El Covid marca la visita a los cementerios del Día de Todos los Santos
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El Covid marca la visita a los cementerios del Día de Todos los Santos
Aforos limitados, cita previa en los cementerios, grupos reducidos, ampliación de horarios, refuerzos del transporte público... son las medidas más adoptadas por los ayuntamientos de cara a la celebración el 1 de noviembre del día de Todos los Santos en plena pandemia de covid-19.
La tradición en nuestro país dicta que en la festividad del día de Todos los Santos hay que visitar a nuestros seres queridos allí donde descansan, en los cementerios. Los días 1 y 2 de noviembre son los que se dedican al recuerdo de los ausentes queridos y, casi como de la mano, nos encauzan hacia las fiestas navideñas en las que los vivos se reúnen a festejar en familia, aunque este año la pandemia mantendrá en vilo las celebraciones hasta el último momento.
Y es que estados de alarma, cierres perimetrales, restricciones de movilidad y aforo o toques de queda han obligado a los ayuntamientos españoles a adoptar protocolos excepcionales que deberán seguirse el día de los difuntos.
Estas son las medidas adoptadas por los consistorios de 20 de las ciudades más representativas de nuestro país:
La Dirección General de Salud Pública de la Comunidad de Madrid ha aprobado desde hoy, y hasta el 2 de noviembre incluido, una serie de medidas para evitar la propagación del coronavirus, como la incorporación de circuitos diferenciados, aforos limitados al 60 % y la prohibición de comer y fumar en el interior de los camposantos.
Se recomienda ampliar los horarios de apertura tanto los días anteriores como en el día de la festividad con el fin de que puedan espaciarse las visitas. Así mismo, en aquellos cementerios que dispongan de aparcamiento, este deberá organizarse de manera que se eviten aglomeraciones de personas en la zona, sobre todo en los accesos peatonales.
Siempre que sea posible, se deben establecer circuitos diferenciados de entrada y salida del público, así como en los recorridos internos. Se debe de respetar siempre la distancia mínima interpersonal de 1,5 metros y usar mascarillas en todo momento. Para ello se podrán utilizar marcas en el suelo, uso de balizas, cartelería o señalización.
La tradición en nuestro país dicta que en la festividad del día de Todos los Santos hay que visitar a nuestros seres queridos allí donde descansan, en los cementerios. Los días 1 y 2 de noviembre son los que se dedican al recuerdo de los ausentes queridos y, casi como de la mano, nos encauzan hacia las fiestas navideñas en las que los vivos se reúnen a festejar en familia, aunque este año la pandemia mantendrá en vilo las celebraciones hasta el último momento.
Y es que estados de alarma, cierres perimetrales, restricciones de movilidad y aforo o toques de queda han obligado a los ayuntamientos españoles a adoptar protocolos excepcionales que deberán seguirse el día de los difuntos.
Estas son las medidas adoptadas por los consistorios de 20 de las ciudades más representativas de nuestro país:
La Dirección General de Salud Pública de la Comunidad de Madrid ha aprobado desde hoy, y hasta el 2 de noviembre incluido, una serie de medidas para evitar la propagación del coronavirus, como la incorporación de circuitos diferenciados, aforos limitados al 60 % y la prohibición de comer y fumar en el interior de los camposantos.
Se recomienda ampliar los horarios de apertura tanto los días anteriores como en el día de la festividad con el fin de que puedan espaciarse las visitas. Así mismo, en aquellos cementerios que dispongan de aparcamiento, este deberá organizarse de manera que se eviten aglomeraciones de personas en la zona, sobre todo en los accesos peatonales.
Siempre que sea posible, se deben establecer circuitos diferenciados de entrada y salida del público, así como en los recorridos internos. Se debe de respetar siempre la distancia mínima interpersonal de 1,5 metros y usar mascarillas en todo momento. Para ello se podrán utilizar marcas en el suelo, uso de balizas, cartelería o señalización.
