Marte, más tóxico de lo que se creía
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Marte, más tóxico de lo que se creía
Los compuestos químicos presentes en la superficie del Planeta rojo pueden matar las bacterias terrestres que comúnmente viajan en una nave espacial
El ambiente en Marte resulta más tóxico para las formas de vida terrestres de lo que se pensaba, según han demostrado experimentos de científicos de la Universidad de Edimburgo (Escocia). Los hallazgos podrían tener implicaciones para una futura exploración robótica y humana de Marte, por problemas de contaminación.
Los investigadores analizaron el comportamiento de los compuestos químicos, llamados percloratos, que se encuentran en la superficie del planeta rojo. Encontraron que, cuando se exponen a la luz ultravioleta mientras están en condiciones ambientales que imitan a las de Marte, estos productos químicos pueden matar las bacterias comúnmente transportadas por una nave espacial.
Además, el efecto de los percloratos puede ser combinado y acentuado por otros dos tipos de químicos encontrados en la superficie de Marte: óxidos de hierro y peróxido de hidrógeno.
En experimentos en los que los tres químicos estaban presentes, la combinación condujo a un aumento de más de 10 veces de la muerte de células bacterianas en comparación con los percloratos solos.
Sus experimentos mostraron que cuando el perclorato de magnesio fue expuesto a la radiación UV similar a la de Marte, era capaz de matar bacterias de forma mucho más eficaz que la luz UV en solitario. En concentraciones de perclorato similares a las encontradas en la superficie marciana, las células de B. subtilis murieron rápidamente.
Aunque se sospecha desde hace algún tiempo que la superficie marciana tiene efectos tóxicos, el último estudio, publicado en Scientific Reports, sugiere que puede ser muy perjudicial para las células vivas. Esto se debe a una mezcla tóxica de oxidantes, óxidos de hierro, percloratos y energía UV.
«Nuestros resultados tienen implicaciones importantes para la posible contaminación de Marte con bacterias y otros materiales de las misiones espaciales. Esto debe tenerse en cuenta al diseñar misiones a Marte», ha señalado en un comunicado Jennifer Wadsworth, del Centro de Astrobiología del Reino Unido. ABC
El ambiente en Marte resulta más tóxico para las formas de vida terrestres de lo que se pensaba, según han demostrado experimentos de científicos de la Universidad de Edimburgo (Escocia). Los hallazgos podrían tener implicaciones para una futura exploración robótica y humana de Marte, por problemas de contaminación.
Los investigadores analizaron el comportamiento de los compuestos químicos, llamados percloratos, que se encuentran en la superficie del planeta rojo. Encontraron que, cuando se exponen a la luz ultravioleta mientras están en condiciones ambientales que imitan a las de Marte, estos productos químicos pueden matar las bacterias comúnmente transportadas por una nave espacial.
Además, el efecto de los percloratos puede ser combinado y acentuado por otros dos tipos de químicos encontrados en la superficie de Marte: óxidos de hierro y peróxido de hidrógeno.
En experimentos en los que los tres químicos estaban presentes, la combinación condujo a un aumento de más de 10 veces de la muerte de células bacterianas en comparación con los percloratos solos.
Precaución en futuras misiones
Los científicos han especulado sobre la influencia que los percloratos pueden tener en la habitabilidad del planeta, desde su descubrimiento allí hace varios años. Investigadores del Centro de Astrobiología y Astronomía del Reino Unido investigaron la reactividad potencial de percloratos y su efecto sobre Bacillus subtilis, una bacteria que se encuentra en naves espaciales y es común en suelos y rocas.Sus experimentos mostraron que cuando el perclorato de magnesio fue expuesto a la radiación UV similar a la de Marte, era capaz de matar bacterias de forma mucho más eficaz que la luz UV en solitario. En concentraciones de perclorato similares a las encontradas en la superficie marciana, las células de B. subtilis murieron rápidamente.
Aunque se sospecha desde hace algún tiempo que la superficie marciana tiene efectos tóxicos, el último estudio, publicado en Scientific Reports, sugiere que puede ser muy perjudicial para las células vivas. Esto se debe a una mezcla tóxica de oxidantes, óxidos de hierro, percloratos y energía UV.
«Nuestros resultados tienen implicaciones importantes para la posible contaminación de Marte con bacterias y otros materiales de las misiones espaciales. Esto debe tenerse en cuenta al diseñar misiones a Marte», ha señalado en un comunicado Jennifer Wadsworth, del Centro de Astrobiología del Reino Unido. ABC
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Misión InSight detecta tres grandes terremotos en Marte
El módulo de aterrizaje InSight de la NASA ha detectado sus tres martemotos más poderosos hasta el momento.
El 25 de agosto, InSight detectó dos terremotos, de magnitud 4.1 y 4.2. Luego, el 18 de septiembre, en su día marciano número 1000 de operaciones, recogió los retumbos de otro terremoto de magnitud 4,2. Estos nuevos terremotos baten el récord anterior de un terremoto de magnitud 3,7 detectado en 2019. Curiosamente, el mayor de los terremotos de agosto fue el más distante detectado hasta ahora, con un epicentro a unos 8.500 kilómetros (5.280 millas) del módulo.
El análisis aún está en curso, pero los científicos están entusiasmados con la posibilidad de aprender algo nuevo sobre el interior del planeta rojo. «Incluso después de más de dos años, Marte parece habernos dado algo nuevo con estos dos terremotos, que tienen características únicas», dijo el geofísico planetario Bruce Banerdt del Laboratorio de Propulsión a Reacción de la NASA. Estacionario en la superficie, InSight posee instrumentación preparada para detectar los retumbos y gruñidos del vientre del planeta, ha estado operativo desde 2018. Durante ese tiempo, el módulo de aterrizaje nos ha brindado una gran cantidad de nueva información.
Primero, estaba la detección directa de martemotos (término aceptado para terremotos en Marte). Eso es muy importante, porque se había considerado que Marte estaba geológicamente muerto. Ahora sabemos con certeza que está sucediendo lo suficiente en el interior para que las cosas sigan temblando de vez en cuando.
En segundo lugar, los datos de estos martemotos están permitiendo a los científicos planetarios mapear el interior de nuestro rubicundo vecino. Cuando las ondas acústicas rebotan en el interior de Marte y se propagan a través de materiales de diferentes densidades, las señales resultantes se pueden decodificar para determinar qué —y dónde— están esos materiales. También es la forma en que mapeamos el interior de la Tierra. De esta manera, los científicos a principios de este año determinaron que Marte tiene un núcleo líquido de baja densidad más grande de lo esperado.
