Lo llaman el “Cementerio de los vivos”

y es el cementerio más extraño del mundo

Los cementerios, incluso los más bonitos del mundo, suelen tener un aspecto tétrico y melancólico que lo invade todo. El color marfil y negro de los mármoles, los ojos vacíos de las estatuas que te devuelven la mirada, y la brisa, a veces niebla, que se cuela entre los arboles.

Seguro que sabes de lo que te hablo, ¿verdad? Pero debo decirte no todos los cementerios son así, existe uno, el cementerio Norte de Manila, en el que los niños juegan por las calles y las risas resuenan en cada esquina.

Lo llaman el Cementerio de los Vivos, un nombre muy apropiado pues los 550.000 metros cuadrados de caminos, árboles, tumbas, estatuas y fuentes destinadas al descanso eterno de los difuntos, han sido conquistados por cientos de familias de origen humilde que han decidido fijar allí su residencia.

¿Y por qué no? Es mucho mejor que vivir en la calle o hacinados en un poblado chabolista. El cementerio Norte, es lugar es tranquilo, ordenado y espacioso, que dispone de red de alcantarillado para lluvia y agua potable. Y las calles están más limpias y arregladas que en muchas zonas de la ciudad de Manila.

Descubre el cementerio más alegre y extraño del mundo, el Cementerio de los Vivos de la ciudad de Manila.

El cementerio Norte de Manila te sorprenderá, aquí la gente no solo llora a sus difuntos, sino que vive junto a ellos. La vida cotidiana se desarrolla alrededor de las tumbas y mausoleos.


Las vecinas charlan en los bancos, los niños juegan en la calle, las madres preparan la comida en el mausoleo que utilizan como casa.


Incluso hay quien ha instalado pequeños negocios en la zona, para dar servicio a las familias que allí viven.


La vida transcurre feliz y dichosa, y los niños, crecen, se enamoran y forman sus familias en entre este cementerio.


Fue la necesidad la que empujó a las personas sin hogar a refugiarse en este cementerio, y a aprovechar todo lo bueno que sus instalaciones ofrecían.


Ya son varias generaciones las que viven aquí, heredando de padres a hijos la propiedad de los mausoleos.

Manuel, por ejemplo, vive en el panteón de su familia y trabaja en el de enfrente. Llevaba años abandonado y ahora lo ha aprovechado para abrir un taller de motos y bicicletas.

Con total naturalidad narra cómo duerme junto a la tumba de sus padres, quienes cuando él todavía era un jovencito se mudaron a este cementerio, en que su padre trabajaba, cuidando sepulcros.

El resto suele vive en mausoleos de otras familias, quienes les permiten residir allí a cambio de de que cuiden y mantengan limpia la tumba de su familia.

La mayoría de los vecinos del cementerio hacen ambas cosas, viviendo en sus propios sepulcros familiares y cuidando de muchos otros. Incluso hay quien los alquila, y quienes son desahuciados si no pueden pagar.

Tras décadas viviendo en el cementerio, existen familias que han ido adaptando su lugar de residencia a sus nuevas necesidades. Hoy podemos decir que el cementerio Norte es un barrio prospero y tranquilo.


A pesar de las mejoras, la mayoría de sus habitantes viven en tumbas y mausoleo sencillos.
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Y el hecho de poseer techo y paredes que los resguarden, es suficiente lujo para ellos.


Como es obvio, las tumbas no disponen de baño, aunque los residentes disponen agua potable en las fuentes. Y todos se han organizado para mantener limpio el lugar.


Sí disponen de una rudimentaria instalación eléctrica que les proporciona luz por la noche.


Algunos incluso se las han ingeniado para disfrutar de televisión, equipos de sonido u ordenadores portátiles.


Los habitantes del cementerio Norte se consideran felices y afortunados.


Un lugar lleno de vida y de historias, que no solo convierte al cementerio de Norte de Manila en un lugar acogedor, sino en el camposanto con más sonrisas del mundo.