Entrevista a Edurne Uriarte, autora de desmontando el "progresismo"
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Entrevista a Edurne Uriarte, autora de desmontando el "progresismo"
Tras quince años de lucha contra el terrorsimo, Edurne Uriarte, ha extendido su interés hacia el estudio del progresismo y de la izquierda.
Hace quince años, Edurne Uriarte -entonces era profesora de Ciencia Política en la Universidad del País Vasco- decidió plantar cara al terrorismo cuando no era lo que más se hacía entre la sociedad civil. La contundencia de su mensaje no pasó inadvertida para unos etarras a los que les faltó tiempo para situarla entre sus objetivos.
Uriarte sufrió lo indecible, pero no cedió ni un ápice en su papel de azote del terrorismo y también del separatismo. Con el tiempo -y sin quitar ojo a esos asuntos- ha extendido su interés hacia el estudio del progresismo y de la izquierda.
Y se ha encontrado con mucha mala fe y un sinfín de contradicciones. “Por ejemplo, en relación con los indignados: la izquierda que tanto presume de tener intelectuales, se ha volcado con un movimiento antiintelectual, populista y demagogo que se ha desarrollado en la calle”.
Hace quince años, Edurne Uriarte -entonces era profesora de Ciencia Política en la Universidad del País Vasco- decidió plantar cara al terrorismo cuando no era lo que más se hacía entre la sociedad civil. La contundencia de su mensaje no pasó inadvertida para unos etarras a los que les faltó tiempo para situarla entre sus objetivos.
Uriarte sufrió lo indecible, pero no cedió ni un ápice en su papel de azote del terrorismo y también del separatismo. Con el tiempo -y sin quitar ojo a esos asuntos- ha extendido su interés hacia el estudio del progresismo y de la izquierda.
Y se ha encontrado con mucha mala fe y un sinfín de contradicciones. “Por ejemplo, en relación con los indignados: la izquierda que tanto presume de tener intelectuales, se ha volcado con un movimiento antiintelectual, populista y demagogo que se ha desarrollado en la calle”.
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Aquí, la entrevista
-¿Qué demuestra esa actitud?
-Que la izquierda sigue encerrada en las defensa de sus ideas y mitos más viejos: no se renueva. Lo más llamativo es que sigue sin hacer autocrítica de lo que significaron los excesos y los horrores de las dictaduras comunistas. Lo hace porque se siente moralmente superior.
-Sin embargo, más de veinte años después de la caída el muro de Berlín, la derecha sigue siendo minoritaria en la batalla de las ideas. ¿Cómo se resuelve el problema?
-Con un liderazgo entendido como una defensa desacomplejada de tu manera de pensar aunque estés en minoría: el reto consiste en convertir ideas minoritarias en mayoritarias.
-Pero ese objetivo se alcanza más en una generación, no en una legislatura.
-Sí, eso es. Yo no me refiero a estrategias políticas concretas.
-La derecha española ha tenido más de tres décadas para defender una idea desacomplejada del concepto de nación. ¿Lo ha hecho como lo tenía que hacer?
-Es la única que lo ha hecho, aunque me gustaría que lo hiciera aún más. Pero no olvidemos que se ha quedado sola una y otra vez en su defensa de España como nación. Con algún complejo, eso sí, pero comparativamente diría que pocos.
-Los complejos también se extienden al resto de Europa. ¿Ve inconvenientes a que la derecha francesa pacte con el Frente Nacional?
-A mí no me gusta el partido de Marine Le Pen y no le votaría en ningún caso. Ahora bien, es incomprensible que muchos intelectuales apoyen sin fisuras pactos entre la izquierda moderada y la extrema izquierda: en Francia el partido de Jean-Luc Mélenchon es tan de extrema izquierda como el FN es de extrema derecha.
-Sin embargo, en Austria en 2000 los biempensantes tuvieron que tragarse un acuerdo entre los conservadores y el partido de Jörg Haider.
-Recibieron una críticas feroces.
-¿Y Berlusconi en 1994? Formó su primer Gobierno con los neofascistas.
-Es verdad que se pueden ganar elecciones y Berlusconi lo demostró. Por eso insisto en la influencia de las ideas.
-¿Y qué dice de la propaganda? Tampoco da la impresión de que la derecha haya tenido mucho éxito en desmontar las manipulaciones del lenguaje de las que se aprovecha la izquierda. “Condenamos el terrorismo, pero ...”, por ejemplo.