Perfiles sísmicos
Los terremotos recién detectados aportan algo nuevo a la mesa.
Por ejemplo, casi todos los grandes terremotos detectados por InSight hasta la fecha se habían generado mucho más cerca de su lugar de aterrizaje, en una región llamada Cerberus Fossae, a unos 1.600 kilómetros. Aquí, se pueden encontrar una serie de fisuras, creadas por fallas que separaron la corteza. La evidencia sugiere que la región fue tectónica y volcánicamente activa recientemente, es decir, en los últimos 10 millones de años.
Los científicos aún tienen que analizar el terremoto de septiembre, o señalar con precisión el epicentro del mayor de los dos terremotos de agosto, pero están observando otra región que muestra signos de actividad volcánica pasada: Valles Marineris, un enorme sistema de cañones que excava 4.000 kilómetros de camino a través de la faz de Marte. El centro de este sistema se encuentra a 9.700 kilómetros de InSight.
Los dos terremotos de agosto también arrojaron diferentes perfiles sísmicos. El terremoto de magnitud 4,2 fue lento y de baja frecuencia, y el terremoto de magnitud 4,1 fue más rápido y más alto. También estaba mucho más cerca, a solo 925 kilómetros del módulo de aterrizaje.
Diferentes perfiles sísmicos pueden significar diferentes procesos en juego dentro de Marte, pero también ayudan con el mapeo del interior de Marte antes mencionado, ya que pueden ayudar a armar una reconstrucción más detallada de las densidades interiores.
¿Terremotos en Marte?
El 25 de agosto, InSight detectó dos terremotos, de magnitud 4.1 y 4.2. Luego, el 18 de septiembre, en su día marciano número 1000 de operaciones, recogió los retumbos de otro terremoto de magnitud 4,2. Estos nuevos terremotos baten el récord anterior de un terremoto de magnitud 3,7 detectado en 2019. Curiosamente, el mayor de los terremotos de agosto fue el más distante detectado hasta ahora, con un epicentro a unos 8.500 kilómetros (5.280 millas) del módulo.
Esta selfie del módulo de aterrizaje InSight de la NASA es un mosaico formado por 14 imágenes tomadas el 15 de marzo y el 11 de abril —los días 106 y 133 marcianos, o soles, de la misión— por la cámara de despliegue de instrumentos de la nave espacial ubicada en su brazo robótic
El análisis aún está en curso, pero los científicos están entusiasmados con la posibilidad de aprender algo nuevo sobre el interior del planeta rojo. «Incluso después de más de dos años, Marte parece habernos dado algo nuevo con estos dos terremotos, que tienen características únicas», dijo el geofísico planetario Bruce Banerdt del Laboratorio de Propulsión a Reacción de la NASA. Estacionario en la superficie, InSight posee instrumentación preparada para detectar los retumbos y gruñidos del vientre del planeta, ha estado operativo desde 2018. Durante ese tiempo, el módulo de aterrizaje nos ha brindado una gran cantidad de nueva información.
El escudo térmico y contra el viento abovedado de InSight cubre el sismómetro del módulo de aterrizaje, llamado Experimento Sísmico para Estructura Interior, o SEIS. La imagen fue tomada el 110 ° día marciano, o sol, de la misión.
Primero, estaba la detección directa de martemotos (término aceptado para terremotos en Marte). Eso es muy importante, porque se había considerado que Marte estaba geológicamente muerto. Ahora sabemos con certeza que está sucediendo lo suficiente en el interior para que las cosas sigan temblando de vez en cuando.
En segundo lugar, los datos de estos martemotos están permitiendo a los científicos planetarios mapear el interior de nuestro rubicundo vecino. Cuando las ondas acústicas rebotan en el interior de Marte y se propagan a través de materiales de diferentes densidades, las señales resultantes se pueden decodificar para determinar qué —y dónde— están esos materiales. También es la forma en que mapeamos el interior de la Tierra. De esta manera, los científicos a principios de este año determinaron que Marte tiene un núcleo líquido de baja densidad más grande de lo esperado.
Perfiles sísmicos
Los terremotos recién detectados aportan algo nuevo a la mesa.
Por ejemplo, casi todos los grandes terremotos detectados por InSight hasta la fecha se habían generado mucho más cerca de su lugar de aterrizaje, en una región llamada Cerberus Fossae, a unos 1.600 kilómetros. Aquí, se pueden encontrar una serie de fisuras, creadas por fallas que separaron la corteza. La evidencia sugiere que la región fue tectónica y volcánicamente activa recientemente, es decir, en los últimos 10 millones de años.
Los científicos aún tienen que analizar el terremoto de septiembre, o señalar con precisión el epicentro del mayor de los dos terremotos de agosto, pero están observando otra región que muestra signos de actividad volcánica pasada: Valles Marineris, un enorme sistema de cañones que excava 4.000 kilómetros de camino a través de la faz de Marte. El centro de este sistema se encuentra a 9.700 kilómetros de InSight.
Los dos terremotos de agosto también arrojaron diferentes perfiles sísmicos. El terremoto de magnitud 4,2 fue lento y de baja frecuencia, y el terremoto de magnitud 4,1 fue más rápido y más alto. También estaba mucho más cerca, a solo 925 kilómetros del módulo de aterrizaje.
Diferentes perfiles sísmicos pueden significar diferentes procesos en juego dentro de Marte, pero también ayudan con el mapeo del interior de Marte antes mencionado, ya que pueden ayudar a armar una reconstrucción más detallada de las densidades interiores.
¿Terremotos en Marte?
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Marte, el planeta gafe
La exploración de Marte ha sido un tema apasionante para los científicos. Desafortunadamente, ha sido un planeta gafe para la exploración espacial, especialmente para los rusos, ya que más de la mitad de sus misiones han fallado.
