El vídeo viral que demuestra lo fácil que es manipular la mente humana
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Re: El vídeo viral que demuestra lo fácil que es manipular la mente humana
En la grabación compartida en las redes sociales por el consultor de Estrategia y de Comunicación Jesús Arroyo Fernández demuestra lo fácil que resulta manipular la mente de una persona con un simple ejercicio.
En la grabación, de un minuto de duración, se demuestra cómo según la palabra en la que se esté pensando se podrán escuchar dos palabras distintas en la misma oración.
En este sentido, algunas personas oirán «Hija, ¿llevaste la plata del alquiler al padrino?», mientras que otros escucharán «Hija, ¿llevaste la plata de la bicicleta al padrino?». No obstante, basta con pensar en la palabra contraria para escuchar en una segunda oportunidad un mensaje distinto.
El dilema se ha vuelto viral en Twitter y en TikTok, donde el audio ha tenido miles de reproducciones que ha terminado dividiendo a los usuarios.
Re: El vídeo viral que demuestra lo fácil que es manipular la mente humana
Te muestro como nos controlan de 10 formas.
El elemento primordial del control social es la estrategia de la distracción que consiste en desviar la atención del público de los problemas importantes y de los cambios decididos por las élites políticas y económicas, mediante la técnica del diluvio o inundación de continuas distracciones y de informaciones insignificantes. La estrategia de la distracción es igualmente indispensable para impedir al público interesarse por los conocimientos esenciales, en el área de la ciencia, la economía, la psicología, la neurobiología y la cibernética. “Mantener la atención del público distraída, lejos de los verdaderos problemas sociales, cautivada por temas sin importancia real. Mantener al público ocupado, ocupado, ocupado, sin ningún tiempo para pensar; de vuelta a granja como los otros animales (cita del texto ‘Armas silenciosas para guerras tranquilas)”.
Este método también es llamado “problema-reacción-solución”. Se crea un problema, una “situación” prevista para causar cierta reacción en el público, a fin de que éste sea el mandante de las medidas que se desea hacer aceptar. Por ejemplo: dejar que se desenvuelva o se intensifique la violencia urbana, u organizar atentados sangrientos, a fin de que el público sea el demandante de leyes de seguridad y políticas en perjuicio de la libertad. O también: crear una crisis económica para hacer aceptar como un mal necesario el retroceso de los derechos sociales y el desmantelamiento de los servicios públicos.
Para hacer que se acepte una medida inaceptable, basta aplicarla gradualmente, a cuentagotas, por años consecutivos. Es de esa manera que condiciones socioeconómicas radicalmente nuevas (neoliberalismo) fueron impuestas durante las décadas de 1980 y 1990: Estado mínimo, privatizaciones, precariedad, flexibilidad, desempleo en masa, salarios que ya no aseguran ingresos decentes, tantos cambios que hubieran provocado una revolución si hubiesen sido aplicadas de una sola vez.
Otra manera de hacer aceptar una decisión impopular es la de presentarla como “dolorosa y necesaria”, obteniendo la aceptación pública, en el momento, para una aplicación futura. Es más fácil aceptar un sacrificio futuro que un sacrificio inmediato. Primero, porque el esfuerzo no es empleado inmediatamente. Luego, porque el público, la masa, tiene siempre la tendencia a esperar ingenuamente que “todo irá mejorar mañana” y que el sacrificio exigido podrá ser evitado. Esto da más tiempo al público para acostumbrarse a la idea del cambio y de aceptarla con resignación cuando llegue el momento.
La mayoría de la publicidad dirigida al gran público utiliza discurso, argumentos, personajes y entonación particularmente infantiles, muchas veces próximos a la debilidad, como si el espectador fuese una criatura de poca edad o un deficiente mental. Cuanto más se intente buscar engañar al espectador, más se tiende a adoptar un tono infantilizante. ¿Por qué? “Si uno se dirige a una persona como si ella tuviese la edad de 12 años o menos, entonces, en razón de la sugestionabilidad, ella tenderá, con cierta probabilidad, a una respuesta o reacción también desprovista de un sentido crítico como la de una persona de 12 años o menos de edad (ver “Armas silenciosas para guerras tranquilas”)”.
Hacer uso del aspecto emocional es una técnica clásica para causar un corto circuito en el análisis racional, y finalmente al sentido crítico de los individuos. Por otra parte, la utilización del registro emocional permite abrir la puerta de acceso al inconsciente para implantar o injertar ideas, deseos, miedos y temores, compulsiones, o inducir comportamientos…
Hacer que el público sea incapaz de comprender las tecnologías y los métodos utilizados para su control y su esclavitud. “La calidad de la educación dada a las clases sociales inferiores debe ser la más pobre y mediocre posible, de forma que la distancia de la ignorancia que planea entre las clases inferiores y las clases sociales superiores sea y permanezca imposibles de alcanzar para las clases inferiores (ver ‘Armas silenciosas para guerras tranquilas)”.
