Oriana Fallaci tenia toda la razón.
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Oriana Fallaci tenia toda la razón.
“Francia está en guerra”
En realidad, TODO EL MUNDO CIVILIZADO LO ESTÁ.
Los trágicos y totalmente previsibles acontecimientos que hoy nos embargan, me devuelven incesantemente a la memoria la vida y obra de una gran y valiente mujer italiana, gran periodista y escritora. Me refiero a Oriana Fallacci.
Basta recordar una de sus últimas publicaciones: “La Rabia y el Orgullo”. Muchos imbéciles europeos la trataron de xenófoba o directamente racista por ser una de las primeras voces que espoleaban la conciencia de este hatajo de farsantes, de cobardes e ineptos “dirigentes” de la UE, muchos de los cuales aún permanecen en sus poltronas doradas y corrompidas.
Ella calificó a este horda de cretinos políticamente correctos,… bautizó a Europa con el nombre de Eurabia y por ello la condenaron al ostracismo, los canallas Ayatollah la sentenciaron con sus fatuah´s por intentar provocar una reacción en cadena,…. casi nadie se atrevió a defenderla públicamente.
Pero lo que estamos viviendo ahora ya estaba escrito, lleva 30 años escrito y sigue sin haber reacción mas allá de unas palabras de condena pronunciadas por fantoches que sobreactúan para aparentar contundencia en la respuesta, entre ellos el mayor cobarde y traidor que preside – es un decir – España.
Pero no habrá respuesta mientras los pueblos europeos adocenados, infantilizados, acojonados y estupidizados, no sean conscientes de que ESTO ES UNA GUERRA ESPECIAL. Y que la primera y FUNDAMENTAL MEDIDA A ADOPTAR ES EXPULSAR DE TODA EUROPA a toda esta ralea de musulmanes “moderados” o fanatizados, que viene a ser exactamente lo mismo, porque no hay ni habrá jamás tal “moderación”, sólo parodia y engaño.
Que se coman su petróleo y sus petrodólares. Esa es – o habría de ser – la primera respuesta, después vendrían todas las demás.
Una religión criminal sólo genera fanáticos y asesinos, ese es el germen con que nace todo musulmán y con él se multiplican por doquier como los granos de arena en el desierto;… como ya vaticinó – en una entrevista de Oriana para El Corriere de la Sera – aquel canalla profeta, un tal Huari Bumedian: “La conquista musulmana de Europa no necesitará de aviones “bombarderos”, bastará con el vientre de nuestras mujeres y si es necesario el de las vuestras”.
Y ahora nos esperan “compungidas declaraciones de condena”, completamente estériles, completamente idiotas,… y con ello “lavarán” su mala conciencia, seguirán disfrutando de sus cómodas vidas rodeados de lujos y guardaespaldas,… hasta el próximo martirio o masacre en cualquier lugar de Europa. Y es que los muertos siempre los pone el pueblo llano, un pueblo al que engañan, al que crujen a impuestos, un pueblo que está medio “zombi” y al que es fácil conducir cual rebaño que llevan al matadero.
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Fallaci predijo la Cruzada al Revés: "Destruirán nuestra identidad"
Oriana Fallaci (1929-2006) vomitó una columna periodística dieciocho días después del 11 de septiembre de 2001 mientras "el hedor de la muerte entraba por las ventanas". La periodista había elegido Nueva York para el exilio moral. Era incapaz de vivir con el asco y la impotencia que le producía una Italia, una Europa, ya entonces rendida a la cobardía del buenismo, de lo políticamente correcto. Fallaci por "la coherencia y la disciplina que requiere el exilio" se autoimpuso una mordaza de diez años. Por tanto cuando escribió su largo "sermón" para el Corriere della Sera en 2001 ya sólo el hecho, fue noticia.
Hay momentos de la vida en que callar se convierte en una culpa. Hablar, una obligación, un deber civil, un desafío moral, un imperativo categórico del cual no te puedes evadir.
Recogemos su dolor, perdido como lágrimas en la lluvia, del libro La rabia y el orgullo (La Esfera, 2002). No recomendado para todos los públicos.
La célebre Fallaci gritó hace casi quince años que "sobre el fundamentalismo islámico hoy lo sabemos todo". Sin importarle las consecuencias, como siempre. En el combate cuerpo a cuerpo es ambidiestra, por la izquierda y por Alá.