Bausen, el destino del cementerio más pequeño de España
El camposanto de diez por diez metros solamente acoge una tumba, la de Teresa, a la que un párroco no quiso enterrar
Bausen es un pequeño y hermoso pueblo en el Valle de Arán, a muy pocos kilómetros de la frontera con Francia, que en la actualidad tiene empadronadas a 69 personas. La localidad es hoy popularmente conocida por albergar el cementerio civil más pequeño de España, con una sola tumba, la de una joven llamada Teresa. Desde este otoño este espacio cuenta con la declaración de bien de interés cultural local por el Conselh Generau d’Aran.
La historia detrás de este pequeñísimo cementerio ha sido muy comentada, pero aún sigue sorprendiendo. A principios del siglo pasado, dos adolescentes, Francisco de Doceta y Teresa de Belana, quisieron casarse. Estaban emparentados: eran primos. Eso hizo que el párroco del pueblo se negara a que la pareja pudiera contraer matrimonio. Pese a los problemas, Francisco y Teresa decidieron vivir juntos en Bausen y trataron de construir una familia teniendo dos hijos. Pero la felicidad de la familia dio un giro cuando Teresa enfermó gravemente. Murió con solamente 33 años el 10 de mayo de 1916. Otra vez el cura del pueblo fue el gran obstáculo: ahora se negó a que el cuerpo de la fallecida fuera enterrado en el cementerio católico de Bausen, pese a las súplicas de Francisco. Los vecinos, conmovidos por la historia, no lo dudaron ni un instante y se decidieron a levantar en unas 24 horas un pequeño cementerio de 10 por 10 metros en el Coret, un bello paraje de esta pequeña población. Es allí donde, desde hace más de cien años, descansa solamente la desafortunada Teresa. Francisco siguió viviendo en Bausen, pero la Guerra Civil lo obligó a exiliarse e instalarse en Francia donde murió con la esperanza de que sus restos fueran inhumados alguna vez con los de aquella que fue su pareja.
Los llamados «amantes de Bausen» se han convertido en un mito que ha traspasado la comarca. La tumba de Teresa es hoy un lugar de culto y el reconocimiento de la mano del Conselh Generau d’Aran puede servir para mejorar una zona que hace tiempo que pide ayuda. Así lo admite, en declaraciones a este diario, José Antonio Barés Martín, alcalde del pueblo. «Claro que estamos contentos por tener una distinción de estas características, pero a veces lo más difícil no es lograr algo así sino poder mantener un espacio como este», apunta.
El actual alcalde renunció a cobrar un sueldo, a diferencia de su predecesora que todos los meses tenía 2.400 euros. «Tenemos problemas muy serios en el pueblo, por lo que decidí no tener sueldo. La situación en el último año ha sido especialmente complicada porque en el ayuntamiento hemos estado seis meses sin secretario. Luego vinieron los tres meses de encierro que hicieron todo todavía más difícil», añade Barés Martín.
En la actualidad la tumba de Teresa es el Conselh Generau d’Aran el encargado de limpiarla. Al alcalde le gustaría que los visitantes siguieran asistiendo a este lugar, pero pudiendo ofrecer algunos servicios mínimos que ahora son imposibles. «No tenemos ni lavabos para quienes llegan hasta aquí. Son cosas que hay que hacer y esperamos que, en este sentido, la declaración del Conselh sirva para todo esto», comenta.
Hay mucho que hacer.
Mientras siguen acudiendo curiosos y excursionistas por la zona, aunque no con la intensidad de tiempo atrás, cuando no había ningún virus que nos acechara. El mito pervive y aún son muchas las preguntas que no se tienen respuesta sobre el trágico destino de Teresa y Francisco. No han aparecido documentos y poco se sabe de la vida del viudo después de la prematura muerte de su mujer. El alcalde de Bausen cree que finalmente Francisco fue enterrado en el pueblo, en el cementerio católico, pero reconoce que no está seguro. «Tengo que mirarlo, pero es que tenemos tanto trabajo aquí», asegura a este periódico.
Lo que es seguro es que Teresa sigue sola en esta parcela construida por los vecinos. En la tumba puede leerse: «Recuerdo. A mi amada Teresa que falleció el 10 Mayo 1916 a la edad de 33 años». Ha pasado el tiempo y sigue siendo el cementerio de Teresa, su cementerio.