-Exactamente. El progresismo condena el crimen, pero termina desembocando en una compresión hacia las causas de los terrorismos: se ha visto en todo el proceso de negociación de Zapatero con ETA.
-De la comprensión a la “paz y convivencia a toda costa”.
-Claro, es una forma de legitimar el discurso violento: se empieza estableciendo que todo habría sido un conflicto y se acaba equiparando moralmente a víctimas y a verdugos. A los dos bandos no les quedaría más remedio que sellar la paz.
-¿A qué se debe que la izquierda no pida negociar con terrorismos de extrema derecha?
-En ese caso solo aboga por la represión policial. En su perspectiva, el diálogo solo vale con ETA, con las FARC y con todos los grupos que tengan connotación antiimperialista como Al Qaeda o Hamás. Los objetivos de esos grupos no le repugnan.
-¿Por qué la progresía internacional se siente tan fascinada por Hamás?
-Porque considera a Israel como un apéndice del imperialismo, dispuesto a explotar a los pobres y débiles del planeta.
-Asimismo, afirma sin tapujos que la izquierda presenta los ataques terroristas como una conspiración de los Gobiernos democráticos de derechas, que utilizarían el terrorismo como una excusa.
-Echemos un vistazo al titular de El País del 12 de septiembre de 2001. “El mundo en vilo a la espera de las represalias de Bush”. Da a entender que el peligroso es el gobernante de la derecha que responde con la fuerza a los ataques terroristas. Para ese discurso, el terrorista sería una especie de víctima. ¡Pero si Obama, icono progresista, ha utilizado la fuerza aún más que Bush!
-¿Dónde?
-En Afganistán, por ejemplo.
-¿No se trataba de una misión de paz?
-Sí. En cambio, Irak era una guerra.
-¿Cuál es la diferencia?
-Ninguna, pero el progresismo, cuando libra una guerra, lo llama misión de paz aunque se utilicen cañones y se efectúen bombardeos.
-Sin embargo, tiene éxito entre las opiniones públicas al alegar que nuestros soldados van principalmente a proteger a mujeres y niños. ¿Ha llegado el momento de decir cuál es el verdadero papel de los ejércitos?
-No veo inconveniente a que los ejércitos ayuden a mujeres y a niños. Pero están para defender con la fuerza a todas aquellas personas que no pueden defenderse por sí mismas cuando están sometidas a ataques violentos. Y la mayor parte de las veces esto se hace con armas. A eso se le llama hacer la guerra. La izquierda no lo admite.
-Y cuando a esta última se le agotan los argumentos, solo jura por la ONU. Usted en cambio -y siguiendo a Václav Havel- la califica de mesa de tiranos.
-Havel la definía como lo que es: una organización en que los dictadores toman parte en las grandes decisiones que afectan al mundo. El progresismo pretende hacernos creer que tendría una superioridad moral esencial sobre aquello que es legítimo y correcto.
-¿Cuál es la base de la legitimidad internacional?
-Para los que creemos en la democracia, son los derechos humanos y las normas democráticas.
-¿No es democrática la ONU?
-En la medida en que deciden los dictadores, no.
-¿Se puede entonces, en nombre de la democracia, ignorar las decisiones de la ONU?
-En momentos determinados, sí. No digo que haya que eliminar ONU: a fin de cuentas, supone un esfuerzo para poner orden y acuerdos en un mundo caótico y hace aportaciones positivas en muchos campos. Pero no es fuente esencial de la legitimidad internacional.
-¿Se puede llevar el atrevimiento hasta decir que el denominador común de dictadores y de cierto progresismo es el desprecio hacia el humanismo occidental?
-Digamos que, por parte de la galaxia progresista, se trataría más bien de una
cosmovisión relativista que se plasma en la Alianza de Civilizaciones.
-¿Ha fracasado esta última?
-Totalmente. En primer lugar, porque está basada sobre una inanidad política intelectual: sería bueno que todos nos lleváramos bien. En principio, nada que objetar. Pero no se puede combatir el terrorismo islamista solo proclamando que nos vamos a llevar bien: hacen falta medios militares y policiales; de eso se olvidaba la Alianza o no quería acordarse.
-Sí se acordó de equiparar a las democracias occidentales con los países árabes.
-Una falsedad tan grande que se cae por su propio peso.
