La genética española se desmorona: compartimos más ADN con un noruego que con un norteafricano
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La genética española se desmorona: compartimos más ADN con un noruego que con un norteafricano
El proceso de la reconquista española finalizó el 2 de enero de 1492 con la entrega de llaves de la ciudad de la Alhambra por parte del sultán Boabdil a los Reyes Católicos. Un acto simbólico que ponía punto final a la relación que durante 800 años unió a la península con los musulmanes y que confirmaba la extensión definitiva de los reinos cristianos. El fin del reino de Granada, y la posterior unificación de los reinos de Castilla y Aragón para dar lugar a lo que hoy es España, dio paso a un inmenso legado cultural nazarí (y también de la mezcla surgida de la convivencia entre judíos, visigodos y mozárabes entre otros) presente hoy en día en diversos campos como las matemáticas, la arquitectura o el lenguaje mismo. Aunque algunos creen que la herencia más importante de todas es la genética.
Es de suponer que 800 años dan para mucho, y más para ampliar las relaciones sociales entre lugareños y foráneos que pronto se convirtieron también en locales. La Historia lleva siglos diciéndonos que los españoles, especialmente los 'descendientes' de la antigua Al-Ándalus, somos también, de alguna manera, norteafricanos debido a nuestros rasgos físicos: estatura media, morenos, oscuros de piel y de ojos negros. Nada comparado con las características propias que se dan en el norte de Europa tales como ojos claros, más altos, rubios y de piel blanca.
Pero ¿y si fuera totalmente al revés? Según un estudio reciente de investigadores de la Universidad de Granada, pertenecientes al Laboratorio de Identificación genética, un 'granaíno', un malagueño y un almeriense comparten un 80% de su genética con un noruego, y un porcentaje bastante residual con el norte de África. La gran conclusión resalta en que los andaluces no tienen más genética africana de la que puede tener un castellano leonés, un asturiano o un cántabro, lo que revela que el legado genético no es más fuerte en la región de Andalucía, donde los árabes estuvieron mucho más tiempo que en el resto del territorio hispano.
Para una de las la autoras principales del trabajo, María Saiz Guinaldo, del Laboratorio de Identificación Genética de la UGR, "la expulsión de los pueblos del norte de África y la repoblación de la zona con habitantes del resto de la Península fue tan efectiva que, genéticamente, es difícil identificar algún trazo del legado genético dejado por los antiguos pobladores", explica De hecho, esta carga genética en los españoles no es mucho mayor que la que guardan en el resto de los países europeos de la cuenca mediterránea, donde no se produjeron grandes conquistas musulmanas.
"La presencia de haplogrupos típicamente africanos en la población de Granada, Málaga y Almería no es significativa cuando se compara con las frecuencias de éstos en poblaciones europeas, tanto mediterráneas como del norte de Europa".
En la misma línea, un estudio realizado por investigadores de las universidades de Santiago de Compostela y en línea con la Universidad de Oxford revela que son los gallegos los españoles que más rasgos físicos genéticos comparten con los árabes, un 11%, debido a los movimientos migratorios que se produjeron durante la expansión de los reinos cristianos y posterior expulsión de los musulmanes que se refugiaron en las tierras del norte peninsular. Además, durante el s. XVII los moriscos fueron desterrados por completo de algunas regiones como Valencia y Andalucía, no así del Galicia donde se integraron con el resto de la población.
Por su parte, la 'huella africana' es casi inexistente entre los habitantes del País Vasco, quienes comparten su genética al 90% con los franceses, aunque ningún español baja del 60% de ADN galo. Otra carga importante en la genética española es la italiana y la irlandesa, representando esta última hasta un 17% en las regiones del oeste peninsular.
Así, el ADN español tiene más que ver con sus vecinos europeos que con aquellos que vivieron 800 años en la península. El haplogrupo más común en España a un 50% es el R1b, especialmente predominante en País Vasco y Cataluña (80%). De otro lado, el haplogrupo E3b2, el más común en las regiones del norte de África, tan solo está presente en un 6% de la población española.
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Es de suponer que 800 años dan para mucho, y más para ampliar las relaciones sociales entre lugareños y foráneos que pronto se convirtieron también en locales. La Historia lleva siglos diciéndonos que los españoles, especialmente los 'descendientes' de la antigua Al-Ándalus, somos también, de alguna manera, norteafricanos debido a nuestros rasgos físicos: estatura media, morenos, oscuros de piel y de ojos negros. Nada comparado con las características propias que se dan en el norte de Europa tales como ojos claros, más altos, rubios y de piel blanca.