Hacer creer al individuo que es solamente él el culpable por su propia desgracia, por causa de la insuficiencia de su inteligencia, de sus capacidades, o de sus esfuerzos. Así, en lugar de rebelarse contra el sistema económico, el individuo se autodesvalida y se culpa, lo que genera un estado depresivo, uno de cuyos efectos es la inhibición de su acción. Y, sin acción, no hay revolución!
En el transcurso de los últimos 50 años, los avances acelerados de la ciencia han generado una creciente brecha entre los conocimientos del público y aquellos poseídos y utilizados por las elites dominantes. Gracias a la biología, la neurobiología y la psicología aplicada, el “sistema” ha disfrutado de un conocimiento avanzado del ser humano, tanto de forma física como psicológicamente. El sistema ha conseguido conocer mejor al individuo común de lo que él se conoce a sí mismo. Esto significa que, en la mayoría de los casos, el sistema ejerce un control mayor y un gran poder sobre los individuos, mayor que el de los individuos sobre sí mismos.
Taringa
Las 100 principales mentiras de Chomsky
http://www.liberalismo.org/articulo/372/14/100/100/principales/mentiras/chomsky/
1. La estrategia de la distracción
El elemento primordial del control social es la estrategia de la distracción que consiste en desviar la atención del público de los problemas importantes y de los cambios decididos por las élites políticas y económicas, mediante la técnica del diluvio o inundación de continuas distracciones y de informaciones insignificantes. La estrategia de la distracción es igualmente indispensable para impedir al público interesarse por los conocimientos esenciales, en el área de la ciencia, la economía, la psicología, la neurobiología y la cibernética. “Mantener la atención del público distraída, lejos de los verdaderos problemas sociales, cautivada por temas sin importancia real. Mantener al público ocupado, ocupado, ocupado, sin ningún tiempo para pensar; de vuelta a granja como los otros animales (cita del texto ‘Armas silenciosas para guerras tranquilas)”.
2. Crear problemas y después ofrecer soluciones
Este método también es llamado “problema-reacción-solución”. Se crea un problema, una “situación” prevista para causar cierta reacción en el público, a fin de que éste sea el mandante de las medidas que se desea hacer aceptar. Por ejemplo: dejar que se desenvuelva o se intensifique la violencia urbana, u organizar atentados sangrientos, a fin de que el público sea el demandante de leyes de seguridad y políticas en perjuicio de la libertad. O también: crear una crisis económica para hacer aceptar como un mal necesario el retroceso de los derechos sociales y el desmantelamiento de los servicios públicos.
3. La estrategia de la gradualidad
Para hacer que se acepte una medida inaceptable, basta aplicarla gradualmente, a cuentagotas, por años consecutivos. Es de esa manera que condiciones socioeconómicas radicalmente nuevas (neoliberalismo) fueron impuestas durante las décadas de 1980 y 1990: Estado mínimo, privatizaciones, precariedad, flexibilidad, desempleo en masa, salarios que ya no aseguran ingresos decentes, tantos cambios que hubieran provocado una revolución si hubiesen sido aplicadas de una sola vez.
4. La estrategia de diferir
Otra manera de hacer aceptar una decisión impopular es la de presentarla como “dolorosa y necesaria”, obteniendo la aceptación pública, en el momento, para una aplicación futura. Es más fácil aceptar un sacrificio futuro que un sacrificio inmediato. Primero, porque el esfuerzo no es empleado inmediatamente. Luego, porque el público, la masa, tiene siempre la tendencia a esperar ingenuamente que “todo irá mejorar mañana” y que el sacrificio exigido podrá ser evitado. Esto da más tiempo al público para acostumbrarse a la idea del cambio y de aceptarla con resignación cuando llegue el momento.
5. Dirigirse al público como criaturas de poca edad
La mayoría de la publicidad dirigida al gran público utiliza discurso, argumentos, personajes y entonación particularmente infantiles, muchas veces próximos a la debilidad, como si el espectador fuese una criatura de poca edad o un deficiente mental. Cuanto más se intente buscar engañar al espectador, más se tiende a adoptar un tono infantilizante. ¿Por qué? “Si uno se dirige a una persona como si ella tuviese la edad de 12 años o menos, entonces, en razón de la sugestionabilidad, ella tenderá, con cierta probabilidad, a una respuesta o reacción también desprovista de un sentido crítico como la de una persona de 12 años o menos de edad (ver “Armas silenciosas para guerras tranquilas”)”.
