La expulsión de los judíos de España (1492)
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La expulsión de los judíos de España (1492)
La expulsión de los judíos de los territorios de Castilla y Aragón, en 1492, es uno de los asuntos más debatidos entre los que sucedieron a lo largo del reinado de los Reyes Católicos. Ante todo, es importante señalar que no se trató de un hecho que fuera único o exclusivo de la monarquía hispánica. Ciertamente, a lo largo de la Edad Media, esta comunidad religiosa ya sufrió la expulsión en otros Estados. Sin embargo, a pesar de esto, quizá por las consecuencias que tuvo para España, por el número de personas que resultaron afectadas o por las dudas que -aún hoy- existen sobre algunos aspectos, hacen que el caso de España sea más controvertido que los demás.
En este artículo intentaremos explicar la situación en la que se encontraban los judíos de España en los inicios de la Edad Moderna, las razones que pudieron llevar a los Reyes Católicos a decretar su expulsión y, por último, las consecuencias que, tanto para la población judía como para la cristiana, tuvo aquella decisión de unos reyes que, hasta que la situación se hizo insostenible, intentaron no llevarla a cabo.
Aunque los judíos de España no estuvieron libres de problemas en épocas pasadas (recordemos, por ejemplo los que tuvieron durante el período visigodo y en otros momentos de la Edad Media), para comprender todo lo sucedido en 1492 debemos buscar, como antecedentes más decisivos e inmediatos, los hechos que se produjeron a finales del siglo XIV, en concreto en 1391. A lo largo de ese año, los barrios judíos sufrieron numerosos ataques, siendo el primero de ellos el que tuvo lugar en Sevilla, extendiéndose después por distintos lugares de la Corona de Castilla y de Aragón. Estos ataques, conocidos con el término de "progromos", tenían como objetivo el saqueo e, incluso, la matanza de judíos. Sin embargo, por encima de todo, el efecto que causaron en éstos fue el miedo, lo que provocó que miles de ellos se convirtieran al cristianismo para salvar sus vidas. Aquellos judíos que decidieron hacerse cristianos fueron conocidos con el nombre de conversos.
Desde aquel año de 1391, en España fue cada vez más importante la comunidad de los conversos o "cristianos nuevos", que abandonaron sus antiguos barrios (las juderías o aljamas) y pasaron a convivir con el resto de la población cristiana. Posteriormente, a medida que pasaban los años, los conversos iban integrándose cada vez más en la comunidad cristiana, hasta el punto de que algunas profesiones, como la medicina, estuvo ejercida prácticamente sólo por ellos. Incluso los médicos personales de los Reyes Católicos eran de origen judío. Sin embargo, el ascenso social de los conversos provocó el recelo y el resentimiento entre los "cristianos viejos". En efecto, cada vez eran más numerosas las quejas de éstos contra los conversos, a los que acusaban de seguir practicando el judaísmo en secreto y, por otro lado, también se acusó a los judíos de intentar influir en los conversos para que volvieran a abrazar su antigua religión.
Ante tal delicada situación, en 1478, los Reyes Católicos decidieron introducir el Tribunal de la Inquisición en Castilla y, con posterioridad, en Aragón. Aunque el Tribunal de la Inquisición existía desde el siglo XIII, el que ahora se creaba en la monarquía hispánica dependía directamente de los reyes, no del Papa. Su principal misión sería controlar a los conversos, investigando aquellos casos sobre los que existían dudas de que se hubiera producido un Bautismo sincero. Tras varios años actuando, los inquisidores se convencieron de que, para terminar con el problema de las falsas conversiones, había que impedir que los conversos pudieran tener contacto con los judíos, evitándoles, así, la tentación de volver a practicar su antigua religión. De esta forma, las Cortes de Toledo decidieron, en 1480, que los barrios judíos debían estar apartados físicamente de los cristianos, por lo que ambas zonas debían estar separadas por gruesas murallas. Además, se les obligó a llevar en sus ropas una señal roja, un distintivo que los identificara como pertenecientes a la comunidad hebraica.
Por otro lado -y también desde 1480- se intensificó la investigación sobre los conversos, y la Inquisición llegó a interrogar a miles de sospechosos y de testigos, llegando a la conclusión de que la mayoría de los conversos seguían siendo judíos practicantes. La situación para los judíos se iba complicando cada vez más, hasta llegar a ser angustiosa, en 1490, cuando se produjeron varios casos de acusaciones falsas sobre ellos. El caso más llamativo fue el conocido como el del "Santo Niño de la Guardia", especialmente grave, puesto que se acusó a un grupo de judíos y de conversos de la localidad de La Guardia, en Toledo, de secuestrar, torturar y crucificar a un niño el Viernes Santo de aquel año. El caso tuvo tal repercusión, que pasó a manos del Inquisidor General, fray Tomás de Torquemada. Su sentencia fue aleccionadora, pues determinó que los responsables del crimen debían ser ejecutados.
En este artículo intentaremos explicar la situación en la que se encontraban los judíos de España en los inicios de la Edad Moderna, las razones que pudieron llevar a los Reyes Católicos a decretar su expulsión y, por último, las consecuencias que, tanto para la población judía como para la cristiana, tuvo aquella decisión de unos reyes que, hasta que la situación se hizo insostenible, intentaron no llevarla a cabo.
