¿Hará falta una guerra para que nuestros dirigentes y sus bufones comprendan por fin lo que es el islam?”
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¿Hará falta una guerra para que nuestros dirigentes y sus bufones comprendan por fin lo que es el islam?”
A algunas clases de nuestra sociedad les pasa lo mismo que a muchos grandes “intelectuales”, “expertos”, periodistas y políticos. Para todos ellos el mundo se acaba en el umbral de sus convicciones moralizantes, y los objetivos destructores que predican y que minan los fundamentos de nuestra sociedad son, ni más ni menos, sinónimos de progreso. Esos visionarios cegados por sus propias certezas refutan con vehemencia y desenvoltura toda verdad sobre la auténtica naturaleza del islam que contradiga sus teorías intelectuales alienadas. Los actuales gobernantes de España, al igual que su ejército de colaboradores, ¿no son acaso los despreciables bufones del islam?
¿Qué hay que hacer para que comprendan que las afirmaciones de “islam en España”, “islam español”, “islam que forma parte integrante de la historia de España”, no son más que declaracionse engañosas y falsas y que la única verdad es que no hay más que un solo, único e indivisible islam, el que está contra España, el que sueña con recuperar su paraíso perdido de Al-Ándalus, el que defiende exclusivamente la causa del islam, el del Corán y los hádices, y que en definitiva busca implantar el califato mundial e imponer la sharia a escala planetaria?
¿Qué hay que hacer para hacerles comprender que el tiempo pasa y que el islam, con la ayuda de sus colaboradores complacientes, con su demografía desbocada, con su inmigración incontrolada e incontrolable está invadiéndonos irremediablemente?
¿Qué hay que hacer para hacerles entender que la incorporación a nuestras sociedades del integrismo profundamente intrínseco al islam constituye un grave peligro para nuestra civilización, como lo fue para tantas otras aniquiladas antes que nosotros que han tratado en vano de asimilar lo inasimilable?
¿Qué les hace falta para que admitan la evidencia de que el islam no reconoce ninguna frontera, ningún país, ninguna civilización, ninguna sociedad, ningún orden jurídico, salvo aquellos edificados sobre bases belicosas, ya que el pueblo del islam no reconoce ningún valor, ninguna ley, ninguna religión más que los que le unen en la única e indivisible umma, la gran nación engloba a todos los adeptos, “moderados” o “extremistas”? El islam tiene por vocación dominar el mundo, someter a los demás. Para él el no musulmán está definido en los textos fundadores de esta ideología como el enemigo que hay que someter, perseguir y masacrar. Aquí no hay que interpretar nada, ni hacer gala de clarividencia: eso está escrito negro sobre blanco.
¿Qué les hace falta para que se den cuenta que el islam trabaja principalmente mediante la aplastante mayoría de sus adeptos supuestamente moderados, falsamente conciliadores, falsamente democrátas, falsamente tolerantes, que engañan conscientemente sobre la verdadera naturaleza de su ideología y que nunca han manifestado y no manifestarán nunca ninguna reserva, ninguna crítica hacia sus correligionarios llamados extremistas o hacia los preceptos inhumanos, intolerantes e inflexibles, exaltados en el Corán?
¿Qué les hace falta para que se den cuenta de que el islam está en formación de batalla en varios frentes y ha logrado perfectamente la sutil coordinación de las reivindicaciones e intimidaciones belicosas de sus adeptos llamados extremistas, con la victimización mediatizada de sus adeptos llamados moderados, el proselitismo falsamente inofensivo a todos los niveles de la sociedad civil y la radicalización latente y consensual de todos sus adeptos?
¿Qué les hace falta para que admitan que actualmente el islam ha vuelto a la edad dorada de sus conquistas, con la única diferencia de que sus incursiones contemporáneas se llevan a cabo en Occidente sin derramamiento de sangre (salvo las necesarias excepciones para hacer avanzar la conquista o desbloquar algún “atasco” en su marcha triunfal), pero son llevadas a cabo de manera solapada, calculada, paciente, inexorable y tal vez definitiva? Cuando sus adeptos sean mayoritarios llegará el tiempo de las persecuciones sanguinarias, de la sumisión y la eliminación de todos los no musulmanes, glorificando así el verdadero mensaje de esta ideología.