Misma carga genética que con el resto de los países del mediterráneo
Pero ¿y si fuera totalmente al revés? Según un estudio reciente de investigadores de la Universidad de Granada, pertenecientes al Laboratorio de Identificación genética, un 'granaíno', un malagueño y un almeriense comparten un 80% de su genética con un noruego, y un porcentaje bastante residual con el norte de África. La gran conclusión resalta en que los andaluces no tienen más genética africana de la que puede tener un castellano leonés, un asturiano o un cántabro, lo que revela que el legado genético no es más fuerte en la región de Andalucía, donde los árabes estuvieron mucho más tiempo que en el resto del territorio hispano.
Para una de las la autoras principales del trabajo, María Saiz Guinaldo, del Laboratorio de Identificación Genética de la UGR, "la expulsión de los pueblos del norte de África y la repoblación de la zona con habitantes del resto de la Península fue tan efectiva que, genéticamente, es difícil identificar algún trazo del legado genético dejado por los antiguos pobladores", explica De hecho, esta carga genética en los españoles no es mucho mayor que la que guardan en el resto de los países europeos de la cuenca mediterránea, donde no se produjeron grandes conquistas musulmanas.
"La presencia de haplogrupos típicamente africanos en la población de Granada, Málaga y Almería no es significativa cuando se compara con las frecuencias de éstos en poblaciones europeas, tanto mediterráneas como del norte de Europa".
Las variaciones genéticas entre los españoles
En la misma línea, un estudio realizado por investigadores de las universidades de Santiago de Compostela y en línea con la Universidad de Oxford revela que son los gallegos los españoles que más rasgos físicos genéticos comparten con los árabes, un 11%, debido a los movimientos migratorios que se produjeron durante la expansión de los reinos cristianos y posterior expulsión de los musulmanes que se refugiaron en las tierras del norte peninsular. Además, durante el s. XVII los moriscos fueron desterrados por completo de algunas regiones como Valencia y Andalucía, no así del Galicia donde se integraron con el resto de la población.
Por su parte, la 'huella africana' es casi inexistente entre los habitantes del País Vasco, quienes comparten su genética al 90% con los franceses, aunque ningún español baja del 60% de ADN galo. Otra carga importante en la genética española es la italiana y la irlandesa, representando esta última hasta un 17% en las regiones del oeste peninsular.
Así, el ADN español tiene más que ver con sus vecinos europeos que con aquellos que vivieron 800 años en la península. El haplogrupo más común en España a un 50% es el R1b, especialmente predominante en País Vasco y Cataluña (80%). De otro lado, el haplogrupo E3b2, el más común en las regiones del norte de África, tan solo está presente en un 6% de la población española.
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La población del sur peninsular no tiene ADN africano: Al-Ándalus no dejó rastro en los genes españoles
Un estudio sugiere que la influencia norteafricana fue eliminada durante la Reconquista y la posterior expulsión de los moriscos
Los árabes y norteafricanos vivieron en el sur de España durante una época prolongada, en concreto durante ocho siglos hasta 1492, momento en que el último rey nazarí rindió Granada a los Reyes Católicos.
A pesar de esto, estas personas procedentes del norte del continente vecino apenas dejaron huellas genéticas en el sur de la Península. El mayor estudio realizado sobre ADN humano antiguo en la Península Ibérica, publicado en Science hace unos años, reveló nuevos datos sobre las poblaciones que habitaron la región durante los últimos 8.000 años. El trabajo, liderado por investigadores de la Facultad de Medicina de Harvard y del Instituto de Biología Evolutiva de Barcelona, proporcionan una visión más profunda de la huella genética de poblaciones antiguas y colonizadoras, como los griegos, romanos y musulmanes, en los actuales habitantes de la Península.
Uno de los hallazgos más significativos es que hace entre 4.000 y 4.500 años, grupos nómadas procedentes de las estepas de Europa del Este reemplazaron progresivamente el ADN de los ibéricos. Además, se ha constatado que la genética de los vascos ha permanecido prácticamente inalterada desde la Edad del Hierro, hace unos 3.000 años. Otro descubrimiento relevante es que el contacto entre la Península y el norte de África es muy anterior a la llegada de los musulmanes.
El estudio analizó los genomas de 271 personas que vivieron en diferentes épocas de la historia de la península Ibérica. Estos datos se compararon con otros estudios previos que abarcan los genomas de 1.107 individuos antiguos y 2.862 personas modernas. Las muestras fueron recopiladas durante cuatro años a partir de restos dentales y craneales.
