La izquierda andaluza opta por una oposición callejera y gritona, basada en falsedades
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La izquierda andaluza opta por una oposición callejera y gritona, basada en falsedades
El fin del imperio socialista andaluz amenaza con ser histérico, tumultuoso y conflictivo. El PSOE y Podemos han decidido practicar una oposición basada en la toma de las calles y en la propagación de mentiras y engaños. Acusan con falsedad a VOX de ser "extrema derecha", cuando las ideas y propuestas de ese partido han sido adoptadas por cientos de miles de ciudadanos y se abren camino con esplendor por toda España, y aseguran que los derechos de las mujeres están en peligro, a pesar de que el nuevo gobierno de coalición, integrado por el PP y Ciudadanos, con el apoyo externo de VOX, ha asegurado que mantendrá intacta la defensa de la mujer y que sólo extenderá esa defensa a otros colectivos que sufran también, como son los niños, los ancianos y el hombre.
Esa opción de fabricar mentiras para debilitar al nuevo gobierno andaluz, movilizando a los colectivos subvencionados que pronto dejarán de recibir el río del dinero socialista, implica que no han entendido ni aceptan el mensaje de las urnas, donde se ha dictaminado el fin del gobierno socialista, ni tienen intención alguna de reflexionar, corregir los errores y regenerarse.
Ayer, durante el debate de investidura del futuro presidente andaluz Juan Manuel Moreno Bonilla, la oposición de izquierdas andaluza, integrada por el PSOE y Podemos, enseñó sus dientes y mostró cual será su estilo al tomar las calles y llenarlas de protesta y gritos contra los nuevos partidos que asumirán el poder. Será una oposición sin verdad, pudor ni rubor, llena de protestas callejeras contra dos falsedades, todo un estilo insólito y poco racional porque esas izquierdas rabiosas nunca salieron a las calles cuando sí existían motivos y razones para esa protesta, cuando por ejemplo Andalucía se llenaba de desempleados, cuando se robaba el dinero público a manos llenas o cuando se descubrió que en la Junta de Andalucía se gastaba el dinero destinado a la formación en prostíbulos, drogas y mariscadas.
Protestar en las calles cuando un gobierno todavía no ha tomado posesión, acusándo al PP y Ciudadanos de haber pactado con VOX, cuando el propio partido socialista gobierna España con el apoyo activo de la peor escoria anticonstituicional del país, integrada por partidos que odian España, quieren romperla, violan la Constitución, son totalitarios y apoyan el terrorismo, es al menos una hipocresía de gran calado que sólo puede ser efectiva y seguida por multitudes adictas, más seguidoras de consignas que de realidades.
No existe peligro alguno de que las mujeres queden desamparadas, como los que han perdido el poder afirman, porque lo único que pretende el nuevo gobierno es extender a otras víctimas de la sociedad, a los ancianos, niños y al hombre, la defensa y el apoyo que disfrutan actualmente los colectivos feministas. Como mucho, el abuso de subvenciones clientelares existente quedará reducido, lo que representa una política justa y decente porque es inexplicable que existan miles de asociaciones y grupos feministas generosamente regados con dinero procedente de los impuestos, más para pagar sueldos y lealtades que para defender a la mujer, ya defendida por leyes que le otorgan superioridad y ventajas sobre el hombre.
Ocurre lo mismo con VOX, un partido al que las izquierdas están acosando y demonizando, creyendo que con esa política frenarán su ascenso, cuando en realidad, a juzgar por lo que detectan los sondeos de opinión, están ayudando a crecer porque las acusaciones se basan en mentiras y exageraciones. La ciudadanía sabe que VOX es menos extremista que el catalanismo golpista, que el totalitarismo de Podemos, que el filoterrorismo de BILDU, partidos que sostienen el gobierno de Pedro Sánchez, y que el actual recurso callejero del mismo PSOE.