6. Utilizar el aspecto emocional mucho más que la reflexión
Hacer uso del aspecto emocional es una técnica clásica para causar un corto circuito en el análisis racional, y finalmente al sentido crítico de los individuos. Por otra parte, la utilización del registro emocional permite abrir la puerta de acceso al inconsciente para implantar o injertar ideas, deseos, miedos y temores, compulsiones, o inducir comportamientos…
7. Mantener al público en la ignorancia y la mediocridad
Hacer que el público sea incapaz de comprender las tecnologías y los métodos utilizados para su control y su esclavitud. “La calidad de la educación dada a las clases sociales inferiores debe ser la más pobre y mediocre posible, de forma que la distancia de la ignorancia que planea entre las clases inferiores y las clases sociales superiores sea y permanezca imposibles de alcanzar para las clases inferiores (ver ‘Armas silenciosas para guerras tranquilas)”.
9. Reforzar la autoculpabilidad
Hacer creer al individuo que es solamente él el culpable por su propia desgracia, por causa de la insuficiencia de su inteligencia, de sus capacidades, o de sus esfuerzos. Así, en lugar de rebelarse contra el sistema económico, el individuo se autodesvalida y se culpa, lo que genera un estado depresivo, uno de cuyos efectos es la inhibición de su acción. Y, sin acción, no hay revolución!
10. Conocer a los individuos mejor de lo que ellos mismos se conocen
En el transcurso de los últimos 50 años, los avances acelerados de la ciencia han generado una creciente brecha entre los conocimientos del público y aquellos poseídos y utilizados por las elites dominantes. Gracias a la biología, la neurobiología y la psicología aplicada, el “sistema” ha disfrutado de un conocimiento avanzado del ser humano, tanto de forma física como psicológicamente. El sistema ha conseguido conocer mejor al individuo común de lo que él se conoce a sí mismo. Esto significa que, en la mayoría de los casos, el sistema ejerce un control mayor y un gran poder sobre los individuos, mayor que el de los individuos sobre sí mismos.
Taringa
Las 100 principales mentiras de Chomsky
http://www.liberalismo.org/articulo/372/14/100/100/principales/mentiras/chomsky/
Cómo miente Chomsky
(George Orwell) escribió:Buena parte de los escritos propagandistas son simple falsificación. Los hechos materiales son suprimidos, las fechas, alteradas y las citas, sacadas de contexto y manipuladas para cambiar su significado (George Orwell)
Noam Chomsky es, para el New York Times, "probablemente el intelectual vivo más importante"; para el Chicago Tribune, "el autor vivo más citado del mundo", y para la Rolling Stone "uno de los más respetados e influyentes intelectuales del mundo". Chávez proclama su adoración por él en la ONU. Los "afamados" guionistas Ben Affleck y Matt Damon alaban su panfleto Fabricando consensos en la película El indomable Will Hunting. Una búsqueda en Google de su apellido ofrece aproximadamente 13.400.000 resultados. Para poner esto en perspectiva hay que indicar que sobre Lenin y Stalin "sólo" hay, según el mismo buscador, 14 y 15 millones de menciones en internet, respectivamente.
Chomsky dice considerarse anarquista. Sin embargo, su supuesta ideología no tiene realmente importancia ni para él ni para sus seguidores, de ahí que el hecho de que haya invertido su considerable fortuna capitalista de dos millones de dólares en fondos de inversión a nombre de sus hijos, para evitar los impuestos a la muerte, que oficialmente deplora, no haya provocado hecatombe alguna entre sus fanáticos. No, el lingüista debe su popularidad a sus análisis de política internacional, que dan un barniz aparentemente académico a la religión preferida entre la progresía: el antiamericanismo, con su compañero inseparable, el "antisionismo". Para alcanzar su estatus de icono izquierdista Chomsky sólo ha tenido que trasladar el prestigio ganado en el campo de la lingüística a la política y, en esta nueva ocupación, mentir. Eso sí, con mucha clase.
Un académico honrado, aun cuando parta de ideas preconcebidas, las reexamina a partir de los datos que va encontrando y las modifica, o no, dependiendo de lo que la realidad le enseñe. Chomsky emplea el método opuesto. Parte de unas conclusiones comunes a todos sus escritos: que Estados Unidos e Israel son los causantes de todo el mal en el mundo, a partir de ellas busca los datos que puedan confirmarlas y desecha los demás. Eso, en el mejor de los casos. En el peor, simplemente se los inventa.
