Ramoncín vs Sabina y de cómo la gastan los progres

El episodio más divertido, hasta la fecha, en lo que se refiere a la voracidad financiera de la progresía musical, fue el protagonizado en mayo de 2006 por el ya mencionado intelectual metido a cobrador del frac de la Sociedad General de Autores, José Ramón Julio Márquez Martínez, y el famoso cantautor Joaquín Sabina.

El detonante fue el título que éste último puso a la gira musical que emprendía ese mismo verano, “Carretera t top manta”. Con gran irreverencia, Sabina mentaba la soga en casa del ahorcado, insensible a la hercúlea tarea que Ramoncín y Teddy Bautista estaban llevando a cabo con el objetivo de acabar con la piratería callejera. El rey del pollo frito, en última instancia un intelectual de firmes convicciones, no tuvo más remedio que denunciar a su excompañero de profesión a través de los micrófonos de la SER, con el monólogo más absolutamente friki que servidor ha escuchado jamás.

Andaba Ramoncín escocido en esos días por los sucesos recientemente acaecidos durante su (intento de) participación en el festival Viña Rock, que anualmente se celebra en Albacete. El público, seguramente infiltrado por decenas de miles de agente mafiosos del top manta, hizo saber con gran sutileza al tertuliano canoro que ni él ni su música eran apreciados en ese lugar. Para que la indirecta no dejara lugar a duda, los asistentes al concierto le lanzaron, entre otros objetos de gran riqueza simbólica, botellas llenas de los propios orines. Bellísima metáfora que seguramente trajo a nuestro intelectual gratos recuerdos de cuando, allá por sus comienzos rockeros, el pipí solía viajar en dirección contraria, aunque sin envase. En fin, que para un pensador de tronío, acostumbrado al aplauso de los sectores más inteligentes del público (el de Crónicas Marcianas), estas cosas son bastante desagradables.

En le programa de radio de Oga Viza a que nos referimos, Ramoncín emocionó a la audiencia con una explicación de los sucesos de Albacete basada en la modestia más franciscana. Según el propio protagonista el odio africano que el público le dispensa últimamente se debe a cierta dosis de envidia por su rigor ético –“vivo en el compromiso”- y su mayor solvencia intelectiva respecto al resto de pensadores progres – “la gente no es tan didáctica como yo”-. A Sabina lo puso a caer de un burro, con adjetivos de grueso calibre como “repugnante”, afónico y vergonzoso”. Con estos tres argumentos como base espositiva, la discusión quedó planteada con gran altura académica a la espera de la réplica de Joaquín Sabina, que en beneficio de la agilidad del debate no tardó en producirse. Dando muestra de una asombrosa capacidad de síntesis, tantas veces puesta de manifiesto en los logrados versos de sus canciones, Sabina desmontó el sólido armazón teórico de Ramoncín con una frase lapidaria: “Que se joda. Si es más tonto no nace”. Y el asunto quedó así zanjado. El Banquete y el resto de diálogos platónicos palidecen ante la deslumbrante eficacia dialéctica de esta disputa, que si para algo sirvió (además de divertir al respetable, algo siempre muy de agradecer), fue el evidenciar la dureza del progresismo con el discrepante cuando se dilucidan asuntos relativos al dinero.