fascismo italiano, de marcada raíz intervencionista".
"El golpe a la economía argentina se explica, principalmente por factores domésticos: inflación excesiva, desorden crónico del gasto público, prevalencia de las ideas proteccionistas y excesos regulatorios. Hay factores internacionales complementarios, pero la decadencia ha sido, ante todo, el producto de una política económica equivocada. Por encima de cualquier otro elemento, el daño a la economía ha sido especialmente grave por el problema reiterado de inflación y por la incapacidad crónica de ajustar las cuentas publicas", denunció el ponente.
López Murphy recordó que, de 1900 a 1945, el crecimiento medio de Argentina rozó el 3,7% mientras que el PIB global avanzaba al 2,3%. Entonces, el nivel de inflación medio era del 1,6%, frente al 1,9% de Estados Unidos. "Sin embargo, la tónica en la segunda mitad del siglo XX ha sido muy diferente. El crecimiento ha sido mucho menor. Los precios se han descontrolado hasta el punto de que hemos llegado a niveles de inflación del 40% durante la última década. Y el déficit, que se mantuvo más o menos controlado hasta la II Guerra Mundial, se disparó desde entonces, hasta llevarnos a escenarios reiterados de incumplimientos fiscales muy importantes".
En opinión del presidente de la Fundación Cívico Republicana, "el tamaño del Estado en la economía argentina es enorme, ronda el 40% del PIB. Son niveles que se pueden financiar, no sin coste, en países europeos que son dos, tres o cuatro veces más ricos, pero hablamos de niveles insostenibles para la riqueza de nuestra economía".
"El stock de capital en Chile se multiplicó por dieciocho durante el último medio siglo. Para ese mismo periodo, Argentina solo triplicó su capitalización. La caída de la inversión privada, doméstica o internacional, ha frenado nuestras perspectivas de desarrollo de forma devastadora. Por eso nosotros nos hemos empobrecido mientras nuestros vecinos se han enriquecido", explicó López Murphy. "Este paradigma socioeconómico nos deja en situaciones muy preocupantes. Hay provincias donde ni siquiera el 10% de los ciudadanos paga impuestos. La tasa de empleo informal ronda el 30%. Los niveles de pobreza y rural han subido mientras el resto del mundo experimentaba la tendencia inversa y reducía estos niveles", recalcó.
¿Y qué hay del futuro, ahora que se acercan las elecciones presidenciales? "El gobierno argentino ha incurrido en distintos errores. De entrada, no ha corregido los déficits fiscales tan pronunciados que había heredado del régimen kirchnerista. En segundo lugar, sus proyecciones de crecimiento fueron ridículamente elevadas, generando una falsa expectativa de recuperación que ha aumentado la decepción y el malestar. Otro problema es la aplicación de una política gradualista, que no adopta medidas más profundas y deja las reformas a medio camino. Pero volver al kirchnerismo no puede ser, en absoluto, la solución a estos problemas, puesto que buena parte de ellos se generaron o multiplicaron bajo los gobiernos de Néstor y Cristina". LD.
Sandro- Cybernauta-Premium
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Según Fox News, Argentina es "otro ejemplo de cómo el socialismo destruye a los países"
En un informe titulado "Argentina al borde del colapso", la periodista de la cadena estadounidense Trish Regan aseguró que la actual crisis económica es consecuencia de la posibilidad que Alberto Fernández gane las elecciones presidenciales y Argentina "vuelva a una economía socialista que nunca va a funcionar"
La cadena estadounidense de noticias Fox News aseguró que la crisis económica que atraviesa Argentina es una consecuencia directa de la posibilidad de que el candidato del Frente de Todos, Alberto Fernández, gane las próximas elecciones presidenciales.
En un informe titulado "Argentina al borde del colapso", la periodista Trish Regan indicó que un eventual gobierno de Fernández resultaría en una vuelta a una "economía socialista que nunca va a funcionar".
En esa línea, se preguntó si ese no sería el primer paso hacia una crisis como la de Venezuela; expresó que el presidente Mauricio Macri seguramente necesitaba más tiempo para implementar "medidas capitalistas que probablemente hubieran tenido éxito, pero la paciencia de la gente se agotó"; y advirtió que candidatos que buscan representar al partido demócrata en las próximas elecciones -Elizabeth Warren y Bernie Sanders, sobre todo- podrían llevar a Estados Unidos por un sendero como el que describe.