Selección de fuentes
Uno de los métodos de Chomsky para reforzar sus argumentos es escoger las fuentes que los apoyan, por más débiles que sean en comparación con aquéllas que los contradicen. Por ejemplo, en El Triángulo Fatídico: Estados Unidos, Israel y los palestinos, obra dedicada a culpar a Israel –y a Estados Unidos, claro– de todo lo malo que sucede en Oriente Medio, Chomsky justifica los actos violentos de los musulmanes contra los judíos en 1929 con una supuesta "provocación" en forma de manifestación organizada por un grupo juvenil "de corte fascista" llamado Betar. Para justificar esta afirmación se basa en dos fuentes. La primera es Simha Flapan, escritor de segunda fila y editor israelí de izquierdas; es el historiador elegido para soportar la afirmación de que la matanza de 133 judíos fue "provocada" por esa manifestación. Sin embargo, Flapan lo comenta de pasada y no ofrece justificación alguna para tal afirmación. Estudiosos a los que el mismo Chomsky alaba y emplea, como Y. Porath o Christopher Skyes, explican que judíos y musulmanes estuvieron provocándose unos a otros en los días y semanas precedentes. La manifestación de Betar provocó una contramanifestación árabe en el mismo lugar al día siguiente, pero no hay razones para pensar que motivara la carnicería de Hebrón, que tuvo lugar una semana después. Es especialmente notable el caso de Skyes, pues es a él a quien cita Chomsky como principal "autoridad" sobre esas muertes, pero prefiere ignorarlo cuando no es afín a sus tesis. El origen de la calificación de Betar como "fascista", donde también hallamos a Flapan, se las trae, pero lo veremos en el próximo epígrafe.
Su segunda fuente es el periodista norteamericano Vicent Sheean, como "testigo presencial" de dicha manifestación, lo que al parecer le da autoridad para explicar unas matanzas que no vio. La opinión de Sheean sobre los acontecimientos entra en conflicto con la de muchos otros testigos, pero Chomsky lo escoge a él y sólo a él porque apoya sus tesis. El hecho de que el periodista fuera un admirador del Gran Muftí de Jerusalén y calificase en 1935 de "irracional" el miedo de los judíos a los pogromos no parece descalificarlo como observador bien informado, al menos a los ojos de Chomsky.[1]
La reacción de Chomsky a los atentados del 11-S fue memorable: "Los ataques terroristas fueron grandes atrocidades. En su escala, sin embargo, puede que no lleguen al nivel de muchas otras, de los bombardeos de Clinton sobre Sudán, por ejemplo, hechos sin ningún pretexto creíble, que destruyeron la mitad de sus recursos farmacéuticos y mataron un número desconocido de personas". Preguntado sobre esto en una entrevista, aseguró que su intención era mostrar que el número de muertos no era algo raro, comparándolo con una acción menor de los Estados Unidos, acción que "de acuerdo con las estimaciones realizadas por la embajada alemana en Sudán y Human Rights Watch, probablemente provocó decenas de miles de muertes".[2] La ONG publicó una carta explicando que no había realizado estudio alguno[3] y que su referencia a la embajada, en realidad, se refería al embajador de entonces, que, en un artículo de opinión escrito después de dejar el cargo (básicamente, una diatriba antiamericana), daba la cifra que repite Chomsky como "posible" y sin absolutamente ninguna base empírica en la que sostenerla.[4] Resulta, por otra parte, dudoso que una catástrofe humanitaria semejante se hubiera producido sin que nadie salvo un embajador se hubiera dado cuenta. En el bombardeo en sí, realizado por pensar la Inteligencia estadounidense que la fábrica elaboraba armamento químico, murió un guardia de seguridad, pues se hizo de noche con el objetivo de provocar el menor número de víctimas posible.
Pero aún puede hacerse una selección más desvergonzada de las fuentes en las citas. Por ejemplo, Chomsky afirma que las razones de seguridad para las tres principales ampliaciones del presupuesto del Ejército tras la Segunda Guerra Mundial (llevadas a cabo por Truman, Kennedy y Reagan) son débiles o fabricadas, mientras que no se hizo nada para evitar en 1950 un riesgo verdadero: los misiles balísticos intercontinentales con cabezas nucleares.[5] La referencia con que debería demostrar sus tesis es una cita a... dos anteriores trabajos suyos, en los que repite la misma acusación. Y el caso es que no estaría mal que aportara alguna prueba de lo que escribe, porque resulta complicado afirmar, en primer lugar, que Estados Unidos sabía en 1950 (siete años antes del Sputnik) la tecnología que se le venía encima, ni qué hubiera podido hacer al respecto de haber formado parte de las preocupaciones de los gobernantes, dado que Stalin no era precisamente alguien que hiciera caso a las sugerencias de los diplomáticos estadounidenses.
