Vecinas de Murcia ya temen salir solas por temor a ser violadas
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Vecinas de Murcia ya temen salir solas por temor a ser violadas
«Mi señora no pasa por aquí, prefiere sufrir el tráfico de la calle Mayor a caminar sola por los huertos», explicaba José Hernández, quien criticaba que «vivimos al límite de Murcia y Valencia, pero por aquí no pasa ni la Policía de unos ni la de otros.
Duermo cada noche con el móvil pegado a la mesilla por si ocurre algo». Hasta el pasado lunes, vecinos de El Raal, Beniel y La Aparecida se desplazaban en bicicleta o caminando por Los Cobos para acortar tiempo, distancias y ahorrarse tráfico entre estas tres poblaciones. Pero, tras la brutal agresión, se decantan por alternativas como «el puente viejo de Beniel, el Camino de Los Carlos, la Calle Mayor de El Raal o la carretera». Estos días nadie se fía ya de la habitual paz de la huerta del Segura.
«Solo quería matarnos»
Aún no sabe que su amiga Mari Carmen murió en la triple agresión que sufrieron las tres mujeres en la tarde del pasado domingo y que a ella la mantiene postrada en la cama del Hospital Reina Sofía. Espera salir pronto para poder abrazarla porque sabe que fue la que más golpes recibió. “Ella fue a la última a la que arrastró hasta el huerto. Carmen y yo nos pudimos levantar y huir de allí pero Mari Carmen se quedó allí tendida”, recuerda Fina. El reencuentro no será posible.
Relata que paseaban por el camino de los Tres Puentes en El Raal todos los días a las cuatro de la tarde y hablaban de sus cosas, de lo que iban a hacer de cenar, “de los maridos, de los nietos, lo típico”.
Un hombre de entre 20 y 25 años de nacionalidad marroquí comenzó a seguirlas. “De repente se abalanzó contra nosotras y sin decir nada le pegó un golpe a Carmen de 79 años con algo parecido a un bate de béisbol. La arrastró hacia unos limoneros y volvió a por mí. “Me agarró pero pude amortiguar el golpe con un brazo si no me mata porque a eso venía, no quería otra cosa. Ni nos pidió dinero ni nos robó las pocas cosas de valor que llevábamos, como un collar de oro o un reloj que a mí se me cayó”.
Quien peor parada salió fue Mari Carmen, que no pudo soportar las heridas provocadas por el palo y quedó tendida en la acera. Posteriormente falleció. Los familiares aseguran que el sospechoso llevaba tiempo refugiado en una casa abandonada situada a escasos metros de donde ocurrió la agresión y que tres días antes, ese hombre abordó en un camino cercano a la hermana de una de las agredidas y se desnudó delante de ella. “Por eso durante el ataque se les pasó por la cabeza que el hombre buscaba otra cosa”, afirma Manuel Cámara, marido de Fina Meseguer. Link
Duermo cada noche con el móvil pegado a la mesilla por si ocurre algo». Hasta el pasado lunes, vecinos de El Raal, Beniel y La Aparecida se desplazaban en bicicleta o caminando por Los Cobos para acortar tiempo, distancias y ahorrarse tráfico entre estas tres poblaciones. Pero, tras la brutal agresión, se decantan por alternativas como «el puente viejo de Beniel, el Camino de Los Carlos, la Calle Mayor de El Raal o la carretera». Estos días nadie se fía ya de la habitual paz de la huerta del Segura.
«Solo quería matarnos»
Aún no sabe que su amiga Mari Carmen murió en la triple agresión que sufrieron las tres mujeres en la tarde del pasado domingo y que a ella la mantiene postrada en la cama del Hospital Reina Sofía. Espera salir pronto para poder abrazarla porque sabe que fue la que más golpes recibió. “Ella fue a la última a la que arrastró hasta el huerto. Carmen y yo nos pudimos levantar y huir de allí pero Mari Carmen se quedó allí tendida”, recuerda Fina. El reencuentro no será posible.
Relata que paseaban por el camino de los Tres Puentes en El Raal todos los días a las cuatro de la tarde y hablaban de sus cosas, de lo que iban a hacer de cenar, “de los maridos, de los nietos, lo típico”.
Un hombre de entre 20 y 25 años de nacionalidad marroquí comenzó a seguirlas. “De repente se abalanzó contra nosotras y sin decir nada le pegó un golpe a Carmen de 79 años con algo parecido a un bate de béisbol. La arrastró hacia unos limoneros y volvió a por mí. “Me agarró pero pude amortiguar el golpe con un brazo si no me mata porque a eso venía, no quería otra cosa. Ni nos pidió dinero ni nos robó las pocas cosas de valor que llevábamos, como un collar de oro o un reloj que a mí se me cayó”.
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