Cybernautas
Bausen es un pequeño y hermoso pueblo en el Valle de Arán, a muy pocos kilómetros de la frontera con Francia, que en la actualidad tiene empadronadas a 69 personas. La localidad es hoy popularmente conocida por albergar el cementerio civil más pequeño de España, con una sola tumba, la de una joven llamada Teresa. Desde este otoño este espacio cuenta con la declaración de bien de interés cultural local por el Conselh Generau d’Aran.
La historia detrás de este pequeñísimo cementerio ha sido muy comentada, pero aún sigue sorprendiendo. A principios del siglo pasado, dos adolescentes, Francisco de Doceta y Teresa de Belana, quisieron casarse. Estaban emparentados: eran primos. Eso hizo que el párroco del pueblo se negara a que la pareja pudiera contraer matrimonio. Pese a los problemas, Francisco y Teresa decidieron vivir juntos en Bausen y trataron de construir una familia teniendo dos hijos. Pero la felicidad de la familia dio un giro cuando Teresa enfermó gravemente. Murió con solamente 33 años el 10 de mayo de 1916. Otra vez el cura del pueblo fue el gran obstáculo: ahora se negó a que el cuerpo de la fallecida fuera enterrado en el cementerio católico de Bausen, pese a las súplicas de Francisco. Los vecinos, conmovidos por la historia, no lo dudaron ni un instante y se decidieron a levantar en unas 24 horas un pequeño cementerio de 10 por 10 metros en el Coret, un bello paraje de esta pequeña población. Es allí donde, desde hace más de cien años, descansa solamente la desafortunada Teresa. Francisco siguió viviendo en Bausen, pero la Guerra Civil lo obligó a exiliarse e instalarse en Francia donde murió con la esperanza de que sus restos fueran inhumados alguna vez con los de aquella que fue su pareja.
Los llamados «amantes de Bausen» se han convertido en un mito que ha traspasado la comarca. La tumba de Teresa es hoy un lugar de culto y el reconocimiento de la mano del Conselh Generau d’Aran puede servir para mejorar una zona que hace tiempo que pide ayuda. Así lo admite, en declaraciones a este diario, José Antonio Barés Martín, alcalde del pueblo. «Claro que estamos contentos por tener una distinción de estas características, pero a veces lo más difícil no es lograr algo así sino poder mantener un espacio como este», apunta.
El actual alcalde renunció a cobrar un sueldo, a diferencia de su predecesora que todos los meses tenía 2.400 euros. «Tenemos problemas muy serios en el pueblo, por lo que decidí no tener sueldo. La situación en el último año ha sido especialmente complicada porque en el ayuntamiento hemos estado seis meses sin secretario. Luego vinieron los tres meses de encierro que hicieron todo todavía más difícil», añade Barés Martín.
En la actualidad la tumba de Teresa es el Conselh Generau d’Aran el encargado de limpiarla. Al alcalde le gustaría que los visitantes siguieran asistiendo a este lugar, pero pudiendo ofrecer algunos servicios mínimos que ahora son imposibles. «No tenemos ni lavabos para quienes llegan hasta aquí. Son cosas que hay que hacer y esperamos que, en este sentido, la declaración del Conselh sirva para todo esto», comenta.
Hay mucho que hacer.
Mientras siguen acudiendo curiosos y excursionistas por la zona, aunque no con la intensidad de tiempo atrás, cuando no había ningún virus que nos acechara. El mito pervive y aún son muchas las preguntas que no se tienen respuesta sobre el trágico destino de Teresa y Francisco. No han aparecido documentos y poco se sabe de la vida del viudo después de la prematura muerte de su mujer. El alcalde de Bausen cree que finalmente Francisco fue enterrado en el pueblo, en el cementerio católico, pero reconoce que no está seguro. «Tengo que mirarlo, pero es que tenemos tanto trabajo aquí», asegura a este periódico.
Lo que es seguro es que Teresa sigue sola en esta parcela construida por los vecinos. En la tumba puede leerse: «Recuerdo. A mi amada Teresa que falleció el 10 Mayo 1916 a la edad de 33 años». Ha pasado el tiempo y sigue siendo el cementerio de Teresa, su cementerio.