Falseamiento de fuentes
Otra inveterada costumbre de Chomsky es hacer que sus posturas queden refrendadas por alguna publicación importante. Quienes han examinado ese tipo de afirmaciones suelen encontrarse con que las citas en cuestión no dicen lo que el radical antiamericano asegura que dicen, sino que, en muchas ocasiones, afirman exactamente lo contrario. Por ejemplo, para defender el libro de una fan de Milosevic que niega las matanzas serbias en Bosnia Chomsky se basa en la favorable reseña de un tal "Robert Caplan" en la prestigiosa International Affairs, de la "Royal Academy". El caso es que Caplan lo ponía a caer de un burro y se llama Richard, y la revista de marras está editada por el Royal Institute of Internal Affairs.[6]
Una de las principales joyas en la historia intelectual de Chomsky es su negación del genocidio camboyano. En 1977 justificó esa postura, entre otras muchas razones, en que "publicaciones como el Far Eastern Economic Review, el Economist de Londres, el Melbourne Journal of Politics y otras han publicado análisis realizados por especialistas cualificados que han estudiado todas las evidencias disponibles y concluido que las ejecuciones llegaron como mucho a los miles y estuvieron limitadas a zonas con escaso control por parte de los jemeres rojos"[7]. Sin embargo, lo que el Economist publicó fue un artículo favorable a la estimación de cientos de miles de ejecuciones llevada a cabo por el jesuita francés François Ponchaud. Es en una carta al director de un funcionario de una agencia de la ONU, escrita como respuesta a ese artículo, donde se encuentra la estimación que cita Chomsky. La carta dice, literalmente, "siento que esas ejecuciones podrían ser cifradas en los cientos o en los miles más que en los cientos de miles". Sin duda, todo un "análisis" realizado por un "especialista cualificado" que ha estudiado "todas las evidencias disponibles". Por su parte, en el Far Eastern Economic Review lo máximo que se llegó a decir es que sólo podía certificarse la ejecución de miles de personas, no que no hubiera más. La práctica totalidad de las citas en ese artículo exculpatorio de los jemeres rojos está manipulada de forma similar.[8]
Décadas después de este artículo, si bien Chomsky ya no podía negar la realidad del genocidio, claro, seguía intentando exculpar a los jemeres rojos y acusar a los Estados Unidos, en la medida de lo posible. En realidad, la actitud de Chomsky ante cualquier matanza es bastante previsible. Si se le puede achacar cualquier responsabilidad al gigante norteamericano, la matanza existe, alcanza proporciones épicas y es imperdonable. Si, por el contrario, está totalmente fuera de cualquier posible actuación estadounidense, o no existe (como los casos de Vietnam tras la guerra, Camboya o Yugoslavia) o simplemente no la comenta. En 2004 afirmaba que "los bombardeos [estadounidenses sobre Camboya], que la CIA estimó que habían matado unas 600.000 personas, movilizaron a los jemeres rojos". La estimación de la CIA se refería a muertes por ambos bandos, y advertía de que era una cifra discutible y de que no tenía "una buena justificación".[9]
Tampoco es necesario irse a algo tan extremo como la negación de la existencia de una masacre o un genocidio, ni citar a una fuente respetable. Volvamos un momento a "ese movimiento de estilo fascista que, en palabras de Flapan, describía a Hitler como el salvador de Alemania y a Mussolini como el genio político del siglo", es decir, Betar, o Betar según Chomksy, más bien. Resulta que Simha Flapan, ese autor de segunda, simplemente hablaba de la "nada velada simpatía de algunos de sus miembros hacia ciertos regímenes autoritarios (describían a Hitler, por ejemplo, como el salvador de Alemania, y a Mussolini como el genio político del siglo)". En manos de Chomsky, "algunos de sus miembros" se transforma en toda la organización. Es más, el propio Flapan reconoce que no se basa en fuente alguna, sino en sus propios recuerdos como militante de Hashomer Hatzair, una organización similar a Betar pero socialista. En definitiva, la base con la que Chomsky llama "fascista" a Betar es similar a la que tendría cualquier escritor que hubiera pertenecido a las juventudes del PSOE o de ERC y se basara en sus recuerdos para llamar dentro de unas décadas "fascista" a las Nuevas Generaciones del PP.