Aunque los judíos de España no estuvieron libres de problemas en épocas pasadas (recordemos, por ejemplo los que tuvieron durante el período visigodo y en otros momentos de la Edad Media), para comprender todo lo sucedido en 1492 debemos buscar, como antecedentes más decisivos e inmediatos, los hechos que se produjeron a finales del siglo XIV, en concreto en 1391. A lo largo de ese año, los barrios judíos sufrieron numerosos ataques, siendo el primero de ellos el que tuvo lugar en Sevilla, extendiéndose después por distintos lugares de la Corona de Castilla y de Aragón. Estos ataques, conocidos con el término de "progromos", tenían como objetivo el saqueo e, incluso, la matanza de judíos. Sin embargo, por encima de todo, el efecto que causaron en éstos fue el miedo, lo que provocó que miles de ellos se convirtieran al cristianismo para salvar sus vidas. Aquellos judíos que decidieron hacerse cristianos fueron conocidos con el nombre de conversos.
Desde aquel año de 1391, en España fue cada vez más importante la comunidad de los conversos o "cristianos nuevos", que abandonaron sus antiguos barrios (las juderías o aljamas) y pasaron a convivir con el resto de la población cristiana. Posteriormente, a medida que pasaban los años, los conversos iban integrándose cada vez más en la comunidad cristiana, hasta el punto de que algunas profesiones, como la medicina, estuvo ejercida prácticamente sólo por ellos. Incluso los médicos personales de los Reyes Católicos eran de origen judío. Sin embargo, el ascenso social de los conversos provocó el recelo y el resentimiento entre los "cristianos viejos". En efecto, cada vez eran más numerosas las quejas de éstos contra los conversos, a los que acusaban de seguir practicando el judaísmo en secreto y, por otro lado, también se acusó a los judíos de intentar influir en los conversos para que volvieran a abrazar su antigua religión.
Ante tal delicada situación, en 1478, los Reyes Católicos decidieron introducir el Tribunal de la Inquisición en Castilla y, con posterioridad, en Aragón. Aunque el Tribunal de la Inquisición existía desde el siglo XIII, el que ahora se creaba en la monarquía hispánica dependía directamente de los reyes, no del Papa. Su principal misión sería controlar a los conversos, investigando aquellos casos sobre los que existían dudas de que se hubiera producido un Bautismo sincero. Tras varios años actuando, los inquisidores se convencieron de que, para terminar con el problema de las falsas conversiones, había que impedir que los conversos pudieran tener contacto con los judíos, evitándoles, así, la tentación de volver a practicar su antigua religión. De esta forma, las Cortes de Toledo decidieron, en 1480, que los barrios judíos debían estar apartados físicamente de los cristianos, por lo que ambas zonas debían estar separadas por gruesas murallas. Además, se les obligó a llevar en sus ropas una señal roja, un distintivo que los identificara como pertenecientes a la comunidad hebraica.
Por otro lado -y también desde 1480- se intensificó la investigación sobre los conversos, y la Inquisición llegó a interrogar a miles de sospechosos y de testigos, llegando a la conclusión de que la mayoría de los conversos seguían siendo judíos practicantes. La situación para los judíos se iba complicando cada vez más, hasta llegar a ser angustiosa, en 1490, cuando se produjeron varios casos de acusaciones falsas sobre ellos. El caso más llamativo fue el conocido como el del "Santo Niño de la Guardia", especialmente grave, puesto que se acusó a un grupo de judíos y de conversos de la localidad de La Guardia, en Toledo, de secuestrar, torturar y crucificar a un niño el Viernes Santo de aquel año. El caso tuvo tal repercusión, que pasó a manos del Inquisidor General, fray Tomás de Torquemada. Su sentencia fue aleccionadora, pues determinó que los responsables del crimen debían ser ejecutados.
Re: La expulsión de los judíos de España (1492)
Sin embargo, a pesar de sus grandes esfuerzos, las medidas de la Inquisición no fueron suficientes para solucionar el problema del odio hacia los judíos y a los conversos. Así pues, había que tomar una medida más drástica. Y esa medida no fue otra que expulsar a los judíos que no quisieran bautizarse, ya que, como dijimos antes, si desaparecían los judíos y sus sinagogas, desaparecería también el riesgo de que muchos conversos volvieran a practicar el judaísmo, su antigua religión.
A los Reyes Católicos les costó muchísimo tomar semejante decisión, una de las más difíciles de su reinado, pues eran conscientes de la importancia de esa comunidad religiosa, no sólo en el ámbito general de sus dominios, sino también en el personal (ya hemos comentado que sus médicos eran de origen judío, aunque lo más importante, quizá, eran las aportaciones económicas que los Reyes Católicos recibían de los judíos, fundamentales, por ejemplo, en la Guerra de Granada). Sin embargo, por otro lado, Isabel y Fernando también pensaban que la unificación religiosa era algo indispensable para fortalecer la cohesión entre sus súbditos. Ciertamente, si toda la población de Castilla y Aragón pasaba a pertenecer a la comunidad cristiana, se evitarían conflictos sociales, como los que se habían producido desde finales del siglo XIV. Todo esto, además, ayudaría también a reforzar la autoridad de los Reyes, siendo esto último, en definitiva, el objetivo fundamental de los monarcas que reinaron a principios de la Edad Moderna.
