UN MUNDO SIN PETROLEO
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UN MUNDO SIN PETROLEO
El petróleo hace girar a nuestro mundo moderno. Lo usamos para conducir, para volar y para fabricar lo que precisa el siglo XXI. Pero ¿qué pasaría si un mundo que depende tanto del petróleo, de pronto se quedara sin nada? Este episodio lo llevará a un planeta que usted no verá nunca. Una Tierra sin petróleo. ¿Cómo deberíamos cambiar nuestro estilo de vida para vivir sin el producto del que dependemos tanto?
Documental. Mundo sin Petroleo
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Ciencianauta- Cybernauta VIP
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El apocalipsis del petróleo que nos ocultan
Nos hallamos ante un estancamiento de la extracción de petróleo, que derivará muy pronto en la falta de «oro negro», con el "apocalipsis" que eso implicaría para la economía y nuestra forma de vida
Durante los noventa, las bondades del petróleo fueron divulgadas a los cuatro vientos por los principales gobiernos de Occidente, quienes las acompañaron de abundantes reducciones fiscales. Las ventas de vehículos adaptados al diésel predominaron sobre las de gasolina. Pero de la noche a la mañana, ese «ángel» del motor se ha tornado «demonio», y lo que antaño se alentaba con agrado, ahora es percibido como un horror.
Hay una cruzada oficial contra el diésel justificada por motivos medioambientales. Las emisiones más dañinas para la atmósfera y el envenenamiento del aire proceden de las partículas quemadas por el gasoil, así que en una etapa histórica tan sensibilizada con el cambio climático parece haber llegado el momento de acometer acciones definitivas. Se estima que un vehículo diésel moderno expulsa seis veces más dióxido de nitrógeno que uno de gasolina.
Pero, ¿es esta toda la verdad detrás de un giro tan fulminante de los acontecimientos? En España, el doctor en Física Teórica e investigador del CSIC, Antonio Turiel, lleva unos años clamando contra esta perspectiva monolítica. Desde su blog, The Oil Crash, Turiel postula que el problema de fondo no ha sido tanto la alta toxicidad del diésel como la cada vez más escasa producción de petróleo de calidad. La campaña contra el gasoil sería el primer síntoma evidente. El investigador expone en su blog: «A partir de 2010, el fracking empieza a despegar con fuerza en EE. UU. y se inunda el mercado con petróleo ligero, que no vale para refinar diésel (…) El petróleo de fracking sólo sirve para hacer gasolina y por eso no alivia el problema del diésel».
Provocará el definitivo crack financiero
En consecuencia, la industria se estaría transformando disimuladamente y adaptando a la nueva situación, imponiendo un cambio a los consumidores. No tanto por el perjuicio medioambiental, sino porque vamos a un estancamiento en la extracción de petróleo, que además ofrece menos posibilidades de refinado que antes. «Cuando anuncien que le van a subir de una manera brutal los impuestos a su coche de diésel, ahora ya sabrá por qué –argumenta Turiel–, puesto que se prefiere ajustar estos desequilibrios con un mecanismo que parezca de mercado –aunque éste sea cada vez menos libre– a explicar la verdad».
El escenario resultaría muy distinto: está empezando a faltar combustible y no existe una alternativa válida. «La extracción de petróleo crudo está en declive desde 2005, lo cual se agrava con la disminución de la exportación de los países exportadores al aumentar su consumo propio», argumenta. Primero se eliminarán los coches diésel cuyo petróleo refinado es más exigente, pero a continuación la persecución afectará a los vehículos de gasolina, algo que en cierto modo ya está ocurriendo al restringir su acceso al centro de las grandes ciudades y primar los transportes híbridos y eléctricos. Sin embargo, estos todavía no están preparados para cubrir todas las necesidades ni sustituir adecuadamente a los vehículos movidos por hidrocarburos.
Por lo tanto, y si nadie lo remedia, podríamos entrar a medio plazo en un «petrocalipsis» que provocará un racionamiento y ralentización aguda del crecimiento. Desafortunadamente, «amparándose en esta incertidumbre y dado lo incómodo de las consecuencias previsibles, hay una tendencia a dar un bajo perfil de estas noticias en los medios de comunicación convencionales», sentencia Turiel.
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Durante los noventa, las bondades del petróleo fueron divulgadas a los cuatro vientos por los principales gobiernos de Occidente, quienes las acompañaron de abundantes reducciones fiscales. Las ventas de vehículos adaptados al diésel predominaron sobre las de gasolina. Pero de la noche a la mañana, ese «ángel» del motor se ha tornado «demonio», y lo que antaño se alentaba con agrado, ahora es percibido como un horror.