¿Qué les hace falta para que asimilen que todos los masoquistas impenitentes y penitentes patológicos que se autoflagelan con los incesantes discursos de arrepentimiento sólo sirven a la causa del islam y se oponen a los ciudadanos lúcidos que tratan de combatirlo? El islam, ideología sádica por excelencia, colmará algún día su patético masoquismo. Que tengan algo de paciencia y serán debidamente “recompensados”.
¿Qué les hace falta para que vean que el islam está convirtiéndose definitivamente en la religión de Europa, ya que Europa reniega de su religión histórica? Cuando los imanes reemplacen a nuestros curas, los minaretes a nuestros campanarios, las oraciones en las calles a nuestras procesiones milenarias, la llamada del muecín a la llamada a misa, echaremos amargamente de menos los símbolos y la moral humanista definida por una religión esclarecida y mucho más tolerante, representada por individuos con los que la discusión es constructiva.
¿Qué les hace falta para que comprendan que cuando el islam se vuelve mayoritario es infaliblemente agresivo, torturador y tiránico, desvelando asi su verdadera y única naturaleza, que incita explícitamente a sus adeptos a perseguir a los millones de infieles reducidos a la esclavitud e innoblemente maltratados sin piedad? El islam es una civilización y Occidente es otra, y nunca ha habido sitio para las dos en un mismo territorio. La Historia ha demostrado claramente lo que le ocurre a las poblaciones autóctonas cuando el islam llega a dominar.
¿Qué les hace falta para que admitan que el islam moderado no existe, como tampoco el islamismo, su corolario mediático? Los dos términos no son más que inventos mentirosos creados para anestesiar nuestro espíritu crítico hacia el único e innombrable islam, ideología tiránica claramente criminal contra la humanidad, concebida por un fanático sanguinario?
¿Qué les hace falta a esas feministas histéricas, a esos lobbys homosexuales, a esos integristas de izquierda, para que comprendan que su ridícula lucha contra nuestros valores culturales se volverán un día contra ellos cuando el islam domine? ¿Y qué decir de estos católicos buenistas perdidos en la senda de sus irreales fantasías que ven en los invasores mahometanos a los pobres y marginados que necesita su vocación caritativa?
¿Qué les hace falta para que entiendan que el islam, con su demografía inherente e importada y por el voto comunitario que se deriva de ello, está en vías de anexionarse ideológicamente algunos territorios de nuestra nación que serán definitivamente perdidos, y que esos mismos territorios de España se han convertido en zonas de reclutamiento de los futuros combatientes del islam para declarar la guerra al pueblo español, después de haberlo hecho para los yihadistas de otros países asolados por esta lacra?
Pues les hace falta una guerra, cuya salida es más que incierta.
Y sin embargo… ¿No se escribe y repite sin cesar en nuestros medios, por nuestros “expertos”, por nuestros”filósofos”, por nuestros “intelectuales”, por nuestros dirigentes, por nuestros periodistas, que el islam es la mejor de las ideologías posibles, que los musulmanes son las mejores personas que hay, y que todo lo que no es islam debe ser burlado, humillado, escarnecido, profanado y destruido?
Dicen y repiten de todas las maneras posibles: “¿Entonces, por qué tanto oscurantismo por nuestra parte, tanto rechazo hacia una ideología contra la cual tenemos prejuicios tan negativos? A lo mejor, si abrazamos esa ideología, así como desean nuestras élites, la conoceríamos por fin en su justo valor y podríamos por fin disfrutar de sus magnánimas sutilezas. O tal vez deberíamos simplemente no tratar de entender, resignarnos, cerrar los ojos y decir definitivamente adiós a España. ¿Trato hecho?”
¡Pues no señor!
