Kiyoko Matsumoto, la joven que se suicidó por amor en un volcán
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Kiyoko Matsumoto, la joven que se suicidó por amor en un volcán
Kiyoko Matsumoto tenía 21 años cuando decidió quitarse la vida. Tal decisión la convenció también de que debía hacerse de un modo poco convencional. La muerte es fría, a veces brutal e incomprensible.
Lo que hizo esta joven es buscar con su final un modo de expresión, un acto simbólico donde denunciar, donde elevar el suicidio a un eslabón superior, elevado y digno. Obviamente era su forma de pensar, y que algunos podemos comprender y otros, simplemente, rechazarlo por ver la crudeza de dicho final.
El modo en que llevó a cabo tal decisión marcó a su vez tendencia en Japón. Según nos dicen los registros los años siguientes 944 personas murieron de la misma forma.
Kiyoko Matsumoto, un amor imposible y un final trágico
Estamos en Japón, año 1933. Kiyoko Matsumoto es una joven de 21 años completamente enamorada de su mejor amiga: Tomita Masako. Dice la historia que era una chica brillante, hermosa y muy sensible. Su tragedia personal no era precisamente amar a una persona de su mismo sexo, su mayor problema era su familia, y en especial, su estricto padre.
Sabía que si llegaba a descubrir sus sentimientos en algún momento no sólo la humillaría y la castigaría. Sobre su familia recaería, entonces, la vergüenza más cruda y la deshonra pública. Desconocemos cuánto tiempo estuvo sufriendo en silencio, escondiendo miradas y reprimiendo emociones. Tampoco sabemos si su amor era correspondido, aunque en un artículo del Times se afirmaba que así era, y que Tomita falleció al poco que Kiyoko. No obstante, este dato no está del todo claro.
Lo que sí se sabe es que le envió una nota a su compañera de clase escondiendo en esas líneas no sólo un lamento, sino una crítica, un grito ahogado ante una familia y una sociedad tan rígida que no permitía a las personas expresar su auténtica identidad, su auténtica esencia y amor.
Tras esto, Tomita quedó muy conmovida e intentó disuadir a su amiga de tal idea. No obstante, el 12 de febrero de 1933 la joven Kiyoko se despidió de su familia, de su ciudad y de sus raíces. Podía haber elegido practicar el harakiri, el suicidio ritual japonés. No obstante, Kiyoto estaba por encima de las tradiciones, era transgresora, valiente y buscaba ante todo el simbolismo. El arte… y hacer un homenaje que perdurara a su amor secreto.
Kiyoto eligió quitarse la vida arrojándose a un volcán. Lo hizo en el cráter del Monte Mihara, un volcán activo en la isla de Izu Oshima, Japón. No lo dudó. Te preguntarás cómo llegó a conocerse esta historia y cómo llegó también a ser a su vez algo tan influyente entre la población japonesa.
Fue su amor secreto, la joven Tomita quien contó la historia a un periódico. Se hizo una investigación y se demostró la tragedia. El relato fue un impacto directo entre muchos japoneses, todo un acontecimiento lleno de simbolismos, donde la belleza y la muerte marcaron a cerca de 944 personas para quitarse la vida de la misma forma. Muchas de ellas eran parejas homosexuales que decidieron suicidarse a la vez. Todo un drama que nadie ha podido olvidar todavía…
Lo que hizo esta joven es buscar con su final un modo de expresión, un acto simbólico donde denunciar, donde elevar el suicidio a un eslabón superior, elevado y digno. Obviamente era su forma de pensar, y que algunos podemos comprender y otros, simplemente, rechazarlo por ver la crudeza de dicho final.
El modo en que llevó a cabo tal decisión marcó a su vez tendencia en Japón. Según nos dicen los registros los años siguientes 944 personas murieron de la misma forma.
Kiyoko Matsumoto, un amor imposible y un final trágico
Estamos en Japón, año 1933. Kiyoko Matsumoto es una joven de 21 años completamente enamorada de su mejor amiga: Tomita Masako. Dice la historia que era una chica brillante, hermosa y muy sensible. Su tragedia personal no era precisamente amar a una persona de su mismo sexo, su mayor problema era su familia, y en especial, su estricto padre.
Sabía que si llegaba a descubrir sus sentimientos en algún momento no sólo la humillaría y la castigaría. Sobre su familia recaería, entonces, la vergüenza más cruda y la deshonra pública. Desconocemos cuánto tiempo estuvo sufriendo en silencio, escondiendo miradas y reprimiendo emociones. Tampoco sabemos si su amor era correspondido, aunque en un artículo del Times se afirmaba que así era, y que Tomita falleció al poco que Kiyoko. No obstante, este dato no está del todo claro.
Lo que sí se sabe es que le envió una nota a su compañera de clase escondiendo en esas líneas no sólo un lamento, sino una crítica, un grito ahogado ante una familia y una sociedad tan rígida que no permitía a las personas expresar su auténtica identidad, su auténtica esencia y amor.
La nota decía lo siguiente escribió:Querida, estoy desconcertada por las perplejidades de la maduración femenina. No soporto mÁs esta tensión. ¿Qué puedo hacer? Desearía saltar dentro de un volcán
Tras esto, Tomita quedó muy conmovida e intentó disuadir a su amiga de tal idea. No obstante, el 12 de febrero de 1933 la joven Kiyoko se despidió de su familia, de su ciudad y de sus raíces. Podía haber elegido practicar el harakiri, el suicidio ritual japonés. No obstante, Kiyoto estaba por encima de las tradiciones, era transgresora, valiente y buscaba ante todo el simbolismo. El arte… y hacer un homenaje que perdurara a su amor secreto.
Kiyoto eligió quitarse la vida arrojándose a un volcán. Lo hizo en el cráter del Monte Mihara, un volcán activo en la isla de Izu Oshima, Japón. No lo dudó. Te preguntarás cómo llegó a conocerse esta historia y cómo llegó también a ser a su vez algo tan influyente entre la población japonesa.
Fue su amor secreto, la joven Tomita quien contó la historia a un periódico. Se hizo una investigación y se demostró la tragedia. El relato fue un impacto directo entre muchos japoneses, todo un acontecimiento lleno de simbolismos, donde la belleza y la muerte marcaron a cerca de 944 personas para quitarse la vida de la misma forma. Muchas de ellas eran parejas homosexuales que decidieron suicidarse a la vez. Todo un drama que nadie ha podido olvidar todavía…
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