Extremaunción para España
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Extremaunción para España
Los políticos han gobernado tan mal que han dejado a España necesitada de la extremaunción.
La principal enseñanza del actual drama catalán es que la mayor amenaza para España es su clase política, culpable del auge del independentismo y de que el país esté afectado por males tan graves como la corrupción, el abuso de poder, las divisiones internas, el despilfarro y otros, todos ellos enfermedades graves con capacidad de aniquilar la nación.
España, gobernada contra el bien común y la voluntad mayoritaria de su pueblo, ha contraído enfermedades tan graves que debe administrársele la extremaunción. El comportamiento de los grandes partidos políticos y la decisiones de los gobernantes han conducido a la nación española hasta su actual estado de postración.
El mayor problema de España han sido y son sus políticos y cargos públicos.
El comportamiento de muchos de nuestros representantes y gobernantes es contrario a los valores, a la democracia, a los deseos de las mayoría y al interés general. La clase dirigente española representa un peligro de muerte para una nación tan podrida y deteriorada que ya solo espera la extinción.
La corrupción lo contamina todo y el surrealismo y el esperpento han quedado incrustados en la vida pública. En la España del presente pueden verse cuadros tan horribles como un ex alto militar en manifestaciones contrarias a la Constitución, grandes jueces cargando al contribuyente sus noches de amor con su novio en Marbella, una Corona que no es ejemplo de nada, un presidente de gobierno que da ánimos a un corrupto condenado, familias enteras de políticos enchufadas en puestos del Estado, sobres en dinero negro cobrados por centenares de políticos y una serie de vicios que eliminan la cordura, suprimen los controles, anulan las leyes y permiten a la clase dirigente gozar de casi una impunidad real, pues las leyes y las normas se aplican a capricho, sin igualdad ni solvencia.
El independentismo catalán es una de las obras cumbres de la perversión de la política española. Los políticos catalanes han envenenado la sociedad catalana minuciosamente, durante más de tres décadas, tergiversando la historia, adoctrinando, sembrando odio y violando las leyes de la limpieza y los derechos humanos básicos, mientras la parte española de la política, en especial los grandes partidos PP y PSOE, han cerrado los ojos con vileza y han permitido esos abusos y brutalidades catalanas porque necesitaban sus votos para seguir en el poder, toda una mezcla repugnante de cobardía y traición.
El estado putrefacto de la nación otorga al independentismo catalán una magnífica coartada para exigir la ruptura, bajo el argumento de que pertenecer a esta España no atrae a nadie y repugna a la mayoría. Es cierto que el independentismo catalán es tan corrupto y totalitario que forma parte de la metástasis española, pero la corrupción general y la baja calidad de la democracia en el país proporcionan a los secesionistas la excusa ideal para convencer a millones de catalanes a que les acompañen en la demencial escapada.
En las bancadas del Congreso y el Senado se mezclan todo tipo de personajes, muchos de ellos de bajo nivel moral: mentirosos, maltratadores, ex drogadictos, totalitarios, ególatras, malversadores, receptores de dinero turbio, defraudadores, miserables sin amor por su patria y demasiados sinvergüenzas pertenecientes a partidos que, por sus fechorías y causas abiertas ante la Justicia, deberían estar precintados. El denominador común de todos ellos es doble: nunca pagan por sus fechorías y están habituados a anteponer sus propios intereses al bien común.
Toda una nación que fue grande en el pasado está hoy en manos de rufianes y de tipejos sin grandeza.
La única solución de España es aprovechar el actual momento de crisis y conmoción para coger el toro por los cuernos y solucionar de golpe todos nuestros problemas, comenzando por un un referéndum nacional sobre si se suprimen o no todas las autonomías, una oleada de justicia que limpie las podridas filas de los partidos políticos y la apertura de un proceso constituyente del que debe salir el diseño de una democracia real, no de la falsa democracia trucada y perversa que ahora soportamos.
Del drama catalán, ocurra lo que ocurra, España saldrá con su sociedad convencida de que la política tiene que reformarse y que no podemos seguir en manos de partidos que han conducido al país hasta la enfermedad terminal que padece.
Pronto los ciudadanos descubrirán lo que ahora ya saben y asumen los miles de demócratas conscientes y reflexivos: los políticos y sus partidos son el mayor problema de la nación y el gran obstáculo oque impide el verdadero progreso y la regeneración de la nación enferma.
