Los conquistadores españoles de raza negra
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Los conquistadores españoles de raza negra
Seguramente el título del artículo dejará confundido a más de uno pero la interpretación es literal. Pese a lo que muchos creen, en la conquista de América también hubo protagonistas de raza negra y algunos de ellos destacaron los suficiente como para mejorar en la escala social e incluso haber dejado sus nombres a la posteridad.
En general, la presencia de personas de ascendencia africana en las Indias obedecía a la necesidad de mano de obra ante la dramática caída demográfica en las Antillas, derivada de las acciones bélicas y la altísima mortalidad que produjo la difusión de enfermedades para las que la población autóctona carecía de defensas biológicas, muy especialmente de la viruela. Así, a partir de 1502 se empezaron a enviar esclavos negros -unos setenta y cinco mil en el siglo XVI-, considerados más resistentes no sólo a la incidencia de virus sino al trabajo físico mismo.
Sin embargo el régimen esclavista español, dentro de la infamia inherente a su condición, era más laxo que el portugués o el anglosajón y, salvo en zonas muy concretas (por ejemplo las plantaciones de azúcar caribeñas o el litoral pacífico de Sudamérica), el esclavo negro solía ser básicamente doméstico, usado como criado, asistente o simplemente para presumir de servidumbre. El caso es que la manumisión no era rara y muchos la consiguieron, estableciéndose como colonos (con empleos típicos tan peculiares como portero (el más habitual, además de vigilar la puerta también convocaba a los concejales a las reuniones), pregonero, subastador, verdugo o incluso gaitero. Pero algunos prefirieron jugársela y enrolarse en las huestes de conquista.
En general, la presencia de personas de ascendencia africana en las Indias obedecía a la necesidad de mano de obra ante la dramática caída demográfica en las Antillas, derivada de las acciones bélicas y la altísima mortalidad que produjo la difusión de enfermedades para las que la población autóctona carecía de defensas biológicas, muy especialmente de la viruela. Así, a partir de 1502 se empezaron a enviar esclavos negros -unos setenta y cinco mil en el siglo XVI-, considerados más resistentes no sólo a la incidencia de virus sino al trabajo físico mismo.
Sin embargo el régimen esclavista español, dentro de la infamia inherente a su condición, era más laxo que el portugués o el anglosajón y, salvo en zonas muy concretas (por ejemplo las plantaciones de azúcar caribeñas o el litoral pacífico de Sudamérica), el esclavo negro solía ser básicamente doméstico, usado como criado, asistente o simplemente para presumir de servidumbre. El caso es que la manumisión no era rara y muchos la consiguieron, estableciéndose como colonos (con empleos típicos tan peculiares como portero (el más habitual, además de vigilar la puerta también convocaba a los concejales a las reuniones), pregonero, subastador, verdugo o incluso gaitero. Pero algunos prefirieron jugársela y enrolarse en las huestes de conquista.
Abraham- Cybernauta-Premium
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Juan Valiente
Posiblemente el más famoso conquistador negro, su caso es un poco especial porque aún era esclavo cuando en 1533 le solicitó permiso a su amo, Alonso Valiente, un hacendado de Puebla (México), para marchar cuatro años en busca de fortuna con la promesa de volver y pagar su libertad con las ganancias que lograra. El español accedió y Juan se alistó, junto a otros doscientos africanos (la mayoría esclavos) en la expedición que el otrora lugarteniente de Hernán Cortés, Pedro de Alvarado, preparaba para ir a Perú.
Una vez en destino resultó que no hubo oportunidad porque Pizarro se había adelantado. Diego de Almagro le pagó a Alvarado un considerable dineral a cambio de que regresase y de contratar a los hombres que desearan quedarse. Juan Valiente fue uno de ellos y en 1535 estaba en Chile con aquel nuevo jefe, peleando contra los araucanos. Cinco años después había logrado ascender a capitán y reunir cierto capital, incluyendo una encomienda y una propiedad a las afueras de Santiago, así como una esposa, Juana de Valdivia, presunta ex-esclava del famoso conquistador.