Uno de los descubrimientos más importantes es el impacto genético que tuvo en los ibéricos la llegada de los descendientes de los yamnayas, pastores originarios de las estepas de Europa del Este. Estos descendientes de yamnayas llegaron a la Península hace entre 4.000 y 4.500 años, y en solo 400 años reemplazaron aproximadamente el 40 % de la población local.
El investigador del CSIC, Carles Lalueza-Fox, subraya que hubo sorpresas en este análisis. En particular, se observó que los linajes del cromosoma Y —heredado exclusivamente del padre— presentes en la Iberia del Neolítico tardío fueron casi completamente sustituidos por un linaje de origen estepario (R1b-M269). Esto sugiere que los nómadas procedentes de las actuales Rusia y Ucrania reemplazaron casi totalmente a los hombres que vivían en la región, aunque no hay evidencia de violencia generalizada.
Los investigadores sugieren que esta sustitución genética podría haber ocurrido debido a una preferencia de las mujeres ibéricas locales por los recién llegados, posiblemente debido a la estratificación social que estos grupos nómadas traían consigo. Hoy en día, aproximadamente un 20 % del ADN de los españoles proviene de estos pastores esteparios.
Un ejemplo de este cambio genético se documenta en una tumba de la Edad del Bronce en Castillejo del Bonete (Ciudad Real). El hombre enterrado allí presentaba ascendencia esteparia reciente, mientras que la mujer era genéticamente similar a los ibéricos del Neolítico.
Otro hallazgo relevante del estudio es que el intercambio genético entre la península Ibérica y África es mucho más antiguo de lo que se pensaba. Se han encontrado proporciones significativas de genes subsaharianos en dos individuos de hace unos 4.000 años, uno de un yacimiento en Madrid y otro en Cádiz. Estos contactos, aunque esporádicos, dejaron una huella genética en la población ibérica de la Edad del Cobre y del Bronce.
Además, hubo flujo genético desde el norte de África hacia la península en épocas anteriores a la llegada de los musulmanes en el siglo VIII, concretamente durante la época púnica y romana. Por ejemplo, los individuos analizados de la época islámica en Granada, Valencia, Castellón y Vinaroz presentaban un componente genético norteafricano cercano al 50 %, mucho mayor que el 5 % que se observa actualmente. Esta diferencia sugiere que la influencia norteafricana fue eliminada durante la Reconquista y la posterior expulsión de los moriscos.
Finalmente, el estudio también documenta la presencia de genes del este de Europa y ADN mitocondrial asiático en dos individuos visigodos, lo que subraya el impacto de los grandes movimientos migratorios históricos en la Península.
Genética vasca
El estudio también aborda las particularidades genéticas de los vascos, que tienen una lengua preindoeuropea y una cultura única. Se ha descubierto que los vascos actuales son genéticamente muy similares a las personas que vivieron hace unos 3.000 años en la Península. Sin embargo, los vascos no descienden directamente de cazadores-recolectores mesolíticos o de los primeros agricultores, como se había sugerido, sino que también recibieron influencias genéticas de los pueblos de las estepas que extendieron las lenguas indoeuropeas por Europa. De hecho, los vascos tienen una de las frecuencias más altas del cromosoma Y R1b, lo que indica que, aunque su lengua es única, su ascendencia está vinculada a los mismos movimientos poblacionales que afectaron al resto de Europa.
A pesar de esto, los vascos no muestran influencias genéticas significativas de migraciones posteriores, como la de los romanos, griegos o musulmanes, lo que indica un aislamiento de estas culturas.
Los árabes y norteafricanos vivieron en el sur de España durante una época prolongada, en concreto durante ocho siglos hasta 1492, momento en que el último rey nazarí rindió Granada a los Reyes Católicos.
A pesar de esto, estas personas procedentes del norte del continente vecino apenas dejaron huellas genéticas en el sur de la Península. El mayor estudio realizado sobre ADN humano antiguo en la Península Ibérica, publicado en Science hace unos años, reveló nuevos datos sobre las poblaciones que habitaron la región durante los últimos 8.000 años. El trabajo, liderado por investigadores de la Facultad de Medicina de Harvard y del Instituto de Biología Evolutiva de Barcelona, proporcionan una visión más profunda de la huella genética de poblaciones antiguas y colonizadoras, como los griegos, romanos y musulmanes, en los actuales habitantes de la Península.