Tras la puesta en órbita del Sputnik, los soviéticos se lanzaron a la exploración planetaria; una aventura a la que rápidamente se apuntarían los norteamericanos. Ahora bien, ¿por dónde empezar? El interés de los rusos estaba en Venus, más que para los estadounidenses. Mientras que los primeros enviaron 18 sondas allí, sus enemigos del otro lado del telón de acero únicamente enviaron cuatro, dos del programa Mariner y otras dos del Pioneer. Para los del país de las barras y estrellas Marte tenía mucho más atractivo. Y no era para menos: el planeta rojo ha ejercido tanta fascinación para aquellos que les gusta mirar al cielo como el Egipto faraónico a los que les gusta mirar atrás en el pasado. Quizá tuviera que ver en ello la posibilidad de encontrar vida allí. Desde los canales de Schiaparelli y Percival Lowell a la Guerra de los Mundos de H. G. Wells (y la famosa versión radiofónica de Orson Welles), la obsesión por los marcianitos con nariz de trompetilla ha estado presenta en nuestra cultura. Ya en 1900 la Academia de Ciencias francesa daba un premio a aquel científico que demostrara que había vida en el Sistema Solar... salvo en Marte.
El mal fario ruso
Curiosamente, Marte ha sido un planeta gafe para la exploración espacial: más de la mitad de las misiones soviéticas y la tercera parte de las norteamericanas han acabado en desastre. En particular los rusos, de 16 misiones espaciales con destino Marte solo una, la Mars 5 (lanzada el 25 de julio de 1973), puede considerarse como un éxito. Pérdidas de comunicación, fallos en el módulo de descenso, aterrizaje en medio de una tormenta de arena... A los pobres técnicos rusos les ha pasado de todo. Con el lanzamiento de las sondas Phobos en julio de 1988 todos esperaban que consiguieran quitarse la espina marciana. No hubo manera.
El 7 de julio salía Phobos I y cinco días después Phobos II. Era un proyecto soviético en el que participaban 11 países y la Agencia Espacial Europea. Su objetivo era analizar su superficie y atmósfera desde una órbita de observación y lanzar un módulo sobre la luna Fobos. La maniobra, muy ingeniosa y arriesgada, constituirla el primer aterrizaje en un satélite de un planeta del sistema solar. Pero en septiembre de 1988 un operador del control de la misión envía una orden errónea a la Phobos I y se pierde. La Phobos II continúa su viaje a Marte sin ningún problema, llegando el 29 de enero de 1989. El 21 de marzo pasa a órbita de Fobos, del que toma cuarenta fotografías. Todos los sistemas funcionan y, de repente, desaparece toda comunicación. Según parece, todo fue debido o a un error del ordenador del sistema de control o a una colisión con un meteorito. Después del desastre tuvieron que pasar 8 años para que volvieran a intentarlo con la Mars 96, que acabó cayendo al Pacífico frente a la isla de Pascua.
Los americanos salen mejor parados
Los estadounidenses han tenido más suerte con Marte. La Mariner 9, el primer vehículo espacial que entró en órbita alrededor de otro planeta (el 13 de noviembre de 1971), envió 7329 imágenes de su superficie, atmósfera y satélites.
Después llegaron las dos misiones gemelas Viking, llegadas a mediados de 1976 y que han pasado a la historia por llevar a bordo los primeros experimentos para buscar vida en otro planeta. Semejantes resultados no zanjaron la cuestión y muchos críticos se cuestionaron la validez de, al menos, esta parte de la misión: ¿tanto dinero invertido para no obtener ningún resultado concluyente? El gafe marciano contrataca. De hecho, algunos historiadores de la ciencia señalan que el fracaso de las Viking fue la causa, al menos en parte, del parón en la exploración marciana que duró cerca de dos décadas. Los Estados Unidos la retomaron en 1992 cuando lanzaron lo que algunos consideraron el buque insignia que marcaría una nueva época, la Mars Observer. Su ambiciosa misión era analizar el material de la superficie, describir la topografía, los campos gravitatorio y magnético, las tormentas, volcanes y nubes durante todo un año marciano, 687 días terrestres.
El cenizo Marte contraataca
Pero el gafe de Marte empezó a hacer de las suyas. El lanzamiento de la Mars Observer, previsto para septiembre de 1990, sufrió en sus circuitos el parón astronáutico de la NASA por la pérdida del Challenger. Al final fue lanzada el 25 de septiembre de 1992. Tras 337 días de viaje tenía prevista su llegada el 24 de agosto de 1993. A las 3 de la madrugada del sábado 20 de agosto se perdió el contacto. La estación australiana de Tindbinbilla había enviado la orden de apagar el transmisor de la nave como medida de precaución, porque la siguiente orden era llenar los tanques de combustible e iniciar el frenado. Llegada la hora, no se logró restablecer el contacto. Con el transcurrir de las horas iba creciendo la angustia: durante los cuatro días siguientes las estaciones de EE UU, España y Australia enviaban comandos a las posibles posiciones de la nave cada veinte minutos. El sábado 28 enviaron las dos últimas instrucciones a las posiciones donde podría estar. Si había recibido la orden de presurizado estaría en órbita alrededor de Marte. En caso contrario estarla perdida en el espacio. Nada. La investigación subsiguiente apuntó a una explosión debido al fallo de una válvula de combustible, que era una adaptación de la que se usaba en los satélites de órbita terrestre. Podría haber sido uno de esos fallos inevitables en misiones complejas si no fuera porque la válvula estaba diseñada para una presurización de los tanques de combustible poco después del lanzamiento, no para mantenerse dormida durante meses.
El mal fario llega a Europa
Europa tampoco se ha escapado al gafe marciano, aunque por otros motivos. En Navidad de 2003 la sonda Beagle-2 debía aterrizar en la superficie marciana. Y vaya si aterrizó. Lo más asombroso no fue el estruendoso fracaso a 20 000 km/h, sino lo sucedido con la investigación subsiguiente encargada por el gobierno del Reino Unido -Beagle 2 era responsabilidad británica- y la Agencia Espacial Europea (ESA). Nunca hubiéramos sabido su contenido sin la intervención de la revista New Scientist y porque en Gran Bretaña existe el Acta de Libertad de Información. Todos los intentos anteriores hechos por los propios científicos e ingenieros del proyecto habían sido rechazados aludiendo a que contenía información privilegiada sobre aspectos técnicos y comerciales. No es de extrañar que la ESA quisiera silenciarlo pues lo que muestran las páginas del informe es pura y simple incompetencia.
