Garbiñe Muguruza se alza con su primer Wimbledon
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Garbiñe Muguruza se alza con su primer Wimbledon
La tenista española destrozó a Venus Williams (7-5 y 6-0) y gana su primer Wimbledon a sus 23 años.
Que Garbiñe Muguruza es alguien especial es algo más que evidente. Así lo demostró este sábado en la pista central de All England Tennis Club, cubierta para la ocasión por el día lluvioso, al aniquilar por 7-5 y 6-0 la resistencia de toda una pentacampeona en la hierba londinense, la potente Venus Williams, para convertirse en la segunda española de todos los tiempos en ganar en Wimbledon. La primera fue la que es, precisamente ahora, su entrenadora, Conchita Martínez. La aragonesa lo logró allí en 1994, y más de dos décadas más tarde, Wimbledon vuelve a ser para una española. Jugar bajo techo, algo que a priori no le favorecía, no fue óbice para que Muguruza demostrara que, centrada en sus objetivos, es una de las mejores tenistas del circuito.
Pero es que Muguruza es efectivamente, distinta. Quizá nunca sea la más regular del calendario tenístico, pero cuando se conecta es brillante como la que más. Lo demuestra un dato pocas veces visto: cuando no hace ni 24 años de que viera la luz en Caracas, la española ya colecciona dos torneos de Gran Slam en sus vitrinas, cuando `apenas´ tiene cuatro títulos del circuito WTA en total. Es un hecho francamente inusual. Claro, Muguruza, que sólo ha perdido un set en las últimas dos semanas, es así. Necesita encontrar el punto de motivación en el que se convierte en una de las grandes. Y eso no siempre pasa, acaso ni frecuentemente.
La exhibición de la hispanovenezolana en la hierba británica terminó por derrumbar la resistencia de la férrea Venus Williams, agarrada al tenis con 37 años tras pasar por uno de los episodios más duros de su vida, y que cuando se vio con dos rupturas abajo en el segundo set, entregó la cuchara para acabar felicitando con una sonrisa la superioridad de su rival. De Muguruza quizá no se espere que domine con puño de hierro el ranking mundial de enero a noviembre, pero sí que sea capaz de lograr casi cualquier logro puntual. La caraqueña puede desesperar al aficionado, como cuando pareció desconectar en los Juegos Olímpicos de Río ante la puertorriqueña Puig, en aquel doloroso doble 6-1 sin apenas actitud de la española, pero ya se ha convertido en la primera compatriota capaz de juntar en el salón de casa los trofeos de Roland Garros y Wimbledon. Muguruza ya, por tanto, es leyenda, aunque a veces deje esa sensación de que se le podría pedir más. Un talento suelto capaz de los mejores éxitos y las más hondas desesperaciones. Una tenista especial.
Había empezado la final con enorme igualdad, con ambas contendientes firmes con su servicio, por más que una doble falta de la española en su primer saque no augurara nada positivo. Al sexto juego Williams dispuso de la primera opción de ruptura del partido, pero no aprovecharla pareció minar su moral, hasta el punto de sumar tres dobles faltas en su siguiente saque, que cerca estuvo de caer del lado de la posterior campeona. Se llegó así al momento seguramente clave del partido, con la estadounidense por delante 5-4 y 15-40 ante el saque de una Muguruza que, lejos de encogerse, empezó a dejar claro que, efectivamente, el día tocaba de los buenos. Jugó de lujo para hacer crecer las dudas de la veterana Williams. Sirvió, se defendió, y atacó con la derecha, para salvar la situación y cargar de presión a la cinco veces triunfadora en Londres. Salir indemne de tan peliaguda coyuntura disparó la confianza de Muguruza de forma definitiva. Pese a los inigualables raquetazos de la californiana, logró inventarse un globo defensivo que terminó botando sobre la línea, ante la incredulidad de su oponente, que la disparó hacia la primera ruptura del partido. Un golpe de esos para los que sólo están capacitados los elegidos en los días buenos.
Y ahí, sorprendentemente, se acabó Venus Williams. Tras verse con un set por detrás, y como sorprendida por la frescura de piernas de una Muguruza más móvil que nunca, la mayor de la mejor saga de la historia del tenis empezó a coleccionar errores. Con una doble falta que agrió aún más su rictus, entregó el primer juego del segundo set.
Mientras, Muguruza demostraba que sus cacareadas dudas mentales no eran cosa de esta semana, de este Wimbledon. Ni una sola estridencia, seria tras cada derecha ganadora, fue sumando puntos y breaks hasta que derribó finalmente a Venus. En puntos concretos, además, tuvo mejor ojo que los jueces, y sus solicitudes de ojo de halcón siempre parecieron tan oportunas como acertadas. Cuando el partido se colocó con 4-0 en el segundo set, la otrora número uno del mundo entendió que no merecía la pena sufrir más sobre el césped donde tantas veces reinó, y minutos más tarde ya esperaba con una sonrisa de reconocimiento a Muguruza en la red, para felicitarle por un triunfo legendario para el deporte español. El triunfo de una tenista especial, brillante a veces, casi irritante otras. Pero a la que sus momentos de esplendor ya le valen para convertirse en una leyenda del tenis nacional. No le pidan regularidad diez meses al año. Pídanle que sea, simplemente, Garbiñe Muguruza. Quizá con eso baste para conformar un palmarés formidable en la próxima década.