Alonso Valiente trató de ponerse en contacto con él para resolver su situación pero las dificultades en las comunicaciones propias del siglo XVI lo impidieron. Paralelamente, Juan intentó comprar su libertad pero fue víctima de una estafa, perdiendo el dinero entregado para ello. Finalmente murió en combate, junto al propio Valdivia, en la batalla de Tucapel (1553).
Una vez en destino resultó que no hubo oportunidad porque Pizarro se había adelantado. Diego de Almagro le pagó a Alvarado un considerable dineral a cambio de que regresase y de contratar a los hombres que desearan quedarse. Juan Valiente fue uno de ellos y en 1535 estaba en Chile con aquel nuevo jefe, peleando contra los araucanos. Cinco años después había logrado ascender a capitán y reunir cierto capital, incluyendo una encomienda y una propiedad a las afueras de Santiago, así como una esposa, Juana de Valdivia, presunta ex-esclava del famoso conquistador.
Alonso Valiente trató de ponerse en contacto con él para resolver su situación pero las dificultades en las comunicaciones propias del siglo XVI lo impidieron. Paralelamente, Juan intentó comprar su libertad pero fue víctima de una estafa, perdiendo el dinero entregado para ello. Finalmente murió en combate, junto al propio Valdivia, en la batalla de Tucapel (1553).
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Juan Garrido
Otro africano del mismo nombre -algo muy recurrente, como veremos, al igual que en inglés se usa John Doe- y vida paralela, esclavizado por los portugueses pero convertido al cristianismo en Lisboa, lo que le permitió adquirir la libertad y viajar a Sevilla, donde embarcó en 1503 para Santo Domingo como criado a las órdenes de Pedro Garrido. Durante once años combatió en la conquista de Cuba y Puerto Rico, además de participar en el descubrimiento de la Florida. En 1519 se sumó a la expedición de Cortés a México y en una carta al rey presumía de haber sido el introductor del cultivo del trigo por esos lares.
Posteriormente volvió a la vida militar en la incursión de Antonio de Carvajal por Michoacán y Zacatula. En 1525 se le concedió un inmueble en la nueva Ciudad de México, donde trabajó de portero, pregonero y vigilante del acueducto de Chapultepec, pero tres años más tarde se lanza otra vez a la aventura, al mando de una expedición para explotar las minas de oro de Zacatula. Tras otro descanso, se enroló a las órdenes de Cortés cuando éste exploró la Baja California; era el responsable -y copropietario- de un batallón de esclavos negros e indígenas. Falleció en 1547 dejando esposa y tres hijos.
Posteriormente volvió a la vida militar en la incursión de Antonio de Carvajal por Michoacán y Zacatula. En 1525 se le concedió un inmueble en la nueva Ciudad de México, donde trabajó de portero, pregonero y vigilante del acueducto de Chapultepec, pero tres años más tarde se lanza otra vez a la aventura, al mando de una expedición para explotar las minas de oro de Zacatula. Tras otro descanso, se enroló a las órdenes de Cortés cuando éste exploró la Baja California; era el responsable -y copropietario- de un batallón de esclavos negros e indígenas. Falleció en 1547 dejando esposa y tres hijos.
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Juan Beltrán
Este mulato se hizo famoso en las guerras de Chile, donde por su valerosa actuación y su colaboración en la fundación de la ciudad de Villarica se le encomendó la construcción y el cargo de capitán de un fuerte en las afueras, además de premiarle con una encomienda de medio millar de indios. Beltrán dirigió varias malocas (razzias, en el lenguaje soldadesco de ultramar) victoriosas pero al final murió luchando con los indómitos araucanos.
Otro mulato que, en su caso, nació libre en Extremadura hacia 1495. Formó parte de la expedición de Pizarro al Perú, viajando con su mujer y sus hijas. Era pregonero y gaitero, siendo su misión fundamental la de pesar los metales preciosos que se recogieron en Cajamarca por el rescate de Atahualpa. Asimismo, estuvo presente en los sucesivos repartos de oro y plata entre la tropa. Se sabe que con sus ganancias le compró una esclava indígena a otro soldado y con ella tuvo una hija ilegítima.