Turno para las presidenciales norteamericanas de 2004. Al habla Chomsky: "Las más prestigiosas instituciones que controlan la opinión pública llevaron a cabo estudios extensos relacionados con las elecciones. Justo antes de las mismas, este octubre. Se informó poco sobre ellos, prácticamente nada. Y son muy interesantes: dicen mucho sobre las elecciones. En realidad, lo que dicen es que, en efecto, no tuvieron lugar". Afirmaciones extraordinarias requieren pruebas extraordinarias, o eso dicen. En realidad, sólo nombra dos instituciones, y ambas se limitaron a hacer encuestas relacionadas con el conocimiento del público sobre la política exterior de EEUU. Eso se traduce en que 120 millones de estadounidenses en realidad no pusieron el papelito en la urna.[10]
Ocultación de hechos incómodos
Algo que no debe ponerse nunca en el camino de una cruzada exitosa es un hecho que la desmienta. Por ejemplo, en el citado Triángulo fatídico hay doce referencias a Hitler, todas ellas dedicadas a compararlo con Israel, los sionistas o los judíos. Sin embargo, obvia el hecho bien conocido de la admiración pública del Gran Muftí de Jerusalén por el Führer y sus políticas antisemitas, y su intención de visitarlo en 1943. Para hacerlo, simplemente lo hace desaparecer, a él y a su movimiento político, de un libro supuestamente dedicado a estudiar la historia del conflicto entre palestinos e israelíes. Ningún historiador, ni siquiera los más proárabes, había llegado a tal extremo antes que él.[11]
No obstante, el caso más flagrante de esta práctica es Las intenciones del Tío Sam, panfleto dedicado a la historia de la Guerra Fría. El economista Brad DeLong resume bien el principal problema del libro: "Lo que objeto es la falta de fondo y de contexto. Cuando se cuenta la historia de la Guerra Fría tal y como sucedió –aunque sea en sólo diez páginas– tiene que haber un lugar para Stalin, una investigación sobre el carácter de los regímenes que Stalin patrocinó y una evaluación de los planes estalinistas y de sus programas de expansión. Y Chomsky implacablemente suprime la mitad de la historia de la Guerra Fría, la historia de lo que sucedió al otro lado del Telón de Acero".[12] Es decir, Chomsky es capaz de contar la Guerra Fría como una serie de actos unilaterales. Así es sencillo mostrar a Estados Unidos como un monstruo; también lo parecería si nos mostraran el desembarco de Normandía sin ningún contexto, sin ninguna explicación de lo que había pasado en Alemania y las razones de la invasión.[13]
Las cosas oscuras
Noam Chomsky procura no decir muchas de las cosas que dice. Uno lo lee, saca su conclusión de lo que significa, va a proceder a criticarlo y, al releerlo atentamente, se da uno cuenta de que en realidad no ha dicho tajantemente lo que da a entender. Por ejemplo, Chomsky no duda de que Ben Laden haya llevado a cabo los atentados del 11-S, simplemente afirma que, "quienes conocen bien las condiciones, tienen también sus reservas en cuanto a la capacidad de Ben Laden para planear una operación tan sofisticada desde una cueva"[14]. Son otros, quién sabe quiénes, los que dudan.
Fue famosa su acusación de que Estados Unidos estaba matando de hambre a millones de afganos con su ataque al régimen talibán, realizada el 11 de octubre de 2001. Las palabras exactas, después de invocar la autoridad de la ONU y el New York Times como fuente (falseada, claro), fueron: "Parece que lo que está sucediendo es algún tipo de genocidio silencioso". Un mes después matizaba levemente diciendo que nunca podría llegar a conocerse el número total de víctimas, pese a que todas las muertes masivas han dejado un rastro imposible de disimular en la demografía de los países donde han sucedido.[15] En febrero seguía hablando, en una entrevista publicada por El Mundo, del "riesgo" de un "genocidio silencioso".[16] Fíjense que nunca llega a afirmarlo del todo. Chomsky nunca dirá algo así como: "Estados Unidos está provocando un genocidio silencioso en Afganistán"; primero, porque sabe que es mentira y, segundo, porque sabe que su predicción no se va a cumplir y debe preparar el terreno para corregirse.
Chomsky también ha hablado de "la evacuación de Phnom Penh"; "ampliamente denunciada en su día y desde entonces por su indudable brutalidad, podría en realidad haber salvado muchas vidas. Es sorprendente que los hechos cruciales raramente aparecen entre las voces condenatorias".[17] Se pone a salvo hablando de "brutalidad" para luego decir, en condicional, que en realidad salvó vidas. Es de suponer que en esas vidas salvadas no cuenta los 30.000 niños que murieron; en total fallecieron algo más de 800.000 habitantes de esa ciudad durante la dictadura comunista.