¿Qué hay que hacer para que comprendan que las afirmaciones de “islam en España”, “islam español”, “islam que forma parte integrante de la historia de España”, no son más que declaracionse engañosas y falsas y que la única verdad es que no hay más que un solo, único e indivisible islam, el que está contra España, el que sueña con recuperar su paraíso perdido de Al-Ándalus, el que defiende exclusivamente la causa del islam, el del Corán y los hádices, y que en definitiva busca implantar el califato mundial e imponer la sharia a escala planetaria?
¿Qué hay que hacer para hacerles comprender que el tiempo pasa y que el islam, con la ayuda de sus colaboradores complacientes, con su demografía desbocada, con su inmigración incontrolada e incontrolable está invadiéndonos irremediablemente?
¿Qué hay que hacer para hacerles entender que la incorporación a nuestras sociedades del integrismo profundamente intrínseco al islam constituye un grave peligro para nuestra civilización, como lo fue para tantas otras aniquiladas antes que nosotros que han tratado en vano de asimilar lo inasimilable?
¿Qué les hace falta para que admitan la evidencia de que el islam no reconoce ninguna frontera, ningún país, ninguna civilización, ninguna sociedad, ningún orden jurídico, salvo aquellos edificados sobre bases belicosas, ya que el pueblo del islam no reconoce ningún valor, ninguna ley, ninguna religión más que los que le unen en la única e indivisible umma, la gran nación engloba a todos los adeptos, “moderados” o “extremistas”? El islam tiene por vocación dominar el mundo, someter a los demás. Para él el no musulmán está definido en los textos fundadores de esta ideología como el enemigo que hay que someter, perseguir y masacrar. Aquí no hay que interpretar nada, ni hacer gala de clarividencia: eso está escrito negro sobre blanco.
¿Qué les hace falta para que se den cuenta que el islam trabaja principalmente mediante la aplastante mayoría de sus adeptos supuestamente moderados, falsamente conciliadores, falsamente democrátas, falsamente tolerantes, que engañan conscientemente sobre la verdadera naturaleza de su ideología y que nunca han manifestado y no manifestarán nunca ninguna reserva, ninguna crítica hacia sus correligionarios llamados extremistas o hacia los preceptos inhumanos, intolerantes e inflexibles, exaltados en el Corán?
¿Qué les hace falta para que se den cuenta de que el islam está en formación de batalla en varios frentes y ha logrado perfectamente la sutil coordinación de las reivindicaciones e intimidaciones belicosas de sus adeptos llamados extremistas, con la victimización mediatizada de sus adeptos llamados moderados, el proselitismo falsamente inofensivo a todos los niveles de la sociedad civil y la radicalización latente y consensual de todos sus adeptos?
¿Qué les hace falta para que admitan que actualmente el islam ha vuelto a la edad dorada de sus conquistas, con la única diferencia de que sus incursiones contemporáneas se llevan a cabo en Occidente sin derramamiento de sangre (salvo las necesarias excepciones para hacer avanzar la conquista o desbloquar algún “atasco” en su marcha triunfal), pero son llevadas a cabo de manera solapada, calculada, paciente, inexorable y tal vez definitiva? Cuando sus adeptos sean mayoritarios llegará el tiempo de las persecuciones sanguinarias, de la sumisión y la eliminación de todos los no musulmanes, glorificando así el verdadero mensaje de esta ideología.
¿Qué les hace falta para que asimilen que todos los masoquistas impenitentes y penitentes patológicos que se autoflagelan con los incesantes discursos de arrepentimiento sólo sirven a la causa del islam y se oponen a los ciudadanos lúcidos que tratan de combatirlo? El islam, ideología sádica por excelencia, colmará algún día su patético masoquismo. Que tengan algo de paciencia y serán debidamente “recompensados”.
¿Qué les hace falta para que vean que el islam está convirtiéndose definitivamente en la religión de Europa, ya que Europa reniega de su religión histórica? Cuando los imanes reemplacen a nuestros curas, los minaretes a nuestros campanarios, las oraciones en las calles a nuestras procesiones milenarias, la llamada del muecín a la llamada a misa, echaremos amargamente de menos los símbolos y la moral humanista definida por una religión esclarecida y mucho más tolerante, representada por individuos con los que la discusión es constructiva.