"Querido sostenedor de Las-Dos-Culturas, las mezquitas que en toda Europa florecen a la sombra de nuestro (vuestro) olvidado laicismo y de nuestro (vuestro) pacifismo hipócrita y desbocado están llenas de terroristas y futuros terroristas. Protegidos por el cinismo, el oportunismo, el cálculo, la estupidez de quienes nos los presentan como si fueran tibias de santo.
No entendéis, no queréis entender, que para los musulmanes Occidente es un mundo que hay que conquistar, castigar, someter al Islam.
Estoy hablando a las personas que no siendo estúpidas ni malas, se hallan en la prudencia o en la duda. Y a ellas les digo: ¡Despierta, gente, despierta! Intimidados como estáis por el miedo de ir a contracorriente o parecer racistas no entendéis, o no queréis entender, que aquí está ocurriendo una Cruzada al Revés. En su esencia, la nuestra es una guerra de religión y quien lo niegue, miente (…) una guerra que ellos llaman Yihad, Guerra Santa (…) No entendéis, no queréis entender, que para los musulmanes Occidente es un mundo que hay que conquistar, castigar, someter al Islam.
Fallaci sostiene que el enfrentamiento no es militar.
Acostumbrados como estáis al doble juego, cegados como estáis por la miopía, no entendéis o no queréis entender que nos han declarado una guerra de religión. Promovida y fomentada por una facción de aquella religión, puede ser, (¿puede ser?), pero de religión. (…) Que puede ser que no aspire a conquistar nuestro territorio, pero mira a la conquista de nuestras almas. A la desaparición de nuestra libertad, de nuestra sociedad, de nuestra civilización. Es decir, al aniquilamiento de nuestra manera de vivir o de morir, de nuestra manera de rezar o no rezar, de pensar o no pensar. De nuestra manera de comer y beber, de vestirnos, divertirnos, informarnos… No entendéis o no queréis entender que si no nos ponemos, si no nos defendemos, si no combatimos, la Yihad vencerá. Vencerá y destruirá el mundo que bien o mal hemos logrado construir, cambiar, mejorar, hacer un poco más inteligente. (…)
Destruirá en suma nuestra identidad, nuestra cultura, nuestro arte, nuestra ciencia, nuestra moral, nuestros valores, nuestros principios, nuestros placeres… Sí señores: nuestros placeres también. ¿No comprendéis que los Osama bin Laden se creen verdaderamente autorizados a mataros a vosotros y a vuestros hijos porque bebéis vino o cerveza, porque no lleváis la barba larga o el chador o el burkah, porque vais al teatro y al cine, porque escucháis a Mozart y canturreáis una cancioncilla, porque bailáis en las discotecas o en vuestras casas, porque miráis la televisión, porque lleváis minifalda o pantalones cortos, porque en el mar o en la piscina estáis desnudos o casi desnudos, porque jodéis cuando y donde y con quien os da la gana?
¿Tras los atentados de París, hay miedo o hipocresía a llamar a las cosas por su nombre? ¿Por qué a gran parte de Occidente el judío recreado por Shakespeare en Shylock no le inspira ninguna empatía y el cristianismo le produce picores alérgicos? ¿Por qué incluso esa gran parte de ciudadanos son capaces de pedir perdón por su ateísmo ante el Islam?
Se preguntaba la escritora,
¿A dónde ha ido vuestro laicismo? ¿A dónde ha ido el Sol del Porvenir, la libertad, la justicia, la repulsa, la injerencia, ejercitada por las autoridades eclesiásticas en la vida del ciudadano? La tolerancia religiosa, primer punto de todos los principios civiles, no anula el laicismo. Al contrario, es el laicismo que la garantiza. (…) ¿Nos importa ni siquiera eso, tontos? Yo soy atea, gracias a Dios. Racionalmente, por lo tanto irremediablemente atea. Y no tengo alguna intención de ver mi racionalismo, mi ateísmo, ofendido y perseguido y castigado por los nuevos Inquisidores a la Tierra. (...) Razonar con ellos, impensable. Tratarlos con indulgencia, tolerancia o esperanza, un suicidio.
Más preguntas de Fallaci:
¿Qué lógica tiene respetar a quien no nos respeta, qué dignidad tiene defender la cultura o presunta cultura de aquellos que desprecian la nuestra?