Hay una cruzada oficial contra el diésel justificada por motivos medioambientales. Las emisiones más dañinas para la atmósfera y el envenenamiento del aire proceden de las partículas quemadas por el gasoil, así que en una etapa histórica tan sensibilizada con el cambio climático parece haber llegado el momento de acometer acciones definitivas. Se estima que un vehículo diésel moderno expulsa seis veces más dióxido de nitrógeno que uno de gasolina.
Está empezando a faltar combustible y no existe una alternativa válida
Pero, ¿es esta toda la verdad detrás de un giro tan fulminante de los acontecimientos? En España, el doctor en Física Teórica e investigador del CSIC, Antonio Turiel, lleva unos años clamando contra esta perspectiva monolítica. Desde su blog, The Oil Crash, Turiel postula que el problema de fondo no ha sido tanto la alta toxicidad del diésel como la cada vez más escasa producción de petróleo de calidad. La campaña contra el gasoil sería el primer síntoma evidente. El investigador expone en su blog: «A partir de 2010, el fracking empieza a despegar con fuerza en EE. UU. y se inunda el mercado con petróleo ligero, que no vale para refinar diésel (…) El petróleo de fracking sólo sirve para hacer gasolina y por eso no alivia el problema del diésel».
Provocará el definitivo crack financiero
En consecuencia, la industria se estaría transformando disimuladamente y adaptando a la nueva situación, imponiendo un cambio a los consumidores. No tanto por el perjuicio medioambiental, sino porque vamos a un estancamiento en la extracción de petróleo, que además ofrece menos posibilidades de refinado que antes. «Cuando anuncien que le van a subir de una manera brutal los impuestos a su coche de diésel, ahora ya sabrá por qué –argumenta Turiel–, puesto que se prefiere ajustar estos desequilibrios con un mecanismo que parezca de mercado –aunque éste sea cada vez menos libre– a explicar la verdad».
El escenario resultaría muy distinto: está empezando a faltar combustible y no existe una alternativa válida. «La extracción de petróleo crudo está en declive desde 2005, lo cual se agrava con la disminución de la exportación de los países exportadores al aumentar su consumo propio», argumenta. Primero se eliminarán los coches diésel cuyo petróleo refinado es más exigente, pero a continuación la persecución afectará a los vehículos de gasolina, algo que en cierto modo ya está ocurriendo al restringir su acceso al centro de las grandes ciudades y primar los transportes híbridos y eléctricos. Sin embargo, estos todavía no están preparados para cubrir todas las necesidades ni sustituir adecuadamente a los vehículos movidos por hidrocarburos.
Por lo tanto, y si nadie lo remedia, podríamos entrar a medio plazo en un «petrocalipsis» que provocará un racionamiento y ralentización aguda del crecimiento. Desafortunadamente, «amparándose en esta incertidumbre y dado lo incómodo de las consecuencias previsibles, hay una tendencia a dar un bajo perfil de estas noticias en los medios de comunicación convencionales», sentencia Turiel.
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¿Sabías Que?- Cybernauta VIP
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La era del petróleo ha llegado a su fin: el shock que tiene en vilo a la economía
Semana atípica en la economía global. Además de una creciente polarización de los mercados financieros en función de su nivel de riesgo (repunte de la prima de riesgo incluida para España, tal y como comentamos la semana pasada en esta columna), se ha dado un fenómeno inédito: el barril de petróleo West Texas Intermediate (WTI, por sus siglas en inglés), ha sufrido un desplome significativo, llegándose a situar a un precio de hasta -37 dólares por barril. Dicho de otra manera: el comprador de petróleo ha llegado a cobrar por esta operación.
La evolución a la baja del petróleo no es nada nuevo. Si bien a principios de 2018 se llegó a especular con una crisis económica como consecuencia de un petróleo a 100 dólares por barril, la menor demanda como consecuencia de la debilidad económica de 2019 había reducido notablemente su precio, e incluso durante las últimas semanas se había situado en torno a los 20 dólares por barril, algo difícilmente asumible desde el punto de vista de la sostenibilidad de las grandes compañías de extracción y refino.
La era del petróleo está llegando a su fin. Países como Arabia Saudí o Rusia han tenido más de 2 décadas para aprovechar las enormes reservas de este oro negro. Ahora el mercado tiene claro que en el muy largo plazo el precio del barril va a ser residual. Lo que no tenía tan claro es que este ajuste se produjera de una forma tan brusca.
Pocos mercados hay tan intervenidos como el del petróleo. Lo que ha ocurrido es lo previsible cuando hay fuerzas artificiales que pretenden suplantar al libre mercado.