Detrás de la toma de las calles y de la protesta basada en falsedades se esconde la rabia y el mal perder de los que han tenido que abandonar un poder que consideraban suyo después de disfrutarlo, en régimen de monopolio, durante casi cuatro décadas, un tiempo más que suficiente para sacar Andalucía del subdesarrollo y el atraso, pozos en los que sigue sumida para vergüenza de sus gestores políticos, que no han sabido o querido derrotar la corrupción galopante, el desempleo, la pobreza, el deterioro de la sanidad, la ruina del sistema educativo, el avance de la pobreza y el atraso, a pesar de haber dispuesto de cuatro décadas de dominio pleno y de más de 100.000 millones de euros regalados por Europa para salir del atraso y la pobreza.
Responder con escraches y gritos en las calles a la esperanza del cambio que experimentan los millones de andaluces que han votado no deja de ser un gesto totalitario e irresponsable, cuando lo apropiado en democracia es reflexionar, analizar lo ocurrido con clama y rectificar los errores emprendiendo la ruta de la regeneración, imprescindible para el socialismo andaluz si quiere regresar un día al gobierno.
La verdad de lo que ocurre es otra muy diferente: acostumbrados a mandar y a administrar el dinero sin apenas controles ni frenos, el socialismo andaluz, que ha basado su poder en el clientelismo y el reparto entre los suyos de privilegios, dinero, empleo y puestos de trabajo, siente terror ante un futuro en el que no saben que hacer y como actuar, después de una derrota inesperada que no sólo les aparta de la riqueza y el poder, sino que les obliga, en teoría, a cambiar de rumbo, sin saber que rumbo deben tomar.
Susana Díaz, nerviosa, sin capacidad para asimilar la derrota, carece de una estrategia apropiada para la oposición y se niega a admitir que, como prometió en su día, lo que debe hacer es dimitir para facilitar la renovación y el cambio en su partido. Desde esa profunda debilidad confusa, ha optado por gritar en las calles falsas acusaciones, el peor de los caminos para regresar a los palacios del poder perdidos.
España, mientras tanto, asiste al absurdo espectáculo del socialismo andaluz con estupor y no entiende como los muchos andaluces que ahora salen a las calles y recurren a las protestas no lo hicieron cuando estalló el escándalo de los EREs, ni cuando Europa dijo que Andalucía era la tierra más corrupta de la Unión, ni cuando estalló el escándalo del uso de dinero público en drogas, prostíbulos y comidas opíparas.
En fin, todavía más atraso y pobreza, en este caso intelectual y política, en la Andalucía socialista.
Voto en blanco
Esa opción de fabricar mentiras para debilitar al nuevo gobierno andaluz, movilizando a los colectivos subvencionados que pronto dejarán de recibir el río del dinero socialista, implica que no han entendido ni aceptan el mensaje de las urnas, donde se ha dictaminado el fin del gobierno socialista, ni tienen intención alguna de reflexionar, corregir los errores y regenerarse.
Ayer, durante el debate de investidura del futuro presidente andaluz Juan Manuel Moreno Bonilla, la oposición de izquierdas andaluza, integrada por el PSOE y Podemos, enseñó sus dientes y mostró cual será su estilo al tomar las calles y llenarlas de protesta y gritos contra los nuevos partidos que asumirán el poder. Será una oposición sin verdad, pudor ni rubor, llena de protestas callejeras contra dos falsedades, todo un estilo insólito y poco racional porque esas izquierdas rabiosas nunca salieron a las calles cuando sí existían motivos y razones para esa protesta, cuando por ejemplo Andalucía se llenaba de desempleados, cuando se robaba el dinero público a manos llenas o cuando se descubrió que en la Junta de Andalucía se gastaba el dinero destinado a la formación en prostíbulos, drogas y mariscadas.
Protestar en las calles cuando un gobierno todavía no ha tomado posesión, acusándo al PP y Ciudadanos de haber pactado con VOX, cuando el propio partido socialista gobierna España con el apoyo activo de la peor escoria anticonstituicional del país, integrada por partidos que odian España, quieren romperla, violan la Constitución, son totalitarios y apoyan el terrorismo, es al menos una hipocresía de gran calado que sólo puede ser efectiva y seguida por multitudes adictas, más seguidoras de consignas que de realidades.