¿Qué les hace falta para que comprendan que cuando el islam se vuelve mayoritario es infaliblemente agresivo, torturador y tiránico, desvelando asi su verdadera y única naturaleza, que incita explícitamente a sus adeptos a perseguir a los millones de infieles reducidos a la esclavitud e innoblemente maltratados sin piedad? El islam es una civilización y Occidente es otra, y nunca ha habido sitio para las dos en un mismo territorio. La Historia ha demostrado claramente lo que le ocurre a las poblaciones autóctonas cuando el islam llega a dominar.
¿Qué les hace falta para que admitan que el islam moderado no existe, como tampoco el islamismo, su corolario mediático? Los dos términos no son más que inventos mentirosos creados para anestesiar nuestro espíritu crítico hacia el único e innombrable islam, ideología tiránica claramente criminal contra la humanidad, concebida por un fanático sanguinario?
¿Qué les hace falta a esas feministas histéricas, a esos lobbys homosexuales, a esos integristas de izquierda, para que comprendan que su ridícula lucha contra nuestros valores culturales se volverán un día contra ellos cuando el islam domine? ¿Y qué decir de estos católicos buenistas perdidos en la senda de sus irreales fantasías que ven en los invasores mahometanos a los pobres y marginados que necesita su vocación caritativa?
¿Qué les hace falta para que entiendan que el islam, con su demografía inherente e importada y por el voto comunitario que se deriva de ello, está en vías de anexionarse ideológicamente algunos territorios de nuestra nación que serán definitivamente perdidos, y que esos mismos territorios de España se han convertido en zonas de reclutamiento de los futuros combatientes del islam para declarar la guerra al pueblo español, después de haberlo hecho para los yihadistas de otros países asolados por esta lacra?
Pues les hace falta una guerra, cuya salida es más que incierta.
Y sin embargo… ¿No se escribe y repite sin cesar en nuestros medios, por nuestros “expertos”, por nuestros”filósofos”, por nuestros “intelectuales”, por nuestros dirigentes, por nuestros periodistas, que el islam es la mejor de las ideologías posibles, que los musulmanes son las mejores personas que hay, y que todo lo que no es islam debe ser burlado, humillado, escarnecido, profanado y destruido?
Dicen y repiten de todas las maneras posibles: “¿Entonces, por qué tanto oscurantismo por nuestra parte, tanto rechazo hacia una ideología contra la cual tenemos prejuicios tan negativos? A lo mejor, si abrazamos esa ideología, así como desean nuestras élites, la conoceríamos por fin en su justo valor y podríamos por fin disfrutar de sus magnánimas sutilezas. O tal vez deberíamos simplemente no tratar de entender, resignarnos, cerrar los ojos y decir definitivamente adiós a España. ¿Trato hecho?”
¡Pues no señor!
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El futuro es una suegra
No son los países que cambian a las personas, sino las personas que cambian a los países. El proceso de islamización de Europa en curso, y más ampliamente de tercermundización, es el resultado de haber permitido la llegada masiva de musulmanes y de tercermundistas de todo pelaje y condición. El dramático aumento de la población musulmana en Europa y la demás tropa multicultural no se debe a que a los europeos les haya dado por interesarse masivamente por la religión de Mahoma o que de pronto hayan dejado de tener las cualidades que hicieron posible la Europa moderna y civilizada. Una población está reemplazando a otra. No es otra cosa.
Los altísimos índices de criminalidad, la degradación de barrios y ciudades, las calles llenas de putas de todos los colores, el problema enquistado de los “niños de la calle”, la inseguridad creciente y cada día más agobiante, no son mayormente la obra de la sociedad española, es desorden importado, problemas llovidos del cielo. Estamos comprando conflictos en los mercados internacionales, le hemos abierto las puertas de nuestra casa a la confusión y la discordia. No es la sociedad y el pueblo español que generan tanta degradación y decadencia: nos viene de fuera. Y lo peor, es que le hemos puesto un puente de plata para facilitarles la llegada.
