La quema de conventos 'cumple' 80 años
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La quema de conventos 'cumple' 80 años
Tres fotografías inéditas de Jesús Gil del Río recuerdan la barbarie que sufrió Logroño meses antes de la Guerra Civil
Cuatro meses antes de que estallara la Guerra Civil, sufrió Logroño una de las más graves revueltas acaecidas durante la II República. El 14 de marzo de 1936, hace ahora de ello ochenta años, saltó la chispa que acabó prendiendo fuego a numerosos edificios religiosos de la ciudad y dejó tres muertos y varios heridos.
Jesús Gil del Río era en aquel año maldito un joven abogado logroñés apasionado por la fotografía. Sabedor de lo ocurrido, cogió su máquina e inmortalizó el todavía humeante convento de Madre de Dios, el convento de las Agustinas de la carretera de Burgos (Marqués de Murrieta) y la sede del Diario de La Rioja, rotativo católico enclavado en la calle Zurbano (Calvo Sotelo). «Mi padre me contaba que pasó bastante miedo, ya que las autoridades no querían fotos», narra su hijo Jesús Gil-Gibernau, también abogado. Las instantáneas quedaron, pues, en el anonimato hasta que el alzamiento del 18 de julio lo trastocó todo.
Afiliado a Izquierda Republicana, Jesús Gil del Río fue encarcelado en la Escuela Industrial (Esdir), salvó la vida gracias a la mediación de una tía suya, amiga del general Mola, aunque tuvo que exiliarse en Sevilla durante más de seis años. Las fotografías ven ahora la luz como recuerdo de aquel aciago 14 de marzo.
Pero... ¿qué ocurrió? Son muchas las versiones, algunas oficiales, otras oficiosas y las más, construidas durante y tras la Guerra Civil. Historiadores de prestigio como Cristina Rivero, Roberto Fandiño o Carlos Gil Andrés han dado luz al día de autos. Un nutrido grupo de Falange se apiñaba en la plaza de San Agustín en apoyo de varios compañeros que declaraban en los juzgados, sitos en el palacio de Espartero. Coincidiendo con la salida del turno de Tabacalera, los obreros fueron recibidos con saludos y cánticos falangistas, lo que desencadenó el enfrentamiento.
La tensión fue creciendo hasta el punto de desembocar en una marcha, cada vez más numerosa y encendida, cuya intención no era otra que atacar las sedes de Falange, Acción Riojana, CEDA y otros grupos tradicionalistas.
La Guardia de Asalto consiguió frenar a la multitud en el Espolón, pero sus disparos hirieron a un civil, que falleció días más tarde. La furia se trasladó entonces al Gobierno Civil, frente al cuartel de Artillería (actual Ayuntamiento), donde unos oficiales desempuñaron sus pistolas y tuvieron que refugiarse en el Ayuntamiento. Más tarde, cuando estos oficiales, acompañados de varias autoridades militares, del alcalde Basilio Gurrea y protegidos por elementos del Frente Popular, trataron de acceder al acuartelamiento, la guardia militar disparó al tumulto: resultó muerto el oficial de las oficinas centrales del Consistorio, Vidal Castellet, que acompañaba al alcalde, y varios heridos, según informaba el periódico liberal LA RIOJA. La calma -tensa calma- sólo llegaría a la noche, aunque en otras localidades riojanas también se producirían actos vandálicos.
Los edificios destruidos por los insurrectos fueron los colegios de Escuelas Pías, Enseñanza y Adoratrices, los conventos de Madre de Dios, Agustinas y Carmelitas, la parroquia de Santiago El Real y el Diario de la Rioja.
MARCELINO IZQUIERDO VOZMEDIANO
Cuatro meses antes de que estallara la Guerra Civil, sufrió Logroño una de las más graves revueltas acaecidas durante la II República. El 14 de marzo de 1936, hace ahora de ello ochenta años, saltó la chispa que acabó prendiendo fuego a numerosos edificios religiosos de la ciudad y dejó tres muertos y varios heridos.
Jesús Gil del Río era en aquel año maldito un joven abogado logroñés apasionado por la fotografía. Sabedor de lo ocurrido, cogió su máquina e inmortalizó el todavía humeante convento de Madre de Dios, el convento de las Agustinas de la carretera de Burgos (Marqués de Murrieta) y la sede del Diario de La Rioja, rotativo católico enclavado en la calle Zurbano (Calvo Sotelo). «Mi padre me contaba que pasó bastante miedo, ya que las autoridades no querían fotos», narra su hijo Jesús Gil-Gibernau, también abogado. Las instantáneas quedaron, pues, en el anonimato hasta que el alzamiento del 18 de julio lo trastocó todo.
Afiliado a Izquierda Republicana, Jesús Gil del Río fue encarcelado en la Escuela Industrial (Esdir), salvó la vida gracias a la mediación de una tía suya, amiga del general Mola, aunque tuvo que exiliarse en Sevilla durante más de seis años. Las fotografías ven ahora la luz como recuerdo de aquel aciago 14 de marzo.
Pero... ¿qué ocurrió? Son muchas las versiones, algunas oficiales, otras oficiosas y las más, construidas durante y tras la Guerra Civil. Historiadores de prestigio como Cristina Rivero, Roberto Fandiño o Carlos Gil Andrés han dado luz al día de autos. Un nutrido grupo de Falange se apiñaba en la plaza de San Agustín en apoyo de varios compañeros que declaraban en los juzgados, sitos en el palacio de Espartero. Coincidiendo con la salida del turno de Tabacalera, los obreros fueron recibidos con saludos y cánticos falangistas, lo que desencadenó el enfrentamiento.
La tensión fue creciendo hasta el punto de desembocar en una marcha, cada vez más numerosa y encendida, cuya intención no era otra que atacar las sedes de Falange, Acción Riojana, CEDA y otros grupos tradicionalistas.
La Guardia de Asalto consiguió frenar a la multitud en el Espolón, pero sus disparos hirieron a un civil, que falleció días más tarde. La furia se trasladó entonces al Gobierno Civil, frente al cuartel de Artillería (actual Ayuntamiento), donde unos oficiales desempuñaron sus pistolas y tuvieron que refugiarse en el Ayuntamiento. Más tarde, cuando estos oficiales, acompañados de varias autoridades militares, del alcalde Basilio Gurrea y protegidos por elementos del Frente Popular, trataron de acceder al acuartelamiento, la guardia militar disparó al tumulto: resultó muerto el oficial de las oficinas centrales del Consistorio, Vidal Castellet, que acompañaba al alcalde, y varios heridos, según informaba el periódico liberal LA RIOJA. La calma -tensa calma- sólo llegaría a la noche, aunque en otras localidades riojanas también se producirían actos vandálicos.
Los edificios destruidos por los insurrectos fueron los colegios de Escuelas Pías, Enseñanza y Adoratrices, los conventos de Madre de Dios, Agustinas y Carmelitas, la parroquia de Santiago El Real y el Diario de la Rioja.
MARCELINO IZQUIERDO VOZMEDIANO
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