No existe peligro alguno de que las mujeres queden desamparadas, como los que han perdido el poder afirman, porque lo único que pretende el nuevo gobierno es extender a otras víctimas de la sociedad, a los ancianos, niños y al hombre, la defensa y el apoyo que disfrutan actualmente los colectivos feministas. Como mucho, el abuso de subvenciones clientelares existente quedará reducido, lo que representa una política justa y decente porque es inexplicable que existan miles de asociaciones y grupos feministas generosamente regados con dinero procedente de los impuestos, más para pagar sueldos y lealtades que para defender a la mujer, ya defendida por leyes que le otorgan superioridad y ventajas sobre el hombre.
Ocurre lo mismo con VOX, un partido al que las izquierdas están acosando y demonizando, creyendo que con esa política frenarán su ascenso, cuando en realidad, a juzgar por lo que detectan los sondeos de opinión, están ayudando a crecer porque las acusaciones se basan en mentiras y exageraciones. La ciudadanía sabe que VOX es menos extremista que el catalanismo golpista, que el totalitarismo de Podemos, que el filoterrorismo de BILDU, partidos que sostienen el gobierno de Pedro Sánchez, y que el actual recurso callejero del mismo PSOE.
Detrás de la toma de las calles y de la protesta basada en falsedades se esconde la rabia y el mal perder de los que han tenido que abandonar un poder que consideraban suyo después de disfrutarlo, en régimen de monopolio, durante casi cuatro décadas, un tiempo más que suficiente para sacar Andalucía del subdesarrollo y el atraso, pozos en los que sigue sumida para vergüenza de sus gestores políticos, que no han sabido o querido derrotar la corrupción galopante, el desempleo, la pobreza, el deterioro de la sanidad, la ruina del sistema educativo, el avance de la pobreza y el atraso, a pesar de haber dispuesto de cuatro décadas de dominio pleno y de más de 100.000 millones de euros regalados por Europa para salir del atraso y la pobreza.
Responder con escraches y gritos en las calles a la esperanza del cambio que experimentan los millones de andaluces que han votado no deja de ser un gesto totalitario e irresponsable, cuando lo apropiado en democracia es reflexionar, analizar lo ocurrido con clama y rectificar los errores emprendiendo la ruta de la regeneración, imprescindible para el socialismo andaluz si quiere regresar un día al gobierno.
La verdad de lo que ocurre es otra muy diferente: acostumbrados a mandar y a administrar el dinero sin apenas controles ni frenos, el socialismo andaluz, que ha basado su poder en el clientelismo y el reparto entre los suyos de privilegios, dinero, empleo y puestos de trabajo, siente terror ante un futuro en el que no saben que hacer y como actuar, después de una derrota inesperada que no sólo les aparta de la riqueza y el poder, sino que les obliga, en teoría, a cambiar de rumbo, sin saber que rumbo deben tomar.
Susana Díaz, nerviosa, sin capacidad para asimilar la derrota, carece de una estrategia apropiada para la oposición y se niega a admitir que, como prometió en su día, lo que debe hacer es dimitir para facilitar la renovación y el cambio en su partido. Desde esa profunda debilidad confusa, ha optado por gritar en las calles falsas acusaciones, el peor de los caminos para regresar a los palacios del poder perdidos.
España, mientras tanto, asiste al absurdo espectáculo del socialismo andaluz con estupor y no entiende como los muchos andaluces que ahora salen a las calles y recurren a las protestas no lo hicieron cuando estalló el escándalo de los EREs, ni cuando Europa dijo que Andalucía era la tierra más corrupta de la Unión, ni cuando estalló el escándalo del uso de dinero público en drogas, prostíbulos y comidas opíparas.
En fin, todavía más atraso y pobreza, en este caso intelectual y política, en la Andalucía socialista.
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