Sabemos desde tiempos inmemoriales que los días duran 24 horas. Excepto cuando sopla el viento
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Sabemos desde tiempos inmemoriales que los días duran 24 horas. Excepto cuando sopla el viento
El 29 de junio de 2022, la Tierra registró el día más corto desde la década de 1960. Es decir, desde el momento exacto en que comenzamos a medir la rotación del planeta con relojes atómicos de alta precisión. Es el último récord de una tendencia de décadas en la que los días se están haciendo cada vez más cortos; y eso, lleva obsesionado a los científicos durante años.
Espera, ¿Los días cambian de duración? Sí, sé que suena raro, pero los días no duran exactamente 24 horas. De hecho, históricamente, los días se han ido haciendo cada vez más largos. Sin ir más lejos, hace 1.400 millones de años los días tenían menos de 19 horas. Los expertos están convencidos que el principal motivo es la Luna. A medida que la Luna se acerca, las mareas plantean más fricción a la rotación de la Tierra sobre sí misma y eso, al final, alarga los días.
No obstante, la Luna no lo explica todo. Por ello, Adam Scaife y un equipo del Met Office decidieron fijarse en un detalle que conocíamos, pero que no habíamos conseguido clarificar. “El hecho de que los vientos globales puedan afectar la velocidad de rotación de la Tierra es una consecuencia de las leyes de la física de Newton y se conoce desde hace mucho tiempo", explicaba Scaife. Lo que no sabíamos era cómo le afectaban (o, ya puestos, si de verdad lo hacían).
Los días y los vientos. El equipo recopiló la velocidad y fuerza de los vientos globales durante las últimas décadas y la compararon con la duración de los días. El resultado fue claro: las fluctuaciones en la duración del día son predecibles teniendo en cuenta la fuerza de los vientos atmosféricos. "Cuanto más fuertes soplan los vientos alrededor de la Tierra, más lentamente gira la Tierra para compensar y, por lo tanto, más larga es la duración del día", explicaba Martín León.
La atmósfera recuerda. La primera sorpresa es que esas fluctuaciones son predecibles con más de un año de antelación. El motivo es que el cambio en la rotación de la Tierra (en sí mismo) "no tiene un efecto directo en la atmósfera". Es demasiado pequeño para hacerlo directamente. Sin embargo, sí produce cambios sutiles que, por procesos más complejos, acaban afectando a la meteorología más adelante: el ejemplo más obvio es el cambio compensatorio en los vientos; un cambio "lo suficientemente fuerte como para cambiar el tiempo y el clima regional".
Lo que descubrieron los investigadores es que estos cambios que van más allá de lo inmediato pueden perseguirse a lo largo de los meses: se van transmitiendo progresivamente de un sitio a otro y, por ejemplo, "la corriente en chorro en las latitudes medias se ve afectada con un retraso de aproximadamente un año después de los primeros cambios en los trópicos". Esto nos permite saber, con antelación de 12 ó 24 meses, cómo va a alargarse o acortarse la duración del día.
Aprender a leer la atmósfera. La segunda sorpresa y la más interesante es que el equipo de Scaife ha descubierto que esas pistas están en la atmósfera. Tradicionalmente buscábamos esas pistas en el océano porque pensábamos que la atmósfera es demasiado efímera como para construir modelos a largo plazo. Con este estudio, la Met Office acaba de demostrar que no: hay pistas en la atmósfera que nos hablan sobre nuestro futuro y, hoy por hoy, no viene nada mal.
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Espera, ¿Los días cambian de duración? Sí, sé que suena raro, pero los días no duran exactamente 24 horas. De hecho, históricamente, los días se han ido haciendo cada vez más largos. Sin ir más lejos, hace 1.400 millones de años los días tenían menos de 19 horas. Los expertos están convencidos que el principal motivo es la Luna. A medida que la Luna se acerca, las mareas plantean más fricción a la rotación de la Tierra sobre sí misma y eso, al final, alarga los días.
No obstante, la Luna no lo explica todo. Por ello, Adam Scaife y un equipo del Met Office decidieron fijarse en un detalle que conocíamos, pero que no habíamos conseguido clarificar. “El hecho de que los vientos globales puedan afectar la velocidad de rotación de la Tierra es una consecuencia de las leyes de la física de Newton y se conoce desde hace mucho tiempo", explicaba Scaife. Lo que no sabíamos era cómo le afectaban (o, ya puestos, si de verdad lo hacían).
Los días y los vientos. El equipo recopiló la velocidad y fuerza de los vientos globales durante las últimas décadas y la compararon con la duración de los días. El resultado fue claro: las fluctuaciones en la duración del día son predecibles teniendo en cuenta la fuerza de los vientos atmosféricos. "Cuanto más fuertes soplan los vientos alrededor de la Tierra, más lentamente gira la Tierra para compensar y, por lo tanto, más larga es la duración del día", explicaba Martín León.
La atmósfera recuerda. La primera sorpresa es que esas fluctuaciones son predecibles con más de un año de antelación. El motivo es que el cambio en la rotación de la Tierra (en sí mismo) "no tiene un efecto directo en la atmósfera". Es demasiado pequeño para hacerlo directamente. Sin embargo, sí produce cambios sutiles que, por procesos más complejos, acaban afectando a la meteorología más adelante: el ejemplo más obvio es el cambio compensatorio en los vientos; un cambio "lo suficientemente fuerte como para cambiar el tiempo y el clima regional".
Lo que descubrieron los investigadores es que estos cambios que van más allá de lo inmediato pueden perseguirse a lo largo de los meses: se van transmitiendo progresivamente de un sitio a otro y, por ejemplo, "la corriente en chorro en las latitudes medias se ve afectada con un retraso de aproximadamente un año después de los primeros cambios en los trópicos". Esto nos permite saber, con antelación de 12 ó 24 meses, cómo va a alargarse o acortarse la duración del día.
Aprender a leer la atmósfera. La segunda sorpresa y la más interesante es que el equipo de Scaife ha descubierto que esas pistas están en la atmósfera. Tradicionalmente buscábamos esas pistas en el océano porque pensábamos que la atmósfera es demasiado efímera como para construir modelos a largo plazo. Con este estudio, la Met Office acaba de demostrar que no: hay pistas en la atmósfera que nos hablan sobre nuestro futuro y, hoy por hoy, no viene nada mal.
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