En un monólogo introductorio, Regan aseguró que Argentina es una nueva "víctima" del socialismo, mientras en la pantalla partida aparecían imágenes de distintas protestas de movimientos sociales que tuvieron lugar entre los últimos días: el acampe en la 9 de julio y la marcha frente al Congreso para pedir por la Emergencia Alimentaria.
"El socialismo destruye a los países. Su nueva víctima es Argentina. Esta es una historia de la que nadie está hablando todavía. Argentina está en medio de un colapso total. Su economía está en un espiral descendente, hay disturbios en la calle y todo es consecuencia de la amenaza de que un socialista vuelva al Gobierno", comenzó Regan.
La periodista también hizo referencia al programa otorgado por el Fondo Monetario Internacional (FMI) y, además de recordar que es el mayor en la historia del organismo, resalta el hecho de que Estados Unidos es su mayor accionista.
"El FMI está mayormente financiado por impuestos estadounidenses. Es decir, ustedes y yo. Entonces, planteo una pregunta, ¿Por qué gastamos todo este dinero en países que abrazan el socialismo? No pueden dejar de ponerse en su propio camino y continuar con un modelo capitalista que los podría llevar a algún lugar", dijo a su audiencia, para luego recordar las distintas veces cuando Argentina debió recurrir a salvatajes financieros o defaulteó su deuda soberana.
En otro pasaje del informe, Regan discute la situación del país con Gary Kaltbaum, un asesor de inversiones, y Adam Johnson, autor de un newsletter semanal de inversiones. Ambos acordaron con la premisa de la periodista y aseguran que los mercados "miran con aprensión la vuelta de un socialista".
"Es un ejemplo triste pero excelente de lo que pasa cuando un país no tiene un sistema de rendición de cuentas legal como el que tenemos en Estados Unidos. Es lo que pasa cuando los políticos creen que no hay problema en cometer algunas acciones de nepotismo o corrupción y lo que pasa cuando la población comienza a preguntarse si el socialismo es una alternativa mejor", indicó Kaltbaum.
Además, Regan remarcó que Macri "es un capitalista y podría decirse que un amigo del presidente Trump" y dijo que, de haber tenido más tiempo para implementar sus políticas económicas, tal vez su gobierno habría sido exitoso.
No obstante, explicó que la "paciencia de la gente se agotó y ahora parece que van a elegir a Fernández, y a Cristina Kirchner, que es como una Hillary Clinton 2.0 porque su esposo fue presidente antes que ella, porque hacen promesas vacías que no pueden cumplir".
En esa línea, los panelistas criticaron el incremento en el gasto público y los controles de cambios impuestos con el objetivo de mitigar la fuga de capitales luego de las elecciones. "Hay evidencia concreta de que eso no funciona. Está pasando en Venezuela, donde no sólo la economía está destruida, pero también la esperanza de la gente. No hay esperanza de salvar al país, y parece que Argentina podría ser el próximo en la fila. Sería una lástima porque la gente de ahí es genial", dijo Kaltbaum.
Para concluir, Regan trazó un paralelismo entre la eventual victoria del Frente de Todos y la posibilidad de que un candidato demócrata se imponga en los comicios que tendrán lugar en Estados Unidos el año que viene. "Es importante que los estadounidenses no sean tan ingenuos como la gente en Buenos Aires", cerró.
La cadena estadounidense de noticias Fox News aseguró que la crisis económica que atraviesa Argentina es una consecuencia directa de la posibilidad de que el candidato del Frente de Todos, Alberto Fernández, gane las próximas elecciones presidenciales.
En un informe titulado "Argentina al borde del colapso", la periodista Trish Regan indicó que un eventual gobierno de Fernández resultaría en una vuelta a una "economía socialista que nunca va a funcionar".
En esa línea, se preguntó si ese no sería el primer paso hacia una crisis como la de Venezuela; expresó que el presidente Mauricio Macri seguramente necesitaba más tiempo para implementar "medidas capitalistas que probablemente hubieran tenido éxito, pero la paciencia de la gente se agotó"; y advirtió que candidatos que buscan representar al partido demócrata en las próximas elecciones -Elizabeth Warren y Bernie Sanders, sobre todo- podrían llevar a Estados Unidos por un sendero como el que describe.