Así pues, los Reyes Católicos, el 31 de marzo de 1492, publicaron el Edicto que obligaba a todos los judíos a abandonar España en el plazo máximo de cuatro meses. Sólo aquellos que optaran por bautizarse podrían seguir viviendo en los dominios de Isabel y Fernando. También se alertaba a los cristianos, para que no ayudasen a los judíos a incumplir lo establecido en el Edicto, puesto que, en caso contrario, perderían todas sus pertenencias. En cuanto a los judíos que decidieran exiliarse, podrían vender sus bienes, pero se les prohibía llevar consigo metales preciosos o monedas. De esta forma, el beneficio de la venta de sus casas, por ejemplo, no quedó plasmado en dinero, sino en letras de cambio que podrían canjear por dinero cuando llegaran a sus destinos. En esta última medida, comprobamos que no existió en Isabel y Fernando una intención económica: no quisieron lucrarse a costa de los judíos. De haber sido así, no les hubieran permitido vender sus bienes, aunque, por supuesto, los judíos sufrieron todo tipo de abusos por parte de los compradores particulares, que esperaron hasta última hora, cuando se terminaba el plazo de los cuatro meses, para comprarles unos bienes que, por entonces, habían alcanzado un precio muy por debajo de su valor real. A este respecto, un cronista de la época, Andrés Bernáldez, escribió que él mismo vio cómo un judío cambió "una casa por un asno y una viña por un poco de paño o lienzo". Y este no fue el único abuso que sufrieron los miles de judíos que decidieron abandonar Sefarad, que es como ellos llamaban a las tierras de España y Portugal, es decir, de Iberia. Así, por ejemplo, los que marcharon a pie, tuvieron que pagar cantidades mucho más altas de las que, en condiciones normales, se exigía a cualquier persona por el impuesto de aduanas.En todo caso -y a pesar de las grandes sumas que ofrecieron algunos de los judíos más poderosos a los Reyes Católicos, en un último intento de que éstos anularan la decisión- ya no hubo marcha atrás.
A los Reyes Católicos les costó muchísimo tomar semejante decisión, una de las más difíciles de su reinado, pues eran conscientes de la importancia de esa comunidad religiosa, no sólo en el ámbito general de sus dominios, sino también en el personal (ya hemos comentado que sus médicos eran de origen judío, aunque lo más importante, quizá, eran las aportaciones económicas que los Reyes Católicos recibían de los judíos, fundamentales, por ejemplo, en la Guerra de Granada). Sin embargo, por otro lado, Isabel y Fernando también pensaban que la unificación religiosa era algo indispensable para fortalecer la cohesión entre sus súbditos. Ciertamente, si toda la población de Castilla y Aragón pasaba a pertenecer a la comunidad cristiana, se evitarían conflictos sociales, como los que se habían producido desde finales del siglo XIV. Todo esto, además, ayudaría también a reforzar la autoridad de los Reyes, siendo esto último, en definitiva, el objetivo fundamental de los monarcas que reinaron a principios de la Edad Moderna.
Así pues, los Reyes Católicos, el 31 de marzo de 1492, publicaron el Edicto que obligaba a todos los judíos a abandonar España en el plazo máximo de cuatro meses. Sólo aquellos que optaran por bautizarse podrían seguir viviendo en los dominios de Isabel y Fernando. También se alertaba a los cristianos, para que no ayudasen a los judíos a incumplir lo establecido en el Edicto, puesto que, en caso contrario, perderían todas sus pertenencias. En cuanto a los judíos que decidieran exiliarse, podrían vender sus bienes, pero se les prohibía llevar consigo metales preciosos o monedas. De esta forma, el beneficio de la venta de sus casas, por ejemplo, no quedó plasmado en dinero, sino en letras de cambio que podrían canjear por dinero cuando llegaran a sus destinos. En esta última medida, comprobamos que no existió en Isabel y Fernando una intención económica: no quisieron lucrarse a costa de los judíos. De haber sido así, no les hubieran permitido vender sus bienes, aunque, por supuesto, los judíos sufrieron todo tipo de abusos por parte de los compradores particulares, que esperaron hasta última hora, cuando se terminaba el plazo de los cuatro meses, para comprarles unos bienes que, por entonces, habían alcanzado un precio muy por debajo de su valor real. A este respecto, un cronista de la época, Andrés Bernáldez, escribió que él mismo vio cómo un judío cambió "una casa por un asno y una viña por un poco de paño o lienzo". Y este no fue el único abuso que sufrieron los miles de judíos que decidieron abandonar Sefarad, que es como ellos llamaban a las tierras de España y Portugal, es decir, de Iberia. Así, por ejemplo, los que marcharon a pie, tuvieron que pagar cantidades mucho más altas de las que, en condiciones normales, se exigía a cualquier persona por el impuesto de aduanas.En todo caso -y a pesar de las grandes sumas que ofrecieron algunos de los judíos más poderosos a los Reyes Católicos, en un último intento de que éstos anularan la decisión- ya no hubo marcha atrás.
Re: La expulsión de los judíos de España (1492)
Quizá ahora lo de menos sea discutir sobre las cifras (los historiadores creen que pudieron ser entre cincuenta mil y doscientos mil los judíos exiliados) o sobre las repercusiones que para España pudo tener la expulsión (las valoraciones son muy distintas, según se trate de unos historiadores u otros). Sí creemos, en cambio, que es justo afirmar que lo más importante es reconocer la gran tragedia personal que sufrieron todos los judíos, al abandonar la que había sido su patria. Y, a este drama general, habría que añadir los enormes sufrimientos personales que gran parte de ellos padecieron, bien en su camino hacia el exilio, bien al llegar a sus lugares de destino, que fueron muchos: el norte de África, Portugal (de donde serían expulsados en 1497), el Imperio Otomano (sobre todo Grecia y Turquía, los lugares donde fueron mejor acogidos), Francia, Países Bajos, Italia, o Inglaterra.