El paracaídas de descenso se cambió en el último minuto sin realizar las oportunas pruebas; al no conseguir recaudar el dinero necesario se cometieron errores de bulto en el diseño, como considerar la Beagle 2 un instrumento científico y no una nave espacial por derecho propio –así los controles son menores y el gasto también-; la empresa Martin Baker Aircraft, diseñadora del sistema de entrada, descenso y aterrizaje, abandonó el proyecto antes de su final; hubo falta de robustez en el diseño de los airbags y un programa de pruebas insuficiente… Para añadir más leña al fuego, científicos australianos han señalado que la sonda pudo perderse debido a errores de cálculo en la entrada en la atmósfera marciana que la hicieron girar sobre sí misma de manera descontrolada.
Suma y sigue
Hay cosas que solo les pasan a los hermanos Marx, a Jerry Lewis, a Woody Allen… y a la NASA. Como muestra tenemos el desastre del Mars Climate Orbiter en 1999 destinado a estudiar el clima del planeta rojo. En lugar de estabilizarse a unos seguros 150 km sobre la superficie terminó a 57 km: fue destruida por la fricción con la alta atmósfera porque los impulsores que controlaban el vuelo de la nave trabajaron un 4,45 por debajo de lo esperado. El despropósito fue cometido por la empresa Lockheed Martin al utilizar el sistema de medidas anglosajón en lugar del Sistema Métrico Decimal. El software mandaba los datos en libras de fuerza y la nave esperaba newtons, y una libra equivale a 4,45 newtons. Siguiendo la "tradición" inaugurada por el Hubble, el software no fue comprobado antes del despegue ni durante el vuelo.
Módulo de aterrizaje Schiaparelli
Y para terminar con los desastres, veamos lo sucedido con las misiones ExoMars de las agencias espaciales rusa y europea, destinadas a buscar pruebas de vida en el planeta rojo. Por ahora, les ha ido peor que a las Viking, que al menos aterrizaron. La de 2016 se fue en gran medida al garete al perderse toda comunicación a los 50 segundos de que el módulo de aterrizaje Schiaparelli amartizara. Lo único que queda de ella es un orbiter que solo sirve de satélite de comunicaciones. Y para seguir con el gafe, la misión ExoMars 2022 (donde España desempeñaba un papel importante) también se ha ido al garete debido a causas muy terrenales: la guerra de Ucrania.
Tras la puesta en órbita del Sputnik, los soviéticos se lanzaron a la exploración planetaria; una aventura a la que rápidamente se apuntarían los norteamericanos. Ahora bien, ¿por dónde empezar? El interés de los rusos estaba en Venus, más que para los estadounidenses. Mientras que los primeros enviaron 18 sondas allí, sus enemigos del otro lado del telón de acero únicamente enviaron cuatro, dos del programa Mariner y otras dos del Pioneer. Para los del país de las barras y estrellas Marte tenía mucho más atractivo. Y no era para menos: el planeta rojo ha ejercido tanta fascinación para aquellos que les gusta mirar al cielo como el Egipto faraónico a los que les gusta mirar atrás en el pasado. Quizá tuviera que ver en ello la posibilidad de encontrar vida allí. Desde los canales de Schiaparelli y Percival Lowell a la Guerra de los Mundos de H. G. Wells (y la famosa versión radiofónica de Orson Welles), la obsesión por los marcianitos con nariz de trompetilla ha estado presenta en nuestra cultura. Ya en 1900 la Academia de Ciencias francesa daba un premio a aquel científico que demostrara que había vida en el Sistema Solar... salvo en Marte.
El mal fario ruso
Curiosamente, Marte ha sido un planeta gafe para la exploración espacial: más de la mitad de las misiones soviéticas y la tercera parte de las norteamericanas han acabado en desastre. En particular los rusos, de 16 misiones espaciales con destino Marte solo una, la Mars 5 (lanzada el 25 de julio de 1973), puede considerarse como un éxito. Pérdidas de comunicación, fallos en el módulo de descenso, aterrizaje en medio de una tormenta de arena... A los pobres técnicos rusos les ha pasado de todo. Con el lanzamiento de las sondas Phobos en julio de 1988 todos esperaban que consiguieran quitarse la espina marciana. No hubo manera.
El 7 de julio salía Phobos I y cinco días después Phobos II. Era un proyecto soviético en el que participaban 11 países y la Agencia Espacial Europea. Su objetivo era analizar su superficie y atmósfera desde una órbita de observación y lanzar un módulo sobre la luna Fobos. La maniobra, muy ingeniosa y arriesgada, constituirla el primer aterrizaje en un satélite de un planeta del sistema solar. Pero en septiembre de 1988 un operador del control de la misión envía una orden errónea a la Phobos I y se pierde. La Phobos II continúa su viaje a Marte sin ningún problema, llegando el 29 de enero de 1989. El 21 de marzo pasa a órbita de Fobos, del que toma cuarenta fotografías. Todos los sistemas funcionan y, de repente, desaparece toda comunicación. Según parece, todo fue debido o a un error del ordenador del sistema de control o a una colisión con un meteorito. Después del desastre tuvieron que pasar 8 años para que volvieran a intentarlo con la Mars 96, que acabó cayendo al Pacífico frente a la isla de Pascua.
Los americanos salen mejor parados
Los estadounidenses han tenido más suerte con Marte. La Mariner 9, el primer vehículo espacial que entró en órbita alrededor de otro planeta (el 13 de noviembre de 1971), envió 7329 imágenes de su superficie, atmósfera y satélites.
Después llegaron las dos misiones gemelas Viking, llegadas a mediados de 1976 y que han pasado a la historia por llevar a bordo los primeros experimentos para buscar vida en otro planeta. Semejantes resultados no zanjaron la cuestión y muchos críticos se cuestionaron la validez de, al menos, esta parte de la misión: ¿tanto dinero invertido para no obtener ningún resultado concluyente? El gafe marciano contrataca. De hecho, algunos historiadores de la ciencia señalan que el fracaso de las Viking fue la causa, al menos en parte, del parón en la exploración marciana que duró cerca de dos décadas. Los Estados Unidos la retomaron en 1992 cuando lanzaron lo que algunos consideraron el buque insignia que marcaría una nueva época, la Mars Observer. Su ambiciosa misión era analizar el material de la superficie, describir la topografía, los campos gravitatorio y magnético, las tormentas, volcanes y nubes durante todo un año marciano, 687 días terrestres.