Cybernautas
Así es el origen histórico del Día de Todos los Santos
La fiesta está consagrada a todos los difuntos que, tras pasar por el purgatorio, lograron «visión beatífica y gozan de la vida eterna en la presencia de Dios»
La Iglesia católica celebra el 1 de noviembre (el primer domingo de Pentecostés en la Iglesia ortodoxa y las católicas de rito bizantino) la festividad de Todos los Santos, es decir, de todas aquellas personas anónimas que ya son santas y a las que sus familiares y cercanos ponen flores sobre las tumbas y nichos.
La fiesta está así consagrada a todos los difuntos que, tras pasar por el purgatorio, lograron «visión beatífica y gozan de la vida eterna en la presencia de Dios». De ahí que la expresión «todos los santos» no se refiere solo a los beatos o santos que están en la lista de los canonizados y por los que la Iglesia ya celebra distintos días al año, sino a aquellas personas anónimas que no están canonizados pero viven «en la presencia de Dios».
Los moradores del Cielo
Además de «todos los santos», canonizados o no, la festividad es una ocasión de honrar a todos moradores del Cielo, incluyendo la Santísima Trinidad, la Virgen, los ángeles, las diversas categorías de justos tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento. Su origen más remoto está en la primitiva Iglesia donde se celebraba el aniversario de la muerte de todos los mártires, que cada vez eran más y solían solaparse al fallecer muchos en grupos. Creyendo que cada uno de ellos debía ser honrado, la Iglesia concretó un día en común para todos los santos y mártires indiferentemente de si habían sido canonizados o no. Para conocer la primera de estas festividades hay que remontarse probablemente a Antioquía, donde se celebró una fiesta similar el domingo antes de Pentecostés ya en el siglo VIII.
El Papa Gregorio III pasó la fiesta al día 1 de noviembre en respuesta a la celebración pagana del Año Nuevo Celta, que tiene lugar la noche del 31 de octubre. Pensaba que al señalar esta nueva fecha, los nuevos creyentes irían abandonando sus antiguas creencias sin dejar de lado su cultura e identidad. Gregorio IV contribuyó a que se estableciera oficialmente la festividad y que aumentara el sentido de la celebración del día de los santos inocentes, ampliándolo a todos los componentes de la Iglesia.
En torno al Día de los Santos y el posterior Día de los Difuntos se celebran toda una serie de tradiciones en España de la que, sin duda, la más destacada es visitar las tumbas de los seres queridos para mostrar que todavía se les recuerda. Se suelen llevar flores a modo de recordatorio y se aprovecha la ocasión para arreglar las tumbas. Además, existen multitud de dulces que se asocian a estas festividades. Entre ellos se encuentran los huesos de santo, que es una masa de mazapán en forma de tubo, y los buñuelos de viento, ya sean rellenos de crema, nata, chocolate o café. Cuenta la tradición que cada vez que alguien se come un buñuelo se salva un alma del Purgatorio.
Cybernautas
La Iglesia católica celebra el 1 de noviembre (el primer domingo de Pentecostés en la Iglesia ortodoxa y las católicas de rito bizantino) la festividad de Todos los Santos, es decir, de todas aquellas personas anónimas que ya son santas y a las que sus familiares y cercanos ponen flores sobre las tumbas y nichos.
La fiesta está así consagrada a todos los difuntos que, tras pasar por el purgatorio, lograron «visión beatífica y gozan de la vida eterna en la presencia de Dios». De ahí que la expresión «todos los santos» no se refiere solo a los beatos o santos que están en la lista de los canonizados y por los que la Iglesia ya celebra distintos días al año, sino a aquellas personas anónimas que no están canonizados pero viven «en la presencia de Dios».
Los moradores del Cielo
Además de «todos los santos», canonizados o no, la festividad es una ocasión de honrar a todos moradores del Cielo, incluyendo la Santísima Trinidad, la Virgen, los ángeles, las diversas categorías de justos tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento. Su origen más remoto está en la primitiva Iglesia donde se celebraba el aniversario de la muerte de todos los mártires, que cada vez eran más y solían solaparse al fallecer muchos en grupos. Creyendo que cada uno de ellos debía ser honrado, la Iglesia concretó un día en común para todos los santos y mártires indiferentemente de si habían sido canonizados o no. Para conocer la primera de estas festividades hay que remontarse probablemente a Antioquía, donde se celebró una fiesta similar el domingo antes de Pentecostés ya en el siglo VIII.