Ya hemos señalado antes que el sufrimiento para muchos de los judíos comenzó en el momento de la venta de sus propiedades. Después, tras cumplirse el plazo de los cuatro meses para abandonar España dado por los Reyes Católicos, era muy corriente verlos en grupos numerosos atravesando las tierras de Castilla y Aragón, hacia las fronteras y puertos desde donde emprenderían su viaje. Hasta los "cristianos viejos" sentían piedad al ver semejantes escenas, y el cronista Bernáldez dejó también escrito un crudo testimonio de aquellos momentos: "Iban por los caminos y campos con mucho trabajo y fortuna, unos cayendo, otros levantando, unos muriendo, otros naciendo, otros enfermando, que no había cristiano que no tuviese dolor..." Por otro lado, como no podían llevarse las monedas, muchos judíos intentaron esconderlas, por ejemplo, entre los enseres de los caballos. Algunos, incluso, llegaron a tragárselas, creyendo que así estarían en lugar seguro.
Lo peor, sin embargo, estaba aún por llegar, en especial para los judíos que se exiliaron en el norte de África. Allí fueron atacados por miembros de tribus del desierto, que les despojaron de todas sus pertenencias y que llegaron a abrir el vientre de aquellos judíos sospechosos de haber tragado unas insignificantes monedas. No menos penalidades pasaron los que eligieron otros destinos. Así, un cronista italiano escribió sobre la llegada de los judíos a Génova que "cualquiera hubiera podido haberlos tomado por espectros; ¡tan demacrados y cadavéricos iban sus rostros y tan hundidos sus ojos! No se diferenciaban de los muertos más que en la facultad de moverse que apenas conservaban..."
Como siempre comentamos en clase, resulta muy difícil emitir un juicio moral sobre las acciones de personas que vivieron, en este caso, hace más de quinientos años. Sin embargo, es de justicia elogiar a aquellos que, hoy en día, hacen sinceros intentos por buscar un reencuentro definitivo entre los sefarditas y España, como hiciera el príncipe Felipe de Borbón en el discurso que pronunció con motivo de la entrega del Premio Príncipe de Asturias de la Concordia, concedido al pueblo sefardí, en octubre de 1990, y del que reproducimos un fragmento: "Desde el espíritu de la concordia de la España de hoy y como heredero de quienes hace quinientos años firmaron el Decreto de expulsión, ahora yo les recibo con los brazos abiertos y con una gran emoción". "Cuando tuvieron que abandonar su tierra en circunstancias dramáticas, supieron ser leales a ella, quizá esperando que llegase un día en que España fuera otra vez un reencuentro para ellos".
Como ya decía un escritor inglés de finales del siglo XIX, "todavía hoy recitan algunas de sus oraciones en lengua española en algunas sinagogas de Londres y los judíos modernos recuerdan con vivo interés a España, como tierra querida de sus padres". También sabemos que algunos sefarditas conservan aún las llaves de las casas de sus familiares exiliados de España, y estamos seguros de que todos guardan en sus corazones el mejor de los tesoros: el recuerdo de la patria de sus antepasados, Sefarad.
Publicado por Pedro González-Barba.-
TAMBIÉN:
La pesadilla bíblica que sufrieron los judíos expulsados de España por los Reyes Católicos
Ya hemos señalado antes que el sufrimiento para muchos de los judíos comenzó en el momento de la venta de sus propiedades. Después, tras cumplirse el plazo de los cuatro meses para abandonar España dado por los Reyes Católicos, era muy corriente verlos en grupos numerosos atravesando las tierras de Castilla y Aragón, hacia las fronteras y puertos desde donde emprenderían su viaje. Hasta los "cristianos viejos" sentían piedad al ver semejantes escenas, y el cronista Bernáldez dejó también escrito un crudo testimonio de aquellos momentos: "Iban por los caminos y campos con mucho trabajo y fortuna, unos cayendo, otros levantando, unos muriendo, otros naciendo, otros enfermando, que no había cristiano que no tuviese dolor..." Por otro lado, como no podían llevarse las monedas, muchos judíos intentaron esconderlas, por ejemplo, entre los enseres de los caballos. Algunos, incluso, llegaron a tragárselas, creyendo que así estarían en lugar seguro.
Lo peor, sin embargo, estaba aún por llegar, en especial para los judíos que se exiliaron en el norte de África. Allí fueron atacados por miembros de tribus del desierto, que les despojaron de todas sus pertenencias y que llegaron a abrir el vientre de aquellos judíos sospechosos de haber tragado unas insignificantes monedas. No menos penalidades pasaron los que eligieron otros destinos. Así, un cronista italiano escribió sobre la llegada de los judíos a Génova que "cualquiera hubiera podido haberlos tomado por espectros; ¡tan demacrados y cadavéricos iban sus rostros y tan hundidos sus ojos! No se diferenciaban de los muertos más que en la facultad de moverse que apenas conservaban..."
Como siempre comentamos en clase, resulta muy difícil emitir un juicio moral sobre las acciones de personas que vivieron, en este caso, hace más de quinientos años. Sin embargo, es de justicia elogiar a aquellos que, hoy en día, hacen sinceros intentos por buscar un reencuentro definitivo entre los sefarditas y España, como hiciera el príncipe Felipe de Borbón en el discurso que pronunció con motivo de la entrega del Premio Príncipe de Asturias de la Concordia, concedido al pueblo sefardí, en octubre de 1990, y del que reproducimos un fragmento: "Desde el espíritu de la concordia de la España de hoy y como heredero de quienes hace quinientos años firmaron el Decreto de expulsión, ahora yo les recibo con los brazos abiertos y con una gran emoción". "Cuando tuvieron que abandonar su tierra en circunstancias dramáticas, supieron ser leales a ella, quizá esperando que llegase un día en que España fuera otra vez un reencuentro para ellos".