Y concluye:
Lo importante es que ciertas infamias no me las impongan a mí. Declaro que este asunto me concierne por completo. Nos concierne a todos.
Otro de los puntos que ya abordaba la periodista es que "entre los kamikazes de Nueva York y de Washington no había un solo afgano".
Se constata que los terroristas más peligrosos suelen estar en posesión de pasaportes reglamentarios y renovados por las autoridades europeas, de carnets de identidad y permisos de residencia expedidos con gran generosidad. (…) Seducida por nuestro bienestar, nuestras comodidades, nuestras oportunidades, alentada por la flaqueza y la incapacidad de nuestro gobernantes, sostenida por los cálculos de la iglesia católica y por el oportunismo de la soi-disant (supuesta) izquierda, protegida por nuestras leyes complacientes, nuestro liberalismo, nuestro pietismo, nuestro (vuestro) miedo, avanza inexorablemente. Se infiltran dentro de los ganglios de nuestra propia civilización.
Fallaci trabajó como corresponsal de guerra en muchos países musulmanes y sabe de lo que habla. Advierte de que "todos los árabes deben tomar partido" y que si se mantienen neutrales, renegarían del Islam, "son infieles". Los musulmanes de los que habla Ayaan Hirsi Ali en su libro Reformemos el islam lo tienen complicado para atreverse a reconocer otra legitimidad que no sea la del Islam.
Los ejemplos que recogió la italiana sirven de espejo:
A pesar de las escandalosas riquezas de sus amos, Arabia Saudí vive aun en una miseria medieval, vegeta aun en el oscurantismo y el puritanismo de una religión que produce solamente religión. Se ahoga en un analfabetismo del 60% y 80%. Una mujer musulmana no puede ir sola al médico, a la escuela, a la peluquería. Todos están bajo el yugo de una religión que regula cada momento y cada aspecto de sus vidas.
Aquellos días, el Imán de Bolonia sacó la siguiente conclusión tras el 11-S: "Fue la derecha americana la que abatió las dos Torres Gemelas y ahora utiliza a Bin Laden como tapadera. Si no fue la derecha americana, fue Israel".
"El primero de los derechos humanos es la Libertad de no Tener Miedo: no tengáis miedo", dijo hace casi quince años el alcalde que todo cómic querría, Rudolph Giuliani. Leemos en La Rabia y el orgullo,
La espina dorsal de América, la linfa vital de esta nación. Porque convierte a los súbditos en ciudadanos. Porque transforma a la plebe en Pueblo. Porque la invita, mejor, le ordena rebelarse contra la tiranía y gobernarse. Expresar su propia individualidad, buscar su propia felicidad.
El letargo de la osa Europa. Cambiemos la mitología.
Con los hijos de Alá el conflicto será duro. A menos que Europa apague su miedo y razone un poco y eche una mano. El Papa incluido. Lo peor para todos está todavía por llegar. He aquí la verdad. Y la verdad no se coloca necesariamente en el medio. A veces está solo en un lado.
Final.
Un sermón se juzga por los resultados, no por los aplausos o los silbidos que recibe. Y antes de ver los resultados del mío tendrá que pasar mucho tiempo.
Fallaci perdió su último intento "destinado a taladrar las orejas de los sordos, los ojos de los ciegos, inducir a los descerebraos a usar el cerebro".
Nuria Richart
Hay momentos de la vida en que callar se convierte en una culpa. Hablar, una obligación, un deber civil, un desafío moral, un imperativo categórico del cual no te puedes evadir.
Recogemos su dolor, perdido como lágrimas en la lluvia, del libro La rabia y el orgullo (La Esfera, 2002). No recomendado para todos los públicos.
La célebre Fallaci gritó hace casi quince años que "sobre el fundamentalismo islámico hoy lo sabemos todo". Sin importarle las consecuencias, como siempre. En el combate cuerpo a cuerpo es ambidiestra, por la izquierda y por Alá.
"Querido sostenedor de Las-Dos-Culturas, las mezquitas que en toda Europa florecen a la sombra de nuestro (vuestro) olvidado laicismo y de nuestro (vuestro) pacifismo hipócrita y desbocado están llenas de terroristas y futuros terroristas. Protegidos por el cinismo, el oportunismo, el cálculo, la estupidez de quienes nos los presentan como si fueran tibias de santo.
