Documental sobre la Bomba de Hiroshima
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Documental sobre la Bomba de Hiroshima
Impresionante documental reproduciendo la explosión de la bomba atómica de Hiroshima. A pesar de que el vídeo esté en inglés os recomiendo que lo veáis íntegro pues las escalofriantes imágenes hablan por si solas...
Última Hora- Cybernauta VIP
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Las secuelas de la pesadilla de Hiroshima:
Los padres recogen a los niños quemados y los cadáveres entre los escombros en raras fotografías tomadas durante los días después de que la bomba atómica mató a 140.000 personas.
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Cybernauta- Co-Administrador
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Especial. 75 años de Hiroshima y Nagasaki: entre el apocalipsis atómico o un millón de muertos
La bomba atómica es un crimen de guerra por definición. Cuando un país decide lanzarla, su poder de destrucción no discrimina entre civiles y militares. Sucedió en Hiroshima y Nagasaki. La gran mayoría de las víctimas fueron mujeres, niños y ancianos. De la mayoría de ellos no quedó nada. Cuando las bombas explotaron a 600 metros de altura, la ola de fuego volatilizó la madera, la carne y hasta el acero. Dos hongos apocalípticos se alzaron a más de 13.000 metros de altura sobre las cenizas radioactivas. En un diámetro de unos 12 kilómetros, todo lo vivo murió. Personas, animales y plantas. Todo. En los márgenes, los supervivientes, conocidos como 'Hibakusha' quedaron golpeados de por vida con graves problemas físicos y psicológicos. Uno de ellos, Tsutomu Yamaguchi, un hombre de negocios de Nagasaki de visita en Hiroshima, salió vivo de las dos explosiones al volver a su casa tras sufrir el primer impacto. Es un caso único.
Partiendo de esa idea de destrucción sin horizonte, el debate ya nace envenenado pero, durante décadas y ahora más que nunca, 75 años después de los bombardeos, una pregunta sigue en el aire: ¿contribuyeron los ataques nucleares sobre Japón a ahorrar muertes en la Segunda Guerra Mundial?
Para responder a esa cuestión hay que viajar en el tiempo hasta el escenario bélico del Pacífico durante la primavera de 1945. Después de la encarnizada lucha por Guadalcanal (islas Salomón, de agosto de 1942 a febrero de 1943) o Peleliu (septiembre de 1944), los Aliados fueron acercándose a territorio japonés saltando a Iwo Jima (marzo de 1945), que dejó 24.480 bajas estadounidenses y 20.703 muertos japoneses, y Okinawa (abril de 1945), que provocó en 82 días de combates 20.195 muertos Aliados y 110.000 nipones. En todas estas operaciones, los estadounidenses hicieron sólo unos cientos de prisioneros, a los que no les dio tiempo a suicidarse.
El soldado japonés de la época estaba adoctrinado desde niño en la tradición del 'bushido', conocido por "el camino del guerrero", un código ético usado por los samurai que no acepta la rendición, sino que normaliza la muerte como destino honorable. Cuando los militares japoneses se encontraban rodeados por el enemigo optaban por el suicidio o 'harakiri'. El mejor ejemplo lo constituyen los pilotos 'kamikaze' o 'viento divino'. Fueron un auténtico quebradero de cabeza para los buques Aliados, que recibieron, en los últimos meses de guerra, unos 2.500 ataques de kamikazes, algunos de ellos de una precisión letal. Ese es el tipo de ejército al que las fuerzas de EEUU se iba a enfrentar en el caso de intentar tomar Japón de manera íntegra por tierra.
Pero en junio de 1945, EEUU estaba aún muy lejos de las cuatro islas principales y de su capital, Tokio. La guerra en Europa contra el nazismo había terminado con el suicidio de Hitler y había un arma nueva que el nuevo presidente de EEUU tras la muerte de Roosevelt, Harry S. Truman, quería mostrar al mundo: la bomba atómica, un artefacto que apuntalaba la supremacía militar de EEUU. Si ya no había tiempo de lanzarla sobre Berlín, el escenario japonés se abría como el escenario ideal para los halcones de EEUU.