Como ya decía un escritor inglés de finales del siglo XIX, "todavía hoy recitan algunas de sus oraciones en lengua española en algunas sinagogas de Londres y los judíos modernos recuerdan con vivo interés a España, como tierra querida de sus padres". También sabemos que algunos sefarditas conservan aún las llaves de las casas de sus familiares exiliados de España, y estamos seguros de que todos guardan en sus corazones el mejor de los tesoros: el recuerdo de la patria de sus antepasados, Sefarad.
Publicado por Pedro González-Barba.-
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¿De dónde proviene el antisemitismo?
¿Por qué la mayor parte del mundo está contra Israel y el pueblo judío?
Es difícil entender por qué ningún otro grupo étnico ha sido perseguido hasta las confines de la tierra, como nuestros hermanos judíos. Cuando han sido expulsados de su territorio como exilados, eso no ha sido suficiente para satisfacer a sus atacantes. Los enemigos los han acosado como sabuesos sedientos de sangre en donde quiera que han ido, fomentando el odio y la animosidad en contra de ellos.
Cuando los científicos sociales y los investigadores abordan este tema y buscan explicar qué es lo que dio origen al antisemitismo, las explicaciones de ellos generalmente, o son socio-psicológicas, o étnicas, o una combinación de las dos. Algunas de las sugerencias más comunes son éstas:
El antisemitismo se…
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Destrucción del Templo de Jerusalem y expulsión de los judíos por los romanos en el año 70 de la era común.
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Cuando los científicos sociales y los investigadores abordan este tema y buscan explicar qué es lo que dio origen al antisemitismo, las explicaciones de ellos generalmente, o son socio-psicológicas, o étnicas, o una combinación de las dos. Algunas de las sugerencias más comunes son éstas:
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Un estudio genético revela que uno de cada cinco españoles tiene ascendencia judía
La revista científica ‘American Journal of Human Genetics’, publicó en su mas reciente edición los resultados de un estudio realizado en la península Ibérica por un equipo internacional de investigadores compuesto por científicos británicos, españoles, portugueses, franceses e israelíes. El grupo de investigadores que estuvo dirigido por el británico Mark Jobling de la Universidad de Leicester realizó un estudio genético entre 1.140 hombres de 18 poblaciones de la península y las Islas Baleares para determinar los orígenes genéticos de la población española.
Los resultados de la investigación son sorprendentes pues sirven para desmitificar ciertas percepciones históricas que establecieron unas visiones de claros tintes racistas, islamofobas o antisemitas en algunos momentos de la historia de España. Estas percepciones históricas ligadas a eventos de la historia de España como la Reconquista, la expulsión de los judíos y de los moriscos en 1492 han prevalecido durante siglos en amplios sectores de la población española y dejaron su particular legado no solo en aspectos como la limpieza de sangre o la conversión de judíos y moros, también en la huella genética de la actual población española. Pero ahora a raíz de este esclarecedor estudio se puede producir un interesante debate entre las pruebas científicas aportadas por genética y la historia, pues según las conclusiones del estudio “un 10% de la población actual tiene características genéticas propias de los habitantes del norte de África y un 20% de los judíos sefarditas”.
Según el doctor Calafell de la Uiversidad Pompeu Fabra, “la investigación se centró en el análisis del cromosoma Y porque no se recombina en la reproducción, lo que hace que sólo las mutaciones lo modifiquen, por lo que los científicos pueden determinar su orden de aparición”. Posteriormente, las muestras obtenidas se analizaron y se “compararon con las poblaciones de judíos sefarditas y de individuos del norte de África, que tienen la ventaja de ser muy diferentes a las poblaciones receptoras originarias de la Península Ibérica, por lo que su diferenciación es sencilla”. De este modo, llegaron a la conclusión de “que uno de cada tres españoles tiene ascendentes moriscos o judíos”.
Las razones esgrimidas por el experto se basan en el hecho de que los elementos genéticos que tiene la población de origen sefardí, también son “compartidos por otros pueblos de Oriente Medio desde Turquía hasta Líbano, con lo que en realidad, ese 20% de españoles que el estudio señala como descendientes de sefardíes podrían haber heredado ese rasgo de movimiento más antiguos, como el de los fenicios o, incluso, primeros pobladores neolíticos que llegaron al península hace miles de años”.
Por tal motivo, les aconsejo que si tienen la oportunidad consulten mi post del pasado 2 de noviembre,titulado: “Los fenicios desaparecieron hace mas de 2.000 años pero dejaron una profunda huella genética en los pueblos del Mediterráneo” en el cual comento los resultados de un interesante estudio hecho para determinar la huella genética de los fenicios sobre los actuales pueblos del mediterráneo. Dicho estudio también fue publicado en la edición del mes de octubre de la revista American Journal of Human Genetics
El aspecto mas interesante a efectos históricos según el artículo “es que ese dato concuerda perfectamente con los registros históricos. Tras la revuelta de los moriscos en el siglo XVI, la mayoría de ellos fueron deportados de sus lugares de origen en Granada y Valencia llevados al exilio al noroeste de España” por las ordenes de expulsión de moriscos ordenadas por Felipe III en 1609, que “diezmaron los guetos de Valencia y Andalucía, pero que poco pudieron hacer contra las dispersas e integradas poblaciones de Extremadura y Galicia”. Así que “quinientos años después, el genoma de los españoles lo demuestra: hay más descendientes de moriscos en la plaza de Salamanca que en el Albaicín granadino.”