En definitiva, Chomsky es un experto en el arte de engañar, lo que le ahorra el trabajo de mentir. Tal y como argumenta Bruce Sharp[18], un propagandista avezado nunca diría: "El libro de Hildebrand y Porter muestra que las condiciones bajo los jemeres rojos eran bastante buenas". Es mejor decir que el libro presenta una "imagen muy favorable" y alabarlo como "cuidadosamente documentado"; el lector sacará la conclusión que quieres que saque. Que el libro sea un panfleto comunista que no cita más que a las autoridades del régimen de los jemeres rojos se oculta sin más. Por otro lado, si se desea decir que "el libro de Ponchaud presenta una imagen falsa de las atrocidades bajo los jemeres rojos", es mejor limitarse a comentar que es un "macabro relato" elaborado "sin cuidado" y "cuya veracidad es difícil de evaluar". Por supuesto, Ponchaud decía la verdad sobre el genocidio camboyano, o al menos lo que podía saberse cuando se escribió.
Mentiras directas
Chomsky procura evitar mentir sin subterfugios, porque eso es más fácilmente detectable. Eso no quiere decir que no lo haga. Por ejemplo, en una entrevista[19] en la que describe el comienzo de la Segunda Intifada asegura que el 30 de septiembre de 2000 Israel empezó a matar civiles sin que "hubiera fuego por parte palestina", que se limitaba a "tirar piedras". Desgraciadamente para el profesor, ese es justo el día en que murió el niño Mohamed al Durah durante un tiroteo entre fuerzas israelíes y palestinas que medio mundo pudo ver por televisión. Sin entrar a considerar de quién fueron las balas que lo mataron finalmente, de lo que no cabe duda es de que también los palestinos usaban armas de fuego ese día en que Chomsky asegura que se limitaban a tirar piedras.
Veamos otro ejemplo. Chomsky ha llegado a escribir en una carta[20] que, "en comparación con las condiciones impuestas por la tiranía y la violencia de EEUU, el Este de Europa bajo la esfera rusa era prácticamente un Paraíso"; un paraíso con millones de muertos debidos a la represión y en el que no había libertad, a la que parece conceder muy poca importancia el intelectual. Claro que, en el libro que le dio fama y fortuna en esto de la política, llegó a escribir que "es relevante la historia de la colectivización en China, que, comparada con la de la Unión Soviética, muestra una mayor confianza en la persuasión y la ayuda mutua que en la fuerza y el terror y parece haber tenido más éxito"[21], obviando así el asesinato oficialmente reconocido de 800.000 personas (oficiosamente, unos dos millones) durante los primeros años de dictadura, sin duda un claro ejemplo de persuasión. Además, la industrialización a marchas forzadas impuesta por Mao en el Gran Salto Adelante llevó a unas 30 millones de personas a morir, cabe suponer que también voluntariamente, de hambre.
También ha mentido sobre sí mismo. Intentando hacerse la víctima, afirmó, sobre los riesgos de "salirse del guión" en EEUU: "No es que te vayan a pegar un tiro en este país, como ocurriría en muchas sociedades asesinas, pero hay sin duda sanciones, en términos de carrera profesional, estatus, ingresos". Sin embargo, una vez admitió que el Instituto Tecnológico de Massachusetts sólo cubría "un 30 o un 40%" de su salario. "El resto viene de otras fuentes, en su mayor parte del Departamento de Defensa".[22]
"Yo nunca dije eso"
De tanto en tanto, el peso de la realidad es tan abrumador que Chomsky se ve obligado a rectificar. Bueno, algo así. En realidad, su técnica principal es asegurar que nunca dijo o escribió lo que realmente dijo o escribió. Por ejemplo, negó haber apoyado a Ho Chi Minh[23], pero de hecho pronunció un discurso, emitido por la norvietnamita Radio Hanoi el 14 de abril de 1970, durante un viaje de placer pagado por el Gobierno del dictador a intelectuales contrarios a la guerra, donde alababa el "trabajo constructivo de la revolución social del pueblo vietnamita" y la "construcción de una sociedad de prosperidad material, justicia social y progreso cultural".[24]
Como era de esperar, en 2003 afirmó que "nunca había predicho" el famoso "genocidio silencioso" en Afganistán. Aseguró que se había limitado a informar de las advertencias de las agencias de ayuda humanitaria. Sin embargo, éstas se habían limitado a advertir del riesgo que corrían 7 millones de afganos si se reducían los envíos de ayuda; Chomsky convirtió eso en el hecho de que iban a morir 3,5 millones y en que el Gobierno estadounidense lo sabía y le importaba una higa.[25]