Residió en Cuzco, donde colaboró en su reforma urbana, pero luego se trasladó a Lima con la idea de regresar a España. Lo hizo en 1536, de forma triunfal, estableciéndose en la zona donde había nacido y adoptando el nombre de Juan García Pizarro. No se sabe la fecha de su fallecimiento.
Juan García
Otro mulato que, en su caso, nació libre en Extremadura hacia 1495. Formó parte de la expedición de Pizarro al Perú, viajando con su mujer y sus hijas. Era pregonero y gaitero, siendo su misión fundamental la de pesar los metales preciosos que se recogieron en Cajamarca por el rescate de Atahualpa. Asimismo, estuvo presente en los sucesivos repartos de oro y plata entre la tropa. Se sabe que con sus ganancias le compró una esclava indígena a otro soldado y con ella tuvo una hija ilegítima.
Residió en Cuzco, donde colaboró en su reforma urbana, pero luego se trasladó a Lima con la idea de regresar a España. Lo hizo en 1536, de forma triunfal, estableciéndose en la zona donde había nacido y adoptando el nombre de Juan García Pizarro. No se sabe la fecha de su fallecimiento.
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Otros conquistadores negros
La lista de conquistadores negros en América es mucho más extensa. Inacabable, de hecho, sólo que carecemos de datos suficientes sobre sus vidas. Así, podríamos citar a Juan Bardales, esclavo africano que participó en las expediciones a Panamá y Honduras (donde dijo haber recibido un centenar de heridas de flecha) consiguiendo su manumisión y una pensión de cincuenta pesos concedida por el Rey. O a Sebastián Toral, que por su labor en la exploración del Yucatán logró la libertad, la exención de impuestos y otra pensión real, empleándose como portero. O a Antonio Pérez, que era libre y participó junto a Diego de Losada en la conquista de Caracas, donde ascendió a capitán. O a Miguel Ruiz, otro que estuvo con Pizarro en Cajamarca y obtuvo su parte del botín. O a Gómez de León, que también recibió una encomienda en Chile.
Y tampoco habría que olvidar los miles de personas de raza negra cuyos nombres fueron obviados por los cronistas (aunque Cieza de León suele mencionarlos genéricamente), caso de los doscientos que ayudaron a sofocar el incendio de Cuzco durante el asedio de Manco Inca en 1536 o el número similar de ellos enviados desde La Española como refuerzo armado; o los que colaboraron en la conquista de Nueva Granada, de los que únicamente ha trascendido la identidad de un mulato llamado Pedro de Lerma.
Y tampoco habría que olvidar los miles de personas de raza negra cuyos nombres fueron obviados por los cronistas (aunque Cieza de León suele mencionarlos genéricamente), caso de los doscientos que ayudaron a sofocar el incendio de Cuzco durante el asedio de Manco Inca en 1536 o el número similar de ellos enviados desde La Española como refuerzo armado; o los que colaboraron en la conquista de Nueva Granada, de los que únicamente ha trascendido la identidad de un mulato llamado Pedro de Lerma.
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Fuerte Mosé: negros de Estados Unidos recuerdan con orgullo su pasado español
El primer pueblo de negros libres de Norteamérica, en la Florida española
Esta escena se repite año tras año a mediados de junio en San Agustín (en inglés St. Augustine). Ya os hablé hace dos años de esta localidad de Florida, la más antigua ciudad continental de EEUU, pues cada mes de septiembre celebra su fundación por Pedro Menéndez de Avilés, y lo hace con la localidad llena de banderas rojigualdas y recordando con orgullo su pasado español.