Uno de los hallazgos más significativos es que hace entre 4.000 y 4.500 años, grupos nómadas procedentes de las estepas de Europa del Este reemplazaron progresivamente el ADN de los ibéricos. Además, se ha constatado que la genética de los vascos ha permanecido prácticamente inalterada desde la Edad del Hierro, hace unos 3.000 años. Otro descubrimiento relevante es que el contacto entre la Península y el norte de África es muy anterior a la llegada de los musulmanes.
El estudio analizó los genomas de 271 personas que vivieron en diferentes épocas de la historia de la península Ibérica. Estos datos se compararon con otros estudios previos que abarcan los genomas de 1.107 individuos antiguos y 2.862 personas modernas. Las muestras fueron recopiladas durante cuatro años a partir de restos dentales y craneales.
Pastores de las estepas
Uno de los descubrimientos más importantes es el impacto genético que tuvo en los ibéricos la llegada de los descendientes de los yamnayas, pastores originarios de las estepas de Europa del Este. Estos descendientes de yamnayas llegaron a la Península hace entre 4.000 y 4.500 años, y en solo 400 años reemplazaron aproximadamente el 40 % de la población local.
El investigador del CSIC, Carles Lalueza-Fox, subraya que hubo sorpresas en este análisis. En particular, se observó que los linajes del cromosoma Y —heredado exclusivamente del padre— presentes en la Iberia del Neolítico tardío fueron casi completamente sustituidos por un linaje de origen estepario (R1b-M269). Esto sugiere que los nómadas procedentes de las actuales Rusia y Ucrania reemplazaron casi totalmente a los hombres que vivían en la región, aunque no hay evidencia de violencia generalizada.
Los investigadores sugieren que esta sustitución genética podría haber ocurrido debido a una preferencia de las mujeres ibéricas locales por los recién llegados, posiblemente debido a la estratificación social que estos grupos nómadas traían consigo. Hoy en día, aproximadamente un 20 % del ADN de los españoles proviene de estos pastores esteparios.
Un ejemplo de este cambio genético se documenta en una tumba de la Edad del Bronce en Castillejo del Bonete (Ciudad Real). El hombre enterrado allí presentaba ascendencia esteparia reciente, mientras que la mujer era genéticamente similar a los ibéricos del Neolítico.
Contacto con el norte de África antes de los musulmanes
Otro hallazgo relevante del estudio es que el intercambio genético entre la península Ibérica y África es mucho más antiguo de lo que se pensaba. Se han encontrado proporciones significativas de genes subsaharianos en dos individuos de hace unos 4.000 años, uno de un yacimiento en Madrid y otro en Cádiz. Estos contactos, aunque esporádicos, dejaron una huella genética en la población ibérica de la Edad del Cobre y del Bronce.
Además, hubo flujo genético desde el norte de África hacia la península en épocas anteriores a la llegada de los musulmanes en el siglo VIII, concretamente durante la época púnica y romana. Por ejemplo, los individuos analizados de la época islámica en Granada, Valencia, Castellón y Vinaroz presentaban un componente genético norteafricano cercano al 50 %, mucho mayor que el 5 % que se observa actualmente. Esta diferencia sugiere que la influencia norteafricana fue eliminada durante la Reconquista y la posterior expulsión de los moriscos.
Finalmente, el estudio también documenta la presencia de genes del este de Europa y ADN mitocondrial asiático en dos individuos visigodos, lo que subraya el impacto de los grandes movimientos migratorios históricos en la Península.
Genética vasca
El estudio también aborda las particularidades genéticas de los vascos, que tienen una lengua preindoeuropea y una cultura única. Se ha descubierto que los vascos actuales son genéticamente muy similares a las personas que vivieron hace unos 3.000 años en la Península. Sin embargo, los vascos no descienden directamente de cazadores-recolectores mesolíticos o de los primeros agricultores, como se había sugerido, sino que también recibieron influencias genéticas de los pueblos de las estepas que extendieron las lenguas indoeuropeas por Europa. De hecho, los vascos tienen una de las frecuencias más altas del cromosoma Y R1b, lo que indica que, aunque su lengua es única, su ascendencia está vinculada a los mismos movimientos poblacionales que afectaron al resto de Europa.
A pesar de esto, los vascos no muestran influencias genéticas significativas de migraciones posteriores, como la de los romanos, griegos o musulmanes, lo que indica un aislamiento de estas culturas.
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