GRAN HERMANO. Retrato de una España progre
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GRAN HERMANO. Retrato de una España progre
La popularidad de GH fue tan enorme en su día, que hacer un desarrollo teórico extenso sobre este programa televisivo resultaría ocioso. En su lugar, y a efectos de nuestro estudio, trataremos este fenómeno televisivo desde la perspectiva de su condición de programa de televisión eminentemente progresista.
Tan solo el hecho de que fuera presentado por Mercedes Milá, musa televisiva de la transición gracias a sus programas de debate y análisis, otorgaba a GH una pátina de progresismo indudable. Mercedes Milá jamás presentaría un programa de telebasura (de hecho ningún icono progre confesará jamás haber participado en este submundo) y, si accedió a encargarse de GH, fue única y exclusivamente porque se trataba de un experimento sociológico de primer orden, como ella misma se encargó de explicar una y otra vez en las primeras ediciones. En efecto, meter en una casa a doce débiles mentales sin oficio ni beneficio y pasar las veinticuatro horas del día analizando sus apasionantes actividades grupales, disfrutando de su conducta primaria, asistiendo a sus broncas absurdas y deleitándose con su forma cretina de expresarse maltratando al diccionario, es una experiencia que la ciencia utilizará en el futuro para extraer grandes enseñanzas en bien de la humanidad. <Me meo que te cagas> o <te meto una yoya que te tiemblan las orejas> fueron algunos de los hallazgos semánticos más sonados que GH y la Milá regalaron al mundo de las humanidades de forma completamente altruista.
Más lo que empezó siendo un encomiable experimento científico (según Mercedes), acabó degenerando en una especie de culebrón televisivo del que se alimentaban el resto de programas de la cadena Telecinco, hasta el punto de que su parrilla diaria giraba única y exclusivamente en torno a GH. En esencia, mientras dura un edición de GH la cadena sólo emite refritos analizados en vivo por ilustres comentaristas y apenas deja hueco para los informativos diario que, eso sí, resuman progresismo radical por los cuatro costados. Telecinco es, en los momentos en que Gran Hermano esmalta su programación, la cadena progresista por excelencia.
Andando los años, Mercedes se rindió a la evidencia y, muy a su pesar, acabó confesando que en realidad un experimento científico, lo que se dice científico, científico, no era GH. Más bien era un concurso. Pero un concurso muy digno en el que se cumplía una labor social muy importante, como era proporcionar fama y dinero a doce cretinos estructurales sin otra perspectiva vital que hocicar en las televisiones y las revistas alquilando su intimidad, una cosa también de mucho progreso.
Los concursantes tenían todos, también, actitudes vitales muy de acuerdo con los cánones del progresismo contemporáneo. Ateos (claro, ni iban a pedirle a la cadena que les pusiera una capillita en la casa para ir a misa los domingos), de mente abierta (no solo de mente) y completamente liberados de los convencionalismos sociales sólo competían en progresismo con su familiares, que en el plató donde se seguía la apasionante aventura sociológica ofrecía episodios muy edificantes sobre su forma realmente avanzada de ver la vida. Las madres, por ejemplo, comentan con desparpajo las aventuras sexuales protagonizadas por sus hijas a los ojos de todo los españoles, sin tener en cuenta la repercusión que este hecho tendrá en la vida privada de su chiquilla una vez salga de la casa. Y por no mencionar las curiosas conversaciones del a típica madre <granhermana> con las vecinas en torno a su famosa hija cuando coincidan en la cola de la panadería.
- Anoche vi a tu Yeni folleteando en Gran Hermano. Qué guapetona está.
- Pues sí, sí en casa estamos muy contentos. Ya le han llamado de varias teles para que vaya al programa a contar el revolcón. Yo creo que después del polvote de anoche llegará por lo menos a la semifinal.
Con un icono progre al frente del programa, unos concursantes cortados por el patrón del progresismo estándar, y siendo albergado por una cadena de estricta obediencia progresista, se hacía difícil catalogar a GH como un montón de mierda catódica. Algún intento hubo de boicotear a la Milá y su programa por parte de analistas malintencionados –algunos intelectuales se declararon escandalizados porque algo así hubiera llegado a nuestras pantallas-, pero la certeza de que si procedía del mundo progre no podía se telebasura permitió al programa superar varias ediciones y arrasar en los ranking de audiencia. Si hubiera sido presentado por Pedro Ruiz o Norma Duval, las manifestaciones masivas a las puertas de los estudios de Telecinco hubieran obligado a sus responsables a retirarlo de la parrilla al segundo episodio. Entonces hubiera sido telebasura sin más.
