Castellanos devorados por los aztecas
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Castellanos devorados por los aztecas
Bernal Diaz del Castillo narra en su relación de la Conquista de México el trágico fin de muchos castellanos, sacrificados de forma ritual, desmembrados, y posteriormente comidos por los mexicas
La cata azteca de español incluía degustación ritual de “frentes y las orejas, lenguas y labios, los pechos y brazos y molledos, y las piernas y aun sus naturas”, mientras que el tórax y las vísceras eran despedazados como menudillos con navajas de obsidiana y ofrendados a serpientes y jaguares, que se alimentaban de los despojos ibéricos.
Así lo narra en sus memorias el Conquistador castellano Bernal Diaz del Castillo; que aduce tres motivos que legitimaban el enseñorearse de Mesoamérica; erradicar: la sodomía, la idolatría y la antropofagia. El primer argumento es falso, el segundo cierto, pues no adoraban a la “Virgen Maria y a su niño prescioso” sino a dioses crueles a los que había que regar con sangre y del tercero, considerado demoniaco, hay pruebas fehacientes, pero los expertos debaten acaloradamente acerca de sus causas.
A lo largo de muchos pasajes de su crónica, “La Verdadera Historia de la Conquista de Nueva España”, Diaz del Castillo retrata vívidamente el fin de sus compañeros. A cuarenta y tantos soldados de Pánfilo de Nárvaez que huían de Tenochtitlán tras la Noche Triste se les sacrificó de esta forma:
Hallose allí en aquel pueblo mucha sangre de los españoles que mataron por las paredes, con que habían rociado con ella a sus ídolos, y también se halló dos caras que habían desollado y adobado los cueros como pellejos de guantes, y las tenían con sus barbas puestas y ofrescidas en uno de sus altares. Y asimismo se halló cuatro cueros de caballos curtidos, muy bien aderezados, que tenían sus pelos e con herraduras, y colgadas a sus ídolos en el su cu (templo) mayor”. Y hallose muchos vestidos de los españoles que habían muerto, colgados y ofrescidos a los mismos ídolos. Y también se halló en un marmol de una casa adonde los tuvieron presos escrito con carbones: “Aquí estuvo preso el sin ventura de Juan Yuste con otros muchos que traía en mi compañia”.
El de Medina del Campo no vio con sus ojos muchas de las crueldades que atribuye a los aztecas, como el gusto del emperador Moctezuma por la carne de muchacho. También comparaba a los indígenas aliados con una bandada de buitres, como los que seguían a los ejércitos en Europa: avidos de carroñar carne. Pero lo que si vivió, cuando asediaba Tenochtitlán junto a Hernan Cortés, fue el como los soldados castellanos eran sacrificados al atardecer en lo alto del teocali mayor entre gritos espantosos y un atronador tambor que le helaba hasta el tuétano de los huesos.
Y con unos navajones de pedernal les aserraban los pechos y les sacaban los corazones buyendo, y los cuerpos dabanles con los pies por las gradas abajo, y se comian las carnes con chimole.
A los teules les sacaban el corazón aun palpitante del pecho y arrojaban escalera abajo sus cuerpos, donde eran despedazados. Su carne cocida era comida por nobles, las vísceras alimentaban a las bestias del zoológico y sus calaveras eran colocadas en un altar de cráneos.
Son muchas las crónicas de la Conquista de América o a los códices ilustrados que hacen referencia a estas crueldades, hoy sostenidas por la arqueología. Desde 2006 un grupo de arqueólogos trabaja en el yacimiento de Zultepec, donde se han hallado los restos óseos de una caravana de 550 personas (españoles e indígenas), entre ellas mujeres y niños, que iban a México desde Veracruz en julio de 1520.
Tras ser emboscados por los aztecas, los españoles fueron retenidos seis meses mientras se les iba sacrificando por tandas. A las mujeres, preñadas, les abrieron los pechos y se les extrajo el corazón mientras que otros prisioneros fueron decapitados. Los restos de carne humana hervida prueban su posterior consumo.