El cenizo Marte contraataca
Pero el gafe de Marte empezó a hacer de las suyas. El lanzamiento de la Mars Observer, previsto para septiembre de 1990, sufrió en sus circuitos el parón astronáutico de la NASA por la pérdida del Challenger. Al final fue lanzada el 25 de septiembre de 1992. Tras 337 días de viaje tenía prevista su llegada el 24 de agosto de 1993. A las 3 de la madrugada del sábado 20 de agosto se perdió el contacto. La estación australiana de Tindbinbilla había enviado la orden de apagar el transmisor de la nave como medida de precaución, porque la siguiente orden era llenar los tanques de combustible e iniciar el frenado. Llegada la hora, no se logró restablecer el contacto. Con el transcurrir de las horas iba creciendo la angustia: durante los cuatro días siguientes las estaciones de EE UU, España y Australia enviaban comandos a las posibles posiciones de la nave cada veinte minutos. El sábado 28 enviaron las dos últimas instrucciones a las posiciones donde podría estar. Si había recibido la orden de presurizado estaría en órbita alrededor de Marte. En caso contrario estarla perdida en el espacio. Nada. La investigación subsiguiente apuntó a una explosión debido al fallo de una válvula de combustible, que era una adaptación de la que se usaba en los satélites de órbita terrestre. Podría haber sido uno de esos fallos inevitables en misiones complejas si no fuera porque la válvula estaba diseñada para una presurización de los tanques de combustible poco después del lanzamiento, no para mantenerse dormida durante meses.
El mal fario llega a Europa
Europa tampoco se ha escapado al gafe marciano, aunque por otros motivos. En Navidad de 2003 la sonda Beagle-2 debía aterrizar en la superficie marciana. Y vaya si aterrizó. Lo más asombroso no fue el estruendoso fracaso a 20 000 km/h, sino lo sucedido con la investigación subsiguiente encargada por el gobierno del Reino Unido -Beagle 2 era responsabilidad británica- y la Agencia Espacial Europea (ESA). Nunca hubiéramos sabido su contenido sin la intervención de la revista New Scientist y porque en Gran Bretaña existe el Acta de Libertad de Información. Todos los intentos anteriores hechos por los propios científicos e ingenieros del proyecto habían sido rechazados aludiendo a que contenía información privilegiada sobre aspectos técnicos y comerciales. No es de extrañar que la ESA quisiera silenciarlo pues lo que muestran las páginas del informe es pura y simple incompetencia.
El paracaídas de descenso se cambió en el último minuto sin realizar las oportunas pruebas; al no conseguir recaudar el dinero necesario se cometieron errores de bulto en el diseño, como considerar la Beagle 2 un instrumento científico y no una nave espacial por derecho propio –así los controles son menores y el gasto también-; la empresa Martin Baker Aircraft, diseñadora del sistema de entrada, descenso y aterrizaje, abandonó el proyecto antes de su final; hubo falta de robustez en el diseño de los airbags y un programa de pruebas insuficiente… Para añadir más leña al fuego, científicos australianos han señalado que la sonda pudo perderse debido a errores de cálculo en la entrada en la atmósfera marciana que la hicieron girar sobre sí misma de manera descontrolada.
Suma y sigue
Hay cosas que solo les pasan a los hermanos Marx, a Jerry Lewis, a Woody Allen… y a la NASA. Como muestra tenemos el desastre del Mars Climate Orbiter en 1999 destinado a estudiar el clima del planeta rojo. En lugar de estabilizarse a unos seguros 150 km sobre la superficie terminó a 57 km: fue destruida por la fricción con la alta atmósfera porque los impulsores que controlaban el vuelo de la nave trabajaron un 4,45 por debajo de lo esperado. El despropósito fue cometido por la empresa Lockheed Martin al utilizar el sistema de medidas anglosajón en lugar del Sistema Métrico Decimal. El software mandaba los datos en libras de fuerza y la nave esperaba newtons, y una libra equivale a 4,45 newtons. Siguiendo la "tradición" inaugurada por el Hubble, el software no fue comprobado antes del despegue ni durante el vuelo.
Módulo de aterrizaje Schiaparelli
Y para terminar con los desastres, veamos lo sucedido con las misiones ExoMars de las agencias espaciales rusa y europea, destinadas a buscar pruebas de vida en el planeta rojo. Por ahora, les ha ido peor que a las Viking, que al menos aterrizaron. La de 2016 se fue en gran medida al garete al perderse toda comunicación a los 50 segundos de que el módulo de aterrizaje Schiaparelli amartizara. Lo único que queda de ella es un orbiter que solo sirve de satélite de comunicaciones. Y para seguir con el gafe, la misión ExoMars 2022 (donde España desempeñaba un papel importante) también se ha ido al garete debido a causas muy terrenales: la guerra de Ucrania.
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Este es el titánico volcán hallado en Marte, más grande que el monte Everest
El planeta rojo continúa demostrando que tiene secretos de sobra para continuar asombrándonos
Sabemos cómo se forman los volcanes en la Tierra y conocemos aquellos volcanes más grandes del mundo y su localización. Sin embargo, también tenemos constancia de su existencia más allá de nuestro planeta y esto nos lleva a hablarte de un descubrimiento en la superficie de Marte. Uno de proporciones extraordinarias.
Gracias a la reciente publicación del Instituto SETI hemos podido conocer un nuevo accidente geográfico en el planeta rojo, al que se ha apodado como Noctis volcano, a falta aún de un nombre definitivo. El anuncio se ha realizado en el marco de la 55ª Conferencia de Ciencias Planetarias y Lunares, celebrada en la localidad texana de The Woodlands.
Cerca del ecuador del planeta se ha detectado no sólo este volcán, sino también lo que parece ser un glaciar enterrado, al este de la región marciana de Tharsis. El volcán había pasado desapercibido durante décadas hasta que, finalmente, ha sido observado recientemente. Por cierto, para dicha observación se han utilizado datos procedentes de la Mariner 9, Viking Orbiter 1 y 2, Mars Global Surveyor, Mars Odyssey y la Mars Reconnaissance Orbiter, así como la misión Mars Express de la ESA.
Este Noctis volcano tiene una altura que supera los 9.000 metros y una extensión de 450 kilómetros. Dicha magnificencia de tamaño nos habla acerca de una actividad que parece haberse alargado durante mucho tiempo y junto con el glaciar que se encuentra bajo su colosal forma, podría ser una de los grandes lugares de la geografía marciana para ser investigados.
