La 'multiculturalidad' manda en España
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La 'multiculturalidad' manda en España
La presión musulmana en España unida a la debilidad cultural de nuestros gobiernos está cambiando nuestro calendario festivo, como en Ceuta y Melilla, y satanizando, como en Granada, conmemoraciones que llevamos más de 500 años celebrando.
La presión del islam sobre Occidente, en general, y sobre España muy en particular, se viene ejerciendo desde hace muchos años a través de varios émbolos. A punta de kalashnikov, como acaba de suceder en París, o como sucedió en Nueva York, Madrid y Londres. Capitales en las que el mandato coránico de la Yihad ha dejado su huella de sangre y terror y su saldo de infieles sacrificados a mayor gloria de la grandeza de Alá. Hay otros dos tipos de presión islámica sobre Occidente que tienen una relación de causalidad con el asalto final yihadista: la presión demográfica ejercida por los grandes flujos migratorios musulmanes en los países occidentales, y la cómplice claudicación cultural de Occidente ante las permanentes exigencias del islam para darles carta de naturaleza a su modus vivendi y a su modus operandi en sociedades cuya común cosmovisión se fragua, mayoritariamente, en abierta confrontación con el islam.
El caso de España es, en este sentido, históricamente paradigmático. Pues bien, hoy el islam está poniendo a España mirando a La Meca en cuanto a usos y costumbres, en lo referente a la eliminación de su iconografía y de su heráldica de aquellos símbolos y elementos que pueden resultar irritantes para los musulmanes y, por supuesto, en su calendario festivo y en la celebración de aquellas efemérides que conmemoran victorias sobre los musulmanes durante el larguísimo periodo de la Reconquista, que comprende desde el primer tercio del siglo VIII hasta finales del siglo XV. Por ejemplo, desde los primeros compases de la Transición comenzó a ser cuestionada la celebración de la festividad del 2 de enero en Granada, que conmemora el fin de la Reconquista con la expulsión del último reducto del poder musulmán en España, la dinastía Nazarí, tras la toma de la ciudad por los Reyes Católicos. Más de 500 años de celebración de un hecho histórico determinante en la historia de España y de Occidente comenzó a ser cuestionado por considerarse políticamente incorrecto. Año tras año, la progresía de izquierdas y los papanatas de la muticulturalidad y de la Alianza de Civilizaciones, patrocinada por la indigencia intelectual de Zapatero con el apoyo entusiasta de Juan Luis Cebrián y de su grupo mediático, la toma de Granada se ha ido satanizando como una conmemoración fascista, racista y xenófoba. Por supuesto, los acólitos de esta estupidez están firmemente convencidos de que los musulmanes crearon en España una suerte de Arcadia Feliz de cultura y tolerancia que fue salvajamente destruída por los bárbaros cristianos... que ya en la Edad Media y en el Renacimiento eran criptofascistas.
Otro de los ejemplos de claudicación ante el islam, socapa de tolerante integración, es la eliminación del calendario de Ceuta y de Melilla de las fiestas oficiales de ambas ciudades para dar cabida en el mismo a la Pascua Musulmana, sin menoscabo de las tres fiestas autonómicas oficiales. En Ceuta dejó de ser fiesta laboral el Día de la Comunidad, el 2 de septiembre, que sólo se celebra con un acto funcionarial, para incluir el Aid el Kebir (la Pascua Musulmana) como fiesta laboral oficial ceutí. Es la polémica fiesta en la que los musulmanes degüellan millares de corderos conmemorando la orden dada por Alá a Abraham para que en lugar de a uno de sus hijos matara a un cordero. En Melilla, con un censo de población musulmana similar al de Ceuta, sucede tres cuartos de lo mismo, aunque allí, para no eliminar ninguna fiesta cristiana del calendario, se llegó al acuerdo de aprovechar los festivos que caen en domingo para celebrar el Aid el Kebir.
Los diferentes gobiernos españoles han venido claudicando ante las exigencias del islam, más por miedo que por un sincero afán integrador, pues saben perfectamente que esa anhelada integración no se produce ni siquiera en las segundas generaciones. Así, hemos aceptado el humillante velo islámico y el embozo de sus niñas y mujeres en la calle, en institutos y universidades. Escondimos en la Catedral de Santiago, por exigencias islámicas, la estatua ecuestre del Apóstol en la Batalla de Clavijo. Retiramos, también por presión musulmana, de la heráldica aragonesa las cabezas de tres moros que estaban en el escudo de una de sus ciudades capitales. Estamos a un paso de entregar a los musulmanes la Catedral-Mezquita de Córdoba, construida sobre las ruínas de una iglesia católica visigoda destruída por los moros. Cada festividad, celebración, efeméride o conmemoración popular, política o religiosa española que es denunciada ante los tribunales del papanatismo multiculturalista es soslayada, vilipendiada y, finalmente, eliminada de nuestra tradición, de nuestras costumbres y de nuestros calendarios. Dado el vigor con el que los políticos españoles defienden nuestra cultura, de las célebres fiestas levantinas de Moros y Cristianos pronto serán eliminados... sólo los cristianos, por supuesto. Y los españoles que se apelliden Matamoros deberán acudir, bajo amenaza de multa, al Registro Civil a cambiarse tan ofensivo apellido para el islam.