El Estado azteca fosilizó el canibalismo, una practica tabú en occidente, dentro de una estructura cosmogónica, dando lugar al fenómeno de la Guerra Florida, en la cual los mexicas se abstenían de someter a una serie de Estados próximos, como Tlaxcala, para así capturar prisioneros y sacrificarlos a Huizilopochtli, mientras que en lugares más alejados expandían su imperio. Este terrorismo de Estado serviría además para inculcar miedo a posibles rebeldes, mantener el élan de la casta guerrera mexica y legitimar la posición de los gobernantes.
Otros argumentos ecológicos explican el canibalismo ritual como una forma de las élites de obtener proteinas, tan escasas en su dieta, a pesar de la existencia venados salvajes, pecaríes, pesca lacustre, pequeños perros y guajolotes (pavos) y diversas fuentes de proteína vegetal.
A.E. Brailovsky aclara que el ser humano es un “mal conversor energético”. Nace prematuro y con una cabeza desproporcionada para dar cabida al cerebro, y necesita meses para compensar ese desarrollo extrauterino. Para crecer debe comer mucho más que otros animales. Un pavo necesitaría 3 kilos de maíz para producir 1 kilo de carne, un ser humano más de 100 para pesar ese kilo de magro (¡y 20 años!). Aplicando la lógica se deduce que no es rentable la cría de aborigen como ganado.
Sin embargo hay argumentos en contra de que los aztecas practicaran el sacrificio masivo de personas. León Portilla los compara con la teofagia cristiana, donde la eucaristía simboliza la consunción del “cuerpo y la sangre de Cristo”. Otros historiadores creen exageradas y parciales las crónicas de los frailes y conquistadores del siglo XVI, y algunos afirman que solo eran consumidos los guerreros capturados en justa lid. Bernal Diaz comenta en reiteradas ocasiones que liberaron a muchos indios cebados para ser comidos, y que los aztecas sacrificaban a jóvenes y doncellas de singular belleza, y de entre todos ellos los que más honor hacían a Huizilopochtli, eran los niños, considerados seres puros.
La antropofagia es un tema tabú en occidente y muchos americanistas prefieren estudiar otros aspectos de la avanzada civilización prehispánica, como su singular arquitectura, sus refinadas costumbres o sus perfectos calendarios.
La cata azteca de español incluía degustación ritual de “frentes y las orejas, lenguas y labios, los pechos y brazos y molledos, y las piernas y aun sus naturas”, mientras que el tórax y las vísceras eran despedazados como menudillos con navajas de obsidiana y ofrendados a serpientes y jaguares, que se alimentaban de los despojos ibéricos.
Así lo narra en sus memorias el Conquistador castellano Bernal Diaz del Castillo; que aduce tres motivos que legitimaban el enseñorearse de Mesoamérica; erradicar: la sodomía, la idolatría y la antropofagia. El primer argumento es falso, el segundo cierto, pues no adoraban a la “Virgen Maria y a su niño prescioso” sino a dioses crueles a los que había que regar con sangre y del tercero, considerado demoniaco, hay pruebas fehacientes, pero los expertos debaten acaloradamente acerca de sus causas.
A lo largo de muchos pasajes de su crónica, “La Verdadera Historia de la Conquista de Nueva España”, Diaz del Castillo retrata vívidamente el fin de sus compañeros. A cuarenta y tantos soldados de Pánfilo de Nárvaez que huían de Tenochtitlán tras la Noche Triste se les sacrificó de esta forma:
Hallose allí en aquel pueblo mucha sangre de los españoles que mataron por las paredes, con que habían rociado con ella a sus ídolos, y también se halló dos caras que habían desollado y adobado los cueros como pellejos de guantes, y las tenían con sus barbas puestas y ofrescidas en uno de sus altares. Y asimismo se halló cuatro cueros de caballos curtidos, muy bien aderezados, que tenían sus pelos e con herraduras, y colgadas a sus ídolos en el su cu (templo) mayor”. Y hallose muchos vestidos de los españoles que habían muerto, colgados y ofrescidos a los mismos ídolos. Y también se halló en un marmol de una casa adonde los tuvieron presos escrito con carbones: “Aquí estuvo preso el sin ventura de Juan Yuste con otros muchos que traía en mi compañia”.
