La increíble historia del Schindler polaco que salvo 8.000 vidas fingiendo una epidemia
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La increíble historia del Schindler polaco que salvo 8.000 vidas fingiendo una epidemia
Eugeniusz Sławomir Łazowski, más conocido como Eugene Lazowski o el “Schindler de Polonia”, fue un médico polaco que logró salvar a más de 8.000 judíos de las garras del nazismo gracias a una falsa epidemia.
Tras pasar un tiempo preso en un campo de prisioneros de guerra, Lazowski fue enviado a Rozwadów, Polonia, donde se le permitió reunirse con su familia y ejercer como médico.
Allí fue donde se encontró con su amigo de la escuela de medicina, el Dr. Stanislaw Matulewicz, y juntos urdieron un plan secreto para salvar la vida a los habitantes de una docena de aldeas cercanas a Rozwadów y Zbydniów.
No eran hombres de armas, y a estas alturas de la vida no iban a enrolarse en una batalla imposible de ganar. Sin embargo, algo debían hacer para ayudar a una región en la que la mitad de los habitantes eran judíos.
Mentiras que salvan vidas
Un buen día, un hombre desesperado se presentó en su consulta. Estaba destinado a trabajos forzados en un campo de concertación, donde miles de polacos vivían en pésimas condiciones de salubridad y sometidos a maltratos frecuentes. El hombre disfrutaba de un permiso de catorce días para visitar a su familia, pero se encontraba desesperado. No quería volver, sabía que moriría allí dentro, y que si escapaba los nazis le perseguirían y se ensañarían con su familia.
Conmocionados por la desesperación de su paciente, los médicos trataron de encontrar una solución. La idea llegó de la mano de su inestimable amigo Matulewicz.
Matulewicz había descubierto con anterioridad que si se inyectaban bacterias muertas de tifus a un paciente este daría positivo, pero no desarrollaría la enfermedad. Así pues, el médico propuso usar el falso positivo a su favor. Si el ejército nazi creía que el paciente estaba enfermo y era contagioso, tal vez se librara de regresar.
Tras infectarlo con la batería y realizar los análisis, enviaron las muestras al ejército alemán, quien respondió con un severo y escueto telegrama.
“Peligro de tifus. Confirmado positivo. Aíslen al paciente. Imposible que pise suelo alemán“.
La estratagema había funcionado, pero era solo el principio. Lazowski decidió propagar el “falso tifus”, como si de una epidemia real se tratase. De este modo, comenzó a inocular a otros habitantes de la zona haciendo que pareciera que el brote escalaba más y más.
Tras presentar sus alarmantes y detallados cuadernos de trabajo, el ejército alemán envió un grupo de médicos para estudiar la situación, pues a pesar del número de infectados apenas moría gente por culpa de la enfermedad.
Lazowski utilizó entonces un ardid para salirse con la suya. Recibió al grupo de doctores a las afueras de Rozwadow, reteniendo a los de doctores de mayor rango y edad con una suculenta comida en el campo. Por supuesto, no faltó una gran cantidad de vodka.
Los médicos más jóvenes e inexpertos fueron enviados al pueblo para realizar unos análisis de sangre y confirmar el contagio. Temerosos de contagiarse ellos mismos, y al comprobar que una todas las muestras iban dando positivo, abandonaron el pueblo de inmediato. Esta vez sí habían quedado aterrorizados por la enfermedad y su alta tasa de contagio.
Temerosos de que el tifus pudiera propagarse por los campos de trabajo o, peor aún, en las filas de su propio ejército, el alto mando alemán declaró la zona en cuarentena y prohibió el paso.
La clave del éxito del plan Lazowski fue que nunca contó a sus pacientes que estaban siendo falsamente contagiados, sino que cuando reclamaban sus servicios y procedía a realizar un análisis, él mismo los inoculaba sin hacérselo saber. De esta forma nadie, a pesar de las presiones, pudo decir nada contrario a lo que las pruebas certificaban.
De hecho, lo ocurrido no fue revelado hasta 1977, cuando Lazowski por fin se sintió seguro de no poder recibir ningún tipo de represalia. Desde entonces, y hasta que falleció en 2006, Lazowski fue conocido como el “Schindler polaco”, atribuyéndole la salvación de 8.000 compatriotas.
