Gandhi, luces y sombras de un héroe con pies de barro
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Gandhi, luces y sombras de un héroe con pies de barro
El resultado de sus prácticas contra la ocupación británica de La India es indiscutible. Sí es objeto de debate su calidad como persona, en cuanto que es considerado adalid de bondad, autocontrol y altruismo.
Es lo que tienen los ídolos de masas. Nunca se ha de olvidar que por muy buen músico que sea un músico, o magnífico escritor, profundo filósofo o solemne orador, esto no les convierte en mejores seres humanos. Son los hechos quienes definen a las personas, y no lo que promulgan. Y a veces ni siquiera las palabras de estos héroes de leyenda suscriben la naturaleza de su propio mito.
Mahatma Gandhi no fue puesto en duda hasta hace unos años, cuando comenzaron tomar protagonismo cartas y declaraciones relativamente ocultas durante décadas. Y cuando los medios tiran de la manta, parece que comienzan a cojear esas biografías perfectas de bolsillo donde se leen lindezas como “absoluta modestia”, “genialidad tardía”, “líder espiritual” o “ejemplo de amor desinteresado”. Esas biografías que hablan de Gandhi como un hombre pobre y humilde, y obvian que era hijo del mandamás de su ciudad; que la familia le pagó -porque podía- un costosísimo viaje a Inglaterra, y los estudios en una de las cuatro asociaciones más prestigiosas e influyentes de toda Gran Bretaña. Esconden bajo el título de ‘asceta’ la repentina falta de interés en cohabitar con su esposa (después de haber mostrado una frenética actividad sexual durante años que le impidió asistir a la muerte de su propio padre), cuando en la realidad se enamoró de un hombre, y por ello abandonó extraoficialmente a su mujer, aunque luego volviera con ella. Se le presenta como una persona capaz de llegar a la más absoluta espiritualidad y autocontrol porque compartía cama, a propósito, con preadolescentes y no consumaba con ellas. Lo terrible es que las metía en su lecho, desnudas, se frotaba con ellas y las acariciaba en sus zonas erógenas. Y aunque efectivamente no llegaba a desvirgarlas, en casi cualquier otro personaje histórico esta forma de actuar se hubiera considerado pederastia, muy lejos de ese acercamiento al conocimiento divino con el que excusaba estas acciones.
Mahatma Gandhi nace en la costa de la India británica del S.XIX, en un Estado principesco, (o Estado nativo) tal y como estaba configurado el país en 1869. Su padre era jefe del gobierno regional de Porbandar (algo así como presidente de una Comunidad Autónoma). Su madre era la cuarta esposa de su padre.
En 1882, con 13 años, contrae nupcias con Kasturba. Estudiante mediocre, sus padres deciden enviarlo a Londres con 19 años –nacido ya su primer hijo- a estudiar cursos de abogacía en el colegio del Inner Temple. Descubre, encantado, los preceptos cristianos y a Tolstoi. Regresa tres años después a La India con sus estudios de derecho y la intención de establecerse como abogado, pero no tiene éxito como tal –pánico escénico delante de los tribunales- y se establece en Rajkot realizando tareas de pasante. Pierde su empleo cuando se enfrenta en altercado a un oficial inglés. Le queda un único recurso laboral: una compañía musulmana le ofrece un puesto en Durban (Sudáfrica). Gandhi acepta. Cuando termina allí su trabajo es cuando empieza su frenética actividad reivindicativa. Las colonias hindús son su objeto de reivindicación, pues son en ellas donde él había estado residiendo mientras trabajaba.
El problema radicaba en que, en su lucha, los defendidos eran los indios y no los negros africanos (al estilo Fray Bartolomé de las Casas, sólo que diferentes indios). “La decisión de abrir la escuela para todos los niños de color es injusto para la comunidad india (...) Debería ser reservada para niños indios solamente.” Gandhi dixit. También que “los negros están un grado por encima de los animales”, “los kaffirs –término despectivo para referirse a la raza negra, que significa ‘cafres’– son sucios y viven casi como animales. El ayuntamiento tiene que expulsarlos. La mezcla entre indios y kaffirs es muy injusta” y “los indios son un poco mejores que los salvajes nativos de África”. De la misma manera en que defendía la segregación entre indios y negros en las escuelas, también se mostró en contra de las relaciones entre personas de distinta raza.
Es lo que tienen los ídolos de masas. Nunca se ha de olvidar que por muy buen músico que sea un músico, o magnífico escritor, profundo filósofo o solemne orador, esto no les convierte en mejores seres humanos. Son los hechos quienes definen a las personas, y no lo que promulgan. Y a veces ni siquiera las palabras de estos héroes de leyenda suscriben la naturaleza de su propio mito.