En varias ocasiones, a través de intermediarios, Washington exploró las posibilidades de activar una rendición incondicional japonesa y lanzó un ultimátum el 26 de julio. Según la gran mayoría de los historiadores, el de Tokio rehusó esta opción y arrinconó a aquellos miembros de su propio ejecutivo que sí veían la capitulación como la única salida posible antes de la destrucción total, en una corriente de pensamiento que llega a nuestros días. Fumio Kyuma, ex ministro de Defensa de Japón en 2007, se atrevió a apoyar ese argumento: "Las bombas fueron inevitables". Tuvo que dimitir. El emperador Hirohito, un 'semidios' en su país, guardó silencio. Para el gabinete de Truman, la bomba era la mejor opción para adelantar el incierto final de la guerra y no propiciar que hubiera cientos de miles de víctimas más en ofensivas y desembarcos.
Para tomar la decisión de lanzar las bombas se manejaron muchos informes. El principal era el que planificaba la guerra sin usar la bomba. La operación, en dos partes, se dividía en el 'plan Downfall', previsto para noviembre de 1945 (que ocuparía la isla de Kyushu), complementado con el 'plan Coronet', para tomar el territorio de Honshu, la isla principal donde está Tokio (1 de marzo de 1946). La estimación que hacía el gobierno de EEUU para estos dos desembarcos masivos mayores aún que el de Normandía preveía un escenario de tres años más de guerra (hasta 1948) con bajas desde 100.000 a un millón, sólo de soldados de EEUU.
En paralelo a estos preparativos, el 16 de julio de 1945, el 'proyecto Manhattan' del científico Robert Oppenheimer eligió el desierto de Alamogordo, en Nuevo México, para la llamada 'prueba Trinity', el lanzamiento de una bomba nuclear que, al estallar, dejó a los científicos aterrados. La destrucción era mucho mayor de la prevista. El artefacto, conocido como el destructor de mundos, estaba listo. Los objetivos, elegidos: Hiroshima, Kioto y Yokohama. Después, se cambiaron los dos últimos por Nagasaki y Kokura.
Otro de los argumentos que se usaron a favor de la bomba fue que, de facto, los bombardeos no atómicos tarde o temprano matarían a las mismas personas (o más) que los nucleares. En la ciudad de Tokio, por ejemplo, habían muerto ya 100.000 personas bajo las fortalezas volantes de Estados Unidos. Pero esas bombas no creaban el pánico que iba a provocar el relámpago atómico. Además, los militares que estaban a favor de lanzarlas creían que los soviéticos detendrían su avance sobre Japón y se evitaría así tener que compartir su ocupación.
Los militares estadounidenses que rechazaban el uso de la bomba contra ciudades creían que una demostración sobre el mar frente a la bahía de Tokio no provocaría víctimas, pero demostraría el enorme poder destructor del artefacto. Además, no compartían la elección de los objetivos: ni Hiroshima ni Nagasaki tenían interés militar. La proporción de civiles era mucho mayor que la de militares. Además, en Hiroshima mantenían presos a 11 pilotos estadounidenses capturados que murieron con la explosión.
Para la historia quedó la decisión de Truman. Después del bombardeo de Hiroshima, el presidente anunció: "Si no aceptan nuestros términos de rendición, pueden esperar una lluvia de destrucción desde el aire, algo nunca visto sobre esta tierra". Tres días después, cayó la segunda sobre Nagasaki. El emperador grabó un anuncio: "El enemigo ha empezado a utilizar una bomba nueva y sumamente cruel, con un poder de destrucción incalculable y que acaba con la vida de muchos inocentes. Si continuásemos la lucha, solo conseguiríamos el arrasamiento y el colapso de la nación japonesa, y eso conduciría a la total extinción de la civilización humana".