También la Catedral de Córdoba
Una plataforma ciudadana puso en marcha hace unos meses una campaña para reclamar la titularidad pública del monumento. Un informe del Ministerio de Hacienda señaló el pasado mes de junio que la titularidad siempre ha sido de la Iglesia y que nunca ha pertenecido al Estado. A este respecto, el ministro de Justicia, Alberto Ruiz Gallardón, aseguró por aquellas fechas que expropiar la Catedral y antigua Mezquita a la Iglesia sería un "despropósito económico y jurídico, ya que la legislación exige, entre otros requisitos, que haya peligro de destrucción o deterioro del templo". Sobre la inscripción en el Registro de la Propiedad, el ministro subrayó que la Catedral, y antigua Mezquita, podía estar inscrita o no, pero ello no afectaba en absoluto a su propiedad.
La Catedral de Córdoba se levanta en el lugar donde en el siglo VI se construyó la basílica visigoda de San Vicente Mártir. Con la llegada de los musulmanes en el siglo VII, el templo cristiano fue arrasado, y en esos terrenos comenzó a construirse la mezquita a partir del año 785, en la época de los Omeyas del Califato de Córdoba, que fue durante el siglo X uno de los centros más importantes del islam.
En 1236, con la entrada del rey Fernando III el Santo en Córdoba, la mezquita fue convertida, por orden del monarca, en templo cristiano y pasó a ser propiedad de la Iglesia, que desde entonces, en estos casi ocho siglos, se ha encargado del mantenimiento y custodia de toda la riqueza arquitectónica del monumento. El 20 de junio de 1236 fue consagrada como Catedral de Santa María, nombre que mantiene desde entonces el primer templo de Córdoba, patrimonio de la humanidad desde 1984. En 2006, la Iglesia Católica registró a su nombre la Catedral, la antigua Mezquita. El Cabildo precisó recientemente que ello no suponía un cambio de propiedad o de compra, sino simplemente inscribirla en el Registro de la Propiedad.
Por: Eduardo García Serrano
La presión del islam sobre Occidente, en general, y sobre España muy en particular, se viene ejerciendo desde hace muchos años a través de varios émbolos. A punta de kalashnikov, como acaba de suceder en París, o como sucedió en Nueva York, Madrid y Londres. Capitales en las que el mandato coránico de la Yihad ha dejado su huella de sangre y terror y su saldo de infieles sacrificados a mayor gloria de la grandeza de Alá. Hay otros dos tipos de presión islámica sobre Occidente que tienen una relación de causalidad con el asalto final yihadista: la presión demográfica ejercida por los grandes flujos migratorios musulmanes en los países occidentales, y la cómplice claudicación cultural de Occidente ante las permanentes exigencias del islam para darles carta de naturaleza a su modus vivendi y a su modus operandi en sociedades cuya común cosmovisión se fragua, mayoritariamente, en abierta confrontación con el islam.
El caso de España es, en este sentido, históricamente paradigmático. Pues bien, hoy el islam está poniendo a España mirando a La Meca en cuanto a usos y costumbres, en lo referente a la eliminación de su iconografía y de su heráldica de aquellos símbolos y elementos que pueden resultar irritantes para los musulmanes y, por supuesto, en su calendario festivo y en la celebración de aquellas efemérides que conmemoran victorias sobre los musulmanes durante el larguísimo periodo de la Reconquista, que comprende desde el primer tercio del siglo VIII hasta finales del siglo XV. Por ejemplo, desde los primeros compases de la Transición comenzó a ser cuestionada la celebración de la festividad del 2 de enero en Granada, que conmemora el fin de la Reconquista con la expulsión del último reducto del poder musulmán en España, la dinastía Nazarí, tras la toma de la ciudad por los Reyes Católicos. Más de 500 años de celebración de un hecho histórico determinante en la historia de España y de Occidente comenzó a ser cuestionado por considerarse políticamente incorrecto. Año tras año, la progresía de izquierdas y los papanatas de la muticulturalidad y de la Alianza de Civilizaciones, patrocinada por la indigencia intelectual de Zapatero con el apoyo entusiasta de Juan Luis Cebrián y de su grupo mediático, la toma de Granada se ha ido satanizando como una conmemoración fascista, racista y xenófoba. Por supuesto, los acólitos de esta estupidez están firmemente convencidos de que los musulmanes crearon en España una suerte de Arcadia Feliz de cultura y tolerancia que fue salvajamente destruída por los bárbaros cristianos... que ya en la Edad Media y en el Renacimiento eran criptofascistas.