Mahatma Gandhi no fue puesto en duda hasta hace unos años, cuando comenzaron tomar protagonismo cartas y declaraciones relativamente ocultas durante décadas. Y cuando los medios tiran de la manta, parece que comienzan a cojear esas biografías perfectas de bolsillo donde se leen lindezas como “absoluta modestia”, “genialidad tardía”, “líder espiritual” o “ejemplo de amor desinteresado”. Esas biografías que hablan de Gandhi como un hombre pobre y humilde, y obvian que era hijo del mandamás de su ciudad; que la familia le pagó -porque podía- un costosísimo viaje a Inglaterra, y los estudios en una de las cuatro asociaciones más prestigiosas e influyentes de toda Gran Bretaña. Esconden bajo el título de ‘asceta’ la repentina falta de interés en cohabitar con su esposa (después de haber mostrado una frenética actividad sexual durante años que le impidió asistir a la muerte de su propio padre), cuando en la realidad se enamoró de un hombre, y por ello abandonó extraoficialmente a su mujer, aunque luego volviera con ella. Se le presenta como una persona capaz de llegar a la más absoluta espiritualidad y autocontrol porque compartía cama, a propósito, con preadolescentes y no consumaba con ellas. Lo terrible es que las metía en su lecho, desnudas, se frotaba con ellas y las acariciaba en sus zonas erógenas. Y aunque efectivamente no llegaba a desvirgarlas, en casi cualquier otro personaje histórico esta forma de actuar se hubiera considerado pederastia, muy lejos de ese acercamiento al conocimiento divino con el que excusaba estas acciones.
Vida, hechos, dichos y escritos de Gandhi
Mahatma Gandhi nace en la costa de la India británica del S.XIX, en un Estado principesco, (o Estado nativo) tal y como estaba configurado el país en 1869. Su padre era jefe del gobierno regional de Porbandar (algo así como presidente de una Comunidad Autónoma). Su madre era la cuarta esposa de su padre.
En 1882, con 13 años, contrae nupcias con Kasturba. Estudiante mediocre, sus padres deciden enviarlo a Londres con 19 años –nacido ya su primer hijo- a estudiar cursos de abogacía en el colegio del Inner Temple. Descubre, encantado, los preceptos cristianos y a Tolstoi. Regresa tres años después a La India con sus estudios de derecho y la intención de establecerse como abogado, pero no tiene éxito como tal –pánico escénico delante de los tribunales- y se establece en Rajkot realizando tareas de pasante. Pierde su empleo cuando se enfrenta en altercado a un oficial inglés. Le queda un único recurso laboral: una compañía musulmana le ofrece un puesto en Durban (Sudáfrica). Gandhi acepta. Cuando termina allí su trabajo es cuando empieza su frenética actividad reivindicativa. Las colonias hindús son su objeto de reivindicación, pues son en ellas donde él había estado residiendo mientras trabajaba.
El problema radicaba en que, en su lucha, los defendidos eran los indios y no los negros africanos (al estilo Fray Bartolomé de las Casas, sólo que diferentes indios). “La decisión de abrir la escuela para todos los niños de color es injusto para la comunidad india (...) Debería ser reservada para niños indios solamente.” Gandhi dixit. También que “los negros están un grado por encima de los animales”, “los kaffirs –término despectivo para referirse a la raza negra, que significa ‘cafres’– son sucios y viven casi como animales. El ayuntamiento tiene que expulsarlos. La mezcla entre indios y kaffirs es muy injusta” y “los indios son un poco mejores que los salvajes nativos de África”. De la misma manera en que defendía la segregación entre indios y negros en las escuelas, también se mostró en contra de las relaciones entre personas de distinta raza.
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Bisexualidad
Viajó a Johannesburgo donde abrió un bufete. Allí conoció, en 1904, a Hermann Kallenbach, judío lituano, arquitecto y amante del culturismo. Congenian de tal manera y de tantas facetas que Gandhi acaba abandonando a su esposa cuatro años después. La romántica relación entre ambos dura diez años. En 1914, a causa de la I Guerra Mundial se ven obligados a huir de Sudáfrica. Gandhi vuelve a La India, pero a Kallenbach no le permiten la entrada. Entablarán entonces una relación epistolar, pero no volverán a verse hasta 1937. En sus cartas Mahatma compartirá intimidades con su amigo como “tomaste plenamente posesión de mi cuerpo” y despedían sus cartas con el apelativo “amor”.
Pese a ello, al volver a La India, retorna a su casa con su mujer –a la que no vuelve a tocar con fines sexuales– y sus hijos. Según el historiador alemán Erik H. Erikson, en su libro La verdad de Gandhi, la relación con su esposa rozó los malos tratos y con sus hijos resultó duro, violento y cruel.
Desarrolló un odio visceral por el desarrollo tecnológico y por la evolución científica, hasta el punto de negar el tratamiento con penicilina a su mujer, que acabó muriendo de pulmonía a causa de este obligado abandono médico. En evidente doble rasero, Gandhi usó para sí los tratamientos médicos necesarios para curarse de malaria. En esta tesitura tampoco permitió que sus hijos estudiaran en el extranjero, con los ‘demonios occidentales’, tal y como había hecho él había podido hacer en su juventud. Su hijo Harilal, de hecho, que querría haber seguido los pasos de su padre como abogado, tuvo que desechar tal idea pues su Gandhi le impidió cualquier acceso a un estudio superior. Harilal murió como sintecho a causa de su alcoholismo adquirido.