Sourabh Shubham es coautor del estudio que ha descubierto el volcán y asegura que no es algo sorprendente encontrarse con esta estructura geológica en dicha localización, dado que 'este área de Marte es conocida por tener una amplia variedad de minerales hidratados que abarcan buena parte de la historia de Marte' y que 'una configuración volcánica para estos minerales había sido sospechada desde hace tiempo'.
La explicación de la existencia de este volcán parece ser compleja, ya que habrían intervenido procesos de fractura, erosión térmica y erosión glaciar. El Noctis volcano se habría formado a partir de la acumulación de material piroclástico, lava y hielo. Las fracturas habrían ayudado a dejar pasar la lava, lo que habría provocado una erosión térmica, mientras que diversas glaciaciones habrían contribuido a la erosión glaciar.
Todo ello habría sido clave para dar forma al volcán que podemos observar en la actualidad, aunque aún quedan cuestiones por comprender y que resultan misteriosas en estos momentos. No se sabe desde cuándo lleva activo y si podría volver a entrar en erupción, ni si, dado que existe calor permanente y agua, la vida se habrá abierto paso en esta localización.
Fuente.
Sabemos cómo se forman los volcanes en la Tierra y conocemos aquellos volcanes más grandes del mundo y su localización. Sin embargo, también tenemos constancia de su existencia más allá de nuestro planeta y esto nos lleva a hablarte de un descubrimiento en la superficie de Marte. Uno de proporciones extraordinarias.
El enorme volcán situado en Marte
Gracias a la reciente publicación del Instituto SETI hemos podido conocer un nuevo accidente geográfico en el planeta rojo, al que se ha apodado como Noctis volcano, a falta aún de un nombre definitivo. El anuncio se ha realizado en el marco de la 55ª Conferencia de Ciencias Planetarias y Lunares, celebrada en la localidad texana de The Woodlands.
Cerca del ecuador del planeta se ha detectado no sólo este volcán, sino también lo que parece ser un glaciar enterrado, al este de la región marciana de Tharsis. El volcán había pasado desapercibido durante décadas hasta que, finalmente, ha sido observado recientemente. Por cierto, para dicha observación se han utilizado datos procedentes de la Mariner 9, Viking Orbiter 1 y 2, Mars Global Surveyor, Mars Odyssey y la Mars Reconnaissance Orbiter, así como la misión Mars Express de la ESA.
Este Noctis volcano tiene una altura que supera los 9.000 metros y una extensión de 450 kilómetros. Dicha magnificencia de tamaño nos habla acerca de una actividad que parece haberse alargado durante mucho tiempo y junto con el glaciar que se encuentra bajo su colosal forma, podría ser una de los grandes lugares de la geografía marciana para ser investigados.
Sourabh Shubham es coautor del estudio que ha descubierto el volcán y asegura que no es algo sorprendente encontrarse con esta estructura geológica en dicha localización, dado que 'este área de Marte es conocida por tener una amplia variedad de minerales hidratados que abarcan buena parte de la historia de Marte' y que 'una configuración volcánica para estos minerales había sido sospechada desde hace tiempo'.
La explicación de la existencia de este volcán parece ser compleja, ya que habrían intervenido procesos de fractura, erosión térmica y erosión glaciar. El Noctis volcano se habría formado a partir de la acumulación de material piroclástico, lava y hielo. Las fracturas habrían ayudado a dejar pasar la lava, lo que habría provocado una erosión térmica, mientras que diversas glaciaciones habrían contribuido a la erosión glaciar.
Todo ello habría sido clave para dar forma al volcán que podemos observar en la actualidad, aunque aún quedan cuestiones por comprender y que resultan misteriosas en estos momentos. No se sabe desde cuándo lleva activo y si podría volver a entrar en erupción, ni si, dado que existe calor permanente y agua, la vida se habrá abierto paso en esta localización.
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Bombardear los polos con armas nucleares o construir un imán gigante: las ideas más reposadas para terraformar Marte
Carl Sagan fue uno de los primeros científicos en popularizar la idea de hacer "ingeniería planetaria" en Marte
El objetivo es aumentar varias decenas de grados la temperatura del planeta para acceder a sus reservas de agua
Aterrizar en Marte es la parte fácil de nuestros planes de colonizar el planeta rojo. Lo verdaderamente complicado es terraformar Marte para acceder a sus reservas de agua y hacer de él un hogar menos inhóspito.
Objetivo: calentar el planeta rojo. Marte es demasiado frío. Tiene enormes reservas de agua, pero están atrapadas en forma de hielo porque la temperatura media del planeta es de -63 °C.
Las bajas temperaturas se deben a que Marte perdió la mayor parte de su atmósfera, y casi todo lo que le queda es una fina capa de dióxido de carbono, un gas que no retiene bien el calor. Los científicos llevan décadas pensando en maneras de calentar la superficie del planeta rojo para derretir su agua y que los colonos terrícolas puedan habitarlo.
Carl Sagan y la fotosíntesis. Sagan fue uno de los primeros científicos en popularizar la idea de hacer "ingeniería planetaria" en Marte para que sus condiciones se vuelvan similares a las de la Tierra. En un artículo publicado por la revista Science en 1973, escribió que transportar de un millón a mil millones de toneladas de material de bajo albedo a los casquetes polares de Marte daría resultado en unas pocas décadas.
Como alternativa, propuso introducir microorganismos o plantas capaces de hacer la fotosístensis para liberar oxígeno y aumentar los niveles de dióxido de carbono en la atmósfera marciana. En el artículo aclaraba que "afortunadamente" era una idea inviable con la tecnología de la época.
Elon Musk y el bombardeo nuclear. Musk es uno de los defensores más notorios de colonizar Marte y convertir a la humanidad en una especie multiplanetaria, empresa para la que ofrece fabricar en serie su gigantesco cohete Starship.
La propuesta favorita del empresario para terraformar Marte es detonar bombas nucleares sobre sus casquetes polares para liberar dióxido de carbono y vapor de agua, generando un efecto invernadero que calentaría el planeta y, con suerte, crearía una atmósfera más densa.
Más allá de los obvios riesgos de construir y lanzar armas nucleares, el problema es la cantidad de CO2 almacenado en el hielo seco de los polos, que podría ser insuficiente para desencadenar un efecto de efecto invernadero sostenido.
Espejos gigantes en órbita. Otra idea que suena a ciencia ficción de los años 50 es instalar espejos gigantes en la órbita marciana, de al menos 250 km de diámetro. El material reflectante de los espejos podría dirigir la luz solar hacia los polos, calentándolos y liberando el vapor y los gases atrapados en el hielo.