El 25 de junio de 1740 se libró en San Agustín una batalla entre españoles e ingleses: la Batalla del Fuerte Mosé, una lucha que tuvo lugar en el marco de la Guerra del Asiento (1739-1748), una contienda entre ambos imperios que tuvo su epicentro en los territorios españoles del Caribe, que en el bando español contó con oficiales tan insignes como Blas de Lezo (en Cartagena de Indias) y que terminó con una derrota inglesa. La Batalla de Fuerte Mosé es recordada en EEUU como “Bloody Mose” (Mosé sangriento) por su extrema dureza. Pero antes de entrar en pormenores sobre este combate, tenemos que remontarnos un poco más atrás en el tiempo.
Florida: un santuario español para los esclavos que huían de los británicos
La fascinante historia de Fuerte Mosé se remonta a 1687, cuando España empezó a ofrecer asilo a los esclavos negros que huían de las colonias británicas de Norteamérica (los llamados “cimarrones”). Estos huidos, a menudo, eran esclavos raptados por los británicos en África, donde habían sido libres. En el Imperio español, igual que en el británico, existía entonces la esclavitud, pero los esclavos españoles, por las leyes hispanas y las costumbres católicas, recibían un trato mucho mejor que los esclavos de las colonias británicas, pudiendo tener pertenencias propias y manteniendo la unidad de sus familias. Por otra parte en Florida, entonces territorio español, había muchos negros libres. Para los cimarrones la Florida española se había convertido en una puerta a la libertad. En 1693 la Corona española puso dos condiciones a los esclavos asilados para poder vivir libres en Florida: que abrazasen la fe católica -la religión oficial del Imperio- y que contribuyesen a la defensa del territorio. Se formaron milicias negras con los esclavos huídos, para defender la Florida española frente a los ataques ingleses. Estos hombres formaron en San Agustín un asentamiento que también acabó acogiendo a indios americanos que se habían quedado sin hogar durante la Guerra de la Reina Ana (1702-1713), entre Inglaterra y Francia.
Hasta la “última gota de sangre en defensa de la Gran Corona de España”
Uno de los cimarrones que acabó al servicio de España fue Francisco Menéndez, un criollo cuya vida es digna de una película. Su nombre original era Mandinga y había vivido libre en la Angola portuguesa hasta que fue secuestrado por tratantes de esclavos y llevado a la Carolina británica. Mandinga consiguió huir y vivió con los indios yamasee, en el nordeste de Floria, luchando junto a ellos contra los ingleses. En 1724 Mandinga llegó a San Agustín, donde se le concedió asilo, tomando el nombre español de Francisco Menéndez tras bautizarse en la fe católica.
Francisco ayudó en la defensa de San Agustín frente a los ingleses en 1727, donde forjó su reputación de líder, cuando sólo era un adolescente, convirtiéndose en el comandante del Fuerte de Gracia Real de Santa Teresa de Mosé, más conocido como Fuerte Mosé, tras su construcción en 1738 (Francisco ya tenía 24 años para entonces), cuando el asentamiento de esclavos huidos de San Agustín cobijaba ya a más de 100 cimarrones, entre hombres, mujeres y niños. Deseosos de vengar las penurias de su esclavitud y movidos por un fuerte patriotismo y gratitud hacia España, los milicianos de Menéndez juraron ser “los enemigos más crueles de los ingleses” y derramar hasta su “última gota de sangre en defensa de la Gran Corona de España y la Santa Fe”.
Los ingleses consiguen tomar Fuerte Mosé
En junio de 1740 los ingleses pusieron a prueba el fervor patriótico y la lealtad de los hombres de Menéndez con un ataque al Fuerte Mosé, encabezado por el coronel John Palmer al frente de 170 hombres pertenecientes a la milicia colonial de Georgia, highlanders escoceses del 24º Regimiento de Infantería e indios que estaban con los británicos, que asesinaron a algunos de los habitantes negros del fuerte español. Los ingleses consiguieron tomar el Fuerte Mosé, con el objetivo final de conquistar y arrasar San Agustín.