No limitó a la familia su rechazo a la tecnología. Reclamaba el cierre de las fábricas textiles, promulgaba la vuelta a la rueca. Se declaró en contra del uso del automóvil y se fijó como obsesión impedir el desarrollo industrial de La India. Teniendo en cuenta el subdesarrollo del país, y los altos niveles de pobreza, desnutrición y analfabetismo que sigue sufriendo a día de hoy, el afán de Gandhi tenía tintes nefastos para con su patria.
Aunque la leyenda creada alrededor de la figura de Gandhi asegura que éste desarrolló aversión al sexo -a causa de haber perdido la oportunidad de despedirse de su padre por haber estado ayuntando con su esposa-, las cartas enviadas a su amante sudafricano parecen contradecir esta versión. Se trató de un enamoramiento homosexual que le alejó de su matrimonio. Al mismo tiempo, en su pronunciamiento a favor de la abstinencia sexual y en contra del matrimonio entre niños, se disfraza de fuerza de voluntad su rutina de acostarse con niñas en el afán de no practicar el coito con ellas. Algunas de ellas eran incluso parientes suyas. El lector podría sorprenderse de por qué un hombre de 70 años tenía que hacer esfuerzos para no violar a su sobrina-nieta adolescente. El caso es que desde los 36 años hasta avanzados los 70 estuvo practicando dicha actividad. Al caer la noche se acostaba con las muchachas. Desnudo, se abrazaba a ellas, y algunas afirmaron que las acariciaba en sus zonas íntimas y se frotaba con ellas. Entre ellas, Sushila Nayar y Abha Gandhi, dos de sus sobrina-nietas. Cuesta creer que eso formara parte de las prácticas de un brahamachari (un célibe).
Curiosamente, y de nuevo, ocurre que uno de los más aclamados personajes históricos tiene unos antecedentes personales por los que, si hubiera sido juzgado conforme a las los más básicos derechos humanos, habría sido condenado a una larga temporada en prisión.
MITOS ¿A LA ALTURA DE SU LEYENDA?
Pese a ello, al volver a La India, retorna a su casa con su mujer –a la que no vuelve a tocar con fines sexuales– y sus hijos. Según el historiador alemán Erik H. Erikson, en su libro La verdad de Gandhi, la relación con su esposa rozó los malos tratos y con sus hijos resultó duro, violento y cruel.
Contra la tecnología
Desarrolló un odio visceral por el desarrollo tecnológico y por la evolución científica, hasta el punto de negar el tratamiento con penicilina a su mujer, que acabó muriendo de pulmonía a causa de este obligado abandono médico. En evidente doble rasero, Gandhi usó para sí los tratamientos médicos necesarios para curarse de malaria. En esta tesitura tampoco permitió que sus hijos estudiaran en el extranjero, con los ‘demonios occidentales’, tal y como había hecho él había podido hacer en su juventud. Su hijo Harilal, de hecho, que querría haber seguido los pasos de su padre como abogado, tuvo que desechar tal idea pues su Gandhi le impidió cualquier acceso a un estudio superior. Harilal murió como sintecho a causa de su alcoholismo adquirido.
No limitó a la familia su rechazo a la tecnología. Reclamaba el cierre de las fábricas textiles, promulgaba la vuelta a la rueca. Se declaró en contra del uso del automóvil y se fijó como obsesión impedir el desarrollo industrial de La India. Teniendo en cuenta el subdesarrollo del país, y los altos niveles de pobreza, desnutrición y analfabetismo que sigue sufriendo a día de hoy, el afán de Gandhi tenía tintes nefastos para con su patria.
Pederastia
Aunque la leyenda creada alrededor de la figura de Gandhi asegura que éste desarrolló aversión al sexo -a causa de haber perdido la oportunidad de despedirse de su padre por haber estado ayuntando con su esposa-, las cartas enviadas a su amante sudafricano parecen contradecir esta versión. Se trató de un enamoramiento homosexual que le alejó de su matrimonio. Al mismo tiempo, en su pronunciamiento a favor de la abstinencia sexual y en contra del matrimonio entre niños, se disfraza de fuerza de voluntad su rutina de acostarse con niñas en el afán de no practicar el coito con ellas. Algunas de ellas eran incluso parientes suyas. El lector podría sorprenderse de por qué un hombre de 70 años tenía que hacer esfuerzos para no violar a su sobrina-nieta adolescente. El caso es que desde los 36 años hasta avanzados los 70 estuvo practicando dicha actividad. Al caer la noche se acostaba con las muchachas. Desnudo, se abrazaba a ellas, y algunas afirmaron que las acariciaba en sus zonas íntimas y se frotaba con ellas. Entre ellas, Sushila Nayar y Abha Gandhi, dos de sus sobrina-nietas. Cuesta creer que eso formara parte de las prácticas de un brahamachari (un célibe).
Curiosamente, y de nuevo, ocurre que uno de los más aclamados personajes históricos tiene unos antecedentes personales por los que, si hubiera sido juzgado conforme a las los más básicos derechos humanos, habría sido condenado a una larga temporada en prisión.
MITOS ¿A LA ALTURA DE SU LEYENDA?
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