El concepto es similar al bombardeo nuclear, pero sin la parte nuclear. El reto en este caso sería construir y colocar espejos de 200.000 toneladas en el espacio, así como las dudas de que puedan desencadenar un efecto duradero.
Disparar purpurina al cielo. Un estudio reciente explora la posibilidad de calentar la superficie de Marte con aerosoles artificiales hechos de nanopartículas de metal, una especie de purpurina diminuta que podría permanecer durante años en la atmósfera marciana.
El estudio propone fabricar estas nanopartículas con materiales disponibles en Marte, como aluminio y hierro, y lanzarlas en aerosoles a la atmósfera. Estos dispersarían la luz solar hacia la superficie del planeta y bloquearían la radiación infrarroja que intentase escapar de vuelta al espacio, creando un efecto invernadero artificial en la atmósfera marciana.
Plantas modificadas genéticamente. Al igual que Sagan, algunos científicos proponen una solución biológica con la ventaja de la biotecnología actual: enviar plantas o liberar organismos genéticamente modificados que puedan sobrevivir a las duras condiciones marcianas y producir oxígeno.
El reto es doble: crear superplantas capaces de resistir el ambiente marciano, con su atmósfera casi inexistente, y lograr que crezcan en el suelo yermo y pobre en nutrientes del planeta rojo. Un estudio reciente señaló una especie de musgo, Syntrichia caninervis, como nuestra mejor oportunidad.
Reacciones químicas desde el suelo. Uno de los métodos obvios para calentar Marte es introducir gases de efecto invernadero en su atmósfera. El amoniaco es un gas de efecto invernadero muy potente que podría ayudar a calentar el planeta rápidamente si se libera desde su superficie.
El problema es que producir amoniaco en Marte requeriría una infraestructura gigantesca y sería un proceso increíblemente lento, probablemente de miles de años, por lo que algunos proponen un enfoque futurista: traerlo desde asteroides cercanos a Marte donde esté disponible.
Crear un campo magnético artificial. Sin un campo magnético global que la proteja, el planeta Marte lleva millones de años expuesto a altos niveles de radiación solar y cósmica que han acabado condenando su atmósfera.
Para evitar que esto siga sucediendo, el científico de la NASA Jim Green propuso crear un campo magnético artificial alrededor de Marte que sirva de escudo ante el embate del viento solar. La idea, tan ambiciosa como irrealizable con la tecnología actual, sería instalar un imán gigante en el punto L1 de Lagrange entre Marte y el Sol que genere un campo magnético lo suficientemente potente para preservar la atmósfera marciana hasta tener un impacto beneficioso en su habitabilidad.
Un aumento de temperatura de 30 grados. Aunque la propuesta de Sagan en los 70 fue más modesta que algunas ideas posteriores, estudios recientes como el de las nanopartículas le dan la razón en que reducir el albedo de Marte (su capacidad de reflejar la luz solar) aceleraría el calentamiento de su superficie en unas pocas décadas.
Los modelos actuales muestran que es posible aumentar la temperatura de Marte en más de 30 grados Celsius con un material que impida que la luz del Sol escape de su atmósfera. Este aumento podría derretir el hielo marciano, permitiendo la presencia de agua líquida en la superficie del planeta.
El objetivo es aumentar varias decenas de grados la temperatura del planeta para acceder a sus reservas de agua
Aterrizar en Marte es la parte fácil de nuestros planes de colonizar el planeta rojo. Lo verdaderamente complicado es terraformar Marte para acceder a sus reservas de agua y hacer de él un hogar menos inhóspito.
Objetivo: calentar el planeta rojo. Marte es demasiado frío. Tiene enormes reservas de agua, pero están atrapadas en forma de hielo porque la temperatura media del planeta es de -63 °C.
Las bajas temperaturas se deben a que Marte perdió la mayor parte de su atmósfera, y casi todo lo que le queda es una fina capa de dióxido de carbono, un gas que no retiene bien el calor. Los científicos llevan décadas pensando en maneras de calentar la superficie del planeta rojo para derretir su agua y que los colonos terrícolas puedan habitarlo.
Carl Sagan y la fotosíntesis. Sagan fue uno de los primeros científicos en popularizar la idea de hacer "ingeniería planetaria" en Marte para que sus condiciones se vuelvan similares a las de la Tierra. En un artículo publicado por la revista Science en 1973, escribió que transportar de un millón a mil millones de toneladas de material de bajo albedo a los casquetes polares de Marte daría resultado en unas pocas décadas.
Como alternativa, propuso introducir microorganismos o plantas capaces de hacer la fotosístensis para liberar oxígeno y aumentar los niveles de dióxido de carbono en la atmósfera marciana. En el artículo aclaraba que "afortunadamente" era una idea inviable con la tecnología de la época.
Elon Musk y el bombardeo nuclear. Musk es uno de los defensores más notorios de colonizar Marte y convertir a la humanidad en una especie multiplanetaria, empresa para la que ofrece fabricar en serie su gigantesco cohete Starship.
La propuesta favorita del empresario para terraformar Marte es detonar bombas nucleares sobre sus casquetes polares para liberar dióxido de carbono y vapor de agua, generando un efecto invernadero que calentaría el planeta y, con suerte, crearía una atmósfera más densa.
Más allá de los obvios riesgos de construir y lanzar armas nucleares, el problema es la cantidad de CO2 almacenado en el hielo seco de los polos, que podría ser insuficiente para desencadenar un efecto de efecto invernadero sostenido.
Espejos gigantes en órbita. Otra idea que suena a ciencia ficción de los años 50 es instalar espejos gigantes en la órbita marciana, de al menos 250 km de diámetro. El material reflectante de los espejos podría dirigir la luz solar hacia los polos, calentándolos y liberando el vapor y los gases atrapados en el hielo.
El concepto es similar al bombardeo nuclear, pero sin la parte nuclear. El reto en este caso sería construir y colocar espejos de 200.000 toneladas en el espacio, así como las dudas de que puedan desencadenar un efecto duradero.
Disparar purpurina al cielo. Un estudio reciente explora la posibilidad de calentar la superficie de Marte con aerosoles artificiales hechos de nanopartículas de metal, una especie de purpurina diminuta que podría permanecer durante años en la atmósfera marciana.