Quizá haya que recordar las palabras del capitán Robert Lewis, copiloto del bombardero 'Enola Gay', cuando se alejaba a toda velocidad de la ciudad ante el hongo atómico: "Dios mío, ¿qué hemos hecho?".
Fuente.
Partiendo de esa idea de destrucción sin horizonte, el debate ya nace envenenado pero, durante décadas y ahora más que nunca, 75 años después de los bombardeos, una pregunta sigue en el aire: ¿contribuyeron los ataques nucleares sobre Japón a ahorrar muertes en la Segunda Guerra Mundial?
Para responder a esa cuestión hay que viajar en el tiempo hasta el escenario bélico del Pacífico durante la primavera de 1945. Después de la encarnizada lucha por Guadalcanal (islas Salomón, de agosto de 1942 a febrero de 1943) o Peleliu (septiembre de 1944), los Aliados fueron acercándose a territorio japonés saltando a Iwo Jima (marzo de 1945), que dejó 24.480 bajas estadounidenses y 20.703 muertos japoneses, y Okinawa (abril de 1945), que provocó en 82 días de combates 20.195 muertos Aliados y 110.000 nipones. En todas estas operaciones, los estadounidenses hicieron sólo unos cientos de prisioneros, a los que no les dio tiempo a suicidarse.
El soldado japonés de la época estaba adoctrinado desde niño en la tradición del 'bushido', conocido por "el camino del guerrero", un código ético usado por los samurai que no acepta la rendición, sino que normaliza la muerte como destino honorable. Cuando los militares japoneses se encontraban rodeados por el enemigo optaban por el suicidio o 'harakiri'. El mejor ejemplo lo constituyen los pilotos 'kamikaze' o 'viento divino'. Fueron un auténtico quebradero de cabeza para los buques Aliados, que recibieron, en los últimos meses de guerra, unos 2.500 ataques de kamikazes, algunos de ellos de una precisión letal. Ese es el tipo de ejército al que las fuerzas de EEUU se iba a enfrentar en el caso de intentar tomar Japón de manera íntegra por tierra.
Pero en junio de 1945, EEUU estaba aún muy lejos de las cuatro islas principales y de su capital, Tokio. La guerra en Europa contra el nazismo había terminado con el suicidio de Hitler y había un arma nueva que el nuevo presidente de EEUU tras la muerte de Roosevelt, Harry S. Truman, quería mostrar al mundo: la bomba atómica, un artefacto que apuntalaba la supremacía militar de EEUU. Si ya no había tiempo de lanzarla sobre Berlín, el escenario japonés se abría como el escenario ideal para los halcones de EEUU.
En varias ocasiones, a través de intermediarios, Washington exploró las posibilidades de activar una rendición incondicional japonesa y lanzó un ultimátum el 26 de julio. Según la gran mayoría de los historiadores, el de Tokio rehusó esta opción y arrinconó a aquellos miembros de su propio ejecutivo que sí veían la capitulación como la única salida posible antes de la destrucción total, en una corriente de pensamiento que llega a nuestros días. Fumio Kyuma, ex ministro de Defensa de Japón en 2007, se atrevió a apoyar ese argumento: "Las bombas fueron inevitables". Tuvo que dimitir. El emperador Hirohito, un 'semidios' en su país, guardó silencio. Para el gabinete de Truman, la bomba era la mejor opción para adelantar el incierto final de la guerra y no propiciar que hubiera cientos de miles de víctimas más en ofensivas y desembarcos.
Para tomar la decisión de lanzar las bombas se manejaron muchos informes. El principal era el que planificaba la guerra sin usar la bomba. La operación, en dos partes, se dividía en el 'plan Downfall', previsto para noviembre de 1945 (que ocuparía la isla de Kyushu), complementado con el 'plan Coronet', para tomar el territorio de Honshu, la isla principal donde está Tokio (1 de marzo de 1946). La estimación que hacía el gobierno de EEUU para estos dos desembarcos masivos mayores aún que el de Normandía preveía un escenario de tres años más de guerra (hasta 1948) con bajas desde 100.000 a un millón, sólo de soldados de EEUU.