No entendéis, no queréis entender, que para los musulmanes Occidente es un mundo que hay que conquistar, castigar, someter al Islam.
Estoy hablando a las personas que no siendo estúpidas ni malas, se hallan en la prudencia o en la duda. Y a ellas les digo: ¡Despierta, gente, despierta! Intimidados como estáis por el miedo de ir a contracorriente o parecer racistas no entendéis, o no queréis entender, que aquí está ocurriendo una Cruzada al Revés. En su esencia, la nuestra es una guerra de religión y quien lo niegue, miente (…) una guerra que ellos llaman Yihad, Guerra Santa (…) No entendéis, no queréis entender, que para los musulmanes Occidente es un mundo que hay que conquistar, castigar, someter al Islam.
Fallaci sostiene que el enfrentamiento no es militar.
Acostumbrados como estáis al doble juego, cegados como estáis por la miopía, no entendéis o no queréis entender que nos han declarado una guerra de religión. Promovida y fomentada por una facción de aquella religión, puede ser, (¿puede ser?), pero de religión. (…) Que puede ser que no aspire a conquistar nuestro territorio, pero mira a la conquista de nuestras almas. A la desaparición de nuestra libertad, de nuestra sociedad, de nuestra civilización. Es decir, al aniquilamiento de nuestra manera de vivir o de morir, de nuestra manera de rezar o no rezar, de pensar o no pensar. De nuestra manera de comer y beber, de vestirnos, divertirnos, informarnos… No entendéis o no queréis entender que si no nos ponemos, si no nos defendemos, si no combatimos, la Yihad vencerá. Vencerá y destruirá el mundo que bien o mal hemos logrado construir, cambiar, mejorar, hacer un poco más inteligente. (…)
Destruirá en suma nuestra identidad, nuestra cultura, nuestro arte, nuestra ciencia, nuestra moral, nuestros valores, nuestros principios, nuestros placeres… Sí señores: nuestros placeres también. ¿No comprendéis que los Osama bin Laden se creen verdaderamente autorizados a mataros a vosotros y a vuestros hijos porque bebéis vino o cerveza, porque no lleváis la barba larga o el chador o el burkah, porque vais al teatro y al cine, porque escucháis a Mozart y canturreáis una cancioncilla, porque bailáis en las discotecas o en vuestras casas, porque miráis la televisión, porque lleváis minifalda o pantalones cortos, porque en el mar o en la piscina estáis desnudos o casi desnudos, porque jodéis cuando y donde y con quien os da la gana?
¿Tras los atentados de París, hay miedo o hipocresía a llamar a las cosas por su nombre? ¿Por qué a gran parte de Occidente el judío recreado por Shakespeare en Shylock no le inspira ninguna empatía y el cristianismo le produce picores alérgicos? ¿Por qué incluso esa gran parte de ciudadanos son capaces de pedir perdón por su ateísmo ante el Islam?
Se preguntaba la escritora,
¿A dónde ha ido vuestro laicismo? ¿A dónde ha ido el Sol del Porvenir, la libertad, la justicia, la repulsa, la injerencia, ejercitada por las autoridades eclesiásticas en la vida del ciudadano? La tolerancia religiosa, primer punto de todos los principios civiles, no anula el laicismo. Al contrario, es el laicismo que la garantiza. (…) ¿Nos importa ni siquiera eso, tontos? Yo soy atea, gracias a Dios. Racionalmente, por lo tanto irremediablemente atea. Y no tengo alguna intención de ver mi racionalismo, mi ateísmo, ofendido y perseguido y castigado por los nuevos Inquisidores a la Tierra. (...) Razonar con ellos, impensable. Tratarlos con indulgencia, tolerancia o esperanza, un suicidio.
Más preguntas de Fallaci:
¿Qué lógica tiene respetar a quien no nos respeta, qué dignidad tiene defender la cultura o presunta cultura de aquellos que desprecian la nuestra?
Y concluye:
Lo importante es que ciertas infamias no me las impongan a mí. Declaro que este asunto me concierne por completo. Nos concierne a todos.
Otro de los puntos que ya abordaba la periodista es que "entre los kamikazes de Nueva York y de Washington no había un solo afgano".