El Papa Gregorio III pasó la fiesta al día 1 de noviembre en respuesta a la celebración pagana del Año Nuevo Celta, que tiene lugar la noche del 31 de octubre. Pensaba que al señalar esta nueva fecha, los nuevos creyentes irían abandonando sus antiguas creencias sin dejar de lado su cultura e identidad. Gregorio IV contribuyó a que se estableciera oficialmente la festividad y que aumentara el sentido de la celebración del día de los santos inocentes, ampliándolo a todos los componentes de la Iglesia.
En torno al Día de los Santos y el posterior Día de los Difuntos se celebran toda una serie de tradiciones en España de la que, sin duda, la más destacada es visitar las tumbas de los seres queridos para mostrar que todavía se les recuerda. Se suelen llevar flores a modo de recordatorio y se aprovecha la ocasión para arreglar las tumbas. Además, existen multitud de dulces que se asocian a estas festividades. Entre ellos se encuentran los huesos de santo, que es una masa de mazapán en forma de tubo, y los buñuelos de viento, ya sean rellenos de crema, nata, chocolate o café. Cuenta la tradición que cada vez que alguien se come un buñuelo se salva un alma del Purgatorio.
Cybernautas
Turismo entre tumbas: el inesperado paseo de la fama que esconden los cementerios
El podcast Kelugares repasa las celebridades que descansan en los camposantos madrileños: folclóricas, políticos, masones...
Lo más granado de la aristocracia española quiso enterrarse en el Cementerio de San Isidro", recuerda Andrea Fernández, guía cultural del camposanto más antiguo de Madrid, consciente de que pasear entre sus mesetas y cuarteles es como abrir un libro de historia en el que aparecen bohemios, políticos, escritores, artistas y afamados escultores de diferentes épocas. Algunos como Mariano Benlliure o Ricardo Bellver y Ramón -autor del Ángel Caído del parque del Retiro-, también colaboraron con sus obras en la creación de esta sacramental en 1787. Y no es de extrañar, en la práctica, los cementerios conforman una galería de arte perenne.
Hombres Ilustres y papel cuché
Sepulcros austeros, panteones barrocos y mausoleos de todo tipo y condición dan cobijo en San Isidro a representantes de la música española, como el compositor Francisco Asenjo Barbieri, que llevó la zarzuela a su máximo exponente, y a folclóricas como Concha Piquer, la bailarina Encarnación López Júlvez -alias La Argentinita- o la cupletista conocida como La Fornarina. En el cementerio de San Isidro también descansan el dramaturgo español Leandro Fernández de Moratín, el poeta Juan Menléndez Valdés, el político Juan Donoso Cortés y, durante un tiempo, allí también permanecieron los restos de Francisco de Goya hasta que fueron trasladados a la ermita de San Antonio de la Florida, en Madrid.
Con motivo del 150 aniversario del fallecimiento de los hermanos Valeriano y Gustavo Adolfo Bécquer -que yacen en Sevilla-, el Cementerio de San Isidro ha añadido a sus exitosas visitas guiadas habituales, la actividad especial Nueve días Ad Eternum, que se realizará hasta el próximo día 3 de noviembre.
El camposanto más grande de Europa Occidental
El Cementerio de Nuestra Señora de la Almudena abarca más de ciento veinte hectáreas en las que se encuentran los sepulcros de Lola y Antonio Flores, Enrique Urquijo, Jesús Gil, Di Stefano, políticos de todas las ideologías, masones, y un sinfín de personalidades traducidas en bellos sepulcros y esculturas funerarias.
Nuestras vidas son los ríos que van a dar en la mar, que es el morir, escribió Jorge Manrique en las Coplas a la muerte de su padre, en el siglo XV. Y estaba en lo cierto, porque famosos, personas anónimas, ricos, pobres, bienaventurados, desgraciados… Todos tienen algo en común: descansar, con la eternidad por delante, en un camposanto. Escucha Kelugares para conocer todos los secretos de los cementerios de San Isidro y Nuestra Señora de la Almudena.