En paralelo a estos preparativos, el 16 de julio de 1945, el 'proyecto Manhattan' del científico Robert Oppenheimer eligió el desierto de Alamogordo, en Nuevo México, para la llamada 'prueba Trinity', el lanzamiento de una bomba nuclear que, al estallar, dejó a los científicos aterrados. La destrucción era mucho mayor de la prevista. El artefacto, conocido como el destructor de mundos, estaba listo. Los objetivos, elegidos: Hiroshima, Kioto y Yokohama. Después, se cambiaron los dos últimos por Nagasaki y Kokura.
Otro de los argumentos que se usaron a favor de la bomba fue que, de facto, los bombardeos no atómicos tarde o temprano matarían a las mismas personas (o más) que los nucleares. En la ciudad de Tokio, por ejemplo, habían muerto ya 100.000 personas bajo las fortalezas volantes de Estados Unidos. Pero esas bombas no creaban el pánico que iba a provocar el relámpago atómico. Además, los militares que estaban a favor de lanzarlas creían que los soviéticos detendrían su avance sobre Japón y se evitaría así tener que compartir su ocupación.
Los militares estadounidenses que rechazaban el uso de la bomba contra ciudades creían que una demostración sobre el mar frente a la bahía de Tokio no provocaría víctimas, pero demostraría el enorme poder destructor del artefacto. Además, no compartían la elección de los objetivos: ni Hiroshima ni Nagasaki tenían interés militar. La proporción de civiles era mucho mayor que la de militares. Además, en Hiroshima mantenían presos a 11 pilotos estadounidenses capturados que murieron con la explosión.
Para la historia quedó la decisión de Truman. Después del bombardeo de Hiroshima, el presidente anunció: "Si no aceptan nuestros términos de rendición, pueden esperar una lluvia de destrucción desde el aire, algo nunca visto sobre esta tierra". Tres días después, cayó la segunda sobre Nagasaki. El emperador grabó un anuncio: "El enemigo ha empezado a utilizar una bomba nueva y sumamente cruel, con un poder de destrucción incalculable y que acaba con la vida de muchos inocentes. Si continuásemos la lucha, solo conseguiríamos el arrasamiento y el colapso de la nación japonesa, y eso conduciría a la total extinción de la civilización humana".
Quizá haya que recordar las palabras del capitán Robert Lewis, copiloto del bombardero 'Enola Gay', cuando se alejaba a toda velocidad de la ciudad ante el hongo atómico: "Dios mío, ¿qué hemos hecho?".
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Japón conmemora el doloroso 75 aniversario del ataque nuclear a Hiroshima
TOKIO NO HA SUSCRITO EL TRATADO DE PROHIBICIÓN DEL ARMAMENTO ATÓMICO ALCANZADO EN 2017
El primer ministro Shinzo Abe dijo que Japón está comprometido con la prohibición de las armas nucleares
Japón aún tiene las heridas abiertas de la Segunda Guerra Mundial.
Los pocos testigos restantes del primer bombardeo atómico en el mundo conmemoraron el jueves su 75 aniversario, y el alcalde de Hiroshima y otras personas criticaron la negativa del gobierno japonés de suscribir un tratado para prohibir las armas nucleares.
El alcalde Kazumi Matsui exhortó a los gobernantes de todo el mundo a que se comprometan con mayor seriedad al desarme nuclear, y señaló la inacción de Japón.
“Le pido al gobierno japonés que atienda la exhortación de los (sobrevivientes del bombardeo) para que firme, ratifique y se convierta en una de las partes del Tratado sobre la Prohibición de las Armas Nucleares”, manifestó Matsui en su declaración por la paz. “Siendo el único país que ha sufrido un ataque nuclear, Japón debe convencer al público global de que se una al espíritu de Hiroshima”.
Su discurso puso de manifiesto lo que los sobrevivientes consideran es la hipocresía del gobierno de Japón, que permite la presencia de 50.000 soldados estadounidenses en su territorio y está protegido por las armas nucleares de Estados Unidos.