-De la falsedad a las contradicciones. ¿Cómo explica que un sector del progresismo apoye esos símbolos de opresión de la mujer que son el velo y el chador? Queda atrapado en sus contradicciones.
-Porque para ese sector, ese apoyo sería defensa de la identidad. En ese contexto se entiende que los principales protagonistas de la Alianza de Civilizaciones sean Zapatero y el primer ministro turco, Recep Tayyip Erdogán; es decir, el progresismo europeo y los movimientos políticos islamistas. Aunque es verdad que en este caso, se trata de un islamismo moderado.
-Ese mismo Zapatero que guerreó en Libia junto a los conservadores Cameron y Sarkozy...
-...baste recordar lo que dijo sobre Bush, Aznar y el resto de conservadores en los años anteriores.
-¿Quiere decir que a Zapatero los principios le importan un rábano?
-Lo que no le importa demasiado es la exactitud de los conceptos o el encaje que tengan los conceptos con la realidad. Lo que le interesa es el uso de los conceptos para el activismo.
http://www.intereconomia.com/noticias-gaceta/sociedad/izquierda-sigue-sin-autocritica-20120622
-Que la izquierda sigue encerrada en las defensa de sus ideas y mitos más viejos: no se renueva. Lo más llamativo es que sigue sin hacer autocrítica de lo que significaron los excesos y los horrores de las dictaduras comunistas. Lo hace porque se siente moralmente superior.
-Sin embargo, más de veinte años después de la caída el muro de Berlín, la derecha sigue siendo minoritaria en la batalla de las ideas. ¿Cómo se resuelve el problema?
-Con un liderazgo entendido como una defensa desacomplejada de tu manera de pensar aunque estés en minoría: el reto consiste en convertir ideas minoritarias en mayoritarias.
-Pero ese objetivo se alcanza más en una generación, no en una legislatura.
-Sí, eso es. Yo no me refiero a estrategias políticas concretas.
-La derecha española ha tenido más de tres décadas para defender una idea desacomplejada del concepto de nación. ¿Lo ha hecho como lo tenía que hacer?
-Es la única que lo ha hecho, aunque me gustaría que lo hiciera aún más. Pero no olvidemos que se ha quedado sola una y otra vez en su defensa de España como nación. Con algún complejo, eso sí, pero comparativamente diría que pocos.
-Los complejos también se extienden al resto de Europa. ¿Ve inconvenientes a que la derecha francesa pacte con el Frente Nacional?
-A mí no me gusta el partido de Marine Le Pen y no le votaría en ningún caso. Ahora bien, es incomprensible que muchos intelectuales apoyen sin fisuras pactos entre la izquierda moderada y la extrema izquierda: en Francia el partido de Jean-Luc Mélenchon es tan de extrema izquierda como el FN es de extrema derecha.
-Sin embargo, en Austria en 2000 los biempensantes tuvieron que tragarse un acuerdo entre los conservadores y el partido de Jörg Haider.
-Recibieron una críticas feroces.
-¿Y Berlusconi en 1994? Formó su primer Gobierno con los neofascistas.
-Es verdad que se pueden ganar elecciones y Berlusconi lo demostró. Por eso insisto en la influencia de las ideas.
-¿Y qué dice de la propaganda? Tampoco da la impresión de que la derecha haya tenido mucho éxito en desmontar las manipulaciones del lenguaje de las que se aprovecha la izquierda. “Condenamos el terrorismo, pero ...”, por ejemplo.
-Exactamente. El progresismo condena el crimen, pero termina desembocando en una compresión hacia las causas de los terrorismos: se ha visto en todo el proceso de negociación de Zapatero con ETA.
-De la comprensión a la “paz y convivencia a toda costa”.
-Claro, es una forma de legitimar el discurso violento: se empieza estableciendo que todo habría sido un conflicto y se acaba equiparando moralmente a víctimas y a verdugos. A los dos bandos no les quedaría más remedio que sellar la paz.
-¿A qué se debe que la izquierda no pida negociar con terrorismos de extrema derecha?
-En ese caso solo aboga por la represión policial. En su perspectiva, el diálogo solo vale con ETA, con las FARC y con todos los grupos que tengan connotación antiimperialista como Al Qaeda o Hamás. Los objetivos de esos grupos no le repugnan.
-¿Por qué la progresía internacional se siente tan fascinada por Hamás?