Esto ha cambiado en los últimos años por dos razones. La primera es que la economía mundial es cada vez menos dependiente del petróleo o, lo que es lo mismo, su precio cada vez influye menos en la capacidad de producción de los países siempre que se garantice su disponibilidad. La segunda, que Estados Unidos estableció hace años la autosuficiencia energética como uno de los objetivos estratégicos a nivel país, y gracias al fracking a día de hoy es el principal productor de petróleo del mundo, con casi 18 millones de barriles diarios (18% de la producción mundial) y el octavo exportador de esta materia prima.
Como consecuencia, la OPEP tiene que compartir trono de poder con Estados Unidos, y en ese camino surgen desajustes como el que hemos vivido esta semana pasada.
El mundo se enfrenta a una crisis solamente comparable a la de la II Guerra Mundial. Como consecuencia de la evidente desaceleración económica y del posterior confinamiento, la Agencia Internacional de la Energía (IEA, por sus siglas en inglés) prevé una disminución de la demanda de petróleo de 23,1 millones de barriles diarios durante el segundo trimestre de 2020, compensada parcialmente durante los próximos meses hasta formar un descenso para el conjunto del año de 9,3 millones de barriles diarios. Esto supone una reducción del 25% de la demanda de petróleo a nivel mundial con respecto a los valores promedios de los últimos años.
La oferta de petróleo, sin embargo, llegó tarde, ante la negativa de Arabia Saudí y Rusia a disminuir su producción durante los meses anteriores. Ahora, ante la evidencia de la desaceleración y la destrucción de valor en el mercado, han acordado reducciones progresivas de su producción que en términos acumulados alcanzan un compromiso de reducción por valor de 12 millones de barriles diarios.
Como consecuencia, e incluso en un en un escenario de máximo cumplimiento de los compromisos adquiridos, esta reducción en la oferta difícilmente va a compensar el shock de demanda en el corto plazo.
Según la información de la Agencia Internacional de la energía, actualmente hay almacenados 4.200 millones de barriles. Con Estados Unidos adquiriendo 635 millones de barriles el pasado 10 de abril, la capacidad de almacenamiento en el país quedó prácticamente reducida a 0, y esa fue la razón por la que el precio del WTI se desplomó y el del barril Brent siguió con su tendencia.
Muy pocas refinerías de petróleo son capaces de producir con beneficios con el barril por debajo de los 20 dólares. Tampoco es posible, en muchos casos, parar la producción porque los pozos petrolíferos quedan inutilizables. Por consiguiente, los impagos e incluso las quiebras en el sector ya están ocurriendo.
El futuro del sector petrolífero está muy ligado al desconfinamiento, en tanto en cuanto el 40% de la demanda de petróleo proviene directamente del sector transporte. El mundo entero necesita una recuperación parcial del sector y la vuelta a valores de mercado para evitar la quiebra de países importantes como Noruega, y eso pasa por la vuelta a la normalidad.
Además de las pérdidas económicas desde el punto de vista inversor vinculadas a esta evolución atípica, el mundo se enfrenta a un incremento notable de las situaciones de impago en este sector que pueden afectar seriamente a la calidad de los activos en balance de muchos bancos europeos y norteamericanos, lo cual supone un hándicap adicional para la perspectiva en el medio plazo.
Un petróleo barato, generalmente, supone una mayor capacidad adquisitiva para familias y empresas. Esto, sin embargo, se complica en países como España donde más del 50% de la factura son impuestos y, lo que es más importante, cuando esta caída en el precio de la materia prima se traslade a la factura (aproximadamente 6 meses), puede que la destrucción de mercado sea tal que su reconstrucción sea misión imposible. Y el mundo desarrollado no está preparado para vivir, por el momento, sin petróleo. Link
La evolución a la baja del petróleo no es nada nuevo. Si bien a principios de 2018 se llegó a especular con una crisis económica como consecuencia de un petróleo a 100 dólares por barril, la menor demanda como consecuencia de la debilidad económica de 2019 había reducido notablemente su precio, e incluso durante las últimas semanas se había situado en torno a los 20 dólares por barril, algo difícilmente asumible desde el punto de vista de la sostenibilidad de las grandes compañías de extracción y refino.
La era del petróleo está llegando a su fin. Países como Arabia Saudí o Rusia han tenido más de 2 décadas para aprovechar las enormes reservas de este oro negro. Ahora el mercado tiene claro que en el muy largo plazo el precio del barril va a ser residual. Lo que no tenía tan claro es que este ajuste se produjera de una forma tan brusca.
Pocos mercados hay tan intervenidos como el del petróleo. Lo que ha ocurrido es lo previsible cuando hay fuerzas artificiales que pretenden suplantar al libre mercado.
