Los secretos de los costaleros de Jesús del Gran Poder y la Esperanza Macarena

La cofradía de Nuestro Padre Jesús del Gran Poder y María Santísima de la Esperanza Macarena de Madrid se creó el 16 de julio de 1940 por unos sevillanos que añoraban las imágenes de su tierra, siendo pioneros en procesionar con costaleros en la capital. ÉPOCA fue invitada al último ensayo de Jesús del Gran Poder para conocer la tradición del costal.

El capataz Eduardo Pompa lleva 10 años en esta tarea. El paso de 1.200 kilos de peso lo cargan 35 costaleros, que tienen que ser hermanos. "Parece mentira que esos 30 cms enganchen tanto y no sepas estar sin ellos", dice Pompa.

Los costaleros van llegando y realizan el ritual de hacerse la ropa. Se colocan la faja para proteger los riñones y preparan el costal, tela encargada de que el peso caiga bien sobre el cuello. Esta se dobla solapándose en tres capas, se coloca un rollo de tela llamado morcilla y se enrolla, procurando que quede bien estirada. El segundo capataz, Jorge Cámara, ayuda a muchos en esta tarea, después se lo colocan en la cabeza y van estirando hasta que la morcilla baja a la zona que soportará el peso del paso.

Teo lleva ocho años sacando al Cristo, "es una alegría muy grande, me siento cerca de personas que me faltan, puede más la ilusión que el peso", dice. Salvador Talavera lleva 11 años como costalero y destaca el hermanamiento, "es un orgullo, bajo el paso no hay nombres y llevar al Señor es el mejor sitio", comenta. Manuel Salgado destaca que "el esfuerzo es grande, pero al ver la cara de la gente te vienes arriba". Jorge, en su sexto año, destaca el buen grupo que forman: "Al nuevo se le trata como a uno más, un principio básico para que la cuadrilla funcione". Para José Laguna es "una afición bonita unida a su devoción particular", tras siete años haciéndola.

Han estado dos meses ensayando con una parigüela antigua sobre la que colocan piras de hierro simulando el peso que soportarán en la procesión. Además están los contraguías, situados en la parte trasera fuera del paso. Fernando es uno de ellos y subraya que son "los ojos de los costaleros; intentamos que el paso vaya recto en el recorrido".

Eduardo Pompa pide a los costaleros concentración y silencio bajo el paso y estos van ocupando su sitio en la trabajadera. Pompa se sirve de su voz y de un martillo para darles instrucciones. Al primer toque colocan su cuello bajo la trabajadera, al segundo, meten los riñones poniendo su espalda recta y al tercero, la levantá.

Se diferencian tres tipos de levantá, la normal, otra a pulso, muy despacio sin que apenas se note el movimiento y al cielo, en la que los costaleros levantan el paso dando un salto. Antonio este año no puede participar por una lesión , "lo que más cuesta es el día que lo tengas que dejar", comenta. "No hay una explicación racional para hacerlo, me metí por una promesa y por devoción", añade. Rafael Villalba fue costalero durante 20 años y hoy ya está retirado, para él "es difícil expresar lo que sentía, hay que meterse debajo y sentirlo uno mismo", subraya. Durante el recorrido los costaleros se van relevando y es importante que coman frutos secos, caramelos o chocolate y estén bien hidratados a base de agua o zumos.