En un monólogo introductorio, Regan aseguró que Argentina es una nueva "víctima" del socialismo, mientras en la pantalla partida aparecían imágenes de distintas protestas de movimientos sociales que tuvieron lugar entre los últimos días: el acampe en la 9 de julio y la marcha frente al Congreso para pedir por la Emergencia Alimentaria.
"El socialismo destruye a los países. Su nueva víctima es Argentina. Esta es una historia de la que nadie está hablando todavía. Argentina está en medio de un colapso total. Su economía está en un espiral descendente, hay disturbios en la calle y todo es consecuencia de la amenaza de que un socialista vuelva al Gobierno", comenzó Regan.
La periodista también hizo referencia al programa otorgado por el Fondo Monetario Internacional (FMI) y, además de recordar que es el mayor en la historia del organismo, resalta el hecho de que Estados Unidos es su mayor accionista.
"El FMI está mayormente financiado por impuestos estadounidenses. Es decir, ustedes y yo. Entonces, planteo una pregunta, ¿Por qué gastamos todo este dinero en países que abrazan el socialismo? No pueden dejar de ponerse en su propio camino y continuar con un modelo capitalista que los podría llevar a algún lugar", dijo a su audiencia, para luego recordar las distintas veces cuando Argentina debió recurrir a salvatajes financieros o defaulteó su deuda soberana.
En otro pasaje del informe, Regan discute la situación del país con Gary Kaltbaum, un asesor de inversiones, y Adam Johnson, autor de un newsletter semanal de inversiones. Ambos acordaron con la premisa de la periodista y aseguran que los mercados "miran con aprensión la vuelta de un socialista".
"Es un ejemplo triste pero excelente de lo que pasa cuando un país no tiene un sistema de rendición de cuentas legal como el que tenemos en Estados Unidos. Es lo que pasa cuando los políticos creen que no hay problema en cometer algunas acciones de nepotismo o corrupción y lo que pasa cuando la población comienza a preguntarse si el socialismo es una alternativa mejor", indicó Kaltbaum.
Además, Regan remarcó que Macri "es un capitalista y podría decirse que un amigo del presidente Trump" y dijo que, de haber tenido más tiempo para implementar sus políticas económicas, tal vez su gobierno habría sido exitoso.
No obstante, explicó que la "paciencia de la gente se agotó y ahora parece que van a elegir a Fernández, y a Cristina Kirchner, que es como una Hillary Clinton 2.0 porque su esposo fue presidente antes que ella, porque hacen promesas vacías que no pueden cumplir".
En esa línea, los panelistas criticaron el incremento en el gasto público y los controles de cambios impuestos con el objetivo de mitigar la fuga de capitales luego de las elecciones. "Hay evidencia concreta de que eso no funciona. Está pasando en Venezuela, donde no sólo la economía está destruida, pero también la esperanza de la gente. No hay esperanza de salvar al país, y parece que Argentina podría ser el próximo en la fila. Sería una lástima porque la gente de ahí es genial", dijo Kaltbaum.
Para concluir, Regan trazó un paralelismo entre la eventual victoria del Frente de Todos y la posibilidad de que un candidato demócrata se imponga en los comicios que tendrán lugar en Estados Unidos el año que viene. "Es importante que los estadounidenses no sean tan ingenuos como la gente en Buenos Aires", cerró.
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Comunidad judía de Argentina preocupada por regreso de Kirchner al gobierno
Cristina Fernández de Kirchner, que fue presidenta de 2007 a 2015, ocupará el cargo de vicepresidenta. El candidato opositor Alberto Fernández, populista de izquierda, derrotó al actual presidente Mauricio Macri en las elecciones nacionales argentinas.
Cristina Fernández de Kirchner, que fue presidenta de 2007 a 2015, ocupará el cargo de vicepresidenta. En enero de 2013, su gobierno firmó un acuerdo con Irán para investigar conjuntamente el bombardeo a un centro judío de la AMIA en Buenos Aires en julio de 1994, que causó 85 muertos y cientos de heridos. Israel fue uno de los críticos del memorando.
