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El humillante fin de los samuráis

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El humillante fin de los samuráis Empty El humillante fin de los samuráis

Mensaje por Cybernauta Mar Mar 07, 2023 12:51 pm

Un grupo de samuráis fotografiados a finales del siglo XIX, en pleno cambio de era. Entre 1853 y 1868 se sitúa un periodo de la historia nipona conocido como bakumatsu, literalmente “el fin del bakufu”, el gobierno de los shogunes Tokugawa que había gobernado Japón durante más de 250 años. La llegada de las potencias occidentales había obligado al país a abrirse al mundo y muchos nobles eran partidarios de modernizar Japón y hacerlo fuerte antes de que se viera sometido como le había sucedido a China.

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La idea de rebelarse contra los Tokugawa estaba presente desde hacía mucho tiempo en varios territorios, que formaron una alianza para derrocarlos y devolver el poder al emperador. La Restauración Meiji, como así se llamó, supuso el fin del Japón de los shogunes y el inicio de una era de rápida modernización.

Sin embargo, esto conllevó sacrificios y entre los perjudicados se encontraron, precisamente, los samuráis, que se vieron desplazados por la policía y el ejército. Pero lo más humillante para ellos fue que se les prohibiese llevar espadas, símbolo de su poder y su estatus social: el mismo gobierno que habían contribuido a crear les daba la espalda, lo cual provocó una serie de insurrecciones que duraron casi una década pero que finalmente fracasaron: la era de los samuráis había llegado definitivamente a su fin.
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El humillante fin de los samuráis Empty Los samuráis están sobrevalorados. La historia ha confirmado que su ejército era un drama

Mensaje por Infornauta Lun Jun 17, 2024 10:39 am

,De la mano del manga, el anime, o videojuegos como el propio Assassin's Creed Shadows, que ha vuelto a poner en boca de todos la fascinación por los samuráis, el mundo de la ciencia ficción coloca de nuevo sobre la mesa una idea bastante equivocada de aquellos soldados japoneses. La verdad es que los samuráis no eran para tanto. O al menos eso dice la historia.

Salvo en el caso del ataque mongol que se refleja en Ghost of Tsushima, y lo que dieron de sí en sus colaboraciones con la corona española, lo cierto es que los encontronazos de los samuráis con otros ejércitos demostraron que aquellos soldados japoneses en realidad tenían poco que hacer frente a la hegemonía de otras fuerzas militares. Una vez sacados de sus límites habituales, los samuráis eran unos soldados bastante mejorables en comparación con otras fuerzas como las mongolas, las romanas, las espartanas, o incluso los caballeros medievales.

La gran mentira de los samuráis de Assassin's Creed Shadows

Encerrados en su propia isla y luchando entre sí, ni conocían estrategias militares modernas ni estaban preparados para combates a gran escala. Que los samuráis pasasen a intentar dominar el arte del rifle poco después de enfrentarse a ellos da buena cuenta de hasta qué punto la katana pasó rápido de ser el arma definitiva a un mero abalorio ceremonial.

Gran parte de la fascinación que viene de su dominio de la katana y su letalidad -no sólo con espada como Yasuke, sino también con otras armas como arcos y cadenas como las de Naoe en Assassin's Creed Shadows-, está inevitablemente atada a combates que se regían bajo sus reglas y códigos de honor. Marcados por su educación y decoro frente al contrario ante el miedo de manchar su reputación, las pugnas entre samuráis se convertían en combates mucho más encorsetados de los que planteaba una guerra contra soldados enemigos.

Esa ilusión de la hegemonía de los samuráis viene dada de conflictos internos en los que, pese a la brutalidad de los enfrentamientos, no se solventaban mediante tácticas militares complejas ni estilos de combate o armas diferentes a las que estaban habituados. Lo ocurrido en la batalla contra China por el control de Corea, sin ir más lejos, da buena cuenta de hasta qué punto colocarlos ante la brutalidad de un enemigo ajeno a todas aquellas reglas niponas era capaz de darle la vuelta a la situación.

A menudo se utiliza la pugna contra los mongoles que dio vida a la historia de Ghost of Tsushima para demostrar que el ejército japonés también era capaz de plantarle cara a los enemigos a los que pudiese llegar a enfrentarse. La realidad, en cambio, es que tenían media batalla ganada antes incluso de empezar. Y no sólo por méritos propios.

