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ESPAÑA INVADIDA

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Mensaje por Infornauta Lun Dic 03, 2012 1:26 pm

Las invasiones se imponen a veces por la fuerza de las armas, otras veces ocurren de manera pacífica. El resultado suele ser el mismo. Los peregrinos del Mayflower no llegaron a las costas americanas al son de trompetas y blandiendo la espada, sino con arados para cultivar la tierra y Biblias para vivir de acuerdo a los preceptos de su Díos. Ellos también buscaban una “oportunidad”, su lugar bajo el sol. Los indios que corrían libres por los bosques y praderas de aquellos vastos parajes tal vez pensaron que no había razón para no concederles esa “oportunidad”. Han terminado en unas reservas parecidas a unos safari-parks.
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- A los moros de nuestra historia no los echamos por haber cometido la grave falta de educación de haber puesto el pie en España de manera violenta y con ánimo de conquista, sino porque su naturaleza cultural, moral y espiritual era totalmente contraria y antagónica a la nuestra.

- A los visigodos nunca se les intentó expulsar de la península, a pesar de sus diferencias notables con los autóctonos, sobre todo en los primeros tiempos, antes de su definitiva fusión con el elemento nativo. La naturaleza de sus íntimas constituciones no eran incompatibles y por eso se produjo, después del choque inicial, la unión y la mezcla.

Un cambio de régimen debido a una conquista militar es una situación reversible. Un cambio de régimen debido a una conquista poblacional es harina de otro costal.

Es más fácil derrotar un ejército de ocupación que deshacerse de una población enemiga. La colonización demográfica de un territorio plantea unos problemas que un ejército enemigo no suele traer consigo.

Una población de origen extranjero, que una vez instalada en un territorio ajeno persiste en conservar sus particularidades culturales, a la violencia inicial de su irrupción no deseada ni bienvenida, añade una situación de violencia permanente contra la población nativa al persistir en sus diferencias y rechazar toda fusión con los forzados anfitriones. Los visigodos, y antes los romanos, se fundieron en la masa autóctona al cabo de los inevitables conflictos y diferencias iniciales. Casi ocho siglos después de su llegada, los moros seguían siendo considerados enemigos de los cristianos por el abismo moral y psicológico insalvable entre las dos poblaciones.

Pueblos de similar matriz cultural y civilizacional se pueden hacer la guerra. Una vez acabada esta y reestablecido un orden de relaciones más acorde a las reglas de la convivencia pacífica, esos pueblos podrán aliarse, unirse y hasta fundirse en una sola entidad. Permitáseme decirlo de esta manera: el vino y la gaseosa son cosas distintas y diferentes, pero la mezcla es posible y da un resultado, alejado sin duda de los elementos originales, pero coherente y aceptable. En cambio la mezcla del vino y del aceite es una empresa imposible pues una vez la mixtura dejada en reposo unos instantes, los dos cuerpos se separan el uno del otro y vuelven a su estado original. Sus diferentes densidades, su distintas propiedades, hacen imposible toda fusión. No hay voluntad humana que pueda interferir en las leyes de la naturaleza.

Otra cosa. Decir que los invasores vienen a trabajar es dar por bueno uno de los mitos fundamentales de la propaganda inmigracionista, es aceptar lo argumentos del enemigo.

Cuando los españoles iban, en los años 60 y 70 del siglo pasado a Francia, Alemania, Suiza… a trabajar, iban exactamente a eso: a trabajar. Esa inmigración era solicitada por unos países que no tenían en su mercado interno la mano de obra suficiente para acometer los programas de desarrollo de sus economías y sociedades. La actual inmigración hacia España (y hacia los otros países europeos) no es una inmigración solicitada y bienvenida, y tampoco necesaria, y por eso la llamamos por su verdadero nombre de invasión.

Esta mal llamada inmigración no viene a integrarse en el mercado laboral local (mal podrían hacerlo, si esa fuera su intención verdadera, en un país con 5 millones de parados reales), no son demandantes de empleo.

En realidad vienen acogerse a los beneficios del Estado del bienestar.

No buscan empleo, demandan servicios y prestaciones, subsidios y ayudas de todo tipo. No llegan porque aquí existe la posibilidad de trabajar por unos sueldos mucho más altos que en sus países de origen y para ahorrar pensando en la vuelta a casa. Vienen a colonizar los países europeos, donde además la sociedades blancas, que tanto odian por otra parte, les van a mantener sin dar nada o casi nada a cambio.

En esa óptica, es mucho más preferible un enemigo armado en la trinchera de enfrente que esta clase de enemigos infiltrados en nuestra casa y chupándonos la sangre, a la espera de poder llevar algún día a cabo la completa dominación de su forzado anfitrión.

Es de vital importancia el saber identificar sin sombra de duda a nuestros enemigos y llegado el momento actuar sin vacilaciones contra él. Tenemos en España a día de hoy unos 8.000.000 (ocho millones) de extranjeros, de los cuales sobran la mayoría, por dos motivos: porque no hay lugar ni trabajo para ellos en una situación de paro masivo que afecta a varios millones de españoles, y porque son, unos más que otros, factores de desestabilización y degradación social, económica, cultural y moral, y constituyen un ejército de potenciales enemigos, que en caso de desorden generalizado y debilitamiento del poder legalmente constituido, les disputará al Estado el monopolio de la violencia, al alzarse contra el orden y la ley en el momento en que esta sociedad entre en barrena, lo que es una hipótesis razonable a mediano y aun a corto plazo.

Debemos dejar de hablar de inmigrantes, de trabajadores extranjeros, de “nuevos ciudadanos”: estamos en un proceso de colonización. Tenemos un ejército enemigo dentro de nuestros muros. Los estamos armando con nuestra suicida tolerancia, nuestra culpable ceguera y nuestra absurda generosidad.

Por: BD.
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