El de Medina del Campo no vio con sus ojos muchas de las crueldades que atribuye a los aztecas, como el gusto del emperador Moctezuma por la carne de muchacho. También comparaba a los indígenas aliados con una bandada de buitres, como los que seguían a los ejércitos en Europa: avidos de carroñar carne. Pero lo que si vivió, cuando asediaba Tenochtitlán junto a Hernan Cortés, fue el como los soldados castellanos eran sacrificados al atardecer en lo alto del teocali mayor entre gritos espantosos y un atronador tambor que le helaba hasta el tuétano de los huesos.
Y con unos navajones de pedernal les aserraban los pechos y les sacaban los corazones buyendo, y los cuerpos dabanles con los pies por las gradas abajo, y se comian las carnes con chimole.
A los teules les sacaban el corazón aun palpitante del pecho y arrojaban escalera abajo sus cuerpos, donde eran despedazados. Su carne cocida era comida por nobles, las vísceras alimentaban a las bestias del zoológico y sus calaveras eran colocadas en un altar de cráneos.
Son muchas las crónicas de la Conquista de América o a los códices ilustrados que hacen referencia a estas crueldades, hoy sostenidas por la arqueología. Desde 2006 un grupo de arqueólogos trabaja en el yacimiento de Zultepec, donde se han hallado los restos óseos de una caravana de 550 personas (españoles e indígenas), entre ellas mujeres y niños, que iban a México desde Veracruz en julio de 1520.
Tras ser emboscados por los aztecas, los españoles fueron retenidos seis meses mientras se les iba sacrificando por tandas. A las mujeres, preñadas, les abrieron los pechos y se les extrajo el corazón mientras que otros prisioneros fueron decapitados. Los restos de carne humana hervida prueban su posterior consumo.
El Estado azteca fosilizó el canibalismo, una practica tabú en occidente, dentro de una estructura cosmogónica, dando lugar al fenómeno de la Guerra Florida, en la cual los mexicas se abstenían de someter a una serie de Estados próximos, como Tlaxcala, para así capturar prisioneros y sacrificarlos a Huizilopochtli, mientras que en lugares más alejados expandían su imperio. Este terrorismo de Estado serviría además para inculcar miedo a posibles rebeldes, mantener el élan de la casta guerrera mexica y legitimar la posición de los gobernantes.
Otros argumentos ecológicos explican el canibalismo ritual como una forma de las élites de obtener proteinas, tan escasas en su dieta, a pesar de la existencia venados salvajes, pecaríes, pesca lacustre, pequeños perros y guajolotes (pavos) y diversas fuentes de proteína vegetal.
A.E. Brailovsky aclara que el ser humano es un “mal conversor energético”. Nace prematuro y con una cabeza desproporcionada para dar cabida al cerebro, y necesita meses para compensar ese desarrollo extrauterino. Para crecer debe comer mucho más que otros animales. Un pavo necesitaría 3 kilos de maíz para producir 1 kilo de carne, un ser humano más de 100 para pesar ese kilo de magro (¡y 20 años!). Aplicando la lógica se deduce que no es rentable la cría de aborigen como ganado.
Sin embargo hay argumentos en contra de que los aztecas practicaran el sacrificio masivo de personas. León Portilla los compara con la teofagia cristiana, donde la eucaristía simboliza la consunción del “cuerpo y la sangre de Cristo”. Otros historiadores creen exageradas y parciales las crónicas de los frailes y conquistadores del siglo XVI, y algunos afirman que solo eran consumidos los guerreros capturados en justa lid. Bernal Diaz comenta en reiteradas ocasiones que liberaron a muchos indios cebados para ser comidos, y que los aztecas sacrificaban a jóvenes y doncellas de singular belleza, y de entre todos ellos los que más honor hacían a Huizilopochtli, eran los niños, considerados seres puros.
La antropofagia es un tema tabú en occidente y muchos americanistas prefieren estudiar otros aspectos de la avanzada civilización prehispánica, como su singular arquitectura, sus refinadas costumbres o sus perfectos calendarios.
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