Cybernatuas
Lo más granado de la aristocracia española quiso enterrarse en el Cementerio de San Isidro", recuerda Andrea Fernández, guía cultural del camposanto más antiguo de Madrid, consciente de que pasear entre sus mesetas y cuarteles es como abrir un libro de historia en el que aparecen bohemios, políticos, escritores, artistas y afamados escultores de diferentes épocas. Algunos como Mariano Benlliure o Ricardo Bellver y Ramón -autor del Ángel Caído del parque del Retiro-, también colaboraron con sus obras en la creación de esta sacramental en 1787. Y no es de extrañar, en la práctica, los cementerios conforman una galería de arte perenne.
Hombres Ilustres y papel cuché
Sepulcros austeros, panteones barrocos y mausoleos de todo tipo y condición dan cobijo en San Isidro a representantes de la música española, como el compositor Francisco Asenjo Barbieri, que llevó la zarzuela a su máximo exponente, y a folclóricas como Concha Piquer, la bailarina Encarnación López Júlvez -alias La Argentinita- o la cupletista conocida como La Fornarina. En el cementerio de San Isidro también descansan el dramaturgo español Leandro Fernández de Moratín, el poeta Juan Menléndez Valdés, el político Juan Donoso Cortés y, durante un tiempo, allí también permanecieron los restos de Francisco de Goya hasta que fueron trasladados a la ermita de San Antonio de la Florida, en Madrid.
Con motivo del 150 aniversario del fallecimiento de los hermanos Valeriano y Gustavo Adolfo Bécquer -que yacen en Sevilla-, el Cementerio de San Isidro ha añadido a sus exitosas visitas guiadas habituales, la actividad especial Nueve días Ad Eternum, que se realizará hasta el próximo día 3 de noviembre.
El camposanto más grande de Europa Occidental
El Cementerio de Nuestra Señora de la Almudena abarca más de ciento veinte hectáreas en las que se encuentran los sepulcros de Lola y Antonio Flores, Enrique Urquijo, Jesús Gil, Di Stefano, políticos de todas las ideologías, masones, y un sinfín de personalidades traducidas en bellos sepulcros y esculturas funerarias.
Nuestras vidas son los ríos que van a dar en la mar, que es el morir, escribió Jorge Manrique en las Coplas a la muerte de su padre, en el siglo XV. Y estaba en lo cierto, porque famosos, personas anónimas, ricos, pobres, bienaventurados, desgraciados… Todos tienen algo en común: descansar, con la eternidad por delante, en un camposanto. Escucha Kelugares para conocer todos los secretos de los cementerios de San Isidro y Nuestra Señora de la Almudena.
Cybernatuas
¿Visitamos los cementerios el día correcto?
Tradicionalmente acudimos a los cementerios el día 1 de noviembre cuando el día de Difuntos es el 2
La tradición cristiana reserva el día 1 para honrar a los santos, oficiales y anónimos, y el día 2 para recordar a nuestros seres queridos fallecidos.
Estos días son millones los ciudadanos que se acercan hasta los cementerios de medio mundo para poner flores en las tumbas de sus seres queridos con motivo de los días de Todos los Santos y los Fieles Difuntos. Dos festividades que nacen en el seno de la Iglesia Católica y que con frecuencia equivocamos. Es habitual que acudamos el día 1 de noviembre a los cementerios para recordar a nuestros fallecidos, aunque realmente el día de Difuntos es el día 2 de noviembre.
Son dos festividades diferentes, como explica en una nota Ramón Navarro Gómez, director del secretariado de la Comisión Episcopal para la Liturgia de la Conferencia Episcopal española. La explicación es que el día 1 de noviembre, Día de Todos los Santos, a quien deberíamos recordamos y honrar precisamente es a los Santos: aquellos reconocidos oficialmente por la Iglesia y también aquellos anónimos que en vida arriesgaron la suya propia por los demás. Así, es el día 2 de noviembre, Día de los Fieles Difuntos, cuando se debería celebrar la tradición, según el director del secretariado de la Comisión Episcopal para la Liturgia, de conmemorar a quienes ya no están entre nosotros "rezando por ellos y adornando con flores el lugar donde están sepultados".