-Porque considera a Israel como un apéndice del imperialismo, dispuesto a explotar a los pobres y débiles del planeta.
-Asimismo, afirma sin tapujos que la izquierda presenta los ataques terroristas como una conspiración de los Gobiernos democráticos de derechas, que utilizarían el terrorismo como una excusa.
-Echemos un vistazo al titular de El País del 12 de septiembre de 2001. “El mundo en vilo a la espera de las represalias de Bush”. Da a entender que el peligroso es el gobernante de la derecha que responde con la fuerza a los ataques terroristas. Para ese discurso, el terrorista sería una especie de víctima. ¡Pero si Obama, icono progresista, ha utilizado la fuerza aún más que Bush!
-¿Dónde?
-En Afganistán, por ejemplo.
-¿No se trataba de una misión de paz?
-Sí. En cambio, Irak era una guerra.
-¿Cuál es la diferencia?
-Ninguna, pero el progresismo, cuando libra una guerra, lo llama misión de paz aunque se utilicen cañones y se efectúen bombardeos.
-Sin embargo, tiene éxito entre las opiniones públicas al alegar que nuestros soldados van principalmente a proteger a mujeres y niños. ¿Ha llegado el momento de decir cuál es el verdadero papel de los ejércitos?
-No veo inconveniente a que los ejércitos ayuden a mujeres y a niños. Pero están para defender con la fuerza a todas aquellas personas que no pueden defenderse por sí mismas cuando están sometidas a ataques violentos. Y la mayor parte de las veces esto se hace con armas. A eso se le llama hacer la guerra. La izquierda no lo admite.
-Y cuando a esta última se le agotan los argumentos, solo jura por la ONU. Usted en cambio -y siguiendo a Václav Havel- la califica de mesa de tiranos.
-Havel la definía como lo que es: una organización en que los dictadores toman parte en las grandes decisiones que afectan al mundo. El progresismo pretende hacernos creer que tendría una superioridad moral esencial sobre aquello que es legítimo y correcto.
-¿Cuál es la base de la legitimidad internacional?
-Para los que creemos en la democracia, son los derechos humanos y las normas democráticas.
-¿No es democrática la ONU?
-En la medida en que deciden los dictadores, no.
-¿Se puede entonces, en nombre de la democracia, ignorar las decisiones de la ONU?
-En momentos determinados, sí. No digo que haya que eliminar ONU: a fin de cuentas, supone un esfuerzo para poner orden y acuerdos en un mundo caótico y hace aportaciones positivas en muchos campos. Pero no es fuente esencial de la legitimidad internacional.
-¿Se puede llevar el atrevimiento hasta decir que el denominador común de dictadores y de cierto progresismo es el desprecio hacia el humanismo occidental?
-Digamos que, por parte de la galaxia progresista, se trataría más bien de una
cosmovisión relativista que se plasma en la Alianza de Civilizaciones.
-¿Ha fracasado esta última?
-Totalmente. En primer lugar, porque está basada sobre una inanidad política intelectual: sería bueno que todos nos lleváramos bien. En principio, nada que objetar. Pero no se puede combatir el terrorismo islamista solo proclamando que nos vamos a llevar bien: hacen falta medios militares y policiales; de eso se olvidaba la Alianza o no quería acordarse.
-Sí se acordó de equiparar a las democracias occidentales con los países árabes.
-Una falsedad tan grande que se cae por su propio peso.
-De la falsedad a las contradicciones. ¿Cómo explica que un sector del progresismo apoye esos símbolos de opresión de la mujer que son el velo y el chador? Queda atrapado en sus contradicciones.
-Porque para ese sector, ese apoyo sería defensa de la identidad. En ese contexto se entiende que los principales protagonistas de la Alianza de Civilizaciones sean Zapatero y el primer ministro turco, Recep Tayyip Erdogán; es decir, el progresismo europeo y los movimientos políticos islamistas. Aunque es verdad que en este caso, se trata de un islamismo moderado.
-Ese mismo Zapatero que guerreó en Libia junto a los conservadores Cameron y Sarkozy...
-...baste recordar lo que dijo sobre Bush, Aznar y el resto de conservadores en los años anteriores.
-¿Quiere decir que a Zapatero los principios le importan un rábano?
-Lo que no le importa demasiado es la exactitud de los conceptos o el encaje que tengan los conceptos con la realidad. Lo que le interesa es el uso de los conceptos para el activismo.
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