Tokio no ha suscrito el tratado de prohibición del armamento atómico alcanzado en 2017, a pesar de que se comprometió a no tener esas armas, una omisión que los sobrevivientes del bombardeo y grupos pacifistas consideran es poco sincera.
En su discurso durante la ceremonia, el primer ministro Shinzo Abe dijo que Japón está comprometido con la prohibición de las armas nucleares, pero que no se puede lograr un mundo libre de armas atómicas de la noche a la mañana, y que tiene que comenzar con un diálogo entre partes antagónicas.
“La posición de Japón es servir como puente entre diversos lados y promover pacientemente su diálogo y acciones para alcanzar un mundo sin armas nucleares”, dijo Abe.
Estados Unidos arrojó su primera bomba atómica sobre Hiroshima el 6 de agosto de 1945, destruyendo la ciudad y matando a 140.000 personas.
Tres días después dejó caer una segunda bomba nuclear sobre Nagasaki, matando a otras 70.000 personas. Japón se rindió el 15 de agosto, lo que puso fin a la Segunda Guerra Mundial y a casi medio siglo de agresión japonesa en Asia.
Algunos sobrevivientes, sus parientes y otras personas conmemoraron el aniversario de la explosión a las 8:15 a.m. con el sonido de una campana, seguido por un minuto de silencio, en el Parque Conmemorativo de la Paz.
El primer ministro Shinzo Abe dijo que Japón está comprometido con la prohibición de las armas nucleares
Japón aún tiene las heridas abiertas de la Segunda Guerra Mundial.
Los pocos testigos restantes del primer bombardeo atómico en el mundo conmemoraron el jueves su 75 aniversario, y el alcalde de Hiroshima y otras personas criticaron la negativa del gobierno japonés de suscribir un tratado para prohibir las armas nucleares.
El alcalde Kazumi Matsui exhortó a los gobernantes de todo el mundo a que se comprometan con mayor seriedad al desarme nuclear, y señaló la inacción de Japón.
“Le pido al gobierno japonés que atienda la exhortación de los (sobrevivientes del bombardeo) para que firme, ratifique y se convierta en una de las partes del Tratado sobre la Prohibición de las Armas Nucleares”, manifestó Matsui en su declaración por la paz. “Siendo el único país que ha sufrido un ataque nuclear, Japón debe convencer al público global de que se una al espíritu de Hiroshima”.
Su discurso puso de manifiesto lo que los sobrevivientes consideran es la hipocresía del gobierno de Japón, que permite la presencia de 50.000 soldados estadounidenses en su territorio y está protegido por las armas nucleares de Estados Unidos.
Tokio no ha suscrito el tratado de prohibición del armamento atómico alcanzado en 2017, a pesar de que se comprometió a no tener esas armas, una omisión que los sobrevivientes del bombardeo y grupos pacifistas consideran es poco sincera.
En su discurso durante la ceremonia, el primer ministro Shinzo Abe dijo que Japón está comprometido con la prohibición de las armas nucleares, pero que no se puede lograr un mundo libre de armas atómicas de la noche a la mañana, y que tiene que comenzar con un diálogo entre partes antagónicas.
“La posición de Japón es servir como puente entre diversos lados y promover pacientemente su diálogo y acciones para alcanzar un mundo sin armas nucleares”, dijo Abe.
Estados Unidos arrojó su primera bomba atómica sobre Hiroshima el 6 de agosto de 1945, destruyendo la ciudad y matando a 140.000 personas.
Tres días después dejó caer una segunda bomba nuclear sobre Nagasaki, matando a otras 70.000 personas. Japón se rindió el 15 de agosto, lo que puso fin a la Segunda Guerra Mundial y a casi medio siglo de agresión japonesa en Asia.
Algunos sobrevivientes, sus parientes y otras personas conmemoraron el aniversario de la explosión a las 8:15 a.m. con el sonido de una campana, seguido por un minuto de silencio, en el Parque Conmemorativo de la Paz.
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