¡Enhora buena campeona!
Que Garbiñe Muguruza es alguien especial es algo más que evidente. Así lo demostró este sábado en la pista central de All England Tennis Club, cubierta para la ocasión por el día lluvioso, al aniquilar por 7-5 y 6-0 la resistencia de toda una pentacampeona en la hierba londinense, la potente Venus Williams, para convertirse en la segunda española de todos los tiempos en ganar en Wimbledon. La primera fue la que es, precisamente ahora, su entrenadora, Conchita Martínez. La aragonesa lo logró allí en 1994, y más de dos décadas más tarde, Wimbledon vuelve a ser para una española. Jugar bajo techo, algo que a priori no le favorecía, no fue óbice para que Muguruza demostrara que, centrada en sus objetivos, es una de las mejores tenistas del circuito.
Pero es que Muguruza es efectivamente, distinta. Quizá nunca sea la más regular del calendario tenístico, pero cuando se conecta es brillante como la que más. Lo demuestra un dato pocas veces visto: cuando no hace ni 24 años de que viera la luz en Caracas, la española ya colecciona dos torneos de Gran Slam en sus vitrinas, cuando `apenas´ tiene cuatro títulos del circuito WTA en total. Es un hecho francamente inusual. Claro, Muguruza, que sólo ha perdido un set en las últimas dos semanas, es así. Necesita encontrar el punto de motivación en el que se convierte en una de las grandes. Y eso no siempre pasa, acaso ni frecuentemente.
La exhibición de la hispanovenezolana en la hierba británica terminó por derrumbar la resistencia de la férrea Venus Williams, agarrada al tenis con 37 años tras pasar por uno de los episodios más duros de su vida, y que cuando se vio con dos rupturas abajo en el segundo set, entregó la cuchara para acabar felicitando con una sonrisa la superioridad de su rival. De Muguruza quizá no se espere que domine con puño de hierro el ranking mundial de enero a noviembre, pero sí que sea capaz de lograr casi cualquier logro puntual. La caraqueña puede desesperar al aficionado, como cuando pareció desconectar en los Juegos Olímpicos de Río ante la puertorriqueña Puig, en aquel doloroso doble 6-1 sin apenas actitud de la española, pero ya se ha convertido en la primera compatriota capaz de juntar en el salón de casa los trofeos de Roland Garros y Wimbledon. Muguruza ya, por tanto, es leyenda, aunque a veces deje esa sensación de que se le podría pedir más. Un talento suelto capaz de los mejores éxitos y las más hondas desesperaciones. Una tenista especial.
Había empezado la final con enorme igualdad, con ambas contendientes firmes con su servicio, por más que una doble falta de la española en su primer saque no augurara nada positivo. Al sexto juego Williams dispuso de la primera opción de ruptura del partido, pero no aprovecharla pareció minar su moral, hasta el punto de sumar tres dobles faltas en su siguiente saque, que cerca estuvo de caer del lado de la posterior campeona. Se llegó así al momento seguramente clave del partido, con la estadounidense por delante 5-4 y 15-40 ante el saque de una Muguruza que, lejos de encogerse, empezó a dejar claro que, efectivamente, el día tocaba de los buenos. Jugó de lujo para hacer crecer las dudas de la veterana Williams. Sirvió, se defendió, y atacó con la derecha, para salvar la situación y cargar de presión a la cinco veces triunfadora en Londres. Salir indemne de tan peliaguda coyuntura disparó la confianza de Muguruza de forma definitiva. Pese a los inigualables raquetazos de la californiana, logró inventarse un globo defensivo que terminó botando sobre la línea, ante la incredulidad de su oponente, que la disparó hacia la primera ruptura del partido. Un golpe de esos para los que sólo están capacitados los elegidos en los días buenos.
Y ahí, sorprendentemente, se acabó Venus Williams. Tras verse con un set por detrás, y como sorprendida por la frescura de piernas de una Muguruza más móvil que nunca, la mayor de la mejor saga de la historia del tenis empezó a coleccionar errores. Con una doble falta que agrió aún más su rictus, entregó el primer juego del segundo set.
Mientras, Muguruza demostraba que sus cacareadas dudas mentales no eran cosa de esta semana, de este Wimbledon. Ni una sola estridencia, seria tras cada derecha ganadora, fue sumando puntos y breaks hasta que derribó finalmente a Venus. En puntos concretos, además, tuvo mejor ojo que los jueces, y sus solicitudes de ojo de halcón siempre parecieron tan oportunas como acertadas. Cuando el partido se colocó con 4-0 en el segundo set, la otrora número uno del mundo entendió que no merecía la pena sufrir más sobre el césped donde tantas veces reinó, y minutos más tarde ya esperaba con una sonrisa de reconocimiento a Muguruza en la red, para felicitarle por un triunfo legendario para el deporte español. El triunfo de una tenista especial, brillante a veces, casi irritante otras. Pero a la que sus momentos de esplendor ya le valen para convertirse en una leyenda del tenis nacional. No le pidan regularidad diez meses al año. Pídanle que sea, simplemente, Garbiñe Muguruza. Quizá con eso baste para conformar un palmarés formidable en la próxima década.
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