El estudio propone fabricar estas nanopartículas con materiales disponibles en Marte, como aluminio y hierro, y lanzarlas en aerosoles a la atmósfera. Estos dispersarían la luz solar hacia la superficie del planeta y bloquearían la radiación infrarroja que intentase escapar de vuelta al espacio, creando un efecto invernadero artificial en la atmósfera marciana.
Plantas modificadas genéticamente. Al igual que Sagan, algunos científicos proponen una solución biológica con la ventaja de la biotecnología actual: enviar plantas o liberar organismos genéticamente modificados que puedan sobrevivir a las duras condiciones marcianas y producir oxígeno.
El reto es doble: crear superplantas capaces de resistir el ambiente marciano, con su atmósfera casi inexistente, y lograr que crezcan en el suelo yermo y pobre en nutrientes del planeta rojo. Un estudio reciente señaló una especie de musgo, Syntrichia caninervis, como nuestra mejor oportunidad.
Reacciones químicas desde el suelo. Uno de los métodos obvios para calentar Marte es introducir gases de efecto invernadero en su atmósfera. El amoniaco es un gas de efecto invernadero muy potente que podría ayudar a calentar el planeta rápidamente si se libera desde su superficie.
El problema es que producir amoniaco en Marte requeriría una infraestructura gigantesca y sería un proceso increíblemente lento, probablemente de miles de años, por lo que algunos proponen un enfoque futurista: traerlo desde asteroides cercanos a Marte donde esté disponible.
Crear un campo magnético artificial. Sin un campo magnético global que la proteja, el planeta Marte lleva millones de años expuesto a altos niveles de radiación solar y cósmica que han acabado condenando su atmósfera.
Para evitar que esto siga sucediendo, el científico de la NASA Jim Green propuso crear un campo magnético artificial alrededor de Marte que sirva de escudo ante el embate del viento solar. La idea, tan ambiciosa como irrealizable con la tecnología actual, sería instalar un imán gigante en el punto L1 de Lagrange entre Marte y el Sol que genere un campo magnético lo suficientemente potente para preservar la atmósfera marciana hasta tener un impacto beneficioso en su habitabilidad.
Un aumento de temperatura de 30 grados. Aunque la propuesta de Sagan en los 70 fue más modesta que algunas ideas posteriores, estudios recientes como el de las nanopartículas le dan la razón en que reducir el albedo de Marte (su capacidad de reflejar la luz solar) aceleraría el calentamiento de su superficie en unas pocas décadas.
Los modelos actuales muestran que es posible aumentar la temperatura de Marte en más de 30 grados Celsius con un material que impida que la luz del Sol escape de su atmósfera. Este aumento podría derretir el hielo marciano, permitiendo la presencia de agua líquida en la superficie del planeta.
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Identifican materiales resistentes a la radiación en Marte
Ciertos plásticos, caucho y fibras sintéticas, así como el suelo marciano (regolito), protegerían eficazmente a los astronautas al bloquear la radiación espacial dañina en Marte.
Estos hallazgos podrían informar el diseño de hábitats protectores y trajes espaciales, lo que haría más factibles las misiones de larga duración a Marte. Debido a que Marte carece de la atmósfera espesa y el campo magnético de la Tierra, los astronautas que exploraran el planeta estarían expuestos a niveles peligrosos de radiación.
Dimitra Atri, investigador del Centro de Astrofísica y Ciencias Espaciales y líder del Grupo de Investigación de Marte en el Centro de Astrofísica y Ciencias Espaciales de la Universidad de Nueva York en Abu Dabi, y el autor principal Dionysios Gakis de la Universidad de Patras en Grecia, informan sobre estos nuevos hallazgos en un estudio que aparece en la revista The European Physical Journal Plus.
Utilizando modelos informáticos para simular las condiciones de radiación en Marte, los investigadores probaron varios materiales estándar y nuevos para ver cuál protegía mejor la radiación cósmica y determinaron que los materiales compuestos como ciertos plásticos, caucho y fibras sintéticas funcionarían bien.
El suelo marciano (regolito) también fue algo efectivo y podría usarse como una capa adicional de protección. Además, demostraron que el aluminio, el más utilizado, también podría ser útil cuando se combina con otros materiales de bajo número atómico. El estudio también utilizó datos reales de Marte del rover Curiosity de la NASA para confirmar estos hallazgos.
"Este avance mejora la seguridad de los astronautas y hace que las misiones a Marte a largo plazo sean una posibilidad más realista", dijo Atri.
"Se probaron varios materiales específicamente en un entorno marciano simulado, lo que hace que nuestros resultados sean directamente aplicables a futuras misiones y optimicen la combinación de materiales avanzados con los recursos naturales disponibles en Marte", agregó Gakis.
¡Asombroso!
Estos hallazgos podrían informar el diseño de hábitats protectores y trajes espaciales, lo que haría más factibles las misiones de larga duración a Marte. Debido a que Marte carece de la atmósfera espesa y el campo magnético de la Tierra, los astronautas que exploraran el planeta estarían expuestos a niveles peligrosos de radiación.
Dimitra Atri, investigador del Centro de Astrofísica y Ciencias Espaciales y líder del Grupo de Investigación de Marte en el Centro de Astrofísica y Ciencias Espaciales de la Universidad de Nueva York en Abu Dabi, y el autor principal Dionysios Gakis de la Universidad de Patras en Grecia, informan sobre estos nuevos hallazgos en un estudio que aparece en la revista The European Physical Journal Plus.
Utilizando modelos informáticos para simular las condiciones de radiación en Marte, los investigadores probaron varios materiales estándar y nuevos para ver cuál protegía mejor la radiación cósmica y determinaron que los materiales compuestos como ciertos plásticos, caucho y fibras sintéticas funcionarían bien.
El suelo marciano (regolito) también fue algo efectivo y podría usarse como una capa adicional de protección. Además, demostraron que el aluminio, el más utilizado, también podría ser útil cuando se combina con otros materiales de bajo número atómico. El estudio también utilizó datos reales de Marte del rover Curiosity de la NASA para confirmar estos hallazgos.
"Este avance mejora la seguridad de los astronautas y hace que las misiones a Marte a largo plazo sean una posibilidad más realista", dijo Atri.
"Se probaron varios materiales específicamente en un entorno marciano simulado, lo que hace que nuestros resultados sean directamente aplicables a futuras misiones y optimicen la combinación de materiales avanzados con los recursos naturales disponibles en Marte", agregó Gakis.
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