El Tercer Mundo y sus realidades sociales, culturales, económicas y espirituales se han instalado entre nosotros. Si algunos barrios de ciudades españolas están empezando a parecerse a las favelas de Rio de Janeiro o los suburbios de Karachi, ¿es acaso porque los españoles lo hemos hecho así? Vayan a ver el Raval en Barcelona o Lavapíes en Madrid. Es el Tercer Mundo. Social, cultural, espiritualmente sin duda, pero sobre todo y por eso mismo, racial y étnicamente. El Tercer Mundo no ha caído de las nubes: ha llegado en patera, en cayuco, no ha surgido por generación espontánea, sino que ha entrado en tropel por la Junquera, Barajas o la playa de Maspalomas.
Esperar progreso, orden y prosperidad de muchos de ellos es como pedir peras a un olmo. El olmo no está sin duda falto de ciertas cualidades, ni su existencia desprovista de todo sentido. Ahí no reside la cuestión. Simplemente el olmo no da peras porque no está en su naturaleza el darlas, y por consiguiente su lugar en una plantación de frutales carece de sentido.
Decía un filósofo para hacer desistir una amigo muy querido de unos amores destinados al fracaso: “Fíjate en tu futura suegra; así será dentro de 30 años la que te quita el sueño ahora”. Si queremos saber cómo será España dentro de 30 años, echemos una mirada a los países andinos, al Magreb, al Cuerno de África, al sudeste asíático, etc. Así como en la visión de nuestro filósofo el presente de la suegra era el porvenir de la novia, el hoy del Tercer Mundo será nuestro futuro de europeos. Y eso sí que es para perder el sueño. Link
Los altísimos índices de criminalidad, la degradación de barrios y ciudades, las calles llenas de putas de todos los colores, el problema enquistado de los “niños de la calle”, la inseguridad creciente y cada día más agobiante, no son mayormente la obra de la sociedad española, es desorden importado, problemas llovidos del cielo. Estamos comprando conflictos en los mercados internacionales, le hemos abierto las puertas de nuestra casa a la confusión y la discordia. No es la sociedad y el pueblo español que generan tanta degradación y decadencia: nos viene de fuera. Y lo peor, es que le hemos puesto un puente de plata para facilitarles la llegada.
El Tercer Mundo y sus realidades sociales, culturales, económicas y espirituales se han instalado entre nosotros. Si algunos barrios de ciudades españolas están empezando a parecerse a las favelas de Rio de Janeiro o los suburbios de Karachi, ¿es acaso porque los españoles lo hemos hecho así? Vayan a ver el Raval en Barcelona o Lavapíes en Madrid. Es el Tercer Mundo. Social, cultural, espiritualmente sin duda, pero sobre todo y por eso mismo, racial y étnicamente. El Tercer Mundo no ha caído de las nubes: ha llegado en patera, en cayuco, no ha surgido por generación espontánea, sino que ha entrado en tropel por la Junquera, Barajas o la playa de Maspalomas.
Esperar progreso, orden y prosperidad de muchos de ellos es como pedir peras a un olmo. El olmo no está sin duda falto de ciertas cualidades, ni su existencia desprovista de todo sentido. Ahí no reside la cuestión. Simplemente el olmo no da peras porque no está en su naturaleza el darlas, y por consiguiente su lugar en una plantación de frutales carece de sentido.
Decía un filósofo para hacer desistir una amigo muy querido de unos amores destinados al fracaso: “Fíjate en tu futura suegra; así será dentro de 30 años la que te quita el sueño ahora”. Si queremos saber cómo será España dentro de 30 años, echemos una mirada a los países andinos, al Magreb, al Cuerno de África, al sudeste asíático, etc. Así como en la visión de nuestro filósofo el presente de la suegra era el porvenir de la novia, el hoy del Tercer Mundo será nuestro futuro de europeos. Y eso sí que es para perder el sueño. Link
sura 187 del Alcorán escribe: escribió: “matad a vuestros enemigos donde quiera estén arrojadles de los lugares de donde os echaron a vosotros. La apostasía y negar al profeta Mahoma el mayor de los crímenes se pena con la muerte. Bañaos en la sangre de vuestros enemigos”con esta gentuza la que nos espera armemos al pueblo
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