En cuanto a los cromosomas de origen sefardí, a pesar de ser de una época más remota, aparecen distribuidos por el territorio español de forma más homogénea. Excepto en el noreste de Castilla, Cataluña y los Pirineos, en donde su frecuencia es muy baja. Estos datos revelan, según los autores, “un alto nivel de conversión, voluntaria o forzosa, impulsada por episodios históricos de intolerancia social y religiosa, y que condujo a la integración de los descendientes”. Hoy día, se supone que la población actual de sefardíes en todo el mundo es de unos dos millones de personas. Pero ahora sabemos gracias a los resultados de estudio que sólo los descendientes españoles de sefardíes suman más de ocho millones.
Estudios genéticos como esté que he comentado resultan muy esclarecedores para conocer sobre los grandes flujos migratorios, pero como vemos aún queda mucho margen para ampliar nuestro conocimiento. En un futuro próximo, se podrán realizar estudios similares para estudiar los efectos de las invasiones, migraciones y otros movimientos de población registrados en la historia del Humanidad como: la conquista y colonización de América por parte de los españoles y portugueses, la influencia demográfica de los incas sobre los pueblos andinos, la conquista española de las Islas Canarias; la repoblación de la ribera del Guadalquivir con personas del centro de Europa según fue ordenada Carlos V en el siglo XVI, la conquista inglesa de Norteamérica, la influencia de los pueblos gitanos en Europa, la llegada de millones de esclavos africanos a América o la masiva migración de millones de europeos a los Estados Unidos, Argentina, Canadá y Australia. Estoy convencido que muchos de esos trabajos resultaran decisivos no solo para desmitificar y esclarecer eventos históricos también para generar una nueva conciencia, una mayor solidaridad entre las personas y los pueblos del mundo mas alejada de estrechas percepciones racistas, nacionalistas y etnocéntricas.
Los resultados de la investigación son sorprendentes pues sirven para desmitificar ciertas percepciones históricas que establecieron unas visiones de claros tintes racistas, islamofobas o antisemitas en algunos momentos de la historia de España. Estas percepciones históricas ligadas a eventos de la historia de España como la Reconquista, la expulsión de los judíos y de los moriscos en 1492 han prevalecido durante siglos en amplios sectores de la población española y dejaron su particular legado no solo en aspectos como la limpieza de sangre o la conversión de judíos y moros, también en la huella genética de la actual población española. Pero ahora a raíz de este esclarecedor estudio se puede producir un interesante debate entre las pruebas científicas aportadas por genética y la historia, pues según las conclusiones del estudio “un 10% de la población actual tiene características genéticas propias de los habitantes del norte de África y un 20% de los judíos sefarditas”.
¿Como se realizó el estudio?
Para llegar a esta conclusión, los científicos comenzaron a trabajar en el 2000 en un estudio en donde recogieron muestras de 1.140 hombres de 18 poblaciones de la península y las Islas Baleares. El grupo de científicos llevaron a “cabo un análisis del cromosoma Y, únicamente presente en los hombres y que se transmite de padres a hijos”.Según el doctor Calafell de la Uiversidad Pompeu Fabra, “la investigación se centró en el análisis del cromosoma Y porque no se recombina en la reproducción, lo que hace que sólo las mutaciones lo modifiquen, por lo que los científicos pueden determinar su orden de aparición”. Posteriormente, las muestras obtenidas se analizaron y se “compararon con las poblaciones de judíos sefarditas y de individuos del norte de África, que tienen la ventaja de ser muy diferentes a las poblaciones receptoras originarias de la Península Ibérica, por lo que su diferenciación es sencilla”. De este modo, llegaron a la conclusión de “que uno de cada tres españoles tiene ascendentes moriscos o judíos”.
¿Son confiables estos resultados?
De acuerdo con el doctor Calafell, “mientras que los datos obtenidos para el origen norteafricano apenas arrojan dudas metodológicas y parece plausible que un 10% de la población proceda de musulmanes norteafricanos llegados a la Península a partir del 711, los marcadores genéticos usados para distinguir a la población con ancestros sefardíes pueden producir distorsiones”.Las razones esgrimidas por el experto se basan en el hecho de que los elementos genéticos que tiene la población de origen sefardí, también son “compartidos por otros pueblos de Oriente Medio desde Turquía hasta Líbano, con lo que en realidad, ese 20% de españoles que el estudio señala como descendientes de sefardíes podrían haber heredado ese rasgo de movimiento más antiguos, como el de los fenicios o, incluso, primeros pobladores neolíticos que llegaron al península hace miles de años”.