La invasión mongola de Ghost of Tsushima

Los mongoles venían de conquistar Corea y cometieron dos errores a la hora de plantear su expansión hacia Japón. En primer lugar estaba la orografía nipona que, frente a la necesidad de llegar en barco hasta allí, hacía del terreno un lugar mucho más complejo que las bastas tierras a las que se había acostumbrado la caballería mongola. Con todas las dificultades que ello planteaba, y en una época del año en la que viajar en barco probablemente no era la mejor de las ideas, las tropas de Kublai Khan empezaron con mal pie.

Por otro lado, confiaron en los coreanos no sólo para dar forma a los barcos que los llevarían hasta allí, sino también a los ejércitos con los que lucharían contra Japón. Como infantería a caballo y arqueros eran unos fuera de serie, pero de navegación conocían más bien poco, así que los mongoles se apoyaron en los coreanos para la creación de unos barcos que, molestos por la conquista a la que se habían enfrentado, construyeron de mala gana y con desperfectos.

La primera batalla que libraron los mongoles fue contra las tormentas y los vientos kamikaze que destruyeron gran parte de la flota no sólo al ir hasta allí, sino también cuando tuvieron que replegar sus tropas para protegerse de un ejército que, pese a sus evidentes carencias, se había enterado de las intenciones mongolas y había tenido tiempo más que suficiente para ampliar su ejército lo máximo posible.

Con sus fuerzas menguadas, los mongoles que llegaron hasta allí para luchar lo hicieron en calidad de generales, pero gran parte de los soldados que debían luchar aquellas batallas eran coreanos obligados a pelear bajo su mando. No gozaban ni del entrenamiento ni de la disciplina que habían hecho famosa a las tropas de Kublai Khan, y lo pagaron con creces.
Matrícula en cultura pop, suficiente en combate

Cabe apuntar que, pese no ganarse un hueco en la fila S de una tier list de soldados históricos, sería injusto decir que los samuráis eran unos completos inútiles. Dominaban la espada y el arco de forma espectacular, pero la falta de experiencia en batallas extranjeras, y el hecho de estar estar varios puntos por debajo a nivel armamentístico y estratégico, hacen que pierdan fuerza a la hora de comprarlos con el resto de ejércitos históricos que puedan venirte a la cabeza.

Pese a la fascinación que nos despiertan por lo llamativo de sus armaduras, estilos de combate y códigos de honor -otra fantasía de manual-, la próxima vez que te plantes ante uno de esos vídeos o preguntas en los que alguien grita al cielo "¿Quién ganaría en una pelea, un samurái o un espartano?" plantéate nada más empezar que, pese a lo estrafalario y portentoso del soldado japonés, la realidad es que la posibilidad de que termine mordiendo el polvo es históricamente acertada.

y ni Yaskue ni Naoe nos harán cambiar de opinión
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El humillante fin de los samuráis Empty La invasión japonesa de Corea en 1592

Mensaje por Asombroso Sáb Jun 22, 2024 8:04 am

Convertido en shogún de todo Japón, Toyotomi Hideyoshi se lanzó a la conquista de la vecina Corea, iniciando una guerra en la que los samuráis serían derrotados

El asesinato de Oda Nobunaga a mediados de 1582 sumió Japón en una cruenta guerra civil de la que emergería vencedor uno de sus generales, Toyotomi Hideyoshi, quien se convirtió en gobernante supremo del archipiélago japonés.

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Pero Japón no era suficiente para el ambicioso Hideyoshi, quien en 1592 puso sus miras en la vecina península de Corea como un primer paso antes de invadir China, y convertirse en emperador de todo el lejano oriente.

La invasión de Corea

Si bien el reino joseon de Corea no era ninguna potencia militar al haber disfrutado de un largo período de paz, Toyotomi decidió atacarlo con una fuerza abrumadora compuesta por 158.000 soldados y cientos de barcos tripulados por antiguos piratas wako. En la invasión tomarían parte los principales señores feudales del país con sus huestes, en un despliegue de fuerza que contribuiría a alejar su belicismo de una nación unificada y en paz.

Así, en abril de 1592 la flota japonesa cruzó el estrecho de Tsushima y desembarcó a las tropas cerca de Busan, en el sur de la península coreana. Plaza que fue tomada al cabo de solo dos días de sitio por samuráis y ashigaru a las órdenes de Konishi Yunikaga.

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El rey Seonjo de Corea respondió a esta agresión enviando a un ejército de 16.000 hombres desde la capital de Seúl, el cual entabló batalla con los japoneses el 7 de junio cerca de Chungiu. En ese primer encuentro los nipones se impusieron con facilidad al tratarse de veteranos de décadas de guerra civil, equipados además con picas y mosquetes comprados a mercaderes portugueses.