Se constata que los terroristas más peligrosos suelen estar en posesión de pasaportes reglamentarios y renovados por las autoridades europeas, de carnets de identidad y permisos de residencia expedidos con gran generosidad. (…) Seducida por nuestro bienestar, nuestras comodidades, nuestras oportunidades, alentada por la flaqueza y la incapacidad de nuestro gobernantes, sostenida por los cálculos de la iglesia católica y por el oportunismo de la soi-disant (supuesta) izquierda, protegida por nuestras leyes complacientes, nuestro liberalismo, nuestro pietismo, nuestro (vuestro) miedo, avanza inexorablemente. Se infiltran dentro de los ganglios de nuestra propia civilización.
Fallaci trabajó como corresponsal de guerra en muchos países musulmanes y sabe de lo que habla. Advierte de que "todos los árabes deben tomar partido" y que si se mantienen neutrales, renegarían del Islam, "son infieles". Los musulmanes de los que habla Ayaan Hirsi Ali en su libro Reformemos el islam lo tienen complicado para atreverse a reconocer otra legitimidad que no sea la del Islam.
Los ejemplos que recogió la italiana sirven de espejo:
A pesar de las escandalosas riquezas de sus amos, Arabia Saudí vive aun en una miseria medieval, vegeta aun en el oscurantismo y el puritanismo de una religión que produce solamente religión. Se ahoga en un analfabetismo del 60% y 80%. Una mujer musulmana no puede ir sola al médico, a la escuela, a la peluquería. Todos están bajo el yugo de una religión que regula cada momento y cada aspecto de sus vidas.
Datos de aquel 11 de septiembre
Las últimas voluntades del terrorista islámico Muhammed Atta antes de matar a miles de personas en las Torres Gemelas fue: "En mis funerales no quiero seres impuros. Es decir, animales y mujeres". Otro que dice: "Ni siquiera cerca de mi tumba quiero seres impuros. Sobre todo los más impuros de todos: las mujeres embarazadas".Aquellos días, el Imán de Bolonia sacó la siguiente conclusión tras el 11-S: "Fue la derecha americana la que abatió las dos Torres Gemelas y ahora utiliza a Bin Laden como tapadera. Si no fue la derecha americana, fue Israel".
Es lo que hay...
Cuanto más democrática y abierta es una sociedad, tanto más expuesta está al terrorismo. (…). Caen en la trampa de su invulnerabilidad. Y pocos comprenden que su vulnerabilidad nace precisamente de su fuerza, su riqueza, su potencia, su capitalismo, su modernidad. Nace también de su liberalidad, de su esencia multi étnica, de su respeto por los ciudadanos y sus huéspedes. Nadie les prohíbe que se inscriban en una universidad para estudiar química y biología."El primero de los derechos humanos es la Libertad de no Tener Miedo: no tengáis miedo", dijo hace casi quince años el alcalde que todo cómic querría, Rudolph Giuliani. Leemos en La Rabia y el orgullo,
La espina dorsal de América, la linfa vital de esta nación. Porque convierte a los súbditos en ciudadanos. Porque transforma a la plebe en Pueblo. Porque la invita, mejor, le ordena rebelarse contra la tiranía y gobernarse. Expresar su propia individualidad, buscar su propia felicidad.
El letargo de la osa Europa. Cambiemos la mitología.
Con los hijos de Alá el conflicto será duro. A menos que Europa apague su miedo y razone un poco y eche una mano. El Papa incluido. Lo peor para todos está todavía por llegar. He aquí la verdad. Y la verdad no se coloca necesariamente en el medio. A veces está solo en un lado.
Final.
Un sermón se juzga por los resultados, no por los aplausos o los silbidos que recibe. Y antes de ver los resultados del mío tendrá que pasar mucho tiempo.
Fallaci perdió su último intento "destinado a taladrar las orejas de los sordos, los ojos de los ciegos, inducir a los descerebraos a usar el cerebro".
Nuria Richart
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CARTA A COBARDES Y TRAIDORES
El texto no es una carta real, pero lo he reproducido como si lo fuera. Es un trozo escogido del libro "Rabia y orgullo" de la desaparecida periodista y escritora Oriana Fallaci, que dedicó gran parte de su esfuerzo creativo a denunciar una amenaza musulmana en Europa que ella supo ver antes que nadie y con un realismo sobrecogedor.