La Voz del Muro
Tras pasar un tiempo preso en un campo de prisioneros de guerra, Lazowski fue enviado a Rozwadów, Polonia, donde se le permitió reunirse con su familia y ejercer como médico.
Allí fue donde se encontró con su amigo de la escuela de medicina, el Dr. Stanislaw Matulewicz, y juntos urdieron un plan secreto para salvar la vida a los habitantes de una docena de aldeas cercanas a Rozwadów y Zbydniów.
No eran hombres de armas, y a estas alturas de la vida no iban a enrolarse en una batalla imposible de ganar. Sin embargo, algo debían hacer para ayudar a una región en la que la mitad de los habitantes eran judíos.
-Eugene Lazowski escribió:“Yo no estaba en condiciones de luchar con una pistola o una espada, pero encontré la manera de asustar terriblemente a los alemanes”
Mentiras que salvan vidas
Deportación de judíos del gueto de Zychlin al campo de Chelmno, marzo 1942
Un buen día, un hombre desesperado se presentó en su consulta. Estaba destinado a trabajos forzados en un campo de concertación, donde miles de polacos vivían en pésimas condiciones de salubridad y sometidos a maltratos frecuentes. El hombre disfrutaba de un permiso de catorce días para visitar a su familia, pero se encontraba desesperado. No quería volver, sabía que moriría allí dentro, y que si escapaba los nazis le perseguirían y se ensañarían con su familia.
Conmocionados por la desesperación de su paciente, los médicos trataron de encontrar una solución. La idea llegó de la mano de su inestimable amigo Matulewicz.
Campamento de prisioneros de guerra, 1941.
Matulewicz había descubierto con anterioridad que si se inyectaban bacterias muertas de tifus a un paciente este daría positivo, pero no desarrollaría la enfermedad. Así pues, el médico propuso usar el falso positivo a su favor. Si el ejército nazi creía que el paciente estaba enfermo y era contagioso, tal vez se librara de regresar.
Tras infectarlo con la batería y realizar los análisis, enviaron las muestras al ejército alemán, quien respondió con un severo y escueto telegrama.
“Peligro de tifus. Confirmado positivo. Aíslen al paciente. Imposible que pise suelo alemán“.
La estratagema había funcionado, pero era solo el principio. Lazowski decidió propagar el “falso tifus”, como si de una epidemia real se tratase. De este modo, comenzó a inocular a otros habitantes de la zona haciendo que pareciera que el brote escalaba más y más.
Tras presentar sus alarmantes y detallados cuadernos de trabajo, el ejército alemán envió un grupo de médicos para estudiar la situación, pues a pesar del número de infectados apenas moría gente por culpa de la enfermedad.
Lazowski utilizó entonces un ardid para salirse con la suya. Recibió al grupo de doctores a las afueras de Rozwadow, reteniendo a los de doctores de mayor rango y edad con una suculenta comida en el campo. Por supuesto, no faltó una gran cantidad de vodka.
Los médicos más jóvenes e inexpertos fueron enviados al pueblo para realizar unos análisis de sangre y confirmar el contagio. Temerosos de contagiarse ellos mismos, y al comprobar que una todas las muestras iban dando positivo, abandonaron el pueblo de inmediato. Esta vez sí habían quedado aterrorizados por la enfermedad y su alta tasa de contagio.
Temerosos de que el tifus pudiera propagarse por los campos de trabajo o, peor aún, en las filas de su propio ejército, el alto mando alemán declaró la zona en cuarentena y prohibió el paso.
La clave del éxito del plan Lazowski fue que nunca contó a sus pacientes que estaban siendo falsamente contagiados, sino que cuando reclamaban sus servicios y procedía a realizar un análisis, él mismo los inoculaba sin hacérselo saber. De esta forma nadie, a pesar de las presiones, pudo decir nada contrario a lo que las pruebas certificaban.
De hecho, lo ocurrido no fue revelado hasta 1977, cuando Lazowski por fin se sintió seguro de no poder recibir ningún tipo de represalia. Desde entonces, y hasta que falleció en 2006, Lazowski fue conocido como el “Schindler polaco”, atribuyéndole la salvación de 8.000 compatriotas.
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