Francisco Rubiales
La principal enseñanza del actual drama catalán es que la mayor amenaza para España es su clase política, culpable del auge del independentismo y de que el país esté afectado por males tan graves como la corrupción, el abuso de poder, las divisiones internas, el despilfarro y otros, todos ellos enfermedades graves con capacidad de aniquilar la nación.
España, gobernada contra el bien común y la voluntad mayoritaria de su pueblo, ha contraído enfermedades tan graves que debe administrársele la extremaunción. El comportamiento de los grandes partidos políticos y la decisiones de los gobernantes han conducido a la nación española hasta su actual estado de postración.
El mayor problema de España han sido y son sus políticos y cargos públicos.
El comportamiento de muchos de nuestros representantes y gobernantes es contrario a los valores, a la democracia, a los deseos de las mayoría y al interés general. La clase dirigente española representa un peligro de muerte para una nación tan podrida y deteriorada que ya solo espera la extinción.
La corrupción lo contamina todo y el surrealismo y el esperpento han quedado incrustados en la vida pública. En la España del presente pueden verse cuadros tan horribles como un ex alto militar en manifestaciones contrarias a la Constitución, grandes jueces cargando al contribuyente sus noches de amor con su novio en Marbella, una Corona que no es ejemplo de nada, un presidente de gobierno que da ánimos a un corrupto condenado, familias enteras de políticos enchufadas en puestos del Estado, sobres en dinero negro cobrados por centenares de políticos y una serie de vicios que eliminan la cordura, suprimen los controles, anulan las leyes y permiten a la clase dirigente gozar de casi una impunidad real, pues las leyes y las normas se aplican a capricho, sin igualdad ni solvencia.
El independentismo catalán es una de las obras cumbres de la perversión de la política española. Los políticos catalanes han envenenado la sociedad catalana minuciosamente, durante más de tres décadas, tergiversando la historia, adoctrinando, sembrando odio y violando las leyes de la limpieza y los derechos humanos básicos, mientras la parte española de la política, en especial los grandes partidos PP y PSOE, han cerrado los ojos con vileza y han permitido esos abusos y brutalidades catalanas porque necesitaban sus votos para seguir en el poder, toda una mezcla repugnante de cobardía y traición.
El estado putrefacto de la nación otorga al independentismo catalán una magnífica coartada para exigir la ruptura, bajo el argumento de que pertenecer a esta España no atrae a nadie y repugna a la mayoría. Es cierto que el independentismo catalán es tan corrupto y totalitario que forma parte de la metástasis española, pero la corrupción general y la baja calidad de la democracia en el país proporcionan a los secesionistas la excusa ideal para convencer a millones de catalanes a que les acompañen en la demencial escapada.
En las bancadas del Congreso y el Senado se mezclan todo tipo de personajes, muchos de ellos de bajo nivel moral: mentirosos, maltratadores, ex drogadictos, totalitarios, ególatras, malversadores, receptores de dinero turbio, defraudadores, miserables sin amor por su patria y demasiados sinvergüenzas pertenecientes a partidos que, por sus fechorías y causas abiertas ante la Justicia, deberían estar precintados. El denominador común de todos ellos es doble: nunca pagan por sus fechorías y están habituados a anteponer sus propios intereses al bien común.
Toda una nación que fue grande en el pasado está hoy en manos de rufianes y de tipejos sin grandeza.
La única solución de España es aprovechar el actual momento de crisis y conmoción para coger el toro por los cuernos y solucionar de golpe todos nuestros problemas, comenzando por un un referéndum nacional sobre si se suprimen o no todas las autonomías, una oleada de justicia que limpie las podridas filas de los partidos políticos y la apertura de un proceso constituyente del que debe salir el diseño de una democracia real, no de la falsa democracia trucada y perversa que ahora soportamos.
Del drama catalán, ocurra lo que ocurra, España saldrá con su sociedad convencida de que la política tiene que reformarse y que no podemos seguir en manos de partidos que han conducido al país hasta la enfermedad terminal que padece.
Pronto los ciudadanos descubrirán lo que ahora ya saben y asumen los miles de demócratas conscientes y reflexivos: los políticos y sus partidos son el mayor problema de la nación y el gran obstáculo oque impide el verdadero progreso y la regeneración de la nación enferma.
Francisco Rubiales
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