Por tal motivo, les aconsejo que si tienen la oportunidad consulten mi post del pasado 2 de noviembre,titulado: “Los fenicios desaparecieron hace mas de 2.000 años pero dejaron una profunda huella genética en los pueblos del Mediterráneo” en el cual comento los resultados de un interesante estudio hecho para determinar la huella genética de los fenicios sobre los actuales pueblos del mediterráneo. Dicho estudio también fue publicado en la edición del mes de octubre de la revista American Journal of Human Genetics
La genética y la historia
¿Cuál es en realidad el vestigio genético dejado por ocho siglos de presencia musulmana en España y muchos más de convivencia judía? En opinión de los autores del estudio la genética aporta algunas de las respuestas. Aquí puede que se encuentre una de las más sorprendentes revelaciones de la investigación, la correlación que existe entre la genética y la historia para contrastar datos históricos. Por ejemplo, los investigadores encontraron que la presencia de genes norteafricanos es mayor en la mitad occidental de España en las provincias de León, Salamanca, y Zamora, que en la mitad oriental de la península como en las provincias de Granada. De acuerdo con los datos obtenidos por el estudio “no hay evidencia de un gradiente sur-norte en los cromosomas norteafricanos. Más bien hay una divisoria entre el oeste (alta frecuencia) y el este (baja): la ascendencia norteafricana va de 0% en los Pirineos al 20% en Galicia y el 22% en Castilla noroccidental. Andalucía tiene uno de los índices más bajos.”El aspecto mas interesante a efectos históricos según el artículo “es que ese dato concuerda perfectamente con los registros históricos. Tras la revuelta de los moriscos en el siglo XVI, la mayoría de ellos fueron deportados de sus lugares de origen en Granada y Valencia llevados al exilio al noroeste de España” por las ordenes de expulsión de moriscos ordenadas por Felipe III en 1609, que “diezmaron los guetos de Valencia y Andalucía, pero que poco pudieron hacer contra las dispersas e integradas poblaciones de Extremadura y Galicia”. Así que “quinientos años después, el genoma de los españoles lo demuestra: hay más descendientes de moriscos en la plaza de Salamanca que en el Albaicín granadino.”
En cuanto a los cromosomas de origen sefardí, a pesar de ser de una época más remota, aparecen distribuidos por el territorio español de forma más homogénea. Excepto en el noreste de Castilla, Cataluña y los Pirineos, en donde su frecuencia es muy baja. Estos datos revelan, según los autores, “un alto nivel de conversión, voluntaria o forzosa, impulsada por episodios históricos de intolerancia social y religiosa, y que condujo a la integración de los descendientes”. Hoy día, se supone que la población actual de sefardíes en todo el mundo es de unos dos millones de personas. Pero ahora sabemos gracias a los resultados de estudio que sólo los descendientes españoles de sefardíes suman más de ocho millones.
Estudios genéticos como esté que he comentado resultan muy esclarecedores para conocer sobre los grandes flujos migratorios, pero como vemos aún queda mucho margen para ampliar nuestro conocimiento. En un futuro próximo, se podrán realizar estudios similares para estudiar los efectos de las invasiones, migraciones y otros movimientos de población registrados en la historia del Humanidad como: la conquista y colonización de América por parte de los españoles y portugueses, la influencia demográfica de los incas sobre los pueblos andinos, la conquista española de las Islas Canarias; la repoblación de la ribera del Guadalquivir con personas del centro de Europa según fue ordenada Carlos V en el siglo XVI, la conquista inglesa de Norteamérica, la influencia de los pueblos gitanos en Europa, la llegada de millones de esclavos africanos a América o la masiva migración de millones de europeos a los Estados Unidos, Argentina, Canadá y Australia. Estoy convencido que muchos de esos trabajos resultaran decisivos no solo para desmitificar y esclarecer eventos históricos también para generar una nueva conciencia, una mayor solidaridad entre las personas y los pueblos del mundo mas alejada de estrechas percepciones racistas, nacionalistas y etnocéntricas.
La expulsión de los judíos de 1492
Introducción
Todo empezó porque la Santa Inquisición pidió a los Reyes Católicos la expulsión de los judíos de 1492 en base a que creían que era la única forma de garantizar la conversión plena al catolicismo del reino. Así, al no tener cerca a miembros de su antigua religión, los judíos no tendrían los atractivos de traicionar la fe cristiana y judaizar.
Los judíos tenían una organización propia reconocida por los reyes, las llamadas juderías, que eran los barrios apartados de los judíos, o las aljamas, que no implicaba que estuvieran separadas. Respecto a la sinceridad de sus conversiones religiosas al cristianismo siempre ha habido debates historiográficos. Tradicionalmente la historiografía decía que los judeo conversos muchas veces fingían la conversión, ya que de cara a la sociedad eran cristianos y después practicaban ritos judíos clandestinamente. Sin embargo, en la actualidad se ha desmontado esta teoría.
Causas de la expulsión de los judíos de 1492
Acerca de esta temática se han escrito múltiples teorías, muchas de ellas sin fundamento alguno: que los Reyes Católicos querían quedarse con las propiedades de los judíos, que no tenían dinero para devolver los préstamos que habían recibido, que los reyes se sumaron al creciente antisemitismo… Sin embargo, lo cierto es que los Reyes Católicos no actuaban bajo influencia de la opinión pública, y contaban con varios judíos a su servicio en la Corte. La teoría más aceptada por los historiadores actualmente es que los judíos eran un obstáculo evidente para la plena conversión cristiana. Se buscaba la homogeneidad religiosa porque fomentaba y ayudaba a lograr la homogeneidad política.
A pesar de que la Santa Inquisición empezó a funcionar en los territorios de los Reyes Católicos desde 1480, la expulsión no se llevó a cabo hasta el final de la conquista del reino de Granada. La razón de esta demora es sencilla de entender. El Estado necesitaba el dinero que les daban importantes banqueros y financieros judíos para sufragar los gastos de la guerra. Sin el apoyo financiero de estos judíos, no habría sido posible la conquista de Granada. De ese modo, en ese mismo año se promulgó el Edicto de Granada, por el cual a los judios se les daba un plazo de cinco meses para abandonar el Reino de Castilla y el Reino de Aragón.