El contraataque español y la bravura de los milicianos negros
El gobernador español, Manuel de Montiano, ordenó un contraataque en el que tomarían parte 300 hombres, entre tropas regulares, milicias negras e indios semínolas afectos a España. Las tropas regulares fueron comandadas por el capitán Antonio Salgado; las milicias negras y los semínolas estuvieron bajo el mando de Francisco Menéndez. El asalto se hizo en la madrugada del 25 al 26 de junio, antes del amanecer -entonces no era habitual combatir de noche-, y los españoles pillaron por sorpresa a los ingleses, masacrándoles en un combate en el que se llegó a la lucha cuerpo a cuerpo. Fuerte Mosé quedó destruido, pero la victoria española frenó la ofensiva británica, al dar tiempo para la llegada de refuerzos procedentes de La Habana. Las milicias negras de Menéndez combatieron con una bravura que mereció los elogios del gobernador español de Florida. Como el fuerte había sido arruinado, a los cimarrones se les permitió asentarse en San Agustín, con los mismos derechos que los españoles que residían en esa localidad.
Menéndez, nuevamente cautivo y esclavo de los ingleses
Poco después de estos hechos, Francisco Menéndez y algunos de sus hombres se unieron a un barco corsario que recibía el apoyo de la villa de San Agustín, con el infortunio de ser capturado en 1741 por un buque británico que tenía el significativo nombre de “Revenge” (Venganza). Cuando los ingleses descubrieron quién era, amenazaron con castrarle en venganza por la sangrienta Batalla de Fuerte Mosé. Finalmente le sometieron a un castigo brutal: 200 latigazos, echándole sal en sus heridas para que no curasen. Después le volvieron a someter a la condición de esclavo en las islas Bahamas. Contra toda esperanza, Francisco consiguió huir de nuevo y volver a San Agustín, donde el Fuerte Mosé fue reconstruido en 1752, siendo él su comandante, ya con 38 años.
El final del Fuerte Mosé y la marcha de los milicianos de Menéndez
En 1763 España cedió Florida a Inglaterra, y los negros de Mosé se negaron a vivir bajo la bandera británica, por lo que se marcharon a la isla española de Cuba. Francisco Menéndez se mudó con su esposa, Ana María Escovar, a la provincia cubana de Matanzas, creando una comunidad llamada San Agustín de la Nueva Florida, mudándose después a La Habana. Es ahí donde se perdió el rastro de Menéndez y de sus milicianos negros. Se especula con que algunos se uniesen a la milicia de La Habana y que una parte de ellos, o sus descendientes, pudiesen volver a Florida con la expedición de Bernardo de Gálvez en 1781. Cuando dos años más tarde Florida volvió a ser española, el Fuerte Mosé estaba en ruinas y no fue reconstruido.
Lo que queda de Fuerte Mosé en la actualidad
En 1812 fuerzas estadounidenses ocuparon lo que quedaba del Fuerte Mosé, siendo expulsadas por los españoles, que decidieron destruir el viejo y ruinoso fuerte para impedir que volviese a ser tomado. Hoy en día apenas queda rastro de él, salvo un pequeño bosque que recuerda su ubicación, bosque que en 1994 fue declarado Monumento Histórico Nacional de EEUU.
Como ya he señalado, en la actualidad, todos los años y a mediados de junio, un grupo de estadounidenses recuerda la Batalla de Fuerte Mosé con una recreación en la que hombres blancos y negros vuelven a vestir uniformes españoles y a ondear la bandera del Aspa de Borgoña. Esos afroamericanos recuerdan con orgullo su pasado español, puesto que gracias al asilo que concedió España a aquellos cimarrones, Fuerte Mosé fue el primer asentamiento de Norteamérica formado por negros libres.
Para terminar, podéis ver aquí un vídeo de la recreación de la Batalla de Fuerte Mosé, concretamente de la celebrada el 21 de junio de 2014: Link
Esta escena se repite año tras año a mediados de junio en San Agustín (en inglés St. Augustine). Ya os hablé hace dos años de esta localidad de Florida, la más antigua ciudad continental de EEUU, pues cada mes de septiembre celebra su fundación por Pedro Menéndez de Avilés, y lo hace con la localidad llena de banderas rojigualdas y recordando con orgullo su pasado español.