Sin embargo, la festividad de Todos los Santos cruza el Atlántico para conmemorarse la víspera, la noche del 31 de octubre, en inglés All Hallow’s Eve, y que ahora todos conocemos y celebramos como Halloween. Y es aquí donde la tradición religiosa se mezcla con la pagana.
Cómo se celebra fuera de nuestras fronteras
Quizá uno de los lugares donde más tradición tienen también estos días es en México. Allí lo que se conmemora es el Día de Difuntos o Día de Muertos. Una festividad con origen incierto porque mientras algunos historiadores la atribuyen a la tradición prehispánica, la antropóloga e historiadora especializada en la muerte, Elsa Malvido, fallecida en abril de 2011, sostenía que erróneamente se ha tratado de disminuir la influencia católica en las prácticas mortuorias mesoamericanas. De hecho, la fiesta sumó elementos y significados católicos como la cruz de flores que es uno de los objetos más significativos.
Al margen de esta disputa por su origen, la tradición cuenta que los muertos van llegando cada doce horas entre el 28 de octubre y el 2 de noviembre y siempre en orden:
Primero, el día 28, los que fallecieron a causa de un accidente o de manera trágica.
El día 29 los que murieron ahogados.
Los días 30 y 31 se espera la llegada de las almas de los "limbos": aquellos niños que murieron sin haber sido bautizados y los olvidados, aquellos que no tiene familia que les recuerde.
Finalmente, los días 1 y 2 de noviembre, se espera primero a los niños muertos y después, a los adultos.
Para celebrar su llegada las familias reservan un lugar del hogar para colocar la ofrenda. Un altar de veneración en el que no pueden faltar las fotografías de sus seres queridos junto a velas que se dejan encendidas, así como los alimentos y las bebidas que sus fallecidos tomaban en vida. Un altar que se adorna con flores de cempasúchil, cuyos pétalos se extienden hasta la puerta marcando el camino de vuelta a casa para los ya fallecidos.
Muy relacionada con la tradición del Día de Difuntos en México está la figura de "La Catrina", la eterna caricatura mexicana que nace de las manos de José Guadalupe Posada y simboliza a la muerte en forma de mujer refinada cuyo nombre original fue "la calavera garbancera". Una sátira a las personas que vendían garbanzos, y que, pese a tener sangre indígena, pretendían ser europeos, renegando de su raza y de su herencia cultural.
Una mezcla genuina de respeto, miedo y sorna con la que los mexicanos celebran su Día de Muertos y que ha convertido esta festividad en Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por decisión de la UNESCO en 2008 y que no solo celebra México. También han acogido esta tradición Bolivia, Ecuador y Guatemala, y en menor medida en el resto de América Central y América del Sur. Una tradición que Disney llevó exitosamente al cine de la mano de "Coco" en 2017.
Cybernatas
La tradición cristiana reserva el día 1 para honrar a los santos, oficiales y anónimos, y el día 2 para recordar a nuestros seres queridos fallecidos.
Día de Muertos, México
Estos días son millones los ciudadanos que se acercan hasta los cementerios de medio mundo para poner flores en las tumbas de sus seres queridos con motivo de los días de Todos los Santos y los Fieles Difuntos. Dos festividades que nacen en el seno de la Iglesia Católica y que con frecuencia equivocamos. Es habitual que acudamos el día 1 de noviembre a los cementerios para recordar a nuestros fallecidos, aunque realmente el día de Difuntos es el día 2 de noviembre.
Son dos festividades diferentes, como explica en una nota Ramón Navarro Gómez, director del secretariado de la Comisión Episcopal para la Liturgia de la Conferencia Episcopal española. La explicación es que el día 1 de noviembre, Día de Todos los Santos, a quien deberíamos recordamos y honrar precisamente es a los Santos: aquellos reconocidos oficialmente por la Iglesia y también aquellos anónimos que en vida arriesgaron la suya propia por los demás. Así, es el día 2 de noviembre, Día de los Fieles Difuntos, cuando se debería celebrar la tradición, según el director del secretariado de la Comisión Episcopal para la Liturgia, de conmemorar a quienes ya no están entre nosotros "rezando por ellos y adornando con flores el lugar donde están sepultados".