También desmintió haber afirmado que Estados Unidos y Gran Bretaña utilizaron los ejércitos nazis para atacar a la Unión Soviética y prolongar el Holocausto; dijo que se trataba de "acusaciones infantiles publicadas en revistas que intentaban desacreditar a enemigos políticos" y "un intento de desacreditar a un enemigo político odiado". Desgraciadamente (para él), esa afirmación está grabada en vídeo.[26]
Quizá su desmentido más gracioso ha sido éste: "Siempre me he opuesto explicita y enérgicamente a las teorías conspiratorias, incluso soy conocido por ello". Sin embargo, Chomsky ha dicho cosas como la que sigue: "En lo que se refiere a la población en general, a la que se dirigen los medios de comunicación de masas reales, lo principal es quitárselos de encima. Hacer que se interesen por otra cosa. Deportes profesionales [...], ¿Quién quiere ser millonario?, quién va a ganar las Series Mundiales, sexo, cualquier cosa que no importe. Y si vemos los medios de comunicación de masas, eso es lo que hacen". Carlos Sobera como parte de un plan maléfico para dominar a las masas, ni más ni menos. Lo siguiente será calificar la manera que tiene de levantar la ceja como sistema de hipnosis colectiva; y, por supuesto, negar que eso sea una teoría conspiratoria.
Conclusiones
El culto a Chomsky se parece mucho a una religión, sin duda. Críticas como las que han sido expuestas brevemente en este artículo han sido rara vez contestadas sin una adscripción acrítica a las tesis de Chomsky, por más que se hayan demostrado falsas. Es frecuente que los acólitos argumenten que tales "fallos" no son algo representativo de su trabajo, sino accidentes debidos a las prisas, o algo menor comparado con el resto de su extraordinario trabajo.
No hay duda de que los sucesivos gobiernos de Estados Unidos cometen errores, y seguramente hayan perpetrado alguna que otra atrocidad, aunque es difícil, no obstante, encontrar otro poder global en la historia de la Humanidad tan comedido (no lo fueron el imperio británico o el español, por ejemplo). Probablemente haya noticias sobre matanzas y genocidios que resultan ser falsas. De lo que no cabe duda es de que jamás hay que fiarse de lo que diga Chomsky sobre ello.
Tampoco hay que ser completamente duros. Es indudable que algunas de las cosas que Chomsky ha dicho y escrito son ciertas, aunque él no se haya dado cuenta. Pero la mejor manera de acercarse a uno de sus trabajos es recordar lo que dijeron en su día de Lilian Hellman y asumir que todo lo que ha escrito es mentira, incluso los signos de puntuación. Acertaremos más.
liberalismo.org
Las 100 principales mentiras de Chomsky
A. Las 10 principales mentiras de Chomsky sobre las matanzas masivas comunistas
10.
La mentira: "En comparación con las condiciones impuestas por la tiranía y la violencia de EE.UU., el Este de Europa bajo la esfera rusa era prácticamente un Paraíso".[1]
La verdad: Los comunistas mataron entre 4 y 5 millones de personas en Ucrania; 400.000 en Polonia; 360.000 en Rumanía; 300.000 en Bielorrusia; 200.000 en Hungría; 100.000 en Alemania del Este; 100.000 en Lituania; 70.000-100.000 en Yugoslavia; 30.000-40.000 en Bulgaria; 20.000 en Checoslovaquia y 5.000 en Albania. Otras atrocidades incluyen la muerte de más de 500.000 prisioneros de guerra y las violaciones masivas a más de 2 millones de mujeres por parte del Ejército Rojo en áreas de Alemania ocupadas por los soviéticos.
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La mentira: "En comparación con las condiciones impuestas por la tiranía y la violencia de EE.UU., el Este de Europa bajo la esfera rusa era prácticamente un Paraíso".[1]
La verdad: Los comunistas mataron entre 4 y 5 millones de personas en Ucrania; 400.000 en Polonia; 360.000 en Rumanía; 300.000 en Bielorrusia; 200.000 en Hungría; 100.000 en Alemania del Este; 100.000 en Lituania; 70.000-100.000 en Yugoslavia; 30.000-40.000 en Bulgaria; 20.000 en Checoslovaquia y 5.000 en Albania. Otras atrocidades incluyen la muerte de más de 500.000 prisioneros de guerra y las violaciones masivas a más de 2 millones de mujeres por parte del Ejército Rojo en áreas de Alemania ocupadas por los soviéticos.
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