Deseche pues sus escrúpulos a la hora de enfrentarse al fenómeno basuriento y, si alguna vez le ofrecen trabajar en un programa de esta índole, acepte con la conciencia absolutamente tranquila. Recuerde siempre que Mercedes Milá le precedió. Su deber es honrarla como se merece
Tan solo el hecho de que fuera presentado por Mercedes Milá, musa televisiva de la transición gracias a sus programas de debate y análisis, otorgaba a GH una pátina de progresismo indudable. Mercedes Milá jamás presentaría un programa de telebasura (de hecho ningún icono progre confesará jamás haber participado en este submundo) y, si accedió a encargarse de GH, fue única y exclusivamente porque se trataba de un experimento sociológico de primer orden, como ella misma se encargó de explicar una y otra vez en las primeras ediciones. En efecto, meter en una casa a doce débiles mentales sin oficio ni beneficio y pasar las veinticuatro horas del día analizando sus apasionantes actividades grupales, disfrutando de su conducta primaria, asistiendo a sus broncas absurdas y deleitándose con su forma cretina de expresarse maltratando al diccionario, es una experiencia que la ciencia utilizará en el futuro para extraer grandes enseñanzas en bien de la humanidad. <Me meo que te cagas> o <te meto una yoya que te tiemblan las orejas> fueron algunos de los hallazgos semánticos más sonados que GH y la Milá regalaron al mundo de las humanidades de forma completamente altruista.
Más lo que empezó siendo un encomiable experimento científico (según Mercedes), acabó degenerando en una especie de culebrón televisivo del que se alimentaban el resto de programas de la cadena Telecinco, hasta el punto de que su parrilla diaria giraba única y exclusivamente en torno a GH. En esencia, mientras dura un edición de GH la cadena sólo emite refritos analizados en vivo por ilustres comentaristas y apenas deja hueco para los informativos diario que, eso sí, resuman progresismo radical por los cuatro costados. Telecinco es, en los momentos en que Gran Hermano esmalta su programación, la cadena progresista por excelencia.
Andando los años, Mercedes se rindió a la evidencia y, muy a su pesar, acabó confesando que en realidad un experimento científico, lo que se dice científico, científico, no era GH. Más bien era un concurso. Pero un concurso muy digno en el que se cumplía una labor social muy importante, como era proporcionar fama y dinero a doce cretinos estructurales sin otra perspectiva vital que hocicar en las televisiones y las revistas alquilando su intimidad, una cosa también de mucho progreso.
Los concursantes tenían todos, también, actitudes vitales muy de acuerdo con los cánones del progresismo contemporáneo. Ateos (claro, ni iban a pedirle a la cadena que les pusiera una capillita en la casa para ir a misa los domingos), de mente abierta (no solo de mente) y completamente liberados de los convencionalismos sociales sólo competían en progresismo con su familiares, que en el plató donde se seguía la apasionante aventura sociológica ofrecía episodios muy edificantes sobre su forma realmente avanzada de ver la vida. Las madres, por ejemplo, comentan con desparpajo las aventuras sexuales protagonizadas por sus hijas a los ojos de todo los españoles, sin tener en cuenta la repercusión que este hecho tendrá en la vida privada de su chiquilla una vez salga de la casa. Y por no mencionar las curiosas conversaciones del a típica madre <granhermana> con las vecinas en torno a su famosa hija cuando coincidan en la cola de la panadería.
- Anoche vi a tu Yeni folleteando en Gran Hermano. Qué guapetona está.
- Pues sí, sí en casa estamos muy contentos. Ya le han llamado de varias teles para que vaya al programa a contar el revolcón. Yo creo que después del polvote de anoche llegará por lo menos a la semifinal.
Con un icono progre al frente del programa, unos concursantes cortados por el patrón del progresismo estándar, y siendo albergado por una cadena de estricta obediencia progresista, se hacía difícil catalogar a GH como un montón de mierda catódica. Algún intento hubo de boicotear a la Milá y su programa por parte de analistas malintencionados –algunos intelectuales se declararon escandalizados porque algo así hubiera llegado a nuestras pantallas-, pero la certeza de que si procedía del mundo progre no podía se telebasura permitió al programa superar varias ediciones y arrasar en los ranking de audiencia. Si hubiera sido presentado por Pedro Ruiz o Norma Duval, las manifestaciones masivas a las puertas de los estudios de Telecinco hubieran obligado a sus responsables a retirarlo de la parrilla al segundo episodio. Entonces hubiera sido telebasura sin más.
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