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Estoy hablando a las personas que no siendo estúpidas ni malas, se hallan en la prudencia o en la duda. Y a ellas les digo: ¡Despierta, gente, despierta! Intimidados como estáis por el miedo de ir a contracorriente o parecer racistas no entendéis, o no queréis entender, que aquí está ocurriendo una Cruzada al Revés. En su esencia, ésta es una guerra de religión y quien lo niegue, miente, una guerra que ellos llaman Yihad, Guerra Santa. No entendéis, no queréis entender, que para los musulmanes Occidente es un mundo que hay que conquistar, castigar, someter al Islam.
Acostumbrados como estáis al doble juego, cegados como estáis por la miopía, no entendéis o no queréis entender que nos han declarado una guerra de religión. Promovida y fomentada por una facción de aquella religión, puede ser, (¿puede ser?), pero de religión. Que puede ser que no aspire a conquistar nuestro territorio, pero mira a la conquista de nuestras almas. A la desaparición de nuestra libertad, de nuestra sociedad, de nuestra civilización. Es decir, al aniquilamiento de nuestra manera de vivir o de morir, de nuestra manera de rezar o no rezar, de pensar o no pensar. De nuestra manera de comer y beber, de vestirnos, divertirnos, informarnos… No entendéis o no queréis entender que si no nos ponemos, si no nos defendemos, si no combatimos, la Yihad vencerá. Vencerá y destruirá el mundo que bien o mal hemos logrado construir, cambiar, mejorar, hacer un poco más inteligente.
Destruirá en suma nuestra identidad, nuestra cultura, nuestro arte, nuestra ciencia, nuestra moral, nuestros valores, nuestros principios, nuestros placeres… Sí señores: nuestros placeres también. ¿No comprendéis que los Osama bin Laden se creen verdaderamente autorizados a mataros a vosotros y a vuestros hijos porque bebéis vino o cerveza, porque no lleváis la barba larga o el chador o el burkah, porque vais al teatro y al cine, porque escucháis a Mozart y canturreáis una cancioncilla, porque bailáis en las discotecas o en vuestras casas, porque miráis la televisión, porque lleváis minifalda o pantalones cortos, porque en el mar o en la piscina estáis desnudos o casi desnudos, porque jodéis cuando y donde y con quien os da la gana?
¿Por qué a gran parte de Occidente el judaismo no le inspira ninguna empatía y el cristianismo le produce picores alérgicos? ¿Por qué incluso esa gran parte de ciudadanos son capaces de pedir perdón por su ateísmo ante el Islam? Yo soy atea, gracias a Dios. Racionalmente, por lo tanto irremediablemente atea. Y no tengo alguna intención de ver mi racionalismo, mi ateísmo, ofendido y perseguido y castigado por los nuevos Inquisidores a la Tierra. Razonar con ellos, impensable. Tratarlos con indulgencia, tolerancia o esperanza, un suicidio.
¿Qué lógica tiene respetar a quien no nos respeta, qué dignidad tiene defender la cultura o presunta cultura de aquellos que desprecian la nuestra?
Se constata que los terroristas más peligrosos suelen estar en posesión de pasaportes reglamentarios y renovados por las autoridades europeas, de carnets de identidad y permisos de residencia expedidos con gran generosidad. Seducida por nuestro bienestar, nuestras comodidades, nuestras oportunidades, alentada por la flaqueza y la incapacidad de nuestro gobernantes, sostenida por los cálculos de la iglesia católica y por el oportunismo de la soi-disant (supuesta) izquierda, protegida por nuestras leyes complacientes, nuestro liberalismo, nuestro pietismo, nuestro (vuestro) miedo, avanza inexorablemente. Se infiltran dentro de los ganglios de nuestra propia civilización.
Con los hijos de Alá el conflicto será duro. A menos que Europa apague su miedo y razone un poco y eche una mano. El Papa incluido. Lo peor para todos está todavía por llegar. He aquí la verdad. Y la verdad no se coloca necesariamente en el medio. A veces está solo en un lado.
Cf. ORIANA FALLACI, Rabia y orgullo. Editorial La esfera de los Libros. Madrid 2002.
Querido sostenedor de Las-Dos-Culturas:
Las mezquitas que en toda Europa florecen a la sombra de nuestro (vuestro) olvidado laicismo y de nuestro (vuestro) pacifismo hipócrita y desbocado están llenas de terroristas y futuros terroristas. Protegidos por el cinismo, el oportunismo, el cálculo, la estupidez de quienes nos los presentan como si fueran tibias de santo.