El 25 de junio de 1740 se libró en San Agustín una batalla entre españoles e ingleses: la Batalla del Fuerte Mosé, una lucha que tuvo lugar en el marco de la Guerra del Asiento (1739-1748), una contienda entre ambos imperios que tuvo su epicentro en los territorios españoles del Caribe, que en el bando español contó con oficiales tan insignes como Blas de Lezo (en Cartagena de Indias) y que terminó con una derrota inglesa. La Batalla de Fuerte Mosé es recordada en EEUU como “Bloody Mose” (Mosé sangriento) por su extrema dureza. Pero antes de entrar en pormenores sobre este combate, tenemos que remontarnos un poco más atrás en el tiempo.
Florida: un santuario español para los esclavos que huían de los británicos
La fascinante historia de Fuerte Mosé se remonta a 1687, cuando España empezó a ofrecer asilo a los esclavos negros que huían de las colonias británicas de Norteamérica (los llamados “cimarrones”). Estos huidos, a menudo, eran esclavos raptados por los británicos en África, donde habían sido libres. En el Imperio español, igual que en el británico, existía entonces la esclavitud, pero los esclavos españoles, por las leyes hispanas y las costumbres católicas, recibían un trato mucho mejor que los esclavos de las colonias británicas, pudiendo tener pertenencias propias y manteniendo la unidad de sus familias. Por otra parte en Florida, entonces territorio español, había muchos negros libres. Para los cimarrones la Florida española se había convertido en una puerta a la libertad. En 1693 la Corona española puso dos condiciones a los esclavos asilados para poder vivir libres en Florida: que abrazasen la fe católica -la religión oficial del Imperio- y que contribuyesen a la defensa del territorio. Se formaron milicias negras con los esclavos huídos, para defender la Florida española frente a los ataques ingleses. Estos hombres formaron en San Agustín un asentamiento que también acabó acogiendo a indios americanos que se habían quedado sin hogar durante la Guerra de la Reina Ana (1702-1713), entre Inglaterra y Francia.
Hasta la “última gota de sangre en defensa de la Gran Corona de España”
Uno de los cimarrones que acabó al servicio de España fue Francisco Menéndez, un criollo cuya vida es digna de una película. Su nombre original era Mandinga y había vivido libre en la Angola portuguesa hasta que fue secuestrado por tratantes de esclavos y llevado a la Carolina británica. Mandinga consiguió huir y vivió con los indios yamasee, en el nordeste de Floria, luchando junto a ellos contra los ingleses. En 1724 Mandinga llegó a San Agustín, donde se le concedió asilo, tomando el nombre español de Francisco Menéndez tras bautizarse en la fe católica.
Francisco ayudó en la defensa de San Agustín frente a los ingleses en 1727, donde forjó su reputación de líder, cuando sólo era un adolescente, convirtiéndose en el comandante del Fuerte de Gracia Real de Santa Teresa de Mosé, más conocido como Fuerte Mosé, tras su construcción en 1738 (Francisco ya tenía 24 años para entonces), cuando el asentamiento de esclavos huidos de San Agustín cobijaba ya a más de 100 cimarrones, entre hombres, mujeres y niños. Deseosos de vengar las penurias de su esclavitud y movidos por un fuerte patriotismo y gratitud hacia España, los milicianos de Menéndez juraron ser “los enemigos más crueles de los ingleses” y derramar hasta su “última gota de sangre en defensa de la Gran Corona de España y la Santa Fe”.
Los ingleses consiguen tomar Fuerte Mosé
En junio de 1740 los ingleses pusieron a prueba el fervor patriótico y la lealtad de los hombres de Menéndez con un ataque al Fuerte Mosé, encabezado por el coronel John Palmer al frente de 170 hombres pertenecientes a la milicia colonial de Georgia, highlanders escoceses del 24º Regimiento de Infantería e indios que estaban con los británicos, que asesinaron a algunos de los habitantes negros del fuerte español. Los ingleses consiguieron tomar el Fuerte Mosé, con el objetivo final de conquistar y arrasar San Agustín.