Cada vez menos dependencia del petróleo
Los países que forman la OPEP son los principales productores de petróleo del mundo. Conjuntamente suponen el 80% de la producción mundial, y en las últimas décadas han movido en mesas de negociación constituidas en base a sus intereses el precio del petróleo. De esta manera, países netamente importadores como es la Unión Europea mirábamos con recelo la evolución del crudo para ver si teníamos ante nosotros un viento de cola o un motivo de preocupación, siempre desde la perspectiva de un elemento exógeno sobre el que no teníamos ninguna capacidad de maniobra.Esto ha cambiado en los últimos años por dos razones. La primera es que la economía mundial es cada vez menos dependiente del petróleo o, lo que es lo mismo, su precio cada vez influye menos en la capacidad de producción de los países siempre que se garantice su disponibilidad. La segunda, que Estados Unidos estableció hace años la autosuficiencia energética como uno de los objetivos estratégicos a nivel país, y gracias al fracking a día de hoy es el principal productor de petróleo del mundo, con casi 18 millones de barriles diarios (18% de la producción mundial) y el octavo exportador de esta materia prima.
Como consecuencia, la OPEP tiene que compartir trono de poder con Estados Unidos, y en ese camino surgen desajustes como el que hemos vivido esta semana pasada.
El mundo se enfrenta a una crisis solamente comparable a la de la II Guerra Mundial. Como consecuencia de la evidente desaceleración económica y del posterior confinamiento, la Agencia Internacional de la Energía (IEA, por sus siglas en inglés) prevé una disminución de la demanda de petróleo de 23,1 millones de barriles diarios durante el segundo trimestre de 2020, compensada parcialmente durante los próximos meses hasta formar un descenso para el conjunto del año de 9,3 millones de barriles diarios. Esto supone una reducción del 25% de la demanda de petróleo a nivel mundial con respecto a los valores promedios de los últimos años.
La oferta de petróleo, sin embargo, llegó tarde, ante la negativa de Arabia Saudí y Rusia a disminuir su producción durante los meses anteriores. Ahora, ante la evidencia de la desaceleración y la destrucción de valor en el mercado, han acordado reducciones progresivas de su producción que en términos acumulados alcanzan un compromiso de reducción por valor de 12 millones de barriles diarios.
Como consecuencia, e incluso en un en un escenario de máximo cumplimiento de los compromisos adquiridos, esta reducción en la oferta difícilmente va a compensar el shock de demanda en el corto plazo.
El transporte representa el 40% de la demanda
El petróleo producido y no consumido se almacena, algo que lleva ocurriendo ya varios meses. La capacidad de almacenamiento mundial estimada asciende a 6.700 millones de barriles. Una capacidad, sin embargo, que solamente puede ser usada al 80% por la existencia de reservas estratégicas de petróleo, fundamentalmente en Estados Unidos (1.300 millones de barriles) y China (1.500 millones de barriles).Según la información de la Agencia Internacional de la energía, actualmente hay almacenados 4.200 millones de barriles. Con Estados Unidos adquiriendo 635 millones de barriles el pasado 10 de abril, la capacidad de almacenamiento en el país quedó prácticamente reducida a 0, y esa fue la razón por la que el precio del WTI se desplomó y el del barril Brent siguió con su tendencia.
Muy pocas refinerías de petróleo son capaces de producir con beneficios con el barril por debajo de los 20 dólares. Tampoco es posible, en muchos casos, parar la producción porque los pozos petrolíferos quedan inutilizables. Por consiguiente, los impagos e incluso las quiebras en el sector ya están ocurriendo.
El futuro del sector petrolífero está muy ligado al desconfinamiento, en tanto en cuanto el 40% de la demanda de petróleo proviene directamente del sector transporte. El mundo entero necesita una recuperación parcial del sector y la vuelta a valores de mercado para evitar la quiebra de países importantes como Noruega, y eso pasa por la vuelta a la normalidad.
Además de las pérdidas económicas desde el punto de vista inversor vinculadas a esta evolución atípica, el mundo se enfrenta a un incremento notable de las situaciones de impago en este sector que pueden afectar seriamente a la calidad de los activos en balance de muchos bancos europeos y norteamericanos, lo cual supone un hándicap adicional para la perspectiva en el medio plazo.
Un petróleo barato, generalmente, supone una mayor capacidad adquisitiva para familias y empresas. Esto, sin embargo, se complica en países como España donde más del 50% de la factura son impuestos y, lo que es más importante, cuando esta caída en el precio de la materia prima se traslade a la factura (aproximadamente 6 meses), puede que la destrucción de mercado sea tal que su reconstrucción sea misión imposible. Y el mundo desarrollado no está preparado para vivir, por el momento, sin petróleo. Link
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