Sin embargo, la festividad de Todos los Santos cruza el Atlántico para conmemorarse la víspera, la noche del 31 de octubre, en inglés All Hallow’s Eve, y que ahora todos conocemos y celebramos como Halloween. Y es aquí donde la tradición religiosa se mezcla con la pagana.
Cómo se celebra fuera de nuestras fronteras
Quizá uno de los lugares donde más tradición tienen también estos días es en México. Allí lo que se conmemora es el Día de Difuntos o Día de Muertos. Una festividad con origen incierto porque mientras algunos historiadores la atribuyen a la tradición prehispánica, la antropóloga e historiadora especializada en la muerte, Elsa Malvido, fallecida en abril de 2011, sostenía que erróneamente se ha tratado de disminuir la influencia católica en las prácticas mortuorias mesoamericanas. De hecho, la fiesta sumó elementos y significados católicos como la cruz de flores que es uno de los objetos más significativos.
Al margen de esta disputa por su origen, la tradición cuenta que los muertos van llegando cada doce horas entre el 28 de octubre y el 2 de noviembre y siempre en orden:
Primero, el día 28, los que fallecieron a causa de un accidente o de manera trágica.
El día 29 los que murieron ahogados.
Los días 30 y 31 se espera la llegada de las almas de los "limbos": aquellos niños que murieron sin haber sido bautizados y los olvidados, aquellos que no tiene familia que les recuerde.
Finalmente, los días 1 y 2 de noviembre, se espera primero a los niños muertos y después, a los adultos.
Para celebrar su llegada las familias reservan un lugar del hogar para colocar la ofrenda. Un altar de veneración en el que no pueden faltar las fotografías de sus seres queridos junto a velas que se dejan encendidas, así como los alimentos y las bebidas que sus fallecidos tomaban en vida. Un altar que se adorna con flores de cempasúchil, cuyos pétalos se extienden hasta la puerta marcando el camino de vuelta a casa para los ya fallecidos.
Muy relacionada con la tradición del Día de Difuntos en México está la figura de "La Catrina", la eterna caricatura mexicana que nace de las manos de José Guadalupe Posada y simboliza a la muerte en forma de mujer refinada cuyo nombre original fue "la calavera garbancera". Una sátira a las personas que vendían garbanzos, y que, pese a tener sangre indígena, pretendían ser europeos, renegando de su raza y de su herencia cultural.
Una mezcla genuina de respeto, miedo y sorna con la que los mexicanos celebran su Día de Muertos y que ha convertido esta festividad en Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por decisión de la UNESCO en 2008 y que no solo celebra México. También han acogido esta tradición Bolivia, Ecuador y Guatemala, y en menor medida en el resto de América Central y América del Sur. Una tradición que Disney llevó exitosamente al cine de la mano de "Coco" en 2017.
Cybernatas
Día de Todos los Santos. Cómo Carlos III rediseñó los cementerios españoles para luchar contra las pandemias
Hasta mediados del siglo XIX los muertos eran enterrados en el interior de las iglesias o terrenos colindantes, a pesar de la reiterada legislación que desde 1787 lo prohibía
Alejados de las poblaciones, cercados, situados en lugares bien ventilados y decorados con cipreses, un árbol que crece a lo alto y que no puede por tanto formar con sus ramas una especie de techumbre e impedir que circule el aire. Así son la inmensa mayoría de los cementerios en España. Sin embargo los cementerios tal y como hoy los conocemos son relativamente recientes, hijos de la Ilustración, de las medidas higiénicas impulsadas por la Europa de las Luces y de la secularización
Alejados de las poblaciones, cercados, situados en lugares bien ventilados y decorados con cipreses, un árbol que crece a lo alto y que no puede por tanto formar con sus ramas una especie de techumbre e impedir que circule el aire. Así son la inmensa mayoría de los cementerios en España. Sin embargo los cementerios tal y como hoy los conocemos son relativamente recientes, hijos de la Ilustración, de las medidas higiénicas impulsadas por la Europa de las Luces y de la secularización
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