Se calcula que, de los 200 000 judíos que había entre Castilla y Aragón, más o menos la mitad abandonaron los reinos. Los que se marcharon pasaron a vivir a Francia, Portugal, Países Bajos y norte de África, con lo que acabarán incorporándose al Imperio Otomano. Hasta el siglo XX ha llegado la existencia de judíos que hablaban español, los sefardíes. De hecho, solo los judíos que decidieron convertirse al cristianismo podían quedarse en el reino
Consecuencias de la expulsión de los judíos de 1492
Las consecuencias de la expulsión de los judíos de 1492 van a ser económicas y negativas a corto plazo, con un cierto desajuste, pero sin crear una situación de depresión económica. Actualmente ya se rechaza la idea de que la mayor parte de la economía estuviera en manos de los judíos, y mucho menos las finanzas: había banqueros, financieros o recaudadores, pero no hay que exagerar su número. De hecho, la mayor parte de los judíos en el momento de su expulsión practicaban profesiones urbanas modestas: eran artesanos, pequeños comerciantes, pero no estarían acomodados económicamente hablando.
A largo plazo, se ha dicho que su expulsión significó un deterioro de la dinámica económica pre capitalista, es decir, que su expulsión no benefició a la burguesía. Esto también es discutible, ya que la presencia de judíos como comerciantes tampoco es muy grande, así que se duda de este repercusión negativa para la burguesía. Desde el punto de vista demográfico, van a tener consecuencias limitadas, ya que se estima que su población suponía un 2% del total.
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Todo empezó porque la Santa Inquisición pidió a los Reyes Católicos la expulsión de los judíos de 1492 en base a que creían que era la única forma de garantizar la conversión plena al catolicismo del reino. Así, al no tener cerca a miembros de su antigua religión, los judíos no tendrían los atractivos de traicionar la fe cristiana y judaizar.
Los judíos tenían una organización propia reconocida por los reyes, las llamadas juderías, que eran los barrios apartados de los judíos, o las aljamas, que no implicaba que estuvieran separadas. Respecto a la sinceridad de sus conversiones religiosas al cristianismo siempre ha habido debates historiográficos. Tradicionalmente la historiografía decía que los judeo conversos muchas veces fingían la conversión, ya que de cara a la sociedad eran cristianos y después practicaban ritos judíos clandestinamente. Sin embargo, en la actualidad se ha desmontado esta teoría.
Causas de la expulsión de los judíos de 1492
Acerca de esta temática se han escrito múltiples teorías, muchas de ellas sin fundamento alguno: que los Reyes Católicos querían quedarse con las propiedades de los judíos, que no tenían dinero para devolver los préstamos que habían recibido, que los reyes se sumaron al creciente antisemitismo… Sin embargo, lo cierto es que los Reyes Católicos no actuaban bajo influencia de la opinión pública, y contaban con varios judíos a su servicio en la Corte. La teoría más aceptada por los historiadores actualmente es que los judíos eran un obstáculo evidente para la plena conversión cristiana. Se buscaba la homogeneidad religiosa porque fomentaba y ayudaba a lograr la homogeneidad política.
A pesar de que la Santa Inquisición empezó a funcionar en los territorios de los Reyes Católicos desde 1480, la expulsión no se llevó a cabo hasta el final de la conquista del reino de Granada. La razón de esta demora es sencilla de entender. El Estado necesitaba el dinero que les daban importantes banqueros y financieros judíos para sufragar los gastos de la guerra. Sin el apoyo financiero de estos judíos, no habría sido posible la conquista de Granada. De ese modo, en ese mismo año se promulgó el Edicto de Granada, por el cual a los judios se les daba un plazo de cinco meses para abandonar el Reino de Castilla y el Reino de Aragón.
Se calcula que, de los 200 000 judíos que había entre Castilla y Aragón, más o menos la mitad abandonaron los reinos. Los que se marcharon pasaron a vivir a Francia, Portugal, Países Bajos y norte de África, con lo que acabarán incorporándose al Imperio Otomano. Hasta el siglo XX ha llegado la existencia de judíos que hablaban español, los sefardíes. De hecho, solo los judíos que decidieron convertirse al cristianismo podían quedarse en el reino
Consecuencias de la expulsión de los judíos de 1492
Las consecuencias de la expulsión de los judíos de 1492 van a ser económicas y negativas a corto plazo, con un cierto desajuste, pero sin crear una situación de depresión económica. Actualmente ya se rechaza la idea de que la mayor parte de la economía estuviera en manos de los judíos, y mucho menos las finanzas: había banqueros, financieros o recaudadores, pero no hay que exagerar su número. De hecho, la mayor parte de los judíos en el momento de su expulsión practicaban profesiones urbanas modestas: eran artesanos, pequeños comerciantes, pero no estarían acomodados económicamente hablando.
A largo plazo, se ha dicho que su expulsión significó un deterioro de la dinámica económica pre capitalista, es decir, que su expulsión no benefició a la burguesía. Esto también es discutible, ya que la presencia de judíos como comerciantes tampoco es muy grande, así que se duda de este repercusión negativa para la burguesía. Desde el punto de vista demográfico, van a tener consecuencias limitadas, ya que se estima que su población suponía un 2% del total.
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