Estoy hablando a las personas que no siendo estúpidas ni malas, se hallan en la prudencia o en la duda. Y a ellas les digo: ¡Despierta, gente, despierta! Intimidados como estáis por el miedo de ir a contracorriente o parecer racistas no entendéis, o no queréis entender, que aquí está ocurriendo una Cruzada al Revés. En su esencia, ésta es una guerra de religión y quien lo niegue, miente, una guerra que ellos llaman Yihad, Guerra Santa. No entendéis, no queréis entender, que para los musulmanes Occidente es un mundo que hay que conquistar, castigar, someter al Islam.
Acostumbrados como estáis al doble juego, cegados como estáis por la miopía, no entendéis o no queréis entender que nos han declarado una guerra de religión. Promovida y fomentada por una facción de aquella religión, puede ser, (¿puede ser?), pero de religión. Que puede ser que no aspire a conquistar nuestro territorio, pero mira a la conquista de nuestras almas. A la desaparición de nuestra libertad, de nuestra sociedad, de nuestra civilización. Es decir, al aniquilamiento de nuestra manera de vivir o de morir, de nuestra manera de rezar o no rezar, de pensar o no pensar. De nuestra manera de comer y beber, de vestirnos, divertirnos, informarnos… No entendéis o no queréis entender que si no nos ponemos, si no nos defendemos, si no combatimos, la Yihad vencerá. Vencerá y destruirá el mundo que bien o mal hemos logrado construir, cambiar, mejorar, hacer un poco más inteligente.
Destruirá en suma nuestra identidad, nuestra cultura, nuestro arte, nuestra ciencia, nuestra moral, nuestros valores, nuestros principios, nuestros placeres… Sí señores: nuestros placeres también. ¿No comprendéis que los Osama bin Laden se creen verdaderamente autorizados a mataros a vosotros y a vuestros hijos porque bebéis vino o cerveza, porque no lleváis la barba larga o el chador o el burkah, porque vais al teatro y al cine, porque escucháis a Mozart y canturreáis una cancioncilla, porque bailáis en las discotecas o en vuestras casas, porque miráis la televisión, porque lleváis minifalda o pantalones cortos, porque en el mar o en la piscina estáis desnudos o casi desnudos, porque jodéis cuando y donde y con quien os da la gana?
¿Por qué a gran parte de Occidente el judaismo no le inspira ninguna empatía y el cristianismo le produce picores alérgicos? ¿Por qué incluso esa gran parte de ciudadanos son capaces de pedir perdón por su ateísmo ante el Islam? Yo soy atea, gracias a Dios. Racionalmente, por lo tanto irremediablemente atea. Y no tengo alguna intención de ver mi racionalismo, mi ateísmo, ofendido y perseguido y castigado por los nuevos Inquisidores a la Tierra. Razonar con ellos, impensable. Tratarlos con indulgencia, tolerancia o esperanza, un suicidio.
¿Qué lógica tiene respetar a quien no nos respeta, qué dignidad tiene defender la cultura o presunta cultura de aquellos que desprecian la nuestra?
Se constata que los terroristas más peligrosos suelen estar en posesión de pasaportes reglamentarios y renovados por las autoridades europeas, de carnets de identidad y permisos de residencia expedidos con gran generosidad. Seducida por nuestro bienestar, nuestras comodidades, nuestras oportunidades, alentada por la flaqueza y la incapacidad de nuestro gobernantes, sostenida por los cálculos de la iglesia católica y por el oportunismo de la soi-disant (supuesta) izquierda, protegida por nuestras leyes complacientes, nuestro liberalismo, nuestro pietismo, nuestro (vuestro) miedo, avanza inexorablemente. Se infiltran dentro de los ganglios de nuestra propia civilización.
Con los hijos de Alá el conflicto será duro. A menos que Europa apague su miedo y razone un poco y eche una mano. El Papa incluido. Lo peor para todos está todavía por llegar. He aquí la verdad. Y la verdad no se coloca necesariamente en el medio. A veces está solo en un lado.
Cf. ORIANA FALLACI, Rabia y orgullo. Editorial La esfera de los Libros. Madrid 2002.
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