Otro de los ejemplos de claudicación ante el islam, socapa de tolerante integración, es la eliminación del calendario de Ceuta y de Melilla de las fiestas oficiales de ambas ciudades para dar cabida en el mismo a la Pascua Musulmana, sin menoscabo de las tres fiestas autonómicas oficiales. En Ceuta dejó de ser fiesta laboral el Día de la Comunidad, el 2 de septiembre, que sólo se celebra con un acto funcionarial, para incluir el Aid el Kebir (la Pascua Musulmana) como fiesta laboral oficial ceutí. Es la polémica fiesta en la que los musulmanes degüellan millares de corderos conmemorando la orden dada por Alá a Abraham para que en lugar de a uno de sus hijos matara a un cordero. En Melilla, con un censo de población musulmana similar al de Ceuta, sucede tres cuartos de lo mismo, aunque allí, para no eliminar ninguna fiesta cristiana del calendario, se llegó al acuerdo de aprovechar los festivos que caen en domingo para celebrar el Aid el Kebir.
Los diferentes gobiernos españoles han venido claudicando ante las exigencias del islam, más por miedo que por un sincero afán integrador, pues saben perfectamente que esa anhelada integración no se produce ni siquiera en las segundas generaciones. Así, hemos aceptado el humillante velo islámico y el embozo de sus niñas y mujeres en la calle, en institutos y universidades. Escondimos en la Catedral de Santiago, por exigencias islámicas, la estatua ecuestre del Apóstol en la Batalla de Clavijo. Retiramos, también por presión musulmana, de la heráldica aragonesa las cabezas de tres moros que estaban en el escudo de una de sus ciudades capitales. Estamos a un paso de entregar a los musulmanes la Catedral-Mezquita de Córdoba, construida sobre las ruínas de una iglesia católica visigoda destruída por los moros. Cada festividad, celebración, efeméride o conmemoración popular, política o religiosa española que es denunciada ante los tribunales del papanatismo multiculturalista es soslayada, vilipendiada y, finalmente, eliminada de nuestra tradición, de nuestras costumbres y de nuestros calendarios. Dado el vigor con el que los políticos españoles defienden nuestra cultura, de las célebres fiestas levantinas de Moros y Cristianos pronto serán eliminados... sólo los cristianos, por supuesto. Y los españoles que se apelliden Matamoros deberán acudir, bajo amenaza de multa, al Registro Civil a cambiarse tan ofensivo apellido para el islam.
También la Catedral de Córdoba
Una plataforma ciudadana puso en marcha hace unos meses una campaña para reclamar la titularidad pública del monumento. Un informe del Ministerio de Hacienda señaló el pasado mes de junio que la titularidad siempre ha sido de la Iglesia y que nunca ha pertenecido al Estado. A este respecto, el ministro de Justicia, Alberto Ruiz Gallardón, aseguró por aquellas fechas que expropiar la Catedral y antigua Mezquita a la Iglesia sería un "despropósito económico y jurídico, ya que la legislación exige, entre otros requisitos, que haya peligro de destrucción o deterioro del templo". Sobre la inscripción en el Registro de la Propiedad, el ministro subrayó que la Catedral, y antigua Mezquita, podía estar inscrita o no, pero ello no afectaba en absoluto a su propiedad.
La Catedral de Córdoba se levanta en el lugar donde en el siglo VI se construyó la basílica visigoda de San Vicente Mártir. Con la llegada de los musulmanes en el siglo VII, el templo cristiano fue arrasado, y en esos terrenos comenzó a construirse la mezquita a partir del año 785, en la época de los Omeyas del Califato de Córdoba, que fue durante el siglo X uno de los centros más importantes del islam.
En 1236, con la entrada del rey Fernando III el Santo en Córdoba, la mezquita fue convertida, por orden del monarca, en templo cristiano y pasó a ser propiedad de la Iglesia, que desde entonces, en estos casi ocho siglos, se ha encargado del mantenimiento y custodia de toda la riqueza arquitectónica del monumento. El 20 de junio de 1236 fue consagrada como Catedral de Santa María, nombre que mantiene desde entonces el primer templo de Córdoba, patrimonio de la humanidad desde 1984. En 2006, la Iglesia Católica registró a su nombre la Catedral, la antigua Mezquita. El Cabildo precisó recientemente que ello no suponía un cambio de propiedad o de compra, sino simplemente inscribirla en el Registro de la Propiedad.
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