El contraataque español y la bravura de los milicianos negros
El gobernador español, Manuel de Montiano, ordenó un contraataque en el que tomarían parte 300 hombres, entre tropas regulares, milicias negras e indios semínolas afectos a España. Las tropas regulares fueron comandadas por el capitán Antonio Salgado; las milicias negras y los semínolas estuvieron bajo el mando de Francisco Menéndez. El asalto se hizo en la madrugada del 25 al 26 de junio, antes del amanecer -entonces no era habitual combatir de noche-, y los españoles pillaron por sorpresa a los ingleses, masacrándoles en un combate en el que se llegó a la lucha cuerpo a cuerpo. Fuerte Mosé quedó destruido, pero la victoria española frenó la ofensiva británica, al dar tiempo para la llegada de refuerzos procedentes de La Habana. Las milicias negras de Menéndez combatieron con una bravura que mereció los elogios del gobernador español de Florida. Como el fuerte había sido arruinado, a los cimarrones se les permitió asentarse en San Agustín, con los mismos derechos que los españoles que residían en esa localidad.
Menéndez, nuevamente cautivo y esclavo de los ingleses
Poco después de estos hechos, Francisco Menéndez y algunos de sus hombres se unieron a un barco corsario que recibía el apoyo de la villa de San Agustín, con el infortunio de ser capturado en 1741 por un buque británico que tenía el significativo nombre de “Revenge” (Venganza). Cuando los ingleses descubrieron quién era, amenazaron con castrarle en venganza por la sangrienta Batalla de Fuerte Mosé. Finalmente le sometieron a un castigo brutal: 200 latigazos, echándole sal en sus heridas para que no curasen. Después le volvieron a someter a la condición de esclavo en las islas Bahamas. Contra toda esperanza, Francisco consiguió huir de nuevo y volver a San Agustín, donde el Fuerte Mosé fue reconstruido en 1752, siendo él su comandante, ya con 38 años.
El final del Fuerte Mosé y la marcha de los milicianos de Menéndez
En 1763 España cedió Florida a Inglaterra, y los negros de Mosé se negaron a vivir bajo la bandera británica, por lo que se marcharon a la isla española de Cuba. Francisco Menéndez se mudó con su esposa, Ana María Escovar, a la provincia cubana de Matanzas, creando una comunidad llamada San Agustín de la Nueva Florida, mudándose después a La Habana. Es ahí donde se perdió el rastro de Menéndez y de sus milicianos negros. Se especula con que algunos se uniesen a la milicia de La Habana y que una parte de ellos, o sus descendientes, pudiesen volver a Florida con la expedición de Bernardo de Gálvez en 1781. Cuando dos años más tarde Florida volvió a ser española, el Fuerte Mosé estaba en ruinas y no fue reconstruido.
Lo que queda de Fuerte Mosé en la actualidad
En 1812 fuerzas estadounidenses ocuparon lo que quedaba del Fuerte Mosé, siendo expulsadas por los españoles, que decidieron destruir el viejo y ruinoso fuerte para impedir que volviese a ser tomado. Hoy en día apenas queda rastro de él, salvo un pequeño bosque que recuerda su ubicación, bosque que en 1994 fue declarado Monumento Histórico Nacional de EEUU.
Como ya he señalado, en la actualidad, todos los años y a mediados de junio, un grupo de estadounidenses recuerda la Batalla de Fuerte Mosé con una recreación en la que hombres blancos y negros vuelven a vestir uniformes españoles y a ondear la bandera del Aspa de Borgoña. Esos afroamericanos recuerdan con orgullo su pasado español, puesto que gracias al asilo que concedió España a aquellos cimarrones, Fuerte Mosé fue el primer asentamiento de Norteamérica formado por negros libres.
Para terminar, podéis ver aquí un vídeo de la recreación de la Batalla de Fuerte Mosé, concretamente de la celebrada el 21 de junio de 2014: Link
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