Macri, el primer conservador electo en la nación sudamericana en varias décadas, anuló el pacto en su primera semana de mandato en 2015. También ese año, Argentina incluyó a Hezbolá en la lista de grupos terroristas.
Kirchner fue acusada de obstruir la investigación del atentado contra la AMIA, presuntamente llevado a cabo por Hezbolá y financiado por Irán, que causó 85 muertos y cientos de heridos.
Fue derrotada en 2015 a raíz de una ola de cargos de corrupción. Kirchner fue acusada el año pasado de aceptar sobornos de empresas constructoras, y las investigaciones de sus casos están en curso.
Fernández obtuvo el 48,1 por ciento de los votos en las elecciones del domingo, mientras que Macri obtuvo el 40,4 por ciento, con el 97 por ciento de los votos contados el lunes por la mañana. Fernández asumirá la presidencia el 10 de diciembre.
Con aproximadamente 200.000 judíos descendientes en su mayoría de países de Europa del Este, la comunidad judía de Argentina es la más grande de América Latina. Se dividió en su mayor parte en la carrera entre Macri y el boleto del Partido Peronista de Fernandez-Kirchner.
Con el fin de la era Macri, los líderes judíos que ocupaban cargos gubernamentales dejarán sus puestos en diciembre. Son el rabino Sergio Bergman, secretario de Medio Ambiente, y Claudio Avruj, subsecretario de Derechos Humanos y pluralismo cultural y ex director ejecutivo del paraguas político judío DAIA.
También en la elección del domingo, el distrito más concurrido de Argentina, la Provincia de Buenos Aires, eligió a Axel Kicillof, un economista judío de izquierda, como gobernador. Kicillof fue ministro de Economía durante la presidencia de Kirchner.
La única victoria del partido de Macri fue en la capital, Buenos Aires, donde Horacio Rodríguez Larreta, que mantiene buenas relaciones con las instituciones judías centrales, fue reelegido como alcalde.
israelnoticias.com/
Cristina Fernández de Kirchner, que fue presidenta de 2007 a 2015, ocupará el cargo de vicepresidenta. En enero de 2013, su gobierno firmó un acuerdo con Irán para investigar conjuntamente el bombardeo a un centro judío de la AMIA en Buenos Aires en julio de 1994, que causó 85 muertos y cientos de heridos. Israel fue uno de los críticos del memorando.
Macri, el primer conservador electo en la nación sudamericana en varias décadas, anuló el pacto en su primera semana de mandato en 2015. También ese año, Argentina incluyó a Hezbolá en la lista de grupos terroristas.
Kirchner fue acusada de obstruir la investigación del atentado contra la AMIA, presuntamente llevado a cabo por Hezbolá y financiado por Irán, que causó 85 muertos y cientos de heridos.
Fue derrotada en 2015 a raíz de una ola de cargos de corrupción. Kirchner fue acusada el año pasado de aceptar sobornos de empresas constructoras, y las investigaciones de sus casos están en curso.
Fernández obtuvo el 48,1 por ciento de los votos en las elecciones del domingo, mientras que Macri obtuvo el 40,4 por ciento, con el 97 por ciento de los votos contados el lunes por la mañana. Fernández asumirá la presidencia el 10 de diciembre.
Con aproximadamente 200.000 judíos descendientes en su mayoría de países de Europa del Este, la comunidad judía de Argentina es la más grande de América Latina. Se dividió en su mayor parte en la carrera entre Macri y el boleto del Partido Peronista de Fernandez-Kirchner.
Con el fin de la era Macri, los líderes judíos que ocupaban cargos gubernamentales dejarán sus puestos en diciembre. Son el rabino Sergio Bergman, secretario de Medio Ambiente, y Claudio Avruj, subsecretario de Derechos Humanos y pluralismo cultural y ex director ejecutivo del paraguas político judío DAIA.
También en la elección del domingo, el distrito más concurrido de Argentina, la Provincia de Buenos Aires, eligió a Axel Kicillof, un economista judío de izquierda, como gobernador. Kicillof fue ministro de Economía durante la presidencia de Kirchner.
La única victoria del partido de Macri fue en la capital, Buenos Aires, donde Horacio Rodríguez Larreta, que mantiene buenas relaciones con las instituciones judías centrales, fue reelegido como alcalde.
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