La batalla se saldó con 3.000 coreanos muertos y la destrucción del principal ejército joseon, que totalmente deshecho no pudo impedir la captura de Seúl cinco días después, revés que obligó a Seonjo a huir hacia el norte.

Los barcos tortuga

Una vez completada la conquista del sur de la península, los japoneses se dividieron en tres columnas que fueron capturando una a una la principales ciudades del norte, expulsando a los coreanos de Pyongyang y alcanzando la frontera china en Manchuria.

Parecía que la campaña coreana había terminado, pero los samuráis no contaban con el indomable espíritu de resistencia de su enemigo ni con la flota comandada por el almirante Yi Sun-sin, quien inició el contraataque con un nuevo tipo de buque acorazado: los barcos tortuga.

Estos eran enormes galeras propulsadas a remo y cubiertas por planchas de hierro erizadas de púas que hacían imposible el abordaje. Armadas con cañones, flechas ardientes y espolones, estas naves contaban además con unos mascarones tallados como cabezas de dragón que arrojaban humo y gases tóxicos, lo que sin duda sembró el terror entre los japoneses.

Con a esta arma secreta los coreanos interrumpieron la llegada de refuerzos desde Japón, lo que unido a la llegada de 50.000 soldados enviados por el emperador chino Wanli, contribuyó a invertir la marea. A partir de enero de 1493 los coreanos pasaron a la ofensiva, liberaron Pyongyang y Seúl en febrero, y forzaron un armisticio en primavera tras recuperar Busan.

Hideyoshi contraataca

Los japoneses quedaron reducidos pues a un puñado de castillos en la costa meridional de Corea, y durante los cuatro años siguientes Seonjo, Wanli y Hideyoshi iniciaron las negociaciones de paz. Pero pese a las derrotas sufridas, el shogún era terco y orgulloso, de modo que empleó estos cuatro años de paz en reunir un nuevo ejército de 140.000 hombres con los que completar la conquista de Corea, quienes en agosto de 1597 pasaron al continente.

Al mando ahora de Kobayakawa Hideaki (quien había reemplazado de Konishi por su mala gestión de la primera campaña), los nipones empezaron la guerra sitiando de nuevo Busán. Sus espías lograron además convencer a Seonjo para que encarcelara a Yi Sun-sin, acusándole de cobardía al negarse este a atacar una flota japonesa muy superior.

Desprovistos de su mejor almirante, los coreanos pronto sufrieron su primer descalabro en la batalla naval de Chilcheollyang, donde perdieron casi toda su flota en un ataque sorpresa del que solo escaparon 13 naves. Busan cayó al poco, y Hideaki marchó hacia Seúl con su victoriosa hueste.

Sin embargo, antes de llegar a la capital los chinos le plantaron cara en el puente de Jiksan, una confusa batalla en la que el fuego de los mosquetes quedó neutralizado por grandes paveses de hierro. Forzados al cuerpo a cuerpo, los samuráis cargaron bajo una tupida lluvia de flechas hasta llegar al alcance de una espada, decidiéndose la batalla cuando un contingente nipón de 30.000 hombres llegó al campo de batalla.

El ocaso del sol naciente

Podía parecer que con esta victoria el camino quedaba abierto hasta la capital, pero una serie de revueltas inmovilizaron a los japoneses en el sur, dando tiempo a los aliados de recomponerse gracias a la constante llegada de refuerzos desde China.

Mientras tanto en el mar la situación dio un vuelco con el regreso de Yi Sun-sin, quien tomó el mando de los maltrechos restos de la flota coreana y preparó una emboscada usándola como cebo en Meyongyang. Al atraer a los japoneses al combate a un estrecho de apenas 293 metros de anchura, el almirante les impidió usar su ventaja numérica, por lo que los barcos tortuga se impusieron con facilidad hundiendo 31 naves.

Esta victoria marcó el punto de inflexión de la campaña, y con el apoyo de sus aliados chinos los coreanos lograron batir a los japoneses en el asedio de Ulsan (febrero de 1598) y empujarlos gradualmente hacia la costa. La muerte de Hideyoshi en septiembre de ese mismo año puso fin a la guerra, pues los cinco regentes que le sucedieron reconocieron la derrota y retiraron el ejército de la península.

Terminaba así una atrevida invasión que de triunfar habría cambiado para siempre la historia de Asia, pero que solo redundó en una permanente enemistad entre dos pueblos que tendría graves consecuencias cuando Japón se lanzara a